Más allá de la derrota argentina: 7 claves sobre América Latina
- Opinión
El triunfo de Mauricio Macri en los comicios presidenciales argentinos supone sin dudas un retroceso para todos los gobiernos de izquierda y progresistas de América Latina. Sin embargo, su victoria se enmarca en un proceso político y económico que trasciende las coyunturas electorales.
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Las dictaduras militares de los años ’60 y ’70 en América Latina dieron inicio al período neoliberal que luego prosiguió con las aperturas democráticas. Presionados por la ofensiva conservadora encabezada por Ronald Reagan en EEUU y Margaret Thatcher en Gran Bretaña -y en muchos casos también por factores internos como las Fuerzas Armadas locales- las nuevas democracias de fin del siglo XX profundizaron las medidas de ajuste, endeudamiento y privatizaciones.
Sustentado en una derrota económica, social, política y también militar, este período supuso un reflujo de las masas populares que dio paso a una etapa de resistencia al neoliberalismo.
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Entre fines del siglo XX y principios del XXI, esa resistencia pasó a la ofensiva y América Latina vivió un ciclo de rebeliones populares que impugnaron el modelo neoliberal. El Caracazo de 1989 y la fallida rebelión militar de 1992 en Venezuela; el levantamiento zapatista de 1994 en México; el 19 y 20 de diciembre de 2001 en Argentina; y las guerras del gas y del agua en Bolivia, fueron algunas de estas expresiones que abrieron el camino a un nuevo ciclo.
Fue entonces que fuerzas progresistas y de izquierda llegaron al gobierno como expresión y canalización de esos levantamientos populares que rechazaron el neoliberalismo en todo el continente.
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La nueva etapa, que puede fechar su comienzo en la victoria de Hugo Chávez en Venezuela en el año 1998, significó una impugnación mayoritaria al neoliberalismo pero no su derrota definitiva. Por el contrario los últimos 15 años vieron como América Latina se dirimió entre tres grandes modelos en disputa.
Por un lado aquellos proyectos neoliberales que no lograron ser derrotados por las masas (Colombia, Chile, México, entre otros) continuaron como aliados del imperialismo estadounidense. Con transformaciones y matices, pero sin modificar su matriz de fondo ni cuestionar la hegemonía norteamericana.
Asimismo surgieron varios gobiernos progresistas con un modelo neodesarrollista que basó su proyecto en una reindustrialización sostenida en la venta de las commodities (que vieron disparados sus precios internacionales); la intervención del Estado en la economía para controlar, principalmente, la esfera del consumo y con reducidas acciones que modifiquen la estructura de sus economías; y una política de distribución de la renta generada. Argentina y Brasil fueron los principales exponentes de este paradigma.
Finalmente, el tercer modelo en pugna -y más radical- fue aquel que se nucleó tras la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América (Alba) impulsada por Cuba y Venezuela que puso al Socialismo del Siglo XXI como horizonte. Es decir una alternativa al capitalismo en sus distintos matices (neoliberal o con inclusión). Asimismo, este proyecto fue el que planteó la contradicción principal con el imperialismo y el modelo neoliberal.
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Con la crisis del capitalismo mundial producto de la explosión de la burbuja inmobiliaria en EEUU hacia finales de la década del 2000 se lanza una ofensiva contra las economías periféricas.
Las grandes multinacionales buscan avanzar aun más en el control de los recursos naturales que generan renta extraordinaria (como la minería y el petróleo). Asimismo, en la búsqueda de mercados para insertar sus productos industriales, fomentan tratados de libre comercio que tienen como resultado la desindustrialización de los países emergentes. Finalmente (y esto se ve claramente en América Latina) comienzan a realizar una manipulación del dólar que pasa a ser, además de la moneda mundial de intercambio, una mercancía en sí misma cuyo precio es manejado desde Washington para presionar a las economías locales.
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En paralelo a este avance del capital transnacional, los EEUU realizan cambios en su política exterior que apuntan en el mismo sentido. Tras la crisis económica y las derrotas en Medio Oriente (Afganistán e Irak) vuelve a volcar con fuerza su iniciativa sobre América Latina.
Mediante una alianza con las burguesías locales y los medios de comunicación como actores principales, fomenta la desestabilización de los gobiernos que plantearon distintos niveles de soberanía (en algunos casos como Honduras y Paraguay, provocando directamente golpes de Estado).
Algunas de las medidas que se pueden enumerar -con distintos niveles de efectividad- son: el aislamiento y ataque sistemático a la Revolución Bolivariana para que no pueda convertirse en un eje articulador de un bloque antiimperialista; la distensión de relaciones con Cuba que buscan penetrar en la isla y presentarla como un modelo que ya no es “peligroso”; el apoyo a Santos por sobre Uribe en Colombia para mostrar una nueva burguesía confiable y supuestamente no guerrerista; la derrota de los modelos neodesarrollistas ya sea por la vía electoral (Argentina) o la presión económica y política para que lleve a cabo un ajuste (Brasil).
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Frente a este panorama se pueden observar algunas tendencias que suponen un reto para las fuerzas populares:
* El agotamiento del neodesarrollismo no presentó una salida por izquierda si no, por el contrario, un regreso a las políticas conservadoras y de ajuste.
* Esta crisis de los modelos neodesarrollistas también plantea que la alianza entre las burguesías locales y los sectores populares fracasó. Pero esta derrota del “capitalismo serio” no fue una decisión de la clase trabajadora, si no de las propias burguesías que, al no obtener ya las ganancias extraordinarias que pretenden en el mercado interno, se vuelcan al rentismo.
* La crisis del precio del petróleo fue un duro golpe para el Alba y los gobiernos neodesarrollistas. Entre otras cosas dio por tierra (más allá de decisiones políticas) con cualquier posibilidad de impulsar proyectos como el Banco del Sur, una herramienta que podría haber resultado muy útil en un contexto como este.
* La muerte de Chávez y la ofensiva imperialista obligó a retroceder al proyecto del Alba lo que llevó a los gobiernos de izquierda a apoyarse en proyectos de integración más amplios como la Unasur y la Celac. Si bien estos espacios no dejan de suponer un avance frente a la hegemonía estadounidense, su desarrollo fue una necesidad en desmedro de un proyecto más radical y de transformación.
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Los procesos electorales sin duda condensan acumulaciones políticas y ponen de manifiesto relaciones de fuerzas sociales. En este sentido el triunfo de Macri en Argentina plantea un retroceso popular que se suma al contexto general de la región.
No obstante, así como la victoria de Dilma Rousseff en Brasil no impidió la derrota del neodesarrollismo en ese país, el resultado electoral argentino tampoco implica una derrota definitiva del movimiento popular.
Actualmente América Latina vive un período de transición cuya duración, hoy por hoy, no se puede prever. Lo que si debe estar claro es que los tiempos de ese proceso no serán los que marquen los calendarios electorales si no la propia dinámica del capital. Comprender esto es fundamental para mirar en perspectiva, evitar el impresionismo que las elecciones pueden producir y proyectar una alternativa a largo plazo.
@SantiMayor
Este artículo fue redactado sobre la base de una conferencia brindada por Joao Pedro Stédile (dirigente del Movimiento de Trabajadores Sin Tierra de Brasil) el 20 de noviembre de 2015 en la Escuela Nacional Florestán Fernandes de San Pablo.
http://notas.org.ar/2015/11/23/derrota-argentina-7-claves-america-latina/
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