Mezquindad e intolerancia de Slim

18/04/2018
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Carlos Slim
Foto: mundo.sputniknews.com
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No se midió Carlos Slim en la defensa de sus muy particulares intereses al jurar que con la no construcción del Aeropuerto Internacional de Ciudad de México, magno proyecto que decidió el grupo gobernante y unos cuantos consorcios beneficiados, incluida la Secretaría de la Defensa Nacional (Ernesto Villanueva, dixit), “se frenará el desarrollo del país, porque la obra representa bienestar para 5 millones de habitantes de la parte más marginada de la Zona Metropolitana del Valle de México. En 10 o 15 años se abatiría la marginación y crecería la clase media”.

 

Prometió las perlas de la virgen, como se hace desde 1982 con las privatizaciones de los bienes nacionales, “Este es un paradigma detonador de desarrollo fantástico”, y destacó que “esta obra tal vez sólo sea comparable con el Canal de Panamá, no por la inversión sino por sus efectos económicos y sociales”.

 

Más todavía, el mexicano más rico del orbe desde un poco después de que Carlos Salinas lo favoreció con la venta de Teléfonos de México, quiere adueñarse también de la política al dictar que “los aspirantes a la Presidencia no deben opinar sobre la construcción del nuevo aeropuerto”.

 

Se equivocaron los asesores y los aliados –Enrique Peña y Carlos Salinas, según el candidato presidencial que ya rebasó tope de intención de voto de 2006 y 2012–, que convencieron a Slim Helú a salir a la plaza pública a defender sus intereses como uno de los 40 dueños de México.

 

Fue sencilla y fulminante la respuesta de Andrés Manuel López Obrador desde San Luis Río Colorado, Sonora, “está en su derecho de opinar lo que quiera, porque es parte de los contratistas que edifican el NAICM. Si es la concesión como dice él (Slim), un buen negocio, que lo haga con su dinero, si lo hace así se le puede dar”.

 

Las voces que conducen noticiarios y programas de opinión en el oligopolio, con dignas excepciones, no acaban de enterarse del desfiguro realizado por el ingeniero. Tampoco registran que con la partidización (que no es lo mismo que politización) del caro tema, no abonan a una solución que involucre a diversos actores políticos y agentes económicos, salvo que estimen que el NAICM es el que puede permitirles que José Antonio Meade remonte el lejanísimo tercer lugar o que Ricardo Anaya ascienda al primer sitio. Operará a pesar de los desencuentros el PRIAN cofundado por Diego Cervantes de Cevallos, como último recurso –de los males el menor– frente a López Obrador.

 

En víspera del primer debate es perceptible el nerviosismo en los estados mayores de campaña de Meade y Anaya, porque tienen claro que no es mucho lo que pueden esperar, a pesar de que sobrevaloran la preparación gubernamental del Yo Mero y la capacidad como orador y polemista del afamado practicante de la traición. Mientras Reforma monta la farsa del sondeo, presentado como encuesta, entre universitarios de tres ciudades para colocar a la cabeza al exitoso empresario de Querétaro. Y el estratega Jorge Castañeda la presume y se agarra del chongo en los debates mediáticos con Tatiana Clouthier.

 

Como bien dice Aristóteles Núñez, independientemente de gustos y criterios, el debate lo ganará el que sepa llegar directo a los sentimientos de la gente. Y en ello AMLO no tiene competidor y como polemista dobló al grandilocuente pero eficaz orador Jefe Diego frente al aún castigado José Gutiérrez Vivó.

 

Sin embargo, explican expertos, más que el debate importa quién gane el posdebate, es decir la cadena de informaciones y opiniones que se generen a partir del domingo 22. Veremos.

 

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