Ruana y cacerola en el paro agrario nacional

Una alternativa colombiana al “desarrollo rural” burgués

27/08/2013
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Los imaginarios dominantes sobre lo campesino y lo rural suelen expresarse en sentencias lapidarias como “la Ley es pa´los de ruana”, “Peón con ruana ni para la comida gana”, “los perros solo muerden a los de ruana”, en estas prosas elitistas la figura de la ruana aparece desprestigiada, de poca valía. Este imaginario se instaló como parte del proyecto excluyente de nación elitista y oligárquica que durante el siglo XIX y XX construyeron las clases dominantes criollas, que luego modernizaron su discurso anticampesino con las teorías rostounianas del desarrollo. Hoy la ruana se ha convertido, gracias a la protesta popular, en símbolo de dignidad y rebeldía, en vehículo imaginario de resistencia y esperanza.
 
Juan Manuel Santos, en su intervención del 26 de agosto de 2013, al culminar una de las rondas de conversaciones con líderes agrarios del paro nacional iniciado el 19 de agosto planteaba que “los campesinos están como una de las prioridades de este gobierno”, además, para explicar por  qué a su entender no había un paro nacional, afirmaba que: “La explicación de la frase es muy sencilla: ¿por qué no hay un paro nacional agrario? Porque no es nacional, sino está localizado en unos departamentos determinados y no es la totalidad del sector agrario, porque hemos venido, dentro de la política de ir solucionando los problemas, hablando con muchos sectores como el sector cafetero, como el sector arrocero, como el sector cacaotero, muchos sectores que no están participando en el paro. Pero de ninguna manera quería yo subestimar la importancia de los reclamos de los paperos, de los lecheros y por eso si fue mal interpretada mi frase o por haber dado ese ‘papayazo’ (…)”.
 
Santos tiene razón en que no son todos los sectores agrarios los que participan, ni todas las regiones, no están los floricultores, los inversionistas de agrocombustibles, los bananeros, en fin quienes más se han beneficiado de las políticas agrarias que favorecen a los sectores vinculados con el modelo de agronegocio para exportación, aquellos sectores “consentidos” por el modelo de desarrollo excluyente.
 
Los centros de la lucha campesina están en los sectores y regiones más afectados por el modelo. Los altiplanos cundiboyacense y nariñense, donde pequeños y medianos agricultores de papá y campesinos lecheros padecen los efectos del TLC, el alto Magdalena (Huila), de los campesinos cafeteros, los valles interandinos de Santander y Antioquia de cultivadores de panela, frutas, así como zonas de colonización en Caquetá, todos estos sectores no se han beneficiado del sistema jerárquico y excluyente de negociación y trámite. De hecho el malestar agrario ha sido expresado por fuera de los grandes gremios tradicionales, no es la Federación Nacional de cafeteros, o la Sociedad de Agricultores de Colombia - SAC la que está en la conducción de la protesta.
 
Al finalizar en mayo de 2013 el paro cafetero, el presidente de la SAC Rafael Mejía, planteaba que lo grave no era negociar, sino que las negociaciones se hicieran por “fuera de la institucionalidad”, es decir desconociendo a quienes históricamente se han atribuido la representación del conjunto de los intereses agrarios: las clases dominantes, los terratenientes y burgueses agrarios.
 
En esta retórica santista se apele a la categoría de campesinos, pero en las políticas agrarias del régimen los campesinos aparezcan como prioridad. Ni en la ley de restitución de tierras, ni en el plan nacional de desarrollo “Prosperidad para todos”, ni en los debates sobre desarrollo rural campesino, ni en las mesas de trabajo con inversionistas, la idea de lo campesino como una de las posibilidades no totalmente capitalista de habitar la ruralidad es contemplada y menos aceptada.
 
Para el gobierno de Santos, como para sus predecesores, así como para académicos asociados a estos gobiernos, el asunto ha sido, viabilizar un modelo de desarrollo agrario agrario en el que…de malas… hay buenos y malos, hay ganadores y perdedores, así es la vida, así es el camino de la prosperidad.
 
En realidad las políticas de desarrollo rural han venido generando a través de dinámicas de neoliberalismo de guerra una reducción de los bienes y disfrutes colectivos campesinos, de sus intercambios, solidaridades, formas de reciprocidad en economías mercantiles articuladas entre sí y con lo urbano. Se trata de una estrategia de modernización rural en que la población rural de transitar por la ruta del abandono a sus espacios colectivos sociales y culturales, por varias vías burguesas: la expulsión rural y su conversión en semiproletarios urbanos, o la subordinación al agronegocio formalizándose como individuos y propietarios en la sociedad rural burguesa.
 
 
- Frank Molano Camargo es Historiador, Docente Asociado Universidad Distrital Francisco José de Caldas 
https://www.alainet.org/en/node/78737
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