Vigilancia en los territorios: ¿qué es la agricultura 4.0?

Casi 30 años después de la firma de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), sus partes siguen siendo incapaces de comprometerse con la supresión de los combustibles fósiles.

30/11/2021
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La amenaza que plantea el cambio climático a la existencia del planeta y sus habitantes se desarrolla imparable y es reconocida por los pueblos de todo el mundo. Hay un clamor porque los gobiernos lo enfrenten eficazmente  y sin embargo, la COP26 concluyó en Glasgow con poco más que promesas llamativas y dudosas iniciativas comerciales. La presidencia del Reino Unido permitió al grupo de presión de los combustibles fósiles dominar la Conferencia y excluir a muchos otros, especialmente del Sur Global. El sector de los combustibles fósiles tenía más grupos de presión presentes en la COP26 que incluso la mayor delegación nacional, y sus cabilderos estaban incluidos en 27 delegaciones oficiales de países. El acceso a la COP26 fue muy inequitativo, ya que muchos de los países del Sur se vieron limitados por el apartheid de las vacunas, los cambios constantes y caóticos para los visados, y el hostil entorno de inmigración del Reino Unido. Tanto a los observadores veteranos como los nuevos que consiguieron acceder a la “Zona Azul” de la COP se les impidió observar las negociaciones a las que normalmente tendrían acceso. Este sesgo contribuyó inevitablemente a los resultados posteriores.

 

La geoingeniería se abre paso, Estados Unidos y China la promueven. Con la certeza científica de que hay cambio climático, las posturas negacionistas se están volviendo algo del pasado. Ya las empresas de combustibles fósiles aceptan que el cambio climático es real y están ideando un abanico de formas de ganar dinero con él, lanzando una fanfarria de iniciativas brillantes pero excluyentes. Estas iniciativas ofrecen una narrativa pública tranquilizadora (aunque falsa), lavan la cara a las empresas implicadas, e incluyen la promoción de tecnologías de alto riesgo como las de geoingeniería. Esto es extremadamente preocupante, ya que estas tecnologías, que ni siquiera existen fuera de los modelos, desvían la atención de las soluciones reales, pese a que la geoingeniería está bajo una moratoria de facto en el Convenio sobre la Diversidad Biológica de la ONU.

 

Los planes para sacar provecho de la crisis climática fueron ejemplificados por Estados Unidos y China, los principales productores y usuarios de combustibles fósiles del mundo, que lanzaron una declaración conjunta para “mejorar la acción climática”. En este acuerdo se anuncia la intención de desplegar y aplicar tecnologías de geoingeniería como la captura, uso y almacenamiento de carbono (CCUS, por sus siglas en inglés) y la captura directa de aire (DAC, por sus siglas en inglés). Estas tecnologías, en gran medida teóricas, generan más emisiones de las que reducen y están siendo desarrolladas principalmente por la industria de los combustibles fósiles para justificar mayor extracción y contaminación bajo la trampa conceptual del “cero neto” (ver más abajo).

 

Misión de Innovación Agrícola para el Clima: el agronegocio como nuevo héroe climático. Otra iniciativa lanzada en el marco de la COP26, “AIM for Climate” (AIM4C, Misión de Innovación Agrícola para el Clima), amenaza la soberanía alimentaria. Encabezada por Estados Unidos y los Emiratos Árabes Unidos, sus promotores afirman que podría hacer que el sistema alimentario mundial sea “cero neto” para el 2050 mediante la “innovación” enfocada en el clima (es decir, la producción de alimentos basada en la digitalización, la automatización y las tecnologías de biología sintética). Sin embargo, AIM4C tiene como objetivo principal impulsar una nueva ola de agricultura industrial de alta tecnología, cambiar la percepción del agronegocio de villano a héroe, atraer financiación para el clima y alinearla con los intereses de compañías de datos masivos como Microsoft y AWS de Amazon, cuya influencia en la agricultura es cada vez más grande.

AIM4C amenaza con aumentar el acaparamiento de tierras, poniendo en peligro la existencia de los campesinos y agricultores en pequeño, que alimentan a la mayoría de la población mundial y que ya están enfriando el clima a través de la agricultura local y ecológica. Planteamos con éxito estas preocupaciones en Glasgow, con organizaciones de la sociedad civil, indígenas y de campesinos, y la Red de Acción Climática otorgó el 3 de noviembre un “Fósil del Día” a Estados Unidos por AIM4C.

 

La farsa del “cero neto” es inocultable, incluso para los gobiernos. Los ejércitos planean aprovecharla. El “cero neto” es un término típico del “doble lenguaje”: no es un cero real, sino una trampa diseñada para permitir que las empresas de combustibles fósiles sigan contaminando y para establecer nuevos mercados de carbono. Descaradamente, muchos pregonan el “cero neto” para 2050 como el objetivo de las negociaciones sobre el clima, pero en realidad es justo lo contrario de lo que se necesita: dejar los combustibles fósiles bajo el suelo. Más de 700 organizaciones de la sociedad civil de todo el mundo hicieron un llamado global por “soluciones reales, no cero neto” al inicio de la COP26 y el Grupo ETC participó en un evento clave de la sociedad civil en el que se expuso “por qué los contaminadores son los mayores promotores del ‘cero neto’”. También hay oposición entre los gobiernos: Bolivia, hablando en nombre de los países en desarrollo de ideas afines en las negociaciones oficiales del último día de la COP26, cuestionó explícitamente el concepto de “cero neto”, observando que permite a los países desarrollados eludir sus responsabilidades utilizando el presupuesto de carbono que pertenece al mundo en desarrollo. En la COP 26 se presentó un mapa interactivo sobre las emisiones de los países con mayor gasto militar en el mundo, en Desinformémonos, Silvia Ribeiro hace un recuento de la información que hay sobre la contaminación que producen las fuerzas armadas.

 

No hay planes para dejar los combustibles fósiles en el suelo. Los grupos de presión de la industria de los combustibles fósiles deberían ser excluidos de cualquier COP futura. Casi 30 años después de la firma de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), sus partes siguen siendo incapaces de comprometerse con la supresión de los combustibles fósiles. El hecho de que hayan sido apenas mencionados por primera vez en tres décadas de negociaciones en el contexto de “subsidios ineficientes a los combustibles fósiles”, difícilmente inspira confianza se que se avanzará hacia la disminución de emisiones que se necesita con tanta urgencia. Los resultados de la COP26 son profundamente preocupantes, pero la fuerza y la amplitud de la energía de la sociedad civil, las demandas de cambio y la vinculación y el trabajo en red, incluso teniendo en cuenta las circunstancias extremadamente difíciles que presenta la pandemia, fueron alentadores. Tenemos que redoblar nuestros esfuerzos para frenar el cambio climático de formas reales, efectivas y equitativas que protejan la soberanía alimentaria y los derechos humanos. Los cabilderos de la industria de los combustibles fósiles, que superaron en número a todas las delegaciones en la COP26, deben ser excluidos sistemáticamente de cualquier COP climática futura y de otras negociaciones sobre el clima y la biodiversidad.

https://www.alainet.org/en/node/214477?language=es
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