Cinco tesis sobre la guerra en México

31/08/2016
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 pintura diego rivera
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El 4 de diciembre de 2006, apenas cuatro días después de haber asumido la presidencia de México, Felipe Calderón pronunció un discurso bastante revelador de lo que sería su gestión. En un famoso hotel de la colonia Polanco en la Ciudad de México, acompañado del futuro rey de España Felipe de Borbón y de empresarios mexicanos y españoles, Calderón ­anunció que el gobierno mexicano estaba “trabajando fuertemente para ganar la guerra a la delincuencia”.

 

Desde entonces México se encuentra sumergido en una de las peores crisis de su historia: más de 180 mil personas asesinadas, más de 30 mil personas desaparecidas, más de 200 mil desplazados de guerra, según cifras de las organizaciones sociales, son algunos de los terribles efectos de la guerra iniciada por Calderón y que hoy continúa Enrique Peña Nieto.

 

A pesar de los graves impactos, desde el pensamiento crítico y militante son pocos los trabajos que se han producido para explicar la guerra en México. La mayor parte son panfletos que animan a luchar contra el Estado y la clase política, sin profundizar el análisis de lo que enfrentamos. En otras ocasiones, las tesis unicausales, las lecturas lineales o las explicaciones generales, impiden comprender el problema y su particularidad.

 

Es desde los distintos géneros del periodismo o los informes y análisis de las organizaciones sociales y comunidades en resistencia dónde con mayor profundidad se han aportado elementos para comprender la guerra. Al respecto vale destacar la 2ª. Declaración de la compartición Congreso Nacional Indígena – Ejercito Zapatista de Liberación Nacional. Sobre el despojo a nuestros pueblos1, valiosísimo trabajo que da cuenta de la relación Crimen organizado–Estado– Empresas extractivistas nacionales y extranjeras para facilitar e incrementar el proceso de despojo.

 

Con el objetivo de aportar al análisis, de debatir sobre las posibles causas de la guerra y de los actores que la protagonizan es que compartimos las siguientes líneas. Estas son las tesis principales de una investigación más extensa.

 

1ra. tesis. El discurso de la “guerra contra el narcotráfico” ha ocultado el problema del crimen organizado trasnacional y su función en la economía global.

 

En la bibliografía sobre el tema, diferentes autores sostienen que la legitimidad que Calderón no ganó en las urnas, la buscó confrontado al narcotráfico. La figura del “padre protector” encargado de velar por la seguridad y bienestar de la “gran familia mexicana” buscaba hacer de Calderón una figura necesaria para enfrentar al “mal”. Desde el inicio de su mandato, el panista se refirió a la “delincuencia”, al “narcotráfico” y a las “drogas” como el adversario, el enemigo interno al que el Estado debía enfrentar con todos sus recursos para garantizar su función más básica: seguridad. Esta explicación nos plantea que en el fondo la “guerra contra el narcotráfico” buscó legitimar a Calderón en el poder. Desde esta estrategia la guerra se presentaba como necesaria, con su consecuente suspensión/violación de derechos y sus “daños colaterales”.

 

Otra explicación recurrente, casi siempre utilizada para acompañar o reforzar la anterior, es la que sostiene que Calderón y la clase que dirige el país, emprendieron la guerra con la intención de militarizar el territorio nacional para sofocar la insurrección popular y el descontento social que predominaba en aquellos años. Recordemos que en 2006 distintos actores sociales encausaban el malestar de la sociedad: la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca, en Atenco el Frente de los Pueblos en Defensa de la Tierra; el movimiento obrero en la Siderúrgica Lázaro Cárdenas en Michoacán y en todo el país La otra campaña del zapatismo y los adherentes a la Sexta Declaración de la Selva Lacandona por un lado, y el lopezobradorismo y sus alianzas luchando primero contra el desafuero y luego contra el fraude electoral, por el otro.

 

Las tesis no son descartables, y en general coincidimos con ellas; sin embargo, lo que nos interesa resaltar es la predominancia que tomó el actor “narcotráfico” en los análisis académicos y de coyuntura. Ni Calderón ni sus asesores mediáticos inventaron al narcotráfico, ya fuera para legitimarse o para sofocar la insurrección popular. El narcotráfico era y es un problema real, una actividad económica que fue ganando presencia en el territorio nacional hasta convertirse en una de las principales fuentes de ingreso. Pero, tanto el narcotráfico como la delincuencia organizada son tan sólo dos actividades de un problema más general y de alcance global: el crimen organizado trasnacional.

 

Según la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, el crimen organizado transnacional “incluye virtualmente a todas las actividades criminales serias con fines de lucro y que tienen implicaciones internacionales”2. Sus actividades están relacionadas con al menos 23 delitos. En 2009 el crimen organizado transnacional generó ganancias por 870 miles de millones de dólares en todo el mundo, equivalente al 1.5% del PIB mundial de ese año. Entre los negocios más redituables estuvieron la venta de cocaína y heroína, la trata de personas y el tráfico ilícito de armas y de recursos naturales3.

 

El crimen organizado transnacional es un negocio que involucra a banqueros, políticos, fabricantes de armas –entre otros– y a grupos criminales. Sin embargo, en el caso mexicano se ve al narcotráfico como una actividad aislada, desligada de otras actividades y de su función en la economía regional y global.

 

Así, el discurso del combate al narcotráfico dotó de agenda de investigación y encausó la opinión pública: el crecimiento de los “carteles de la droga” ante la pérdida de hegemonía en la “transición democrática” o la configuración de un “Narcoestado” en el país son algunas de las lecturas que emanan de ésta visión fragmentada del problema. Por eso, en nuestra primera tesis sostenemos que, más allá de las causas que animaron la guerra, el discurso que la acompaña -combatir al narcotráfico- ha servido como elemento distractor del problema estructural, de un problema de la economía global y del papel que México juega en ella: el crimen organizado trasnacional.

 

2da. tesis. El crimen organizado trasnacional es una expresión del capitalismo global, una forma de capitalismo criminal.

 

El crimen organizado trasnacional es un negocio que articula diferentes actividades de lucro e involucra a diferentes actores legales e ilegales de múltiples países. El dinero que este negocio genera, circula por todo el mundo y es parte de la dinámica económica global.

 

De manera muy general, hay tres grandes lecturas sobre el crimen organizado trasnacional:

 

  1. La que lo observa como un problema de seguridad y como una anomalía del mercado. Generalmente, esta lectura emana de un análisis económico neoclásico que observa como imposible que el mercado autolimite al crimen organizado transnacional. Por tanto, se prefiere establecer que el crimen organizado transnacional es una falla del mercado y que el Estado debe intervenir con sus fuerzas de seguridad, antes de admitir que es un resultado esperado en la lógica del mercado, es decir, una expresión del capitalismo.

 

  1. La que concentra su análisis en problemas como la corrupción y aspectos de la “cultura política”. Quienes sostienen esta visión, se olvidan de vincular su objeto de análisis con fenómenos estructurales y de plantear el problema en perspectiva histórica, por lo que no identifican que la “corrupción” es funcional al capitalismo.

 

  1. La corriente crítica, erigida principalmente sobre conceptos y teorías marxistas clásicas y contemporáneas. Esta corriente se compone de dos líneas de analíticas: A) Los trabajos de autores que sostienen que el crimen organizado es resultado de estrategias neoimperialistas y recolonizadoras. El crimen organizado es visto como una empresa o corporación capitalista, mediante la cual se asegura la acumulación por desposesión con la que las metrópolis garantizan el abastecimiento de recursos naturales y materias primas. El problema es visto fundamentalmente desde una dimensión sistémica y geopolítica, y B) Los que destacan al crimen organizado y al terrorismo como instrumentos para generar control a través del miedo, reproducir el sistema a través de la biopolítica y asegurar la reproducción del capital.

 

 

Por nuestra parte, recuperando algunos elementos de las diferentes líneas explicativas, coincidimos en que el crimen organizado transnacional refuerza la economía global y a la élite político-económica mundial. Lo anterior, al facilitar los procesos de circulación, despojo y acumulación, pero también al generar nuevos instrumentos de control, dominación y la eliminación de poblaciones que son consideradas como “desechables”.

 

El crimen organizado no es una “anomalía” sino un producto del sistema capitalista: le es completamente funcional, de hecho es quizá su expresión más acabada. Magdalena Galindo llega a esta misma conclusión:

 

“La industria criminal no es un asunto marginal, surgido en las orillas oscuras de las sociedades capitalistas, sino que responde, en todos sus aspectos, a la lógica del capitalismo general y en particular en su etapa de globalización. Es, además, en todas sus ramas, un espacio privilegiado para las ganancias extraordinarias”4.

 

 

Es a este protagonismo de la economía criminal o capital en las sombras de la economía global y a la utilización de lo legal para la reproducción del capital ilegal lo que aquí denominamos capitalismo criminal.

 

Permítasenos dos aclaraciones. Primero. El capitalismo siempre ha sido criminal. Un sistema basado en el despojo, la explotación, la dominación y sostenido sobre el asesinato de pueblos enteros para generar la acumulación originaria es fundamentalmente criminal. Utilizamos esta expresión para señalar cómo el crimen organizado se ha convertido en uno de los actores principales del capitalismo global. Segundo. No sostenemos que el capitalismo criminal sea una nueva etapa del capitalismo, sino una expresión de éste, que junto al capitalismo financiero, al capitalismo cognitivo y al capitalismo extractivista, son hoy pilares de la explotación y la dominación global.

 

Por lo anterior, en nuestra segunda tesis planteamos que el crimen organizado trasnacional es la expresión de una forma de capitalismo criminal, el cual tiene por objeto dinamizar la economía, facilitar los procesos de despojo y acumulación, eliminar las resistencias y la mano de obra desechable, al mismo tiempo que mediante el miedo y el terror, busca controlar a diferentes sectores de la sociedad.

 

3ra. tesis. La unidad básica de operación del capitalismo criminal es la corporación criminal.

 

En el pasado fueron las mafias. Su forma de organización era bastante “artesanal”, semejante a los pequeños burgos que potenciaron el desarrollo del capitalismo. Eran grupos organizados de forma gremial, compuestos principalmente por familias y redes de familias que compartían una misma identidad –étnica, nacional o religiosa–, con territorialidades limitadas y con nula división del trabajo. Con los procesos de industrialización e internacionalización del capital las mafias fueron encontrando nuevos nichos de trabajo. Al Capone es quizá la figura más representativa de ésta fase.

 

Conforme las mafias fueron creciendo económica y territorialmente, se vieron en la necesidad de establecer alianzas con otras mafias, con el objetivo de enfrentar a otros grupos criminales, de incrementar su zona de influencia o de acceder a otras redes que les proporcionaban impunidad y seguridad. Así surgió por ejemplo The National Crime Syndicate en los Estados Unidos de América, una especie de “confederación” que articulaba a diferentes mafias en todo el país.

 

Las articulaciones nacionales e internacionales de mafias fueron evolucionando, siempre de acuerdo a las exigencias del mercado, hasta convertirse en corporaciones criminales. Estas corporaciones se vieron beneficiadas del proceso de globalización y lograron tejer una compleja red de alcance global capaz de penetrar a diferentes estados nacionales, sin importar las orientaciones político-ideológicas de sus gobiernos. Algunos de sus principales enclaves son México, Colombia, Estados Unidos, Italia, España, Rusia, China y Tailandia.

 

Como las corporaciones más sofisticadas, las corporaciones criminales se organizan en red, lo que les garantiza fluidez y flexibilidad. Si bien dentro de cada nodo la organización suele ser extremadamente jerárquica, la comunicación entre distintos nodos suele ser más horizontal, respondiendo siempre a los intereses de la red, lo que no exime que sigan reproduciendo su carácter monopólico. Por eso de nada sirve cuando se detiene “al capo de la droga”, o cuando se juzga al “político coludido con el crimen organizado”, mucho menos cuando se multa al “banquero que blanqueó dinero”: la red seguirá intacta porque atacarla de raíz implicaría ir contra el propio sistema.

 

El capitalismo criminal y las corporaciones criminales también han posibilitado el florecimiento de una élite criminal que interactúa con el resto de las burguesías nacionales y trasnacionales. Bien podría denominarse burguesía criminal. Al respecto, Jairo Estrada y Sergio Moreno nos dicen:

 

No estamos, pues, frente a un simple “agente parasitario” extraño al bloque de poder, sino frente a una fracción de la clase dominante y, lo que es más importante, estamos frente a una parte del engranaje de un bloque transclasista en cuyo interior la función hegemónica es desarrollada por los estratos más ricos y poderosos, sean estos legales o ilegales (o una combinación de los dos) que fácilmente podrían ser denominados como una auténtica “burguesía mafiosa”5

 

Como toda burguesía, la burguesía criminal busca acrecentar su poder, conservar sus privilegios y garantizar su impunidad mediante el aparato de Estado. De hecho, también le interesa tener el control de cierta infraestructura para continuar llevando a cabo actividades criminales. Es así se va configurando un Estado criminal.

 

4ta. tesis. En México se ha configurado un Estado criminal y autoritario.

 

Las corporaciones criminales operan en distintos países y no han generado los mismos efectos que en México. Sostenemos que la diferencia fundamental recae en cierta particularidad del Estado mexicano actual.

 

La discusión sobre qué tipo de Estado y régimen político enfrentamos en México es la que quizá más reflexiones ha generado. Entre las diversas tipificaciones que se han propuesto están la de Estado Fallido, Narcoestado, Estado de Excepción, Dictadura cívico-militar, Democracia deformada, Regresión autoritaria, etc. Complementando y debatiendo con estas caracterizaciones, aquí proponemos que el Estado mexicano tiene dos rasgos principales: es criminal y es autoritario. Analicemos el primer rasgo.

 

¿Cuál es la particularidad criminal del Estado mexicano? Una posible respuesta apunta a los altos grados de corrupción y de impunidad. Sin embargo, en otros países donde opera la relación corporación criminal/corrupción/impunidad no se producen los mismos efectos que en México. Aunque la corrupción y la impunidad son elementos que forman parte de la explicación del fenómeno, no son determinantes.

 

Otra línea explicativa señala que la guerra responde a la disputa por el territorio y el control de recursos naturales e infraestructura. Esta mirada geopolítica enfatiza el carácter estratégico del territorio nacional. Además, aquí queremos insistir en una característica sobre la que poco se ha hablado en relación con la guerra y que tiene que ver con la relación Poder formal – Poder real.

 

A lo largo de su historia, el Estado mexicano se apoyó en estructuras coloniales a las que otorgó cierta autonomía. Caciques, hacendados y finqueros son figuras de este tipo. Poderes facticos que acrecentaron su poder político y económico no al margen del Estado, sino a expensas de él. Esta relación cordial entre el poder real y el poder formal fue terreno fértil para que las mafias de la droga primero, y las corporaciones criminales después, acrecentaran su poder desde dentro del propio Estado.

 

Al respecto, Gustavo Esteva ha señalado que “experimentamos [un] lodo social y político. Del mismo modo que en el lodo no es posible distinguir el agua de la tierra, en México ya es imposible distinguir claramente entre el mundo de las instituciones y el del crimen. Son la misma cosa; encarnan conjuntamente el mal que padecemos”6.

 

Ahora bien, en los últimos años hemos visto un fenómeno novedoso: las corporaciones criminales, como nuevos miembros de las burguesías nacionales y transnacionales entran también a la disputa por la materialización del Estado; es decir, por las instituciones y los gobiernos. Ya no sólo financian campañas o utilizan a sus aliados en la política para acrecentar su negocio, ellos mismos se vuelven parte de dichas instituciones y utilizan esas infraestructuras para sus intereses. Así, en el Estado criminal se borran todas las fronteras entre lo legal y lo ilegal, entre lo institucional y lo criminal; peor aún, lo ilegal ocupa lo legal para seguir reproduciéndose.

 

En lo se refiere al carácter autoritario, pensamos no en la forma tradicional del autoritarismo, sino en una forma nueva, una especie de Autoritarismo del siglo XXI. Este autoritarismo tiene toda la apariencia de ser compatible con un sistema democrático -en el sentido de que no muestra en su discurso tintes totalitarios o fascistas, sino que aparenta que no hay contradicción entre autoritarismo y prácticas democráticas- y aprovecha las nuevas tecnologías para generar control. Desde luego descansa en el poder militar, pero para ocultar su matriz, militariza policías y leyes, al mismo tiempo que hace un uso faccioso de éstas. La militarización de la sociedad y de la vida pública son sus principales características. Igualmente, por medio de la generación del terror, se busca anular toda capacidad de respuesta social, al tiempo que genera política y discursos que alimentan la desmovilización, la despolitización, la reclusión en la vida privada, la desilusión y el desencanto. El sujeto ideal del Estado criminal y autoritario es aquel que se muestra triste, apático y obediente: cuerpo también ha sido colonizado.

 

Así, el Estado criminal y autoritario mexicano utiliza una política criminalizadora, mediante la cual busca silenciar el descontento social y neutralizar las múltiples formas de resistencia que surgen en contraposición a las clases dominantes. Se vuelven cotidianos los crímenes de Estado, el encarcelamiento por motivos políticos, la desaparición o asesinato de líderes sociales, periodistas y defensores de derechos humanos, así como la censura y la vigilancia.

 

En México el Estado criminal y autoritario se ha convertido en un aparato de guerra al servicio de las clases dominantes y en contra el pueblo.

 

5ta. tesis. El capitalismo criminal se reproduce en la vida cotidiana de las personas y ha generado una sociedad criminal

 

El capitalismo criminal ha generado una importante base social en diferentes puntos del territorio nacional. Esto tiene una doble explicación: en algunas zonas en dónde nunca llegaron las instituciones del Estado, la mafia de la droga se encargó de llenar el vacío. Son cientos los pequeños poblados en el norte del país en los que la mafia se encargó de construir el hospital o la iglesia, o bien construyó carreteras para trasladar su mercancía, la cual también sirvió para el desarrollo de la población y la comunicación con el exterior. Al mismo tiempo que generó infraestructura, la mafia estableció toda una serie de estructuras de poder, instituciones informales, prácticas, parámetros del éxito y pautas culturales. El líder de la mafia local, mediante una forma de dominación carismática, adquirió fuerte influencia dentro de la sociedad: era el que propiciaba el desarrollo del pueblo, el que garantizaba empleo para sus habitantes y al que todos querían como compadre. Una representación a escala de la figura presidencial.

 

Por otra parte, con la desestructuración y “adelgazamiento” del Estado mexicano producto del neoliberalismo, las corporaciones criminales comenzaron a llenar el vacío de las políticas de justicia social y de trabajo. Fueron ellos los que emplearon a miles de campesinos que se quedaron sin tierra y sin apoyos como producto de la descampenización de la economía nacional. Fueron también ellos los que dieron trabajos a miles de migrantes nacionales y extranjeros que no alcanzaron a cruzar la frontera.

 

Más recientemente, las corporaciones criminales se han vuelto el principal instrumento de movilidad social en algunas regiones del país. Muchos jóvenes prefieren vivir poco tiempo y ganar bien. Dedicarse al crimen organizado se ha convertido en una forma de obtener ingreso, distinción social, virilidad, poder y acceso.

 

Pero, para que una corporación criminal funcione requiere de contadores, abogados, médicos, comunicadores, banqueros, cajeros, políticos, transportistas, policías, militares, paramilitares, diplomáticos y un sinfín de perfiles. Estas personas saben bien que incurren en un crimen, pero que ya sea por ambición o por única opción, se vuelven empleados de la corporación criminal.

 

Sí a esto sumamos la degradación del tejido social, la destrucción de la comunidad en pro del capital y del individuo, la convivencia cotidiana con el terror, con fosas clandestinas, con cuerpos desmembrados y decapitados y la normalización de la violencia, entenderemos que la frontera de lo permisible se rompe diariamente.

 

La sociedad criminal es la evolución lógica de una sociedad a la que se le inculcó que “el que no tranza no avanza”, o que “nadie aguanta un cañonazo de 50 mil pesos”.

 

A manera de conclusión podemos decir que parar la guerra en México es uno de los mayores retos teóricos y políticos que enfrentamos. Las visiones fragmentadas y las respuestas únicas no sirven. Entender que la guerra en México es una forma de cómo se despliega el capital, nos llevara a pensar en mejores estrategias para enfrentarla. El reto es grande y urgente. Las respuestas están fuera del capitalismo. Empecemos a imaginar y construir ese otro mundo.

 

Raúl Romero

 

Técnico Académico en el Instituto de Investigaciones Sociales y Profesor en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales-UNAM.

 

Publicado en Revista Memoria no. 259, año 2016-3

http://revistamemoria.mx/?p=1188

 

1 Congreso Nacional Indígena y Ejército Zapatista de Liberación Nacional. 2ª. Declaración de la compartición CNI-EZLN. Sobre el despojo a nuestros pueblos. En: http://enlacezapatista.ezln.org.mx/

2 Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. “Crimen organizado transnacional” . http://www.unodc.org/ropan/es/organized-crime.html

3 Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito. “Delincuencia organizada transnacional –La economía ilegal mundializada”.

http://www.unodc.org/documents/toc/factsheets/TOC12_fs_general_ES_HIRES.pdf

4 Galindo, Magdalena. “El Capitalismo Criminal, Fase Superior del Imperialismo”. En Revista Mundo Siglo XXI, no. 2 (otoño de 2005), p. 49. México: Instituto Politécnico Nacional – Centro de Investigaciones Económicas, Administrativas y Sociales.

5 J. Estrada Álvarez y S. Moreno Rubio, “Configuraciones (criminales) del capitalismo actual. Tendencias de análisis y elementos de interpretación”. En J. Estrada (Edit.). Capitalismo criminal. Ensayos críticos, Colombia: Universidad Nacional de Colombia, 2008, p. 33.

6 Esteva, Gustavo. “Capacidad de respuesta”. En La Jornada, 13 de octubre de 2014.

https://www.alainet.org/en/node/179863?language=en
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