Las guerras civiles de la independencia en el Río de la Plata y Buenos Aires

La tónica del Congreso de Tucumán era cómo hacer para unirse en la defensa común frente a las amenazas exteriores que se cernían sobre todos, sin que eso pusiera a las provincias en relación de dependencia y sometimiento con Buenos Aires.

25/05/2021
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A fines de 1809 y principios de 1810, la contradicción original entre juntistas y carlotistas pierde sentido, especialmente en Buenos Aires. Por un lado, porque el proyecto de nombrar regenta a Carlota de Borbón pierde fuerza porque se la quitan los ingleses; en segundo lugar, porque a partir de los hechos de mayo de 1810 los antiguos carlotitas se van a volver juntistas y algunos de los antiguos juntistas van a pasar a ser monárquicos o conservadores opuestos a la creación de juntas. 

 

El proyecto carlotista pierde fuerza, pero no los sectores sociales y políticos que lo abanicaron, que representan a los comerciantes importadores, los cuales expresan a los más consecuentes con la libertad de comercio y la relación con los ingleses. Su bastión es el Consulado de Comercio, y sus jefes son Manuel Belgrano, Juan José Castelli y Juan José Paso. 

 

Por otro lado, hay una mezcla entre partidarios del viejo monopolio comercial de Cádiz, en su mayoría comerciantes de origen español, y los hacendados productores y exportadores de cuero y tasajo, a quienes les conviene el comercio con los ingleses con algunos recaudos, aranceles a productos que compitan con los locales, y poder exportar su producción. 

 

Aquí la figura clave es Mariano Moreno, cuya vida profesional lo relaciona con estos últimos sectores: fue funcionario de la Audiencia, entidad eminentemente monárquica; redactó manifiesto contra ascenso de Rivadavia que dio lugar a la Asonada de Álsaga que expresaba a los españolistas y juntistas contra Liniers; luego fue el abogado defensor de éste en el juicio posterior; y ante el virrey Cisneros defendió los intereses de los hacendados exportadores de cuero ante la petición de libre entrada de mercaderías inglesas por parte de los que controlaban el Consulado de Comercio. 

 

Estos dos grupos se van a unir, llegada la coyuntura de mayo de 1810, cuando se conoce que toda España había caído en manos de las tropas de Napoleón, salvo la ciudad de Cádiz, protegida por los ingleses, y que allí se había conformado un Consejo de Regencia para suplantar a la desaparecida Junta de Sevilla, así como a todas las demás. 

 

Otra figura clave del movimiento fue Cornelio Saavedra jefe del Regimiento de Patricios, es decir, la parte criolla del ejército y de las milicias que habían nacido de la defensa de Buenos Aires durante las dos invasiones inglesas. 

 

Quienes imparten la dinámica para desconocer al virrey Cisneros y las decisiones del Consejo de Regencia y convocar el Cabildo que formalizara nuevas autoridades con participación criolla fueron los del anterior partido carlotista, es decir, el grupo de Belgrano y Castelli. Ellos promueven las reuniones secretas con el sector de Moreno y con Saavedra. Fuerzan al virrey a convocar el Cabildo el día 22 de mayo de 1810, ante el cual sostuvieron la teoría de la retroversión de la soberanía al pueblo dado que el estado español había dejado de existir y nadie poseía la legitimidad política, por ende, las viejas autoridades cesaban en sus cargos, empezando por el virrey (Romero, 2009) . 

 

No solo el grupo nucleado en el Consulado de Comercio dirigió las acciones que llevaron a la Revolución de Mayo en Buenos Aires, sino que los dos más conspicuos miembros, Manuel Belgrano y su primo J. J. Castelli, encabezaron las primeras expediciones militares enviadas por la junta conformada en esta ciudad. 

 

Cuando se acuerda una resolución a medias, una transacción que establecía una especie de empate entre todas las partes, en que el virrey pasaba a ser el presidente de la llamada Junta Provisional Gubernativa, rechazan esta salida forzando una nueva convocatoria del Cabildo para el día siguiente, 25 de mayo. 

 

Ese día, con una multitud a las afueras de la reunión del Cabildo, con un pliego firmado por decenas de ciudadanos y la amenaza de una sublevación armada, los sectores conservadores ceden y se constituye, sin el virrey Hidalgo de Cisneros, la llamada Primera Junta o, para ser más precisos: "Junta Provisional Gubernativa de las Provincias del Río de la Plata a nombre del Señor Don Fernando VII". 

 

Se aprecia que, como se ha dicho antes, el objetivo era establecer un gobierno local con participación de los criollos que controlaban la ciudad y no la independencia de España, a cuyo soberano se seguía rindiendo lealtad. 

 

La Primera Junta era un acuerdo entre fracciones políticas que con el tiempo terminarían luchando entre sí. Tres pertenecían al Consulado de Comercio: Belgrano, Castelli y Paso; tres habían estado relacionados con el grupo de Álzaga: Moreno, Matheu y Larrea, que eran comerciantes de la otra fracción; tres mediadores: Cornelio Saavedra, que por ser el jefe de las milicias se torna en el fiel de la balanza, el militar Miguel de Azcuénaga y el cura Manuel Alberti. 

 

Todos estos sectores coincidían en dos elementos: primero, que la Junta de Buenos Aires continuara siendo la cabeza política de lo que había sido el Virreinato del Río de La Plata, para lo cual había que sumar a los cabildos de las ciudades del Alto Perú y de las provincias del Litoral; segundo, combatir a muerte a los realistas, conservadores o absolutistas que se opusieran al reconocimiento de las nuevas autoridades y que pretendieran la pervivencia del antiguo régimen. 

 

Todo ello sin declarar la independencia formal de España y sin dejar de reconocer a Fernando VII como gobernante legítimo. Algunos opinan que era solo una maniobra, pero la composición acordada de la junta muestra que, al menos a ese momento, no se podía ir más allá porque se rompería el acuerdo. 

 

De todos los miembros de la Primera Junta, la figura de Mariano Moreno destacó de manera indudable. Moreno redactó la proclama del 28 de mayo que anunciaba al resto del virreinato la creación de esta junta y llamaba a que las provincias enviaran delegados a formarla. Impulsó una política completamente librecambista y promovió incentivos a la producción nacional, así como importantes obras culturales, como la Biblioteca Pública y la edición de la Gazeta de Buenos Aires. 

 

Hay una corriente historiográfica que ha querido pintar a Mariano Moreno como una especie de Robespierre criollo, un jacobino radical responsable de las principales decisiones sobre la guerra civil en que se vería involucrada la Primera Junta en los meses subsiguientes. Esa visión jacobinista de Moreno estaría reñida con su pasado reciente, que lo vincula a Álsaga y los sectores leales a la Junta de Sevilla medio año atrás. Para esta visión ha sido conveniente la aparición de un supuesto Plan de Operaciones cuya autoría se le achaca, pero que recién se hizo público 75 años después de su muerte y cuya autenticidad ha estado en duda desde un principio (Bauso, 2015) . 

 

Al margen de ese debate, lo cierto es que Mariano Moreno fue el alma de la Primera Junta, la cual actuó con audacia y plenamente consciente de que su supervivencia dependía de derrotar temprano al "partido" enemigo: los sectores absolutistas leales al Consejo de Regencia que defendían la legitimidad de las autoridades nombradas desde España, aunque allá el estado monárquico borbónico hubiera desaparecido. 

 

Se ordenó el destierro inmediato del exvirrey Baltasar Hidalgo Cisneros, así como atacar a los sectores conservadores que eran una amenaza representados por el anterior virrey, Santiago de Liniers, que se hallaba en Córdoba. Se ordenó su arresto y fusilamiento.  Lo cual cumplió J. J. Castelli al mando de un Ejército Auxiliar que luego se transforma en el Ejército del Norte el cual fue enviado a Alto Perú para asegurar la región a la sujeción de Buenos Aires, así como se envió a Manuel Belgrano con otro ejército al Paraguay con igual misión. 

 

Revolución y contrarrevolución en 1810 y 1811 

 

La guerra civil que unos meses antes se había iniciado en Chuquisaca y La Paz, ahora se extendía por el sur.  La Primera Junta de Buenos Aires peleaba por sobrevivir frente a los embates del sector realista con base fundamentalmente en Lima, pero con apoyos en Montevideo, Córdoba y Paraguay; a su vez luchaba para que las provincias siguieran sujetas al control de la capital porteña. De ambos lados encontraría resistencias. 

 

"Los intereses y los problemas se entrecruzaban. Los liberales y los conservadores se enfrentaban por sus opiniones; pero los porteños y las gentes del interior se enfrentaban por opuestos intereses. Buenos Aires aspiraba a mantener la hegemonía política heredada del virreinato; y en ese designio comenzaron los hombres del interior a ver el propósito de ciertos sectores asegurarse el poder y las ventajas económicas que proporcionaba el control de la aduana porteña. Intereses e ideologías se confundían en el delineamiento de posiciones políticas, cuya irreductibilidad conduciría luego a la guerra civil" (Romero, 2009, pág. 51) . 

 

A partir de allí, y por los siguientes años, los vaivenes que se expresaron en los diversos gobiernos que se conformaron en Buenos Aires, dependieron por un lado de los triunfos y derrotas de la guerra civil y de los cambios en la correlación de fuerzas entre los grupos políticos y los sectores sociales. 

 

En los primeros meses el embate revolucionario avanzó con fuerza, con Mariano Moreno en Buenos Aires, y J. J. Castelli como jefe militar primero de la Expedición Auxiliadora al Interior, y luego del Ejército del Norte. El 26 de agosto se fusiló a Santiago de Liniers; luego se marchó al Alto Perú, obteniendo la victoria militar en la batalla de Suipacha el 7 de noviembre; el 15 de diciembre fueron fusilados los jefes realistas que habían reprimido duramente el movimiento juntista de Chuquisaca y La Paz un año antes, Francisco de Paula Sanz y Vicente Nieto. Goyeneche logró escapar hacia Perú. 

 

Estas victorias fueron posibles y más fáciles porque se produjeron sublevaciones populares y militares que reconocieron a Buenos Aires la capitalidad y que establecieron sus respectivas juntas, en ciudades como Cochabamba, el 14 de septiembre de 1810, dirigida por Francisco de Rivero; Oruro, el 6 de octubre, dirigida por Mariano del Castillo y Tomás Barrón; el 16 de octubre en Santa Cruz, dirigida por Antonio Vicente Seoane.  

 

A principios de 1811, Castelli parecía haber consolidado la adhesión del Alto Perú a la Junta de Buenos Aires, dando continuidad a los territorios que habían estado bajo lo que fue el Virreinato del Río de La Plata. Desde Chuquisaca inició importantes reformas económicas y sociales: puso fin formal a la servidumbre de la mita, estableció el comercio libre, creo escuelas bilingües, prohibió nuevos conventos, ordenó arresto y deportación de un grupo de españoles. Todo lo cual le granjeó la desconfianza de la aristocracia criolla y española de Alto Perú y las protestas de los sectores moderados de la Junta de Buenos Aires, como Saavedra y Matheu, que lo consideraban demasiado "jacobino". 

 

En diciembre de 1810, sin saberlo Castelli, se había producido un vuelco a la derecha de la Primera Junta, cuando empezaron a llegar delegados de las provincias que debían integrarla. Intuyendo que la suma de los delegados provinciales rompería el equilibrio de fuerzas que componía la junta en mayo, en favor del ala conservadora, Mariano Moreno se opuso en principio a sumar a los delegados provinciales. Finalmente tuvo que ceder y el 18 de diciembre de 1810 formalmente desapareció la Primera Junta y nació la Junta Grande, políticamente mucho más moderada. Moreno renunció, marchó a Inglaterra muriendo en el barco que lo llevaba. 

 

Las cosas empezaron a ir mal para los sectores más radicales de la Revolución de Mayo, cuando el ejército enviado al mando de Manuel Belgrano para sumar a la intendencia del Paraguay, la cual se resistía a aceptar el gobierno porteño, fue derrotado el 19 de enero de 1811 en la batalla de Paraguarí y el 9 de marzo en Tacuarí. El 14 de mayo habría una sublevación en Paraguay donde se creó una junta gubernativa dirigida por Fulgencio Yegros, pero ésta se negó a someterse a Buenos Aires. El 2 de marzo de 1811, los juntistas porteños recibieron una derrota naval en San Nicolás del Uruguay. 

 

La nota dirigida por la Junta Gubernativa de Asunción a la de Buenos Aires, con fecha de 20 de julio de 1811, da cuenta de la forma de pensar en ese momento de un sector importante de la población y de los criollos. En ella se explican los sucesos del 14 de mayo y el cambio de gobierno, pero también se explica por qué no se someten a los porteños y critican el ataque dirigido por Belgrano: 

 

 "No es dudable que abolida o desecha la representación del poder supremo, éste o queda refundido naturalmente en toda la nación. Cada pueblo se considera entonces en cierto modo participante del tributo de la soberanía...". Casi al final, incluso apelando a la prudencia y moderación dice: "La provincia no podía dar una prueba más positiva de sus sinceros deseos de accesión a la Confederación General, y de defender la causa común del Sr. Don Fernando VII..." (Romero, Pensamiento político de la emancipación (1790-1825), 1977, págs. 30-33) . 

 

El 5 y 6 de abril, en Buenos Aires, los simpatizantes de Saavedra se movilizaron para exigir la salida de Belgrano de su mando en el ejército y para que se le siguiera juicio por esos hechos, con lo cual también quedaría apartado de la junta. Se había roto el equilibrio político completamente al quedar fuera de la Junta el ala radical, Moreno y Belgrano, con Castelli en el norte, pero a punto de ser defenestrado también. 

 

Después de cometer el error de darle seis meses de tregua, que aprovecharon para recuperarse, Castelli sufriría una contraofensiva de las fuerzas realistas provenientes de Perú al mando de Goyeneche, el cual le tomó por sorpresa y derrotó en la batalla de Huaqui el 20 de junio de 1811. Tras el desastre Castelli y sus fuerzas empiezan la retirada de Alto Perú, en dirección a Jujuy, llegando hasta Catamarca donde se encontraría a mitad de agosto de 1811. Los patriotas altoperuanos seguirían resistiendo en ciudades como Cochabamba, Santa Cruz y Potosí las cuales cayeron en manos de los realistas a lo largo del mes de agosto. 

 

Esta derrota sería imposible de revertir en los siguientes años para los dirigentes del gobierno bonaerense. Aunque las tropas porteñas volverían a lo que fue la audiencia de Charcas, nunca lograrían retenerla porque los realistas del Perú volverían a echarlos. Los revolucionarios altoperuanos tendrían que resistir hasta 1825 con el sistema de guerrillas llamado de las "Republiquetas", pero sin poder controlar las grandes ciudades. 

 

Del triunvirato conservador al triunvirato revolucionario 

 

La implicación política de esta derrota consistió en que se reforzaron las tendencias conservadoras de la Junta Grande, se separó del mando a Castelli y se lo convocó a juicio en Buenos Aires. En septiembre se envió a Saavedra en su reemplazo, pero éste a su vez sería destituido ya que se produjo un nuevo giro más conservador que el dirigido por él en abril. 

 

El 23 de septiembre de 1811 se produjo una especie de golpe de estado, en que se creó el llamado Primer Triunvirato, que asumió las veces de Ejecutivo, mientras que la Junta Grande, llamada ahora Junta Conservadora, tendría facultades legislativas, hasta que fue finalmente disuelta en octubre. 

 

El Primer Triunvirato, con tendencias muy moderadas y reiteradas declaraciones de lealtad a Fernando VII, quedó integrado por: Feliciano Chiclana (uno de los que no quiso fusilar a Liniers), J. J. Paso y Manuel de Sarratea, los principales. Bernardino Rivadavia, J. J. Pérez y Nicolás Herrera como secretarios. 

 

La política de este gobierno fue una combinación de centralismo extremo en Buenos Aires, desconociendo a los líderes naturales de las provincias, a la vez que renunció al intento de sostener la influencia sobre todas las provincias que componían el antiguo Virreinato del Río de La Plata para las que no se sentían con capacidad militar y que estaban en manos de tropas realistas. Sostener Buenos Aires a toda costa parecía la consigna. Esta política centralista, que ya se anunciaba con Mariano Moreno, se hizo hegemónica, sembrando la semilla de las contradicciones futuras con las provincias, de inestabilidad política y guerras que van a impedir el nacimiento de un estado consolidado hasta mitad del siglo XIX. 

 

Para ello se negoció con Montevideo en manos de los realistas, y se le negó el apoyo a José Artigas; se mantuvo con los ingleses las relaciones diplomáticas y comerciales sin llegar a la independencia; se negoció, a través del propio Belgrano un acuerdo comercial con Paraguay reconociendo su status independiente de Buenos Aires; se hicieron reiterados juramentos de lealtad a Fernando VII. 

 

La exitosa negociación del tratado comercial con Paraguay, octubre de 1811, restituyó el prestigio de Manuel Belgrano, y estableció el Primer Triunvirato como un claro acuerdo entre los comerciantes porteños y los sectores conservadores, representados por ejemplo por Bernardino Rivadavia, que había sido acusado de "españolista" en la etapa anterior. El hecho es que, el 16 de noviembre, se entrega el mando del ejército a Belgrano. Dos semanas después hay una rebelión contra él en el ejército, el Motín de Trenzas, el cual es duramente reprimido. 

 

Contrario a las derrotas del año anterior, que dieron paso al Triunvirato reaccionario, el año de 1812, va a ser de éxitos militares para Belgrano, lo cual va a devolver un optimismo revolucionario al ejército y a la ciudad porteña. 

 

El 27 de febrero, Belgrano realiza un acto simbólico: la presentación de una bandera que, en principio debía ser el distintivo de una división del ejército, pero que a la postre sería la bandera de la República Argentina. Hay un debate histórico sobre el significado de la bandera en ese momento. Algunos aducen que no pretendía Belgrano crear el símbolo de un estado independiente, alegando que eran los colores de la dinastía borbónica o de la virgen de Luján, de la que era devoto. Sea como sea, la noticia no cayó muy bien en el Triunvirato conservador, que le ordenó no usar la enseña. 

 

Se le ordena hacerse cargo del Ejército del Norte y organizar la retirada de las fuerzas que apoyaban a los revolucionarios, incluyendo civiles, hasta la ciudad de Córdoba, con lo cual el Triunvirato renunciaba a luchar por el control del norte del ex virreinato. Este acontecimiento ha quedado registrado en la historia como el "Éxodo Jujeño". 

 

Sin embargo, los habitantes de Santiago del Estero y esas regiones le exigen plantar cara a los realistas, lo cual hace Manuel Belgrano exitosamente en el Batalla de Tucumán el 24 de septiembre 1812. Esta victoria va a producir un nuevo vuelco político en Buenos Aires, donde los sectores revolucionarios organizados en un pseudo partido político, la Logia Lautaro, dirigida por Carlos M. Alvear y José de San Martín, entre otros, van a sublevar al pueblo contra el Primer Triunvirato acusándolo de timorato. 

 

El 8 de octubre de 1812, influidos por la victoria de Belgrano en Tucumán, se derriba mediante una sublevación militar y popular, en gran medida dirigida por San Martín, al Primer Triunvirato y nace el Segundo Triunvirato, controlado por los sectores radicales. Lo conforman: Nicolás Rodríguez Peña y Antonio Álvarez Jonte, quienes pertenecían a la Logia Lautaro, y eran el ala radical, y J. J. Paso, que expresaba a los moderados. 

 

Los integrantes de la Logia Lautaro eran decididamente más proclives al libre comercio, a la relación con los ingleses e incluso a la independencia formal. Para darle forma al estado uno de sus primeros actos fue la convocatoria a la Asamblea General Constituyente en 1813. 

 

También se respaldó la ofensiva de Belgrano en el norte, que el 20 de febrero de 1813 obtuvo la victoria en la Batalla de Salta, la cual motivó nuevas insurrecciones en las ciudades del Alto Perú: Chuquisaca, Potosí y Cochabamba. En junio de 1813, Manuel Belgrano entró victorioso en Potosí. Por unos meses pareció que se ganaba la guerra a los realistas en todos lados y se restauraba el nexo de Alto Perú con Buenos Aires. 

 

Asamblea del Año XIII atrapada entre estado federal o centralista, entre independencia o no 

 

Bajo el impulso revolucionario de las victorias militares del año 1812 se convocó la Asamblea General Constituyente y Soberana de las Provincias Unidas del Río de La Plata, la cual debía dar forma legal al nuevo estado. La misma se instaló en Buenos Aires el 31 de enero de 1813 y sesionó durante dos años, hasta 1815, cuando se disolvió. 

 

La Asamblea adoptó medidas importantes en función de la consolidación de un nuevo estado nacional: eliminó algunos símbolos de la monarquía y adoptó símbolos propios como el escudo; acuñó monedas; abolió la esclavitud, la mita, la tortura, el mayorazgo, los títulos nobiliarios y la inquisición; dictó la libertad de prensa, creo tribunales de justicia, etc. 

 

La Asamblea del año XIII tuvo la debilidad de no decidirse a proclamar la independencia, tal vez se debió a las dificultades de la guerra contra los realistas y a que fue el año de la derrota de Napoleón en Rusia y estaba a la vista la restauración de Fernando VII. Contrario a la opinión de José de San Martín, que era un partidario decidido de la independencia, Carlos Alvear, que presidía la Asamblea, no estuvo de acuerdo en ese momento. 

 

El hecho es que, producida la restauración al trono de Fernando VII, en marzo de 1814, el embajador en España del Segundo Triunvirato, Manuel de Sarratea, expresa formalmente a la monarquía la adhesión a su persona de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Ese mismo año llegarían en igual misión a Europa Belgrano y Rivadavia, quienes prometían sumisión a Fernando a cambio de algunos derechos autonómicos. Lo cual fue negado por los criterios absolutistas de Fernando y sus asesores (Wikipedia, 2019) . 

 

El otro aspecto en que falló la Asamblea del año XIII fue la ruptura con Artigas y los federalistas, lo cual tendría repercusiones negativas en el futuro, constituyéndose en el punto que impidió la consolidación de un estado nacional en las siguientes décadas y el motivo de permanentes guerras civiles. Los comerciantes y estancieros bonaerenses no solo temían de Artigas el federalismo, sino también su programa económico y social mucho más radical. Por ello no solo lo repudiaron, sino también lo combatieron. 

 

El 13 de abril de 1813, José Artigas dicta unas "Instrucciones para los diputados (uruguayos) a la Asamblea de Buenos Aires", allí se lee: 1. Declaración de independencia absoluta de la Corona de España; sistema de gobierno republicano y federal; libertad civil y religiosa; gobierno provinciales soberanos; división de poderes; define la Provincia Oriental con "soberanía, libertad e independencia"; libertad de puertos y aduanas en Maldonado y Colonia; que la capital de las Provincias Unidas resida fuera de Buenos Aires (Romero, Pensamiento político de la emancipación (1790-1825), 1977, págs. 15-17) . 

 

A los diputados enviados por Artigas no se les permitió incorporarse a las sesiones de la Asamblea alegando cuestiones de forma en su elección. Lo cual llevaría a Artigas a convocar a mitad de 1815 al Congreso de Oriente o Congreso del Arroyo de la China, donde se constituiría la llamada Liga Federal o Liga de los Pueblos Libres, que contó con representación de Uruguay, Entre Ríos, Santa Fe, Corrientes y Córdoba. 

 

En el interín, la Asamblea de Buenos Aires, y el Segundo Triunvirato que estaba en manos de los radicales de la Sociedad Patriótica que había fundado Mariano Moreno en 1810, con los de la Logia Lautaro, de José de San Martín y Carlos Alvear, enfrentaron las vicisitudes de la guerra civil en 1813 – 1815, nombrando a Gervasio Posadas como Director Supremo (dictador) del gobierno de las Provincias Unidas, posteriormente le sucedería en el cargo su sobrino y presidente de la Asamblea, Carlos Alvear, el 9 de enero de 1815. Pero este último apenas duraría en el puesto hasta el mes de abril. 

 

La guerra civil en los diversos frentes abiertos tuvo sus vaivenes: Manuel Belgrano, que a mediados de 1813 estaba victorioso en Alto Perú, fue derrotado por los realistas peruanos en Vilcapugio, el 1 de octubre y en Ayohuma el 14 de noviembre de 1813, con lo cual se vio forzado a retroceder hasta Jujuy. Se derrota a la flota realista y posteriormente se toma la ciudad de Montevideo en mayo de 1814. Pero al mismo tiempo se pierde la oportunidad de apoyar la rebelión popular de Cuzco y varias provincias peruanas ese mismo mes. En octubre los realistas peruanos derrotan a Bernardo O'Higgins en la Batalla de Rancagua recuperando Chile (Luna, 2003) . 

 

En este período también se hizo la guerra a los federales dirigidos por Artigas, logrando al principio victorias relativas, pero finalmente éstos vencen a los "centralistas" o "unionistas" del Directorio en la Batalla de Guayabos, en enero de 1815, teniendo Alvear que entregarles la ciudad de Montevideo que meses antes habían conquistado de manos realistas.  Esto selló la derrota no solo militar, sectores importantes del ejército se negaron a obedecerle, sino política de Carlos Alvear, el cual, en la desesperación envía a Manuel J. García a Londres para solicitar un protectorado británico sobre la ciudad. 

 

Por fin la independencia, Congreso de Tucumán 1816 

 

A lo largo de 1815 y 1816 la posición de Buenos Aires se vería mucho más debilitada ante un conjunto de circunstancias que no podía controlar. Por un lado, la amenaza siempre posible de que los federalistas de Artigas ataquen la ciudad. 

 

Por otro, la nueva derrota de la Tercera Expedición Auxiliadora al Alto Perú en la Batalla de Sisipe o Viluma el 29 de noviembre de 1815, la cual selló la pérdida definitiva de esa región al control bonaerense y su sometimiento por los realistas hasta 1825. Incluso las llamadas "republiquetas" de las zonas rurales que resistían a los realistas en lo que hoy es Bolivia, fueron derrotadas y sus líderes, como Manuel Padilla, fueron ejecutados. 

 

Durante los primeros meses de 1815 se temió la llegada de una expedición española que atacaría la ciudad en combinación con tropas de Lima. La ciudad tomó sus recaudos y reclutó una milicia y preparó la defensa. Pero la única noticia completamente favorable a los revolucionarios de Buenos Aires fue que la expedición pacificadora enviada por Fernando VII, a cargo del general Pablo Morillo, compuesta por 65 buques y 15,000 hombres, fue desviada hacia Venezuela y la Nueva Granada, en parte porque la pérdida de Montevideo y la falta de apoyo de Brasil les había dificultado los planes. 

 

En estas circunstancias desesperadas, en abril de 1815, habiendo destituido a Alvear, el Cabildo se autonombró gobierno, colocó interinamente al general Rondeau, jefe del ejército como Director, el cual delegó en su suplente, Álvarez Thomas. Ante la creciente influencia de la Liga Federal, el Cabildo tomó el camino de la humildad, convocó un congreso en San Miguel de Tucumán, renunciando a la sede, dio mayor poder y representación a las provincias y depuso sus afanes centralistas. 

 

El Congreso de Tucumán se reunió el 24 de mayo de 1816 con 19 diputados electos por las provincias, sin representación de la mayor parte de Alto Perú, ni del Paraguay, ni de las provincias que hacían parte de la Liga Federal. 

 

La tónica del Congreso de Tucumán era cómo hacer para unirse en la defensa común frente a las amenazas exteriores que se cernían sobre todos, sin que eso pusiera a las provincias en relación de dependencia y sometimiento con Buenos Aires. A instancias de Manuel Belgrano se debatió la posibilidad de una monarquía constitucional, basada en un descendiente de los reyes incas y con sede en Cuzco, para sumar toda Sudamérica, es decir, los dos virreinatos. Por supuesto, estas ideas no calaron. 

 

Se nombra a Juan Martín de Pueyrredón como nuevo Director, el cual hasta hacía poco estaba exiliado en Mendoza por haber sido miembro del Primer Triunvirato, y se designa a Belgrano como jefe del Ejército del Norte. 

 

Por insistencias y presiones de José de San Martín,  que se encontraba en Cuyo, finalmente el Congreso de Tucumán, el 9 de julio de 1816, emite formalmente la Declaración de Independencia: "...declaramos solemnemente a la faz de la tierra, que es voluntad unánime e indubitable de estas Provincias romper los violentos vínculos que los ligaban a los reyes de España, recuperar los derechos de que fueron despojados, e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando séptimo, sus sucesores y metrópoli..." (Romero, Pensamiento político de la emancipación (1790-1825), 1977, pág. 205). 

 

La declaración de independencia no significó que hubiera nacido un estado nacional orgánicamente integrado y funcional. Por el contrario, durante los siguientes años continuaron las disputas entre federalistas y centralistas, entre las provincias y Buenos Aires. Los caciques militares regionales llegaron a tener un peso específico, tanto que durante algunos años la capital de lo que había sido el Virreinato del Río de La Plata pareció renunciar al intento de centralización, concentrándose sobre sí misma y su provincia. 

 

El Plan Continental de José de San Martín 

 

De todos los dirigentes revolucionarios, José de San Martín parecía ser el que tenía una visión más de conjunto y decidida sobre el tema de la independencia sudamericana, pese a haber sido criado en España, y haber sido soldado del ejército español durante 30 años, incluso, el haber llegado tardíamente, pues en la segunda mitad de 1811 aún se encontraba en Europa. 

 

Esas circunstancias que parecen desventajosas fueron favorables para San Martín porque al combatir a las tropas de Napoleón que ocuparon la península Ibérica, hizo amistad con soldados ingleses y escoceses con los que combatió y los cuales le invitaron en 1811 a visitar Londres, donde se relacionó con los fundadores de la Logia Lautaro, como Carlos M. Alvear y Andrés Bello. Por supuesto, este sector era decididamente republicano, independentista, librecambista y proclive a los ingleses, que los apoyaron al igual que a Francisco de Miranda, fundador de la logia. 

 

El hecho es que, entre 1815 y 1816, José de San Martín comprende la imposibilidad de consolidar la independencia y lograr algo de estabilidad sin derrotar a los relistas en su bastión, Lima. Para lo cual, era imprescindible liberar a Chile. Diseña un proyecto que se ha llamado el Plan Continental, al cual dedicó sus esfuerzos, renunciando a dirigir el Ejército del Norte y a inmiscuirse en la guerra contra la Liga Federal. A Nicolás Rodríguez Peña se lo resume en una carta: 

 

"...Un ejército pequeño y bien disciplinado en Mendoza para pasar a Chile y acabar allí con los godos, apoyar un gobierno de amigos sólidos para concluir también la anarquía que reina; aliando las fuerzas para por mar tomar Lima" (San Martín, 2019) . 

 

Según el historiador Félix Luna, el investigador Rodolfo Terragno ha establecido la relación entre el Plan Continental de San Martín y un proyecto inglés para poner la región bajo su influencia, denominado Plan Maitland, que le fue presentado al primer ministro William Pitt en el año 1800. ¿Habrá tomado conocimiento San Martín de este plan inglés durante su estancia en Londres? (Luna, 2003, pág. 109) . 

 

Durante meses San Martín preparó un ejército de 5000 hombres al cual denominó el Ejército de Los Andes. En alianza con el chileno Bernardo O'Higgins, que venía de ser derrotado en Rancagua en 1814, se inició el cruce de Mendoza a Chile en enero de 1817, obteniendo su primera victoria en Chacabuco el 12 de febrero. Como se había planeado, O'Higgins es nombrado dictador supremo de Chile, y San Martín jefe del Ejército Unido. 

 

Todavía los realistas lanzaron una nueva ofensiva obteniendo una victoria momentánea en Cancha Rayada el 19 de marzo de 1818, pero San Martín los volvió a derrotar en Maipú el 5 de abril, con lo cual se consolidó definitivamente la independencia de Chile. Pero la invasión a Perú tardó en producirse, dada la falta de recursos militares y financieros, y de cierta resistencia de Pueyrredón a brindarle todos los apoyos necesarios. 

 

 

Bibliografía:

 

Bauso, D. j. (2015). Un plagio bicentenario. El "Plan de Operaciones" atribuido a Mariano Moreno. Mito y Realidad. Buenos Aires: Sudamericana. 

 

Luna, F. (2003). La independencia argentina y americana (1808-1824). Buenos Aires: Planeta. 

 

Romero, J. L. (1977). Pensamiento político de la emancipación (1790-1825). (J. L. Romero, Ed.) Caracas: Biblioteca Ayacucho. 

 

Romero, J. L. (2009). Breve historia de la Argentina. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica. 

 

San Martín, J. (10 de agosto de 2019). Carta a Nicolás Rodríguez Peña. Obtenido de El Sur del Sur: San Martín y el Plan Continental: https://surdelsur.com/es/San-Martin-plan-continental/ 

 

Wikipedia. (3 de septiembre de 2019). Manuel de Sarratea. Obtenido de Wikipedia: https://es.wikipedia.org/wiki/Manuel_de_Sarratea 

 

 

https://www.alainet.org/en/node/212378?language=es
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