Hacer a un lado el lenguaje propio

24/09/2018
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El presidente electo anunció que “ya no puedo hablar como antes, porque ya tengo una representación, una investidura que tengo que cuidar”, lo hizo en Nogales, Sonora, el día 20, horas antes de encontrarse con el gobernador panista de Baja California.  “Ya me tengo que moderar, me tengo que autolimitar, ya como la mitad de mi lenguaje la tengo que hacer a un lado, ya no puedo hablar de algunas cosas”.

 

Buen propósito de Andrés Manuel López Obrador y harto difícil que lo cumpla, pues como los 84 presidentes que gobernaron o mal administraron México, tiene su propio estilo personal de gobernar, lo que incluye el vital lenguaje y con el que usa AMLO logra comunicarse como nadie con decenas de millones de mexicanos.

 

Ojalá (Alá quiera) me equivoque, pero sería tanto como pedirle a Enrique Peña Nieto que abandone el uso y abuso de “eventualmente” (de forma eventual), al confundirlo con el adverbio inglés “eventually” (finalmente, al final –de cuentas– y “a la larga”. Para no mencionar frecuentes dislates como hacer de León, Guanajuato, y de San Juan de los Lagos, Jalisco, entidades federativas.

 

El propósito de AMLO se produjo enseguida de señalar que no se debe permitir que los gobernadores “hereden” sus cargos a sus familiares, como en Puebla, donde Martha Erika Alonso, esposa del exgobernador Rafael Moreno Valle, fue declarada ganadora, pero el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ordenó materializar el recuento “voto por voto”, debido a las abundantes irregularidades cometidas por la señora y su equipo, donde destaca Maximiliano Cortázar, el censor de Felipe Calderón en la Presidencia.

 

Voto por voto fue la exigencia de millones de mexicanos en julio-agosto de 2006 y fue desechada por el TEPJF y Calderón declarado presidente electo el 7 de septiembre de 2006, en medio de un conflicto poselectoral sin precedente en la historia mexicana, superior al de 1988 cuando Cuauhtémoc Cárdenas privilegió negociar con Carlos Salinas y formar el “partido del 6 de julio”.

 

Obrador aprovechó la ocasión y recordó que para legitimar su imposición como presidente, Calderón Hinojosa decidió dar “un garrotazo a lo tonto al avispero”, emprendiendo una guerra contra el narcotráfico que desató la violencia y la inseguridad desde entonces en el país. Él mismo preguntó: “¿Cuál fue el origen? Un fraude electoral, eso no hay que olvidarlo, si se hubiese respetado la votación de los ciudadanos no estaría así el país”.

 

Sin el enorme déficit de legitimidad con que Felipe del Sagrado Corazón de Jesús despachó en Los Pinos, es impensable la guerra contra el narcotráfico, que Ciro Gómez Leyva pretendió justificar en Imagen Noticias (3.1) con la solicitud de refuerzos federales hecha por el entonces gobernador de Michoacán Lázaro Cárdenas Batel, petición que fue desmentido varias veces por el ahora coordinador de asesores de AMLO.

 

No tiene pies ni cabeza atribuir una estrategia central del gobierno de Calderón a una petición de apoyo, además porque aquella no es mexicana sino estadunidense y fue impuesta a la Organización de las Naciones Unidas hace 57 años (17-VI) por Richard Nixon, relanzada por George W. Bush y ahora en franca “bancarrota” en la aldea global.

 

Fue el presunto criminal de guerra en Afganistán e Irak, de los primeros presidentes en reconocer el triunfo de Calderón y esa factura se paga y costó mucho a México. Tardíamente Calderón se deslindó en la ONU de la fallida estrategia global, pero el baño de sangre, muerte y desaparecidos estaba consumado.

 

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