Acuerdo, Premio Nobel e incertidumbre

10/10/2016
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Colombia se ha convertido en el epicentro mediático en el mundo entero. Basta revisar los titulares de la prensa en todos los idiomas. Un proceso de Paz en espera, negociaciones a regañadientes y un Premio Nobel al presidente Juan Manuel Santos.

 

Si atendemos a esto último, resulta muy interesante advertir que otorgar el Nobel al presidente sin que se haya arribado a un resultado pudiera parecer, a primera vista, prematuro. Sin embargo, pensar que los noruegos se precipitaron, o que desconocen la situación interna de Colombia, es una ingenuidad. Distinguir con el Premio Nobel de la Paz al presidente colombiano, precisamente ahora, es una decisión política que no tiene nada de casual ni inocente. Una decisión política revestida, ciertamente, de toda la pátina ética y simbólica del caso, pero que instala una calendariedad que culmina en diciembre de este año.

 

Es evidente que se quiere fortalecer la imagen del presidente frente a los resultados de un plebiscito que le fue adverso. Se quiere, en suma, dar continuidad a la estrategia de Paz en esta región, más allá de un Acuerdo particular. Los noruegos, y tras ellos todas las potencias de Occidente, están respaldando explícitamente al presidente y al proceso de Paz. Nótese que el Premio Nobel recae en la figura de Juan Manuel Santos, excluyendo a otros actores.

 

A esta altura del siglo XXI, ya resulta evidente que la globalización ha dejado de ser una teoría o mera especulación, para convertirse en una realidad tecno económica, política y cultural. En este sentido, no debiera llamar a escándalo a nadie que una cuestión tan decisiva para la región y tan delicada como la Paz en Colombia, deba ser pensada y resuelta en coordenadas políticas globales. Desde su concepción misma hace algunos años, muchas naciones y organismos han acompañado el proceso de Paz encabezado por el presidente Juan Manuel Santos.

 

Para las elites políticas colombianas, a la izquierda o a la derecha del actual mandatario, el proceso de Paz en curso es un problema que debe ser resuelto con urgencia. Hay varias razones que fundamentan este argumento: el primero y que debiera ser obvio para todos los colombianos, es que la Paz, para decirlo con sutileza, es un hecho de civilización que se opone a la barbarie. Sin embargo, como segundo aspecto a considerar esta el hecho de que Colombia, como el resto de América Latina está sumida en una estrecha interdependencia económica, política y cultural con el mundo entero y, muy especialmente, con las grandes potencias occidentales. La actual incertidumbre debilita las relaciones con dichas naciones y eso no es bueno para el país.

 

Finalmente, hay un tercer aspecto que debe ser tenido en cuenta. Nadie discute que Colombia como nación posee su historia y su identidad particular; no obstante, los actores de las luchas políticas internas no pueden desatender el contexto global contemporáneo. Un error de cálculo a este respecto sería políticamente incorrecto y significaría un descrédito nacional y un alto costo para todos los involucrados que arrastraría nefastas consecuencias para el país. El único camino deseable que se vislumbra es la desmovilización de los grupos armados y una fórmula consensuada para alcanzar la Paz.

 

Álvaro Cuadra es Doctor de la Université Paris-Sorbonne. Paris. France

 

https://www.alainet.org/en/node/180839
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