Retos y tensiones en el Pacto Histórico
De mantenerse la dinámica electoral que está en desarrollo en Colombia, en los próximos comicios legislativos y presidenciales de marzo-mayo-junio de 2022 se enfrentarán tres proyectos y/o coaliciones políticas que concentran la atención y la fuerza electoral del país.
- Opinión
Es posible que participen más candidatos (as) como ocurrió en la 1ª vuelta en Perú y Ecuador. No obstante, se perfilan 3 coaliciones y sendas candidaturas sólidas y consistentes que representarán a sectores sociales y políticos que han venido acumulando fuerza y experiencia en las últimas décadas.
Las elecciones legislativas -por primera vez- van a servir de filtro para la primera vuelta presidencial. Las fuerzas que se han juntado alrededor del Pacto Histórico -propuesto e impulsado por Gustavo Petro- se han colocado el reto de lograr mayorías en el parlamento (Congreso).
Esa arriesgada y valiente apuesta ha obligado a los demás partidos a tener que aglutinar todas sus fuerzas para impedir que les debiliten su control en ese órgano de poder que históricamente ha sido monopolizado por quienes representan el establecimiento oligárquico.
Esa jornada electoral (marzo/22) servirá para disputar las mayorías en Senado y Cámara (baja) y también para escoger candidatos presidenciales por parte de las convergencias que están en proceso de conformación (consultas populares). Ese evento será una especie de 1ª vuelta “adelantada”.
Según como se desempeñen esas coaliciones en las consultas, más de un candidato puede quedar en la lona y ello hará que la verdadera primera vuelta se convierta en un escenario de máxima tensión y polarización. Quien no juegue bien en marzo podrá pagar los costos de sus errores en mayo.
¿Cuáles son esas tres coaliciones y candidaturas consistentes? ¿Qué sectores sociales están en medio de la disputa? ¿Cómo juegan las fuerzas políticas? ¿Cuáles los retos para el Pacto Histórico?
Tres convergencias y tres candidaturas
Tres convergencias se están configurando de cara a las elecciones de 2022: una, la del “pacto histórico” (PH) que aglutina a partidos de izquierda y progresistas, y a movimientos sociales.
Ellos intentan canalizar la inconformidad mostrada durante el estallido social, y en medio de ese esfuerzo, atraer a la juventud, a las clases medias y a sectores del liberalismo “popular”.
Dos, la “coalición de la esperanza” (CE) que se autocalifica de “centro”. Tiene como soporte partidario a la Alianza Verde, a un sector separado del Polo Democrático hoy denominado “Dignidad”, a una agrupación sin personería jurídica liderada por Sergio Fajardo (compromiso ciudadano), e intenta aglutinar también a sectores liberales y otras fuerzas “moderadas”.
Y tres, una convergencia que todavía no asume una forma visible pero que -sin duda- se va a presentar. Estará conformada por partidos políticos tradicionales. Serán todas las derechas juntas. Por ahora se expresa con “amagues” y acuerdos entre exalcaldes, exgobernadores, candidatos conservadores y el uribismo. Es un proyecto a la defensiva; su único objetivo es derrotar a Petro.
Cada una de esas convergencias va a escoger candidato (a) único. El PH tiene a Gustavo Petro como su principal carta; la CE parece inclinarse por Alejandro Gaviria (“santista”) ante el desplome de la imagen de Sergio Fajardo; y las derechas no tienen otro más que a Germán Vargas Lleras.
Los sectores sociales en disputa
La sociedad colombiana nunca se había expresado tan masiva y creativamente como durante el estallido social de mayo y junio de 2021. La inconformidad acumulada durante décadas -paralizada por el miedo y la violencia- afloró durante estos meses. No obstante, no se debe idealizar la protesta. No todos los que apoyaron el Paro Nacional van a apoyar a las fuerzas democráticas y/o progresistas. Como dijo Leonardo Padura refiriéndose a las recientes protestas del 11 de julio en Cuba, ese estallido fue un “alarido”, un grito atronador imposible de tapar, un llamado de atención.
Desde mi perspectiva, son dos grandes sectores sociales los que vienen marcando el futuro en Colombia. Son, los pequeños y medianos productores agrarios y los “nuevos trabajadores” precariados de las ciudades, especialmente los “profesionales precariados”. Son los sujetos sociales que requieren con urgencia cambios en el modelo productivo y van a pujar por lograrlos.
Los primeros, hasta ahora habían sido la base social del conservatismo (uribismo), pero la crisis económica y los problemas acumulados en el sector agropecuario los obligan a intervenir en política con expresiones propias. En Nariño, Boyacá, Santander, Tolima y Huila, esa situación se ha venido manifestando. Y por ahí se avanza en otros departamentos del Eje Cafetero y otras regiones.
Los segundos, desde la “ola verde” que lideró Mockus se habían expresado tímidamente. A lo largo de la segunda década del siglo XXI se alimentaron de nueva y combativa sangre juvenil (paros universitarios) e irrumpió con masivas movilizaciones en 2016 y 2019 en defensa del proceso de paz. En 2021 lo hicieron con una posición más elaborada frente a los problemas que vive la nación.
El resto de sectores sociales (campesinos y colonos, indígenas y afros, clases medias y empresarios de diverso nivel, etc.), de acuerdo a sus intereses y anhelos, se identificarán y alinearán con las fuerzas políticas que logren estar a la altura de sus expectativas. Mujeres y juventudes están activas y atentas, y hoy son grandes protagonistas no solo de la protesta sino de la acción política.
El reto de las fuerzas democráticas es convencer a las mayorías de que es posible superar la actual crisis económica, social, política, ambiental y cultural en forma “tranquila”, construyendo la paz, fortaleciendo la democracia y dentro de la economía de mercado. Para las derechas, el reto es convencer a las mayorías de que un gobierno de “izquierda-progresista” conducirá al país al caos.
Con ese objetivo en mente intentan colocar a Cuba, Venezuela y Nicaragua como “espejo” de lo que podría suceder si se elige a “gente subversiva”. Por ello, responsabilizan a la izquierda y al progresismo de ser los causantes de la violencia (“vandalismo”) que se presentó en las últimas semanas del estallido social. Si lo logran, ese hecho influirá indudablemente en las elecciones/2022.
Los retos del Pacto Histórico
El Pacto Histórico avanza con paso firme. Además de contar con los partidos y grupos de izquierda (Colombia Humana, Polo Democrático Alternativo PDA, Movimiento Alternativo Indígena y Social MAIS, Unión Patriótica UP, y otras agrupaciones), ha empezado a recibir nuevas fuerzas y expresiones del movimiento social. Igual, ha logrado atraer algunos políticos tradicionales comprometidos con el proceso de paz y a personalidades del mundo artístico, intelectual y otros.
Esta semana pasada se integró el movimiento “Soy porque somos” que tiene como pre-candidata presidencial a Francia Márquez, lideresa afro, ambientalista y de víctimas del conflicto armado. También se sumó al PH como candidata al Senado la reconocida dirigente Isabel Cristina Zuleta, líder de las luchas sociales por el agua, sobre todo las que han desarrollado los campesinos y comunidades del norte de Antioquia contra el proyecto de Hidroituango.
Ambas dirigentes expresaron con toda claridad que llegan al PH “con la misión de que los partidos políticos respeten a los movimientos sociales de base”, “que comprendan que la principal tarea es que cada colombiano (a) haga parte de una organización social” y “que las asambleas populares sean la principal fuente de construcción colectiva y de democracia directa”.
De acuerdo a una serie de hechos que vienen ocurriendo alrededor de la conformación del Pacto Histórico, que tienen que ver -en lo fundamental- con los esfuerzos que hace Gustavo Petro por atraer a sectores y personalidades de los partidos tradicionales, podemos sintetizar lo que son los retos y las tensiones que se generan al interior de ese proceso. Veamos:
- Construir en verdad un “proyecto histórico” de transformación de Colombia (y el mundo) pero, a la vez, responder con sentido de oportunidad a la necesidad urgente de derrotar en las elecciones de 2022 al uribismo y a la oligarquía reaccionaria y guerrerista (apoyada por los neoconservadores estadounidenses e iberoamericanos).
Para hacerlo, se debe fortalecer política y organizativamente el “núcleo” en verdad histórico del proyecto, que hoy es encabezado por los liderazgos de los movimientos sociales (organizados y no organizados).
Dicha tarea es necesaria, por un lado, para que comprendan la necesidad de hacer alianzas con “políticos tradicionales” para poder sacar del aparato de gobierno al uribismo, y por el otro, para que nunca renuncien a jugar su papel de desarrollar nuevas formas de hacer política, como ya lo vienen haciendo las lideresas mencionadas.
Ello por cuanto -como lo hemos vivido en otros procesos políticos y sociales de países vecinos- la tendencia al burocratismo y a la cooptación institucional de los dirigentes populares durante la gestión de los gobiernos “alternativos” ha sido la constante, lo que ha debilitado tanto a las organizaciones y movimientos sociales como a los gobiernos mismos.
Por ello, en el proceso de construcción del Pacto Histórico se debe diferenciar muy bien, sin necesidad de sectarismos ni vetos, a quienes en realidad son aliados y a quienes propiamente están interesados en transformaciones estructurales(que no se conseguirán de un momento a otro).
- Construir un pensamiento de carácter histórico (teórico-práctico) que sirva de referente para avanzar con cierta coherencia tanto en la “gestión del Estado heredado” como en la construcción de un movimiento social y político que se coloque -en verdad- tareas transformadoras frente a los retos que hoy enfrenta la humanidad a nivel planetario.
Para lograrlo se necesita convocar a todas las vertientes de pensamiento que luchan por cambios que tienen que ver con la crisis de carácter civilizatorio que estamos viviendo. Es indudable que la civilización del patriarcado y de la economía crematística (capitalismo) nos han conducido a una situación en donde la misma sobrevivencia de la humanidad está en peligro.
Es evidente que un gobierno -por más revolucionario y/o progresista que sea- no va a poder resolver “desde arriba” los conflictos y problemas de un país dependiente y subordinado al gran capital, y que se requiere de un esfuerzo que movilice a toda la sociedad desde lo local, regional, nacional, continental y mundial, para poder derrotar las políticas de una oligarquía financiera global, que como lo estamos comprobando en plena pandemia Covid-19, coloca en primer lugar sus intereses mezquinos por encima de los intereses de la misma especie humana.
En el caso de Colombia existen muchas más tensiones frente a los retos que tenemos por delante, que se manifiestan en la estrategia electoral (selección de candidatos, alianzas, tipo de listas al Congreso, diferencias regionales, caudillismos, etc.) y en comportamientos políticos de tipo tradicional dentro de las fuerzas del Pacto Histórico (oportunismos, escaso debate interno, clientelismos de nuevo tipo, etc.), pero si se abordan con madurez y franqueza los dos aspectos planteados (tipo de proyecto y pensamiento crítico) se podrá avanzar por nuevos caminos.
En lo electoral, la prioridad del momento es derrotar al abstencionismo y entusiasmar a millones de personas que no votan porque están asqueadas de la política tradicional. Es el gran reto para el Pacto Histórico y genera tensiones entre lo “histórico” y la “oportunidad”.
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