Medios, relatos e historia
- Opinión
Cada vez que se escenifica un film bélico en algún remoto lugar, vuelven a irrumpir las banderas, los uniformes y símbolos que decoraron tal o cual episodio. Claro, con la salvedad de que en este presente no son sino mero ambiente de época, decorado y vestuario. Sea que se trata de Troya o la recreación del Día D, de la Revolución Rusa o de la Crisis de los Mísiles en Cuba, la verdad es que los signos de otrora, los mismos que cristalizaron la pasión de multitudes se convierten hoy en puros significantes, formas inanes que sirven de huellas históricas.
Nuestra época híper moderna se ha dado a la tarea de resucitar algunos episodios de la violencia humana. Esta vez, por cierto, se trata de una mirada aséptica, exenta de los contenidos que justificaron los signos que ornamentan la época aludida. Así, una bandera nacionalsocialista que flamea en el cuartel de la Gestapo, en algún pueblito francés sólo nos índica que estamos entre 1940 y 1944, y lo mismo ocurre si vemos un vehículo que porta la bandera roja y el CCCP de la Unión Soviética.
Esta posibilidad de asistir al despliegue simbólico de un cierto periodo histórico desde el distanciamiento de la mirada, desde el efecto estético de época, instala una inquietante sospecha. En efecto, pareciera que existe aquel lugar, aquella distancia, que permite una mirada desprovista de creencias y pasiones para examinar el presente. De algún modo, podríamos practicar una mirada oblicua de cualquier presente en cuanto despliegue de fútiles signos vacíos.
Esta mirada fría, si se quiere, nos permite aproximarnos a la historia como puro exhibicionismo y representación. Esta suerte de mirada inmune nos conduce al escepticismo, al desfondamiento de los guiones políticos o históricos de época. La Híper Industria Cultural despliega, precisamente, una representación audiovisual del presente, lo hace en tiempo real, pero como una mera mise -en- scène.
De este modo, como fríos y distantes testigos, las bombas estallan en nuestro dormitorio y las pilas de cadáveres se amontonan en el living de nuestro hogar, sin saber a ciencia cierta si provienen del último reportaje de la BBC en el Medio Oriente o de la última película de algún musculoso héroe de Hollywood. Cuando el virtuosismo tecno - mediático es capaz de abolir los límites entre la ficción y cualquier presunta realidad, la imagen construye un relato del ahora, sea que se trate de enésimo atentado terrorista en algún lugar del mundo o del inminente triunfo de Donald Trump en los Estados Unidos. Un relato carente del espesor de ese otro relato que llamábamos historia.
Álvaro Cuadra es Doctor de la Université Paris-Sorbonne, Paris, Francia
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