A puras “trumpadas”
- Opinión
“We will make America great again”
Donald Trump
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“El 20 de enero de 2017 será recordado como el día en que las gentes del pueblo volvieron a ser los gobernantes de nuestra nación” (una nación que se apropió del nombre de todo un continente, como trasfondo geopolítico del destino manifiesto).
Así lo dijo Donald Trump en su primer discurso como presidente de Estados Unidos, con una retórica populista, nacionalista en lo político y proteccionista en lo económico, que regresa al siglo XVIII. Un discurso sin muchos conceptos, con palabras sencillas, directas al corazón y alejadas de la razón.
El mundo está a la expectativa de lo que hará Donald Trump. Desde hace más de dos meses, casi no se habla de otra cosa. Es como si no fuera sólo el presidente de Estados Unidos, sino el presidente del mundo. Y es que los intereses de EU se despliegan por todo el planeta, por lo que sus decisiones nos afectan a todos. Más, cuando tiene el poder de apretar el botón nuclear.
Tal vez sea un típico empresario, ignorante de las formas de la diplomacia y los fondos de la política, pero ha armado su equipo de gobierno que algo sabe de tales asuntos. Su objetivo es restablecer su hegemonía resquebrajada, si bien con el apoyo de sus fuerzas armadas, con la gente. Para ello, comienza por amenazar al terrorismo islámico, que “erradicaremos totalmente de la faz de la Tierra”, sino que, también, a los que “roban nuestras empresas y destruyen nuestros empleos”.
La referencia a México es clara. Es ya un dicho tradicional que cuando Estados Unidos le da gripe, a México le da pulmonía. Lo que sucede repercute aquí de forma drástica. Situación que con el Tratado de Libre Comercio de América del Norte se formalizó. Ahora resulta que EU ha perdido más, cuando es lo contrario. México, como chivo expiatorio.
“Cada decisión sobre comercio, impuestos, inmigración, relaciones exteriores se tomará para beneficiar a los trabajadores americanos y las familias americanas. Debemos proteger nuestras fronteras de los estragos de otros países que fabrican nuestros productos, roban nuestras empresas y destruyen nuestros empleos”. Habrá que ver qué argumentos contraponen las autoridades mexicanas.
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Bien visto, el fenómeno Trump no es algo sorpresivo; es el resultado de un largo proceso que viene desde los tiempos de la posguerra. Susan George lo cuenta a detalle en El pensamiento secuestrado. Cómo la derecha laica y la religiosa se han apoderado de Estados Unidos (Icaria Editorial. España. 2009).
Mientras que EU desplegaba su poderío militar alrededor del mundo, dentro de su territorio se desplegaba una batalla de las ideas, una guerra cultural, desde los centros de estudio y el sistema judicial, hasta los medios de comunicación, pasando por las comunidades religiosas, del que emerge el pensamiento neocon (ultraconservador). La escalada es evidente: de Reagan a Bush, y ahora Trump.
Lo que hoy es el terrorismo islámico, ayer fue Vietnam. “El sureño populista y segregacionista George Wallace, ex gobernador de Alabama, sabía lo que le gustaba y no le gustaba a la gente del sur y entró a la carrera (presidencial) como independiente (contra el republicano Richard Nixon y el demócrata George Mc Govern). Su compañero para la vicepresidencia era el general Curtis Le May, conocido por sobre todo por querer ‘bombardear Vietnam hasta devolverlo a la Edad de Piedra’”.
Para suavizar un tanto el texto, citemos a la misma Susan George, que titula un apartado: “Alabad al Señor (y a Adam Smith)”.
Si ya como candidato republicano y presidente electo, Trump delineó lo que serán sus relaciones con su vecino del sur (renegociación o cancelación del TLCAN, mayores impuestos a los productos importados, hechos en México por corporaciones de su país y de otros países, como el caso de la alemana BMW, la amenaza de deportar a millones de migrantes de origen mexicano y levantar un muro a lo largo de la frontera con México, que éste pagará de alguna manera), ha continuado su amenazante retórica, con su carga xenofóbica y discriminatoria. Cosas que tendrá que poner en la mesa Peña Nieto cuando se reúna con Trump el día 31.
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En los últimos cinco sexenios, con un modelo desde y hacia fuera, que es la esencia del modelo neoliberal, el promedio anual ronda el dos por ciento, dependiente de un solo mercado y un Estado privatizado y que se limita a (mal) administrar la crisis. El resultado es, apunta José Valenzuela Feijóo, “explotación, despilfarro y estancamiento” (sic). En suma, crece a una tercera parte (estancamiento, si se cuenta el aumento de la población), pero se duplica la tasa de explotación.
Con el TLCAN se apostó al mercado externo (léase EU) y se dejó al garete las cadenas productivas que satisfacen el mercado interno, abiertas a la competencia del capital extranjero, que terminó dominando ambos mercados. En este sentido, el tratado encajó perfectamente en el modelo neoliberal, orientado hacia fuera.
Pero, ¿se puede crear un mercado interno sólido y sostenido con un salario mínimo de 80 pesos al día? Más, cuando entre el 75 y 80 por ciento de los asalariados, perciben menos de tres salarios mínimos, y se requieren cuatro minisalarios para adquirir únicamente la canasta básica de alimentos. A menos de que el mercado interno se reduzca a la sexta parte de la población con poder adquisitivo.
Al respecto, Valenzuela apunta que “la fuerte caída de los salarios, más la reducción del gasto público –especialmente de la inversión pública— y, sobremanera, la alta penetración de las importaciones, provoca un mercado interno deprimido”. Véase su más reciente libro: ¿De la crisis neoliberal al nacionalismo fascistoide? México y Estados Unidos (UAM-I y Centro de Estudios para el Desarrollo Alternativo SC. México. 2016), en el que se aboca a estos temas, pero que, también, dedica un amplio capítulo sobre la Alemania que posibilitó el ascenso de Hitler y unas páginas a Donald Trump.
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El texto fue escrito antes de que Trump fuera el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos. Sin embargo, el economista chileno, profesor de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Unidad Iztapalapa, ya advertía de las consecuencias de su posible triunfo:
“El tipo de nacionalismo esgrimido por Trump, suele entusiasmar a capas medias y otros segmentos, que sintiéndose deprivados, rechazados y minusvalorados, siempre están propensos a ese tipo de nacionalismo rabioso, que recuerda bastante al de antiguas experiencias de corte fascistoide”.
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