Cientos de miles de estadunidenses salieron a las calles y plazas de más de 150 ciudades, incluidas las más grandes como Nueva York e importantes como Washington, para exigir que Donald Trump haga públicas sus declaraciones fiscales, demanda que eludió como candidato presidencial, denunciaron sus políticas fiscales “en beneficio de los más ricos (como él) y el aparato militar” que, seguramente, ya se frota las manos por las recientes acciones: el bombardeo de una base aérea del Ejército de Siria, el lanzamiento de la bomba no nuclear más poderosa del arsenal yanqui contra una supuesta base del Estado Islámico en Afganistán y el muy peligroso desplazamiento del portaviones Carl Vinson, escoltado por tres embarcaciones lanzamisiles a la península de Corea.

La iniciativa para organizar la movilización del 15 de abril surgió un día después de aquella espléndida marcha de las mujeres del 20 de enero en Washington, en cientos de ciudades más y que protagonizaron varios millones de féminas y hombres estadunidenses, así como en varias urbes europeas y latinoamericanas.

Es decir, fueron casi tres meses de organización y para concertar voluntades a través de las redes sociales: de estudiantes, veteranos de guerra, sindicalistas, organizaciones sociales, partidos alternativos y agrupaciones pacifistas, alrededor de 70, que corearon consignas denunciando la evasión de transparencia personal y sus engaños. Sugirieron: Encarcélenlo, sáquenlo e impeachment, reporta el corresponsal David Brooks, en La Jornada. Las movilizaciones se efectuaron el sábado porque el 15 de abril es la fecha límite para entregar las declaraciones fiscales.

Ante ello el magnate inmobiliario neoyorquino –de vacaciones en su mansión de Mar-a-Lago en Palm Beach, Florida, donde se vio obligado a tomar una ruta indirecta cuando regresaba de su campo de golf a casa para eludir a los manifestantes que exigían “¡Muéstranos la lana!” y lo llamaron Don estafador–, atinó a redactar en Twitter: “Alguien debería indagar en (sic) quién está pagando por esos mítines pequeños y organizados de ayer”. Con alarde de cinismo y pedantería juntos agregó: “¡Hice algo casi imposible para un republicano: gané fácilmente el Colegio Electoral! ¿Y ahora están hablando de mis declaraciones de impuestos?”

Como los políticos del Revolucionario Institucional que pretenden explicar los grandes movimientos sociales y las protestas populares con lo que el impresentable Roberto Madrazo denominaba “¿Quién mece la cuna?” O Aurelio Nuño cuando despachaba en Los Pinos que atribuía el movimiento por Los 43 a George Soros. Esto es, la comodina “teoría de la conspiración” que todo lo simplifica. Y Donald John se resiste a aceptar que son sus políticas fiscales y sus conductas públicas trogloditas las que constituyen un excelente caldo de cultivo del movimiento ciudadano contra su harto desgastado gobierno.

Como bien dijo la diputada federal Maxine Waters: “La verdad sencilla es que tiene mucho qué esconder (…) si él cree que puede jugar a ser rey, pues quedará desilusionado”. La participación de diputados como oradores no sólo se dio afuera del Capitolio sino en otros puntos de USA. Y en Nueva York turistas extranjeros mostraron su simpatía con las severas críticas formuladas contra un presidente que cada día se avizora como muy cuesta arriba que termine su cuatrienio. Y acaso ello lo condujo a dar los dos manotazos militaristas y a provocar a Pyongyang a sabiendas de que allí juega con fuego.

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