Radical, a mi juicio, es la persona que va a la raíz de los problemas de todo tipo para afrontarlos. No lo es, opino, la que pronuncia discursos “incendiarios”, lanza bombas molotov a los cuerpos policiacos con el rostro oculto, toma o bloquea instalaciones públicas, como las casetas de cobro de Caminos y Puentes Federales para “pedir cooperación”. Otro asunto es la pertinencia o no de estas formas de presión, supuestamente radicales, a las autoridades de los tres niveles del Ejecutivo y los otros dos poderes de la Unión.

Las anteriores afirmaciones, más allá de los diccionarios, no son para descalificar a nadie, porque no es la costumbre del redactor de este espacio, debido a que es un sinsentido y por ello arriesgarse a ser descalificado, lo que dicho sea de paso es la negación de cualquier posibilidad para el debate.

La reflexión es porque no queda claro qué pretende decir el presidente electo –un comunicador fuera de serie en México y la aldea global–, cuando afirma por segunda ocasión que los integrantes de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación son “radicales de izquierda”.

Como toda organización social, la CNTE es un organismo sindical en el que la diversidad de los integrantes, secciones y grupos es el sello distintivo, por más que las de Oaxaca, Chiapas, Guerrero y Michoacán tenga un peso preponderante. Amén de que los acuerdos que toman para el conjunto de la CNTE se aplican en cada estado de “acuerdo a las condiciones” y las determinaciones de cada agrupación. Por ello se llama coordinadora.

No entro en la materia de las diferencias existentes entre algunos de los liderazgos de la CNTE y Andrés Manuel López Obrador porque éste es otro asunto, sino en la forma en que el presidente electo percibe a la primera. Y una percepción equivocada complicará el abordaje de las diferencias realmente existentes y más aún con la beligerancia discursiva de dirigentes como Juan Melchor (de Michoacán), quien reprochó que las consultas de AMLO sobre “cualquier tema que es polémico o le genera dificultad”, por lo que concluyó: “La verdad así no va a poder gobernar”. ¡Pitonisa!

Mientras aquel profesor le hace al vidente, organizaciones sociales y grupos ambientalistas hacen un “llamado enérgico” a Obrador para que cancele la consulta del 25-28 de octubre, en la que se determinará la viabilidad del Nuevo Aeropuerto Internacional de México, pues los únicos que ganarán con el referendo serán los “líderes empresariales encabezados por Carlos Slim”. En tanto que dirigentes de San Salvador Atenco estiman que “el pueblo de México ya decidió” en contra del NAIM. Y las ONG “particulares” que impugnaron los foros de pacificación ahora son las más críticas por su cancelación, y reprogramadas como fueron, probablemente Isabel Miranda Torres (de Wallace), Alejandro Martí y María Elena Morera adoptarán la conducta de “contreras” para llamar la atención de López Obrador y las adopte como funcionales a su gobierno.

Es sumamente plausible, finalmente, el ejemplo dado por la página web del periódico El Universal, al borrar la nota publicada sobre Jesús Ernesto López Gutiérrez –“Hijo de AMLO… Recargado y Motorizado”–, en la que se mostraba al niño a bordo de un dispositivo motorizado que lo auxilió en su regreso a la escuela luego de semanas de ausencia por una fractura. La oportuna reacción de la madre –historiadora y poetisa– Beatriz Gutiérrez Müller (“Con los niños no”) para informar en Twitter que la difusión del texto “incitó al acoso y burlas en contra del menor de edad”, llevó al diario de Juan Francisco Ealy Ortiz a explicar que “el uso de la imagen de niños se hace con criterios periodísticos y no para afectarlos. Y se comprometió a no volver a utilizar fotografías de hijos de políticos”. Qué cunda el ejemplo en el oligopolio mediático que tanto regatea el muy acotado derecho de réplica.

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