Las tácticas del ‘divide y vencerás’ del gobierno de EEUU en el Caribe

Funcionarios estadounidenses buscan intensificar las divisiones geopolíticas en la región, especialmente para promover su política de cambio de régimen en Venezuela.

27/03/2020
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Las recientes reuniones multilaterales en Kingston y Mar-a-Lago, son señales de los intentos de EEUU de intensificar las divisiones en el Caribe.  Los “países de mierda” (como el Presidente Donald Trump supuestamente los llamó) pueden ser importantes aliados para minar a esos Estados identificados para un cambio de régimen. El anterior asesor de seguridad nacional de Trump, John Bolton, ha hablado abiertamente sobre cómo se beneficiaran financieramente los empresarios estadounidenses y de la región al derrocar al gobierno de Venezuela y la privatización de su industria petrolera.  Venezuela tiene las reservas petrolíferas probadas más grandes del mundo.

 

Durante las últimas décadas, la región ha experimentado profundos cambios, impulsados por las nuevas tecnologías digitales, las redes de alta tecnología para remesas, los nuevos flujos culturales y mediáticos mundiales, los medios de transporte masivos de bajo costo y el turismo, la expansión de mercados de bienes inmobiliarios, los nuevos arreglos bancarios y financieros, y mucho más.

 

Los pueblos de la región son arrojados hacia las garras de la globalización, con una creciente inequidad y el cambio climático, pasándoles así una severa factura a sus vidas cotidianas.  Han surgido muchas crisis mundiales sobre el horizonte, partiendo de la Inteligencia Artificial, los robots, la guerra, la proliferación nuclear, y una falta de coordinación regional y global, entre otros muchos temas (el último es el nuevo coronavirus  -Covid-19-).

 

Es en este contexto que los funcionarios estadounidenses buscan intensificar las divisiones geopolíticas en la región, especialmente para promover su política de cambio de régimen en Venezuela.

 

Apuntando a Venezuela y su papel en el Caribe

 

Los planes de EEUU para derrocar al Presidente venezolano Nicolás Maduro fracasaron estrepitosamente en el 2019, pero una intensificación de su campaña económica de terror se cierne aun más sobre el país, lo que sigue siendo el factor clave que impide  su recuperación.

 

La economía de dicho país sudamericano ha sufrido tremendamente, impulsando a muchos de sus ciudadanos a emigrar. Venezuela solo ha tenido decenas de casos de coronavirus hasta ahora, pero el sistema de salud del país ha sido golpeado por las sanciones de Estados Unidos y enfrentará dificultades si el virus se propaga.

 

Encarando constantes ataques, dramáticamente intensificados desde agosto del 2017, cuando EEUU impuso sanciones financieras, Venezuela se ha visto obligada a depender en la inversión y el apoyo de empresas estatales de China y Rusia.  Para junio de 2018, Caracas había suspendido alrededor de la mitad de sus exportaciones de petróleo crudo hacia el Caribe.

 

Una parte de la estrategia de los Estados Unidos ha sido socavar la viabilidad del proyecto de complementariedad y solidaridad de la  ALBA, subsidiado por Venezuela como una alternativa de desarrollo regional a la propuesta por el Fondo Monetario Internacional (FMI) y otras instituciones financieras neoliberales.

 

La propia ALBA ha enfrentado muchos problemas internos. Sin embargo, a fines de 2019, los líderes de la ALBA declararon que en 2020 relanzarían PetroCaribe, los hospitales de cardiología pediátrica, su programa de cirugía ocular y su escuela de medicina.

 

Históricamente algunos líderes caribeños han argumentado que la región debe ser una “región de paz y desnuclearizada”, pero esto siempre fue contradicho por el hecho de que varios de ellos siempre se han identificado con Occidente y están ubicados en la esfera geopolítica estadounidense.  La excepción más destacada ha sido Cuba (desde la revolución de 1959), y Granada (desde 1979 hasta 1983, durante el Gobierno Popular Revolucionario de Maurice Bishop).

 

De hecho, durante las últimas décadas, muchos partidos políticos caribeños se han distanciado de sus diferentes raíces, orientándose hacia modelos económicos que enfatizan la exportación y el turismo.  Y las élites dirigentes, de forma creciente, apuestan por crear condiciones que atraigan a inversores transnacionales corporativos. Si bien los participantes de ALBA promueven parcialmente una corriente alternativa de desarrollo, también deben regularmente conjugarla con la búsqueda de relaciones con las grandes empresas.

 

Estados Unidos busca ampliar el abismo entre los estados del Caribe

 

En julio de 1973, cuatro de los nuevos estados vanguardistas independientes y soberanos en el Caribe angloparlante, Barbados, Guyana, Jamaica y Trinidad y Tobago, firmaron el Tratado de Chaguaramas. En años posteriores, los otros estados de la Comunidad del Caribe (CARICOM) lo suscribieron. Bajo las disposiciones del tratado establecido, los estados se comprometían a coordinar sus políticas exteriores en temas de importancia regional e internacional.

 

En un movimiento diametralmente opuesto, se llevó a cabo la reunión de Trump con cinco líderes caribeños en Mar-a-Lago en el sur de la Florida, en marzo de 2019, y siguiendo a esto, Pompeo  se reunió con funcionarios caribeños en Kingston, Jamaica en enero 2020.

 

Dichas reuniones fueron una señal de los intentos de Estados Unidos de intensificar las divisiones geopolíticas. Un titular de Reuters  decía, sin rodeos:  “Trump ofrece inversiones a los líderes caribeños que apoyan a Guaidó en Venezuela”.

 

 

Al unirse a la política estadounidense que socava a Venezuela, y al apoyar a las demandas intervencionistas de la OEA, la cual es fuertemente financiada por EEUU, las divisiones en la región se han ensanchado aún más.  Para Jamaica, las Bahamas y Santa Lucía, ello podría constituir una violación del Artículo 12 y el Artículo 16 del Tratado de Chaguaramas, del cual estos países son signatarios.

 

Las divisiones han ocurrido en el pasado.  La invasión de Granada, en 1983, fue uno de los temas más divisorios en la región, cuando algunos Estados como Trinidad y Tobago se opusieron a la invasión.  Otro evento divisorio fue el Acuerdo Shiprider de 1996-1997.  Los países del Caribe estuvieron divididos sobre si se debía permitir a Washington navegar libremente en sus aguas territoriales y autorizar al Servicio de Guardacostas de los Estados Unidos o prohibir el acceso a embarcaciones.  Otro evento ocurrió cuando representantes de compañías de cruceros derrotaron un intento de crear un impuesto por pasajero en la región, de esta forma lograron enfrentar las islas unas contra otras.

 

Por otro lado, desde algún tiempo, la región se ha unido para oponerse al bloqueo estadounidense contra Cuba.  La Habana dispone de un alto número de becas para estudiantes, así como ayuda técnica y agrícola.  Durante décadas, este país ha generado relaciones de buena voluntad en la región.

 

Asimismo, entre la población en general de la región, existe un alto grado de memoria histórica alrededor del rol del colonialismo y del intervencionismo estadounidense en la región,  así mismo, la demanda de reparaciones por el colonialismo tiene cada vez más apoyo entre la población.

 

A raíz del golpe de estado en Haití en el 2004, el CARICOM en conjunto denunció el derrocamiento de su gobierno libremente elegido.   No obstante, luego de que el entonces Secretario de Estado Colin Powell instruyera a CARICOM a no objetar ante el Consejo de Seguridad de la ONU la destitución del presidente haitiano Jean-Bertrand Aristide, estos países escondieron sus rabos políticos entre sus soberanas piernas y se esfumaron en silencio.  A Aristide se le permitió entrar brevemente en Jamaica, pero luego de que la asesora de Seguridad Nacional Condoleeza Rice y otros funcionarios estadounidenses objetara esta decisión, este fue devuelto a su exilio en África.

 

Por otro lado, fue de suma importancia, que los líderes de Barbados, Trinidad y Tobago, Guyana, Surinam, San Vicente y las Granadinas, Dominica y otros Estados de la región, no asistieran a las recientes reuniones con Trump y Pompeo.

 

Los estados miembros de CARICOM a menudo actúan según se perciben a sí mismos como afectados por las políticas estadounidenses de mano dura.  A ellos no les gusta ser zarandeados como si fuesen meramente “pequeñas islas-estados en desarrollo”, y son bastante escépticos sobre las intervenciones militares, pero no necesariamente están unidos en este tema.

 

No obstante, lo que sucede ahora es que los estrategas de la política estadounidense claramente buscan exacerbar las diferencias entre los Estados de la región.  Algunos funcionarios en la región muestran más capacidad de resistencia, mientras que otros ven solamente las ventajas de tener lazos más estrechos con Washington, lo que sin duda les puede ayudar a conseguir inversores corporativos. Existen numerosas intereses y presiones que les empujan a alinearse con la política asesina estadounidense hacia Venezuela.

 

 

A la reunión de Mar-a-Lago con Pompeo asistieron los jefes de gobierno de Las Bahamas, Jamaica, y Santa Lucía, y los jefes de Estado de República Dominicana y Haití, todos los cuales habían roto relaciones con el gobierno de Venezuela y reconocido a Juan Gaidó.  Los mismos países asistieron a la reunión de Kingston, además de Belice y St. Kitts y Nevis.  Cabe remarcar que, aparte de Trinidad/Tobago y Guyana, el oficial “Jefe de Estado” de la mayoría de las antiguas colonias británicas del Caribe es Su Majestad la Reina Isabel II.

 

Las crisis estructurales domésticas

 

Los gobiernos que se han aliado a la estrategia caribeña de Trump enfrentan serios problemas domésticos.

 

El Presidente Jovenel Moise de Haití está gobernando ahora sin parlamento, al haber suspendido las elecciones y sufre una crisis de legitimidad que amenaza con destituirlo de su puesto.  El apoyo de EE.UU. es vital para su supervivencia política.

 

El Presidente dominicano Danilo Medina ha estado enfrentando las más grandes protestas en la reciente memoria de este país, debido a acusaciones bien fundamentadas de corrupción por parte de elementos de la sociedad civil y periodistas disidentes, y de haber intentado robarse las elecciones nacionales municipales en febrero.  En el escándalo de la planta generadora de electricidad a base de carbón de Punta Catalina, que involucra a la connotada empresa brasilera Odebrecht, habría un sobreprecio de una suma astronómica de unos mil millones de dólares, siendo el mayor escándalo del gobierno de Medina.

 

 

Cabe recalcar aquí que, si el candidato presidencial Gonzalo Castillo del partido gobernante Partido de la Liberación Dominicana (PLD), y la mayoría de sus candidatos congresales y senatoriales pierden las elecciones de mayo 2020, se podría dar un escenario similar al del Perú, donde expresidentes han sido encausados por escándalos de corrupción que involucran a Odebrecht, y que incluyó el trágico desenlace del suicidio del expresidente Alan García.  Por ende y debido a todo esto, la sociedad civil dominicana ha mostrado un repunte de madurez cívica y conciencia política, no visto desde los convulsos tiempos de la Revolución Constitucionalista de 1965, que fue un hito del Siglo XX de este país clave de la Frontera Imperial del Caribe.

 

El Estado de Jamaica, en su continua lucha contra los ajustes estructurales de préstamos a gran escala, ha recibido la promesa de varios acuerdos por parte de funcionarios estadounidenses, lo cual ayudó al retiro del país del programa PetroCaribe de Venezuela.  Y Venezuela misma ha encarado crecientes barreras para mantener dicho programa, bajo la creciente guerra económica de Washington.

 

Mientras tanto, Las Bahamas han sido durante mucho tiempo una virtual colonia norteamericana, ya que la isla es un paraíso fiscal para el capital transnacional.  Este archipiélago sufre además por la crisis del cambio climático, particularmente por la reciente devastación causada por el huracán Dorian.

 

En cuanto a Belice, otro país altamente susceptible a las presiones por parte de poderosos países occidentales,  recientemente se conoció que una sexta parte del total del territorio del país estaba siendo utilizado por las fuerzas armadas británicas, para el entrenamiento de guerra selvática.  Belice también ha recibido, durante mucho tiempo, amenazas de anexión por parte de Guatemala.

 

La estrategia de “Seguridad Nacional” de EE.UU. y la Frontera Imperial

 

Luego de haber sancionado y atacado a Venezuela a través de formas híbridas de guerra, ahora los estrategas de la política estadounidense planifican abiertamente una escalada violenta contra ese país.  Con un gobierno de extrema derecha en Brasil, y con el incremento de bases y fuerzas militares en Colombia, Washington ha contribuido a inflamar una situación hostil en las fronteras de Venezuela.

 

Esta política se ha extendido a tal punto que los EEUU  aprietan también las tuercas contra Cuba y Nicaragua, y a ello se suma el reciente derrocamiento del gobierno electo de Bolivia, e incluso un breve intento por parte del intervencionista Secretario General de la OEA, Luis Almagro, para socavar al estado miembro del ALBA y CARICOM, Dominica.

 

 

Ya para finales del 2017, con miras a parar cualquier tipo de compromiso con Cuba, la administración Trump comenzó a hacer reclamos  a Cuba señalando que el personal de la embajada de EEUU en La Habana había sufrido un ataque con “armas sónicas”, aunque posteriormente CNN reportó  que se trató   de una especie de sonidos emitidos por una especie de grillos muy bulliciosos.

 

La ley Helms-Burton, que se enfoca contra Cuba como su principal objetivo, está siendo reforzada.  Los terceros países que hacen negocios con la isla, podrían enfrentar más litigios que aumentan los riesgos para los inversores en la isla.  Mientras tanto,  algunas líneas aéreas y de cruceros han descontinuado los viajes a Cuba, mientras que las remesas que entran al país y los viajes a la isla se han hecho más difíciles.  La administración Trump también está llevando a cabo nuevos planes, para atacar los servicios médicos en la isla, uno de los sectores más vibrantes de su economía.

 

Sea cual sea la opinión particular que uno pueda tener sobre la violencia en Nicaragua, en 2018, protagonizada por policías y partidarios u opositores del gobierno, las sanciones por parte de EEUU y la Unión Europea no son la solución.  Las mismas están teniendo un impacto de gran alcance en esta pequeña nación centroamericana, más allá de afectar a los individuos: se aumentan los cálculos de riesgo para los negocios que invierten en el país, se desacelera y afecta la posibilidad de refinanciación de los préstamos y se complica aún más a la diáspora el envío de remesas a sus familiares.

 

El objetivo final del NICA Act” y las sanciones de la Unión Europea no son para promover la paz, sino más bien para empujar al país a una solución neoliberal draconiana.  Esto,  a su vez, está subrayado por la reciente llamada del Secretario General de la OEA para “asfixiar” a este país a través de sanciones y otras medidas.  Todo lo cual apunta a la evidencia de la ilegalidad de conducir una guerra económica en tiempos de paz.

 

Las presiones de EEUU sobre Trinidad y Suriname y el fortalecimiento de lazos con Guyana y las Antillas Holandesasñ

 

Guyana, uno de los países más pobres de la región, ha rubricado un nuevo pacto con Exxon el cual se espera que transforme el país en un productor de petróleo de alto rango, dentro del sector global energético.

 

Por otro lado, las actividades militares por parte de EEUU se han incrementado dentro de Guyana; de la misma forma, tales maniobras ligeras y ejercicios de entrenamientos ocurren en muchas partes de la región.  Y todo esto refleja cuan profundamente integrada está la región dentro de la órbita estadounidense.

 

Las tensiones dentro de Guyana parecen haber brotado hacia la superficie, a medida que los dos partidos principales de su democracia burguesa pugnan por posicionarse en el poder.  Las diferencias raciales socialmente construidas han sido históricamente amplificadas, armadas y aprovechadas para controlar los resultados políticos en el país.

 

Aquí es importante recalcar sobre la formación histórica del país, y el rol de EEUU y el Reino Unido al poner bajo presión y derrocar al proyecto de izquierda en dicho país en el 1953.

 

 

En Surinam, nuevos descubrimientos petrolíferos podrían alterar dramáticamente su economía política en su debido momento, pero las autoridades también han estado bajo presión para terminar sus lazos de amistad con Venezuela. Sin embargo, en las últimas semanas, el medio de comunicación regional de izquierda teleSUR ha ampliado sus transmisiones en Surinam, miembro de ALBA.

 

Trinidad y Tobago, las cuales pretendían honrar un nuevo acuerdo de gas natural licuado con Caracas, fueron puestas bajo presión en meses recientes para no cumplir dicho proyecto.  Los reportes mediáticos indicaron que el proyecto fue paralizado por las sanciones de Washington y las transnacionales con bases en EE.UU. que estaban activas en el sector enérgetico de Trinidad.

 

El juego del gato y el ratón también se ha llevado a cabo con la empresa nacional de petróleo y gas de Venezuela (PDVSA), y sus contratos con buques petroleros de terceros, que arriesgan ser incautados, además de sufrir nuevas presiones bajo el régimen de sanciones estadounidenses.  Todo esto ha causado un desbarajuste, entre otros, con la crisis diplomática entre Venezuela y las Antillas Holandesas conocidas como las “ABC”, donde EEUU desarrolla una creciente gama de operaciones orientadas hacia el sur.

 

La geopolítica en el Caribe de la globalización

 

La paz nunca fue una característica determinante de las estrategias estadounidenses de “seguridad nacional”.  El objetivo de EEUU de supremacía global incluye distorsionar al mundo, como si fuese naturalmente caótico y dependiente del liderazgo norteamericano. Ulteriormente, la estrategia hegemónica estadounidense también incluye sembrar la discordia, acelerar el cambio de régimen, y mantener al mundo en una constante inestabilidad. Al provocar las transiciones políticas, los formuladores de políticas estadounidenses y sus aliados utilizan las formas más sofisticadas de poder blando y, a veces, respaldados por la fuerza, como lo demuestran los golpes de estado en Haití, Honduras y, más recientemente, Bolivia.

 

El desafiar a este aparato requiere esfuerzos globales y regionales, y nuevas formas transnacionales de organización popular, de la mano con cambios fundamentales en los EEUU, y en Washington, D. C., donde la paz, la cooperación, y el respeto por el orden jurídico internacional deben ser defendidos, en vez de ser obviados.

 

(Traducción: Ariel Fornarni; editada por ALAI)

 

- Dr. Jeb Sprague es investigador asociado de la Universidad de California, Riverside. Anteriormente enseñó en la Universidad de Virginia y en la Universidad de California, Santa Bárbara. Es miembro fundador de la Red de Estudios Críticos del Capitalismo Global (NCSGC) y ha enseñado sociología en el Caribe, Asia Oriental y América del Norte.

 

https://www.alainet.org/en/node/205519
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