El Covid-19 y la fuerza moral de AMLO
- Opinión
Justo porque “la fuerza del presidente (Andrés Manuel López Obrador) es moral, no es una fuerza de contagio”, como lo sentenció en un lapsus que cualquiera puede cometer, sobre todo quien comparece a diario ante los medios de comunicación desde hace meses, como Hugo López-Gatell, resulta dable esperar que aquella singular fuerza guarde correspondencia entre lo que dice y hace el señor al que llaman la primera autoridad sanitaria y todas las recomendaciones que emiten desde Palacio Nacional las autoridades de la Secretaría de Salud.
La disparidad entre algunas de las recomendaciones sanitarias y las rutinas institucionales de López Obrador como las giras que hasta el pasado fin de semana realizó y los actos públicos “con pocos asistentes” por el 18 y el 21 de marzo en la explanada de la Torre de Petróleos Mexicanos y en Guelatao, Oaxaca, respectivamente, ya es una fuente de confusión para los mexicanos que no saben si guiarse por la conducta pública de Obrador quien abraza, saluda de mano, besa y se toma fotografías con miles de mexicanos, o atender las recomendaciones del subsecretario de Salud López-Gatell y los extraordinarios epidemiólogos de la Secretaría de Lieja.
Ya la periodista Laura Castellanos le ordenó: “¡Con los niños no, presidente!” (Julio Astillero en La Octava), como si los menores no se guiaran por sus padres o tutores y necesitaran la protección de una feminista que justifica y teoriza sobre la “acción directa” de las jóvenes que vandalizan edificios públicos y privados e incluso automóviles, mas no los propios.
El doctor resultó un extraordinario vocero en esta delicada coyuntura con todo y las dos polémicas afirmaciones del lunes 13, incluida la de que “sería mejor que (el presidente) padeciera coronavirus, porque lo más probable es que él, como la mayoría de las personas, se va a recuperar espontáneamente y va a quedar inmune y entonces ya nadie tendría esta inquietud sobre él.”
Y la polémica documentada y con datos duros –como muchos periodistas creen tenerlos, pues opinan como si fueran expertos y hasta declararon muerto al empresario José Kuri–, siempre es bienvenida si no busca partidizar –tomar partido político, que no es lo mismo que politizar, pues todo tema que llega al espacio público y se dirime allí, de suyo es político–, un tema que debe abordarse con base en la ciencia y la técnica.
También es sabido que en un país donde las oposiciones todavía no encuentran los cauces que las conduzcan a superar la ineficacia política, resulta comprensible mas no justificable que partidicen temas que son de interés nacional y que para abordarlos con éxito no es recomendable hacerlo, como la pandemia del Covid-19 y la inseguridad pública, y dentro de ella la violencia contra las mujeres.
Sólo que también AMLO no tendría que remarcar tanto a sus adversarios para explicar lo que hace y deja de hacer, así como no tener los reflejos puestos en “no dar motivo a nuestros adversarios para atacarnos”. Por lo menos sería plausible bajarle al tono de la confrontación en lo que ya apunta a ser una emergencia nacional, tanto como la aldea global está atrapada en la propia, en términos sanitarios y económicos.
Es la hora de materializar la idea presidencial de: “No me confrontaré con nadie”, alusiva al golpista salvadoreño Nayib Bukele, por lo menos en esta delicada temporada que esperemos sea breve y con el menor costo en contagiados, enfermos y vidas humanas.
Llegó el momento en que López-Gatell Ramírez aproveche el respaldo que frecuentemente le brinda el presidente en las muy exitosas mañaneras –de acuerdo a reciente encuesta de Reforma con su paranoico dueño que juzga “esclavizado a México”–, no tanto para responder a la afirmación presidencial: “Si hace falta, me hago la prueba del coronavirus, hago lo que me indiquen los médicos”, como para responderle afirmativamente, como acaso debió hacerlo el lunes 16: “Que Hugo informe cuándo me va ordenar que ya no me mueva, porque él me lo va a decir, no un politiquero o columnista de prensa vendida, como decíamos antes.”
Insisto, es la hora de indicarle al presidente de México para que no tenga contacto físico con tantos miles de sus gobernados, incluidos niños; así como a los mexicanos comunes y corrientes nos recomiendan la “distancia social”.
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