Ollanta representa el cambio?
05/01/2006
- Opinión
Ollanta y Antauro Humala fueron los cabecillas militares de un conato de rebeldía no suficientemente esclarecido, cuando ya el fin de la banda Fujimori & Montesinos entraba a su recta final por obra del pueblo: de sus frentes cívicos y de defensa, de sus gremios como Construcción Civil y Sutep, y de su juventud. Valgan verdades, cuando Toledo aparece en el escenario y se monta en la cresta de la última ola, ya había corrido mucha agua bajo el puente.
Después de la asonada, los Humala adquirieron cierta notoriedad. Antauro se quedó en el país organizando a sus reservistas y articulando una doctrina de sello nativista que llamó etnocacerismo y publicó un periódico, “Ollanta”, no en homenaje al épico capitán del drama inca, sino del hermano que fue enviado a Europa y Asia como agregado militar.
Los Humala concibieron el etnocacerismo como un intento de fusión de ideas que reivindican el legado ideológico-cultural étnico con el sentimiento patriótico, que tiene en Andrés Avelino Cáceres a uno de sus máximos representantes.
Al respecto, una acotación. Si bien Cáceres fue un patriota a carta cabal, organizador de las guerrillas indígenas, estratega de la resistencia y defensor incólume del territorio patrio en la guerra del 79 del siglo XIX, no entendió ni reivindicó al Perú nativo que, a fin de cuentas, fue quien se enfrentó hambriento y sin zapatos al invasor chileno.
Cáceres, el héroe que admiramos, fue el mismo que ordenó el ajusticiamiento a Tomás Laynes, un jefe guerrillero que se atrevió a expropiar a los hacendados para repartir entre el pueblo hambriento. Es decir, los indios tenían el deber de luchar como patriotas pero no tenían el derecho de reivindicar la tierra y de expropiar a los expropiadores. (Investigación de Wilfredo Kapsoli, El Nacionalismo Inca).
Pero, hablemos de estos tiempos. Al abrirse en el Perú esta última coyuntura electoral se dieron las condiciones para que desde la izquierda se gestara un Frente de orientación socialista y de contenido nacionalista. Para avanzar esa dirección, desde el Movimiento Nueva Izquierda, se iniciaron conversaciones entre Alberto Moreno Rojas, presidente del MNI, y Ollanta Humala del Partido Nacionalista.
El eje de estas conversaciones, que se dieron cuando Ollanta no proyectaba dígito alguno frente a las narices de las encuestadoras, fue la urgencia de levantar una alternativa al neoliberalismo desde una opción popular.
Aparece entonces la posibilidad de una unidad entre nacionalistas y socialistas, que generó interés en la ciudadanía y despertó el odio de la derecha en sus más variopinto espécimen. Desde un diario de dos por sol, un atolondrado muchacho más bruto que sus ideas, satanizó ese intento de unidad y con un audaz ignorancia identificó fascismo con nacionalismo, como si ambos fueran lo mismo.
Cuando Ollanta empezó a despuntar en las encuestas, decidió sacudirse de todo atisbo que le molestara a sus nuevos socios: los viejos comerciantes de la política, los representantes de los grupos de poder, la canalla fujimontesinista, etc. Era obvio que los resortes del sistema en sus más diversas facetas, empezaba a presionar. Ante el emplazamiento que se le hacía “¿irá usted con la izquierda radical?” (traducción: la verdadera izquierda), Humala se incomodaba y titubeaba.
Fue entonces que la izquierda zanjó con él. No fue a la inversa. Hecho que honra a sus líderes, pues, cuando empezaba a crecer Ollanta, el alejarse por razones de principios y por propuestas es algo que no forma parte de la cultura política peruana. Pero sí lo es para esa izquierda tenaz y perseverante, convertida en fantasma de los grupos de poder y de las mentes desvariadas.
Así están las cosas. La derecha por razones ideológicas y culturales, se desespera por frenar al candidato “antisistema”, y hay quienes tratando de “hundirlo” lo identifican con Hugo Chávez de Venezuela o Evo Morales de Bolivia. La comparación es arbitraria. Que sepamos, Chávez no se rodeó de la escoria que parió Andrés Pérez, y Evo Morales no se ha hecho acompañar de ningún hijo putativo del fascismo boliviano.
El nacionalismo es una corriente positiva, que contribuye a la defensa de la soberanía, y es mucho más urgente su presencia, ahora que el imperialismo, dentro de su estrategia de globalización del sistema, pretende anular todo vestigio de identidad nación, beneficiándose de ello.
El pueblo que ha marcado a fuego al sátrapa oriental detenido en Chile, que entregó al capital transnacional nuestros recursos y que hizo del Perú una subasta con el modelo neoliberal, no ve con buenos ojos que Ollanta Humala tenga entre sus más estrechos colaboradores a los que fueron solícitos sirvientes fujimoristas: los Altuve, los Cáceres Velásquez, los Torres Caro, a los que la banda premió con creces.
Humala puede ser el futuro presidente. No sería la primera vez que los candidatos emergentes ganen una votación y que los pueblos pierdan una elección. La derecha sabe perfectamente que con Humala pasará lo mismo que con Fujimori o con Toledo. Se le postrará y cambiará el coro pero no la sinfonía, y el pueblo seguirá postergado.
Por eso, con la voluntad y firmeza que le reconocen los sectores populares a la izquierda neta, ahora agrupada en el Frente Amplio de Izquierda, se vienen haciendo los esfuerzos para convertir este acto electoral en un proceso de politización de las masas; de confrontación y rechazo al modelo y al sistema; de acumulación de fuerzas; de reivindicación de la política, que como señalara José Carlos Mariátegui: se dignifica y ennoblece cuando es revolucionaria...
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