El negro más odiado por los racistas en Estados Unidos

Aaron, por su modestia y dignidad, era un ejemplo no solo para los afroamericanos sino para todo el pueblo de Estados Unidos.

09/02/2021
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
hank_aaron.jpg
Hank Aaron
-A +A

El 22 de enero del presente año, Hank Aaron, leyenda del béisbol estadounidense, murió en Atlanta, Georgia. Nació, hace 87 años,  el 5 de febrero de 1934, en Mobile, Alabama. “Hammerin Hank” ( El Martillo Hank) fue descubierto por los Bravos cuando realizaba una prueba con un equipo de la Liga de Negros. Aaron fue contratado por Milwaukee, jugó dos temporadas en las menores y ascendió a las mayores en 1954. En 1957 El Martillo era ya un ícono de los fanáticos del principal deporte estodounidense y en ese año consolidó su fama cuando condujo a los Bravos en la Serie Mundial a un triunfo sobre los Yanquis de Nueva York. Jugó 21 de sus 23 temporadas con los Bravos, primero en Milwaukee y luego en Atlanta cuando el equipo se mudó a esa ciudad en 1966. Terminó su carrera de nuevo en Milwaukee tras ser canjeado a los Cerveceros después de la temporada de 1974. 

 

Durante sus 23 años en las Grandes Ligas, hasta su retiro en 1976, esta leyenda del béisbol rompió varias marcas de bateo y se convirtió en el rey de los jonrones. Poco a poco, jonrón tras jonrón, se fue acercando cada vez más al récord de todos los tiempos impuesto por otro ídolo del deporte, Babe Ruth. Pero el Bambino era blanco y el Martillo Hank era negro, y los racistas estadounidenses no podían soportar que un negro humilde de Alabama destrozara a batazos las teorías biológicas pseudocientíficas del supremacismo blanco. Día tras día, Aaron recibía los peores insultos y amenazas de muerte. La administración del equipo se vio obligada a contratar guardaespaldas y a protegerle incluso de algunos de sus propios compañeros blancos. 

 

Impasible y con una firmeza y dignidad extraordinarias, Aaron continuaba, sin embargo, respondiendo con más y más cuadrangulares a las crecientes amenazas. Hasta que llegó el día que lo elevó a la cima de la gloria. El 8 de abril de 1974, con el Atlanta Stadium repleto a más no poder, en un partido transmitido a toda la nación, Hank Aaron conectó su jonrón 715 ante el pítcher Al Downing, de los Dodgers de Los Angeles. Había roto la marca de Babe Ruth con un swing histórico que lo convirtió en el rey de los cuadrangulares, título que conservaría durante más de 33 años. En las temporadas subsiguientes, conectó otros cuarenta jonrones, elevando la marca a 755. En 1982 pasó a consideración de Cooperstown  y, en 2013, elegido al Salón de la Fama. 

 

No fue hasta el año 2007 que otro gigante del béisbol, Barry Bonds, también negro, superó el total alcanzado por Aaron y cerró posteriormente su carrera con 762. Pero en los tiempos de Barry Bonds el uso de esteroides se había convertido en una plaga del deporte estadounidense. El propio Bonds confesó que los utilizaba. Aaron tuvo, no obstante, la grandeza de no cuestionar jamás el nuevo récord impuesto por su rival. Decía que le bastaba con su reinado de más de tres décadas, y sabía que, con o sin esteroides, Bonds formaba parte de lo más grandioso del deporte no solo nacional sino también mundial.  

 

Mientras Aaron se convertía en una figura venerada por la mayor parte del pueblo estadounidense, y con seguridad por eso mismo, los racistas no cesaron de acosarle. Aaron, por su modestia y dignidad, era un ejemplo no solo para los afroamericanos sino para todo el pueblo de Estados Unidos. Según el expresidente Bill Clinton, jugó un papel fundamental en crear el ambiente de tolerancia racial que hizo posible el triunfo de Barack Obama en 2008. 

 

El 5 de enero de 2021, Aaron se vacunó publicamente contra el coronavirus junto a otras figuras destacadas de la comunidad afroamericana con el fin de impulsar la campaña de vacunación. “Estoy orgulloso de haberme vacunado hoy contra el COVID-19 en el Morehouse Schoool of Medicine” escribió en las redes sociales. Y añadió: “Espero que ustedes hagan lo mismo”. 

 

La propaganda contra la vacuna, como es sabido, es una de las formas de resistencia que han tenido que enfrentar las autoridades de la salud en el transcurso de la pandemia. Sus instigadores, reaccionarios fanáticos, trumpistas generalmente, creen ciegamente en teorías conspirativas, en un supuesto fraude electoral y sueñan con un mundo de supremacismo blanco. Son los mismos que se niegan a cumplir con las reglas de distanciamiento social y uso de mascarillas, entre otras. Quiso la suerte que 17 días después de su vacunación, el 22 de enero, Aaron muriese de causas naturales, mientras dormía. Los activistas antivacuna aprovecharon la coincidencia para alegar, sin evidencia de ningún tipo y a despecho de la opinión de los mejores especialistas médicos, quienes afirmaron que no había relación alguna, que su muerte fue a consecuencia de la vacunación. Un grupo de estos fanáticos forzó a las autoridades de Los Angeles a cerrar temporalmente la entrada al Dodger Stadium, uno de los mayores sitios de vacunación en todo el país. Ni siquiera después de muerto, Aaron pudo librarse del acoso de los racistas. 

 

Hank Aaron representa a otro Estados Unidos distinto y opuesto al de Donald Trump. A un Estados Unidos de grandes deportistas, escritores, artistas, científicos y humanistas; al país que luchó contra el fascismo y lo derrotó en los campos de batalla de Europa Occidental y del Pacífico; al de los grandes movimientos por las reivindicaciones obreras y por los derechos civiles; a un pueblo sencillo y laborioso que desea para toda la humanidad un mundo de paz y fraternidad. Es este Estados Unidos, nadie lo dude, el que prevalecerá. 

 

 

https://www.alainet.org/en/node/210902?language=en
Subscribe to America Latina en Movimiento - RSS