El partido de élite de Carlos Víctor Amarayo
El Partido de Centro fue el último intento de sostener el liberalismo boliviano, pero la flecha incendiaria de Busch y de Gualberto Villarroel iba a herir de muerte ese tipo de iniciativas.
- Análisis
Cuando ya habían dejado de rugir los cañones en el Chaco, Bolivia sufrió una crisis general. Una catarsis política sobrevino. El naciente nacionalismo se enfrentó al viejo liberalismo. En medio de las dos fuerzas surgió el Partido de Centro (PC) de Carlos Víctor Aramayo. En teoría fue “independiente”, pero en la práctica representó al poder de la élite minera, industrial e intelectual.
La Bolivia atrasada y colonizada de los años 30 fue subyugada al dominio de los barones del estaño: Simón Iturri Patiño, Mauricio Hochschild y Aramayo. Ellos eran los pilares que conservaban al país bajo una economía de extrema dependencia.
De acuerdo a Guillermo Lora, en ¿Por qué la clase obrera no tomó el poder en 1952?, Bolivia fue “una especie de hacienda de la gran minería”.
Polarización
En ese contexto, los efectos del crack (1929) y la guerra del Chaco (1932-1935) sumieron al país en una profunda crisis. El desenlace no fue fatal. De las cenizas del conflicto se levantó un fortalecido movimiento obrero, campesino y popular. Por su parte, los partidos políticos dieron un viraje radical.
Liberales y nacionalistas, en esa coyuntura, no pudieron compartir el mismo pedazo de cielo.
Dentro de ese proceso se estructuraron al menos cinco fórmulas políticas: el Partido Socialista (PS), el Partido Obrero Revolucionario (POR), el Partido de Izquierda Revolucionaria (PIR), la Falange Socialista Boliviana (FSB) y el Partido Socialista Oriental (PSO).
Centralistas
Empero, la rosca minero-feudal –que, según Herbert Klein, era “el grupo de políticos y abogados que administraban el Estado a favor de los mineros y hacendados” y que representaba a los partidos tradicionales– continuó acechando el poder.
No todo fue blanco y negro en el tablero de la política boliviana. En mayo de 1936 surgió el Partido de Centro, organizado por una élite política y dirigido por el empresario minero, exdiputado, exministro y accionista mayoritario de La Razón Carlos Víctor Aramayo (1889-1981); por el exdiplomático y “Rey de la Coca” José María Gamarra; y por el exdiputado, exministro, exdirector y periodista de El Diario Federico Gutiérrez Granier.
Sus principales miembros fueron Carlos Diez de Medina, Manuel Carrasco, Carlos Gustavo Otero, Arturo Pinto Escalier, Armando J. de Urioste, Carlos Navarro, Emilio Villanueva, Ernesto Aranibar, Raúl Gutiérrez Granier, Santiago Sologurem, Enrique Ackermann, Mariano Peró, César Grillo, Luis Zalles, Guillermo Gutiérrez, Juan Luis Gutiérrez Granier, Carlos Larrieu, Carlos Herrera y Carlos Larraburre, informó La Razón, el 8 de mayo de 1936.
Manifiesto
“Alejados de los partidos políticos militantes, extraños a la lucha enconada de los grupos que se disputan el poder como suprema aspiración individual y colectiva; sin vinculaciones ni compromisos interesados con nadie; con el orgullo de haber llevado una vida de trabajo honrado e independiente, nos hemos agrupado para dirigirnos a los hombres de buena voluntad, a aquellos que anhelan y buscan nada más que el bienestar y la prosperidad de la Patria (…)”, afirmó el Manifiesto del PC, publicado de forma íntegra por La Razón.
“No vivimos apegados al pasado, ni a las viejas doctrinas; pero tampoco creemos que sea menester romper los antiguos moldes para labrar la prosperidad de la Nación”, puntualizó.
En su plan de acción se trazaron al menos seis objetivos: 1) Mejorar las condiciones de vida del obrero con la elevación de salarios; 2) Regular el capital y el trabajo, en el marco de las leyes sociales impulsadas por la Oficina Internacional del Trabajo (OIT); 3) Sanear la moneda nacional; 4) Culminar la obra de ferrocarriles y construir una red de carreteras; 5) Impulsar la instrucción pública, y 6) Revisar el régimen impositivo.
Capitalismo
Carlos Díez de Medina, en entrevista con Última Hora, detalló los fines últimos de esa organización: “Nos guía, pues, la tendencia hacia una nueva política económica, dentro de la cual el dinero tenga una función social en beneficio de la comunidad boliviana. Rompiendo los moldes estratificados del individualismo (…) Un nuevo capitalismo, que lejos de contribuir sólo a la formación de fortunas particulares, dará lugar, simultáneamente, al desarrollo progresivo de la riqueza pública, fortaleciendo al Estado y tendiendo a su total autonomía económica”.
Como primicia, Última Hora, el día 9, transcribió parte del discurso que Federico Gutiérrez Granier, secretario general del PC, presentaría en la estatal Radio Illimani:
“Los industriales, los comerciantes, los banqueros, los intelectuales, los obreros, que se han colocado al margen de la política, que constituyen fuerzas vivas, cívicamente inmovilizadas, es necesario y justo que entren en juego, incorporándose y respaldando el movimiento político-económico iniciado en esta ciudad y que cuenta ya con poderoso apoyo de la opinión popular en todos los centros de la República”.
Reformista
Andrey Schelchkov, en Socialistas-militares: El laberinto boliviano de la experimentación social (1936-1939), calificó al PC como “el último reducto de las fuerzas conservadoras tradicionales”, que “representaba el ala moderada de la oligarquía, dispuesta a emprender algunas reformas políticas y sociales destinadas a preservar su poder total en el país”.
“La meta de los centristas era obligar a los partidos tradicionales a olvidar sus viejas rencillas, uniéndose en un grupo partidario de una coherente coalición de clase. Este sería el propósito de la elite minera de 1936 a 1952, al tratar de reconstruir la antigua estabilidad por medio de maniobras legales o extralegales”, añadió Herbert Klein en Historia General de Bolivia.
Mientras el Partido de Centro nacía a la vida pública, sobrevino una rebelión popular que al final le benefició.
Rebelión
El 1 de mayo El Diario informó que los empleados judiciales de Cochabamba, organizados en sindicato, declararon huelga por falta de pago de haberes.
Nueve días después, el Sindicato Gráfico anunció movilizaciones. Su pliego de peticiones presentado ante el Ejecutivo no fue considerado. Sumado a ello, los periódicos cerraron sus puertas del 9 al 19 de mayo.
Como una suerte de dominó, diversos sectores apoyaron la protesta de los gráficos. A ellos se unieron la Federación Obrera del Trabajo (FOT), la Federación Obrera Local (FOL), el Partido Socialista, el Partido Republicano Socialista y un bloque de militares nacionalistas.
Nacionalismo
A causa del levantamiento, el 17 de mayo, el presidente liberal José Luis Tejada Sorzano renunció. Tres días después, el coronel David Toro Ruilova asumió el poder representando a una Junta Civil-Militar.
Pese a las medidas progresistas que implementó Toro, la sombra del liberalismo no abandonó Palacio de Gobierno.
De acuerdo al escritor y político José Fellman, en Historia de la cultura boliviana: Fundamentos socio-políticos, “en pocos meses, después de haberse ceñido la banda presidencial, el derrotado de Picuiba (Toro) desterró a Bautista Saavedra, se deshizo de los poristas y de los socialistas (…) y desembarcó a los republicanos de su gabinete a tiempo que decretaba la disolución de todos los partidos políticos”.
Quimera
De ese modo, pronto el socialismo se convirtió en simple quimera. El PC hizo coalición con el gobierno. Después de la ruptura con la izquierda, con un claro viraje hacia la derecha, a fines de 1936, los centralistas se constituyeron en el apoyo civil al régimen. Toro designó como Ministro de Hacienda al secretario general del PC, Fernando Gutiérrez Granier, “forzando la dimisión del socialista Fernando Campero”, subrayó Andrey Schelchkov.
Pero eso no fue todo. Augusto Céspedes, en El dictador suicida, reveló que, en abril de 1937, “Toro favoreció a Aramayo (líder del PC) con una fabulosa concesión aurífera de 300.000 hectáreas en el departamento de La Paz, donde Tipuani y Guanay poseen riquezas legendarias desde los tiempos incásicos y coloniales, pasando por encima de todas las leyes y reglamentos de la minería”.
Así, el Partido de Centro fue el último intento para mantener en vigencia el liberalismo. Ese ensayo fue frustrado con el ascenso al poder de Germán Busch. Dos años después, esa élite constituyó una coalición: La Concordancia. Esa alianza también fracasó, pues la historia marchaba en otra dirección: la flecha incendiaria de Busch y de Gualberto Villarroel iba a herir de muerte a esas iniciativas. Ellos, con su sangre, iban a marcar el proceso de la revolución de abril de1952.
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