De antropólogos y otros demonios
01/06/2013
- Opinión
Durante los distintos momentos que han caracterizado el difícil camino del juicio por genocidio a Ríos Montt en Guatemala, un grupo de exmilitares, simpatizantes de extrema derecha y columnistas se han dedicado a publicar insertos intitulados “La farsa del genocidio en Guatemala”. En estos documentos se pretende declarar la verdad respecto a los sucesos del conflicto armado interno con la clara intención de crear opinión y construir un apoyo en contexto urbano a las razones de grupos que niegan haya habido genocidio en Guatemala durante los años ochenta.
Se trata de textos con pretensión periodística, que atacan de manera desconsiderada no solo a defensores de derechos humanos, funcionarios de organismos internacionales que han apoyado el juicio en el caso Ríos Montt, hasta miembros de la Iglesia Católica, sino a un buen grupo de intelectuales y catedráticos que nos dedicamos a ejercer el trabajo de investigador social a través de los instrumentos conceptuales de las ciencias sociales.
Así que en Guatemala, antropólogos, sociólogos, científicos sociales, somos tachados de guerrilleros, terroristas, comunistas y, en casos más refinados, de ser subjetivos y nada científicos. Somos criminalizados por ejercer nuestro trabajo que en la mayor parte de los casos se basa en trabajo de campo en comunidades rurales.
Se nos acusa de fomentar los conflictos de la población contra las autoridades en los casos de conflictividad con referencia al territorio cuando, como observadores de la realidad, damos cuenta de los procesos sociales y analizamos realidades complejas. Es increíble que como académicos debamos justificar que nuestro trabajo se basa en estudios teóricos, en disciplinas reconocidas universalmente por todas las universidades del mundo y que cada investigador es libre de hacer referencia a cualquier modelo conceptual que desee o que corresponda mejor a sus líneas de análisis. Ser, por lo tanto, investigadores sociales en Guatemala y no abrazar las teorías liberales o derechistas quiere decir, según estos señores, que se pertenece a grupos subversivos, guerrilleros y antisociales.
Este tipo de análisis, en una sociedad temerosa y polarizada, acarrea una serie de consecuencias muy negativas profesionales y humanas y está violando los derechos de todo un sector, el intelectual, que en los regímenes totalitarios siempre ha sido objeto de represión, censura, persecución. Nos vemos expuestos a estos tipos de mentiras y sobre todo a la criminalización de nuestro trabajo por parte de grupos interesados en que no exista en el país libre debate y libre conciencia. Se expone el trabajo de campo, sobre el cual se basa parte de nuestro análisis, a riesgos que pueden llegar incluso a atentados en contra de nuestra propia vida. No hay que olvidar los muchos investigadores sociales que fueron asesinados en el país en los años pasados.
En tal clima de tensión que esta fundación y otros comentaristas de derecha están creando en Guatemala, quisiéramos llamar la atención de la sociedad y denunciar públicamente ciertas posiciones ideológicas que atentan contra lo que un país democrático debe salvaguardar como su más preciado tesoro: la posibilidad de discrepar y confrontar ideas de todo tipo, sin temor a ser perseguido y estigmatizado.
Bárbara Trentavizi, antropóloga social
https://www.alainet.org/en/node/76441
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