Injusto, Insostenible y en las Sombras

Cómo las corporaciones usan las Reglas de Inversión Global para poner en riesgo nuestro Futuro Sostenible

10/06/2013
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Contenido
 
Acerca de la publicación ii
Prólogo iii
Agradecimientos iv
 
I. Introducción 1
 
II. Desarrollo sostenible e inclusivo y el poder corporativo - el conflicto inherente
Desarrollo sostenible: el consenso sabio
El progreso real del desarrollo sostenible permanece estancado
Los intereses de las corporaciones - la poderosa presión del lado opuesto
El régimen de normas internacionales de inversión
 
III. Normas internacionales de inversión y tribunales de arbitraje - la nueva arma corporativa que amenaza al desarrollo sostenible
Casos de inversiones internacionales – el campo de batalla actual
Resumen - Injusto, Insostenible y en las Sombras
 
IV. Desafiando al sistema de normas de inversión
Retos actuales al sistema
Haciendo frente a casos específicos
El desarrollo de una visión alternativa de Normas Internacionales de Inversión
Desafíos de los gobiernos al sistema
Prevenir futuros acuerdos de libre comercio e inversión basados en el modelo actual
 
V. Conclusión
Cuadro de Recursos - para mayor información
Notas
 
Prólogo
 
Como Thomas Mc Donagh escribe en este informe, uno de los desafíos mundiales fun­damentales que enfrentamos en este siglo es cómo hacer dos cosas de manera simultánea: Una es hacer posible que miles de millones de personas en todo el mundo se levanten por sí mismas de los sufrimientos de la po­breza, y la otra es evitar empujar al planeta a un precipicio que conduzca a cambios am­bientales peligrosos e irreversibles. Bajo nin­guna circunstancia, hacer ambas cosas sería difícil, pero también hay una serie de fuerzas poderosas que operan para hacer que lo difí­cil y urgente sea casi imposible. Estas fuerzas son las poderosas corporaciones internacio­nales que parecen programadas en piloto automático en un curso que causa estragos en nuestro medio ambiente.
 
Estas corporaciones - conglomerados petro­leros, empresas de carbón, operadoras mine­ras y otras - están dirigidas por personas y respaldadas por fuentes de un capital que se mueve y cambia cada hora. Pero lo que que­da de manera permanente es el conjunto de comandos programados que conducen a la toma de decisiones: maximizar las ganancias de sus accionistas y ejecutivos, incluso si ello viene a costa del daño irreversible al planeta. Sin duda, hay miles de empresas honestas en el mundo que no funcionan precisamente de esta manera; sin embargo, en el compor­tamiento de algunos de los más grandes, es fácil ver exactamente este tipo de programa­ción que buscan ganancias fuera de control.
 
Este informe trata de una de las armas más importantes y todavía poco entendidas, que estas corporaciones han construido para de­fenderse: una vasta red mundial de acuerdos de comercio e inversión internacional y un sistema de tribunales favorable a las cor­poraciones, diseñado para hacer valer los derechos que los acuerdos conceden a las corporaciones.
 
Considere este escenario: al frenar ante un semáforo, dos policías en motocicletas se detienen a cada lado de usted. Un oficial le ordena avanzar en luz verde. El oficial del otro lado lo instiga para que usted siga en rojo. ¿A cuál escucha? Hoy en día muchos gobiernos están atrapados en tal posición en los debates sobre la forma de dirigir el desa­rrollo económico y social de su país. Desde un lado, viene la demanda de los ciudadanos, movimientos sociales y los acuerdos interna­cionales para adoptar un curso de “desarro­llo sostenible” - un enfoque basado en la protección de la tierra para las generaciones futuras. Desde el otro lado, vienen las corpo­raciones globales que exigen el libre acceso a los minerales y la minería de metales, el con­trol privado del agua, el desarrollo nuclear y otros negocios con fines de lucro.
 
El equilibrio de poder entre los dos, sin em­bargo, no puede ser más desigual. Al final, los defensores de las políticas de desarrollo sostenible no pueden hacer más que abo­gar, y así como los acuerdos internacionales que los respaldan, no tienen poder real. Las corporaciones internacionales, por otro lado, pueden obligar a los gobiernos, ante los tri­bunales internacionales de inversión, a pagar cientos de millones de dólares en compensa­ción. En resumen, el oficial de policía de un lado no puede hacer mucho más que gritar, pero el otro puede emitir una multa muy cos­tosa.
 
El resultado es un sistema que socava la de­mocracia y constituye una muy seria amena­za para el futuro.
 
Durante más de dos décadas, el Centro para la Democracia ha trabajado con ciudadanos activistas de todo el mundo para ayudarles a comprender los asuntos públicos que afectan sus vidas y a influir en las decisiones públicas. Nuestro trabajo sobre las normas internacio­nales de inversión se inició cuando uno de los casos más significativos presentados bajo este sistema –la demanda por 50 millones de dólares de Bechtel contra los bolivianos des­pués de la Guerra del Agua en Cochabamba - sucedió frente a nuestra puerta. El Centro para la Democracia ayudó a dirigir el esfuerzo mundial que obligó a Bechtel a abandonar el caso. Esa experiencia subrayó la forma en que algunas de las amenazas a nuestra de­mocracia se disfrazan cuidadosamente en la complejidad y es en estos casos en que una mejor comprensión ciudadana es especial­mente urgente.
 
El informe que está a punto de leer analiza este conflicto entre el desarrollo sostenible y las normas internacionales de inversión. En el Centro para la Democracia, creemos profun­damente en el gran potencial de poder que la democracia activista siempre nos ofrece para transformar nuestro mundo. Esperamos que este informe mueva e inspire a otros a sumarse a los esfuerzos para desmantelar un sistema que está diseñado para mantener a la democracia activista fuera de algunas de las decisiones más importantes de nuestros tiempos.
 
Jim Shultz
Director Ejecutivo
El Centro para la Democracia
 



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