¡El poder es tuyo!
- Opinión
La perversa realidad ambiental que confrontamos a diario, refleja el caos supremo de la implacable Sociedad Moderna, la cual se halla ardiendo en su máximo punto de ebullición. Nos quemamos en el fuego sagrado del ecocidio, para que el agua contaminada que intoxica la paz de los océanos, siga polucionando el viento que respiramos en el corazón de la Amazonía, y así los legendarios pulmones de Gaia se desangren en un llanto a blanco y negro.
Quizás algunos de ustedes recuerden la valerosa frase ¡El poder es tuyo!, que se decía al final de los episodios del Capitán Planeta y los planetarios. Su significado radica en que todos tenemos el poder de cambiar nuestro errático modo de vida, siempre y cuando nos llenemos de voluntad, optimismo y dedicación para alcanzar el desarrollo ecológicamente sostenible y sustentable en los entornos que albergamos, renaciendo como ciudadanos responsables que priorizan el resguardo de su patrimonio natural.
El Capitán Planeta fue un verdadero superhéroe que iluminó las pantallas de TV en la década de los años noventa, a través de una serie animada que buscaba despertar en los niños y adolescentes el interés por el conservacionismo, y la preocupación por el acelerado deterioro que sufría el Medio Ambiente. Para lograrlo, nos presentaban a cinco jóvenes planetarios que convertían los clásicos elementos de la Naturaleza, en grandiosos poderes mágicos al servicio de la paz, de la vida y de la Humanidad.
No hay duda que Kwame de África con el poder de la Tierra, Wheeler de América del Norte con el poder del fuego, Linka de Europa del Este con el poder del viento, Gi de Asia con el poder del agua, y Matti de América del Sur con el poder del corazón, transformaron sus cinco poderosos anillos en un gran símbolo de la batalla ecológica global. Ellos demostraron que la juventud podía transitar los senderos de la conciencia ambiental, para defender a capa y espada todos los recursos naturales de nuestra querida Pachamama.
Viajando por los cuatro puntos cardinales, los muchachos planetarios ostentaban el poder de la valentía, del sacrificio, del ímpetu, del compromiso, de la pasión y de las ganas de salvaguardar la integridad de la Tierra. La unión de sus fuertes sortijas invocaban al extraordinario Capitán Planeta, quien NO dudaba en utilizar sus virtudes para vencer a cualquier eco-villano, que pusiera en peligro la tranquilidad del orbe. Nadie pudo con él. La Doctora Plaga, Clepto Voraz, Cerdonio Ruin, Otto Fangoso y el resto de los malvados ecocidas, tuvieron que rendirse por las agallas revolucionarias de nuestro superhéroe.
En los episodios del Capitán Planeta y los planetarios se abordaban inconvenientes socio-ambientales, como el smog en las calles por el excesivo tráfico vehicular, la ambición de convertir la energía nuclear en un arma de destrucción masiva, el sistemático quebranto de la capa de ozono por los plaguicidas, el crecimiento de la basura doméstica y de los residuos industriales en los espacios públicos, la contaminación de las fuentes de agua dulce y salada, la cacería de animales para emplear sus pieles en la confección de ropa, el exterminio de las ballenas, la corrupción y burocracia de los políticos para permitir los ecocidios, la extracción de minerales por parte de las transnacionales, el peligro de la lluvia ácida por la quema de carbón, y muchísimos otros temas que expresaban la desidia ambiental de aquel lejano tiempo.
Además, al concluir los capítulos se mencionaban consejos ecológicos para que los televidentes, reflexionaran un poquito sobre el planeta Tierra y mejoraran su interacción con el resto de la sociedad. Nos invitaban a no derrochar la energía eléctrica en los hogares, a no caer en el vicio del tabaquismo que perturba la salud humana, a no malgastar el agua potable al lavar el automóvil, a no procrear hijos biológicos de forma irresponsable, a no lanzar los residuos inorgánicos en la vegetación de los parques, a no tirar el aceite por el drenaje de la cocina, y a no ponderar la agresión física para resolver nuestros problemas interpersonales.
También nos incentivaban a usar la bicicleta para acudir a sitios cercanos, a plantar árboles en las ciudades, a abrir las ventanas de la casa y aprovechar la renovable luz solar, a utilizar la lavadora solo con una carga completa de ropa para lavar, a motivar el hábito de la lectura desde la infancia, a reutilizar las hojas de papel, a ejercitar el cuerpo practicando disciplinas deportivas, y a conllevar una actitud de respeto ambiental, que NO estuviera sujeta a las presiones sociales, a la moda y a los estigmas urbanos.
Desafortunadamente, las temáticas expuestas en los episodios del Capitán Planeta y los planetarios, fueron tildadas de aburridas y exageradas por un gran número de detractores de la serie animada. No obstante, las historias que allí se relataron hace más de 20 años, terminaron siendo un trágico preludio de la actual aniquilación ambiental, que sufre el Mundo tecnócrata en pleno siglo XXI.
Vemos que el Cambio Climático, el Efecto Invernadero y el Calentamiento Global, se encargaron de devastar las ilusiones de Gaia, del Capitán Planeta y de sus cinco jóvenes planetarios. Ellos fueron derrotados y envenenados por la letal inyección de alimentos transgénicos en el mercado, por la penetrante fractura hidráulica que rompe los suelos gasíferos, por los sembradíos de droga que deforestan los bosques nativos, por la extinción de especies de fauna exótica en las áreas selváticas, por los incontenibles derrames de crudo que se acumulan en las costas marítimas, por la sequía extrema que mata de hambre y sed a las familias humildes, y por el clima de hostilidad latente que malogra la paz de los ecosistemas y de su biodiversidad.
Desde que se emitió en TV el primer capítulo del Capitán Planeta en el nostálgico año de 1990, hasta el desenfreno ambiental que resistimos en el sofisticado año 2015, han aumentado en más de un 60% las emisiones globales de dióxido de carbono en la atmósfera terrestre, por la descomunal quema de combustibles fósiles (petróleo, gas natural y carbón). Hoy por hoy, más de 35.000 millones de toneladas de CO2 se filtran en el Medio Ambiente y polucionan la calidad del aire que todos respiramos, para satisfacer la brutal demanda de bienes y servicios del Nuevo Orden Mundial, siendo la auténtica kriptonita que enluta de sangre el destino de la civilización moderna.
Sin nada que perder y mucho por ganar, salí a las calles venezolanas para preguntarle a la gente verde y silvestre lo siguiente: ¿Usted sabe quién es el Capitán Planeta? Jóvenes, adultos y ancianos me dijeron ¿Te refieres al Capitán América? Yo les volví a indicar “No, les hablo del Capitán Planeta y los planetarios” Otra vez me replicaron ¿No será el Capitán América de los Vengadores? Finalmente me dijeron “Ni idea, no conocemos al Capitán Planeta”.
Pese a pedirles que hicieran un esfuerzo intelectual y recordaran a sus superhéroes de la infancia, nadie se acordó de los memorables combates encarnizados por el Capitán Planeta y los planetarios. Todos se acordaron única y exclusivamente de los peores antihéroes que incluyen a Spiderman, Batman, Hulk, Superman, los 4 Fantásticos y los X-Men. Como sabemos, todos esos personajes ficticios que gozan de gran popularidad, inyectan una serie de antivalores en la realidad psíquica de los individuos, desencadenando la violencia ciudadana, el odio infundado, la sed de venganza, la proyección del egoísmo y la enemistad social.
De hecho, la mayoría de los encuestados que solamente recordaron al belicista Capitán América, también reconocieron que NO practicaban la Cultura del Reciclaje, ni la Eficiencia Energética ni el Ahorro del Agua Potable. Por desgracia, vivimos en un siglo XXI que padece del enfermizo consumismo a escala mundial. El billete del águila calva y su capitalismo salvaje, va carcomiendo el espíritu humanista, pacifista y conservacionista de los millones de hombres y mujeres del globo. Ellos quedaron ciegos, sordos y mudos ante la irracionalidad ambiental vislumbrada, porque el Tío Sam los esclavizó a no ver, no escuchar y no denunciar la ola de crímenes de lesa naturaleza, que se cometen con frecuencia en la geografía de nuestros países.
Lo insano le gana el pugilato a lo sano. Por eso todos los borregos capitalistas del siglo XXI, idolatran al Capitán América por encima del Capitán Planeta, representando una clara muestra de la indiferencia ecológica, de la alienación mediática y de la transculturación que contagia a la Humanidad. Los gobiernos de turno y sus clientelistas organismos ambientales, siempre le besan la manito a las plurivalentes transnacionales, mediante el otorgamiento de licencias para explorar y explotar los recursos naturales foráneos, y así ejecutar con vileza los megaproyectos extractivos, que cobran la vida de los pueblos originarios y de las tierras fértiles que por derecho les pertenecen.
Nadie quiere rememorar los capítulos y las enseñanzas del Capitán Planeta, porque las imágenes se ven borrosas, arcaicas y desdibujadas. Ya no importa el argumento, el contenido y la transmisión de valores éticos, morales y ecológicos, que puedan influir positivamente en nuestro modus vivendi. Todos prefieren ver la frivolidad de contenidos en alta definición, en tres dimensiones y con sonido envolvente. No importa que esos bodrios audiovisuales representen apología de guerra, de envidia y de traición a la patria, porque los cabezas huecas que consumen con religiosidad esos mensajes subliminales, tampoco tienen la capacidad de introspección para recuperar el pensamiento crítico en sus vidas.
Es consabido que a la gente le gusta vivir conforme otros deciden el qué y el cómo vivir sus propias vidas. Estamos inmersos en un grave problema holístico, repleto de millones de cadetes que obedecen la voz de mando del Capitán América, y NO pueden aplicar el discernimiento que los libere del adoctrinamiento de masas Made in USA.
Resulta chocante apreciar que la NASA pida a sus seguidores en las redes sociales, que le envíen fotos y videos de los lugares favoritos que conozcan en la Tierra. Con el hashtag #NoPlaceLikeHome (No hay lugar como el hogar), el organismo estadounidense pretende que olvidemos como han convertido el clima hogareño de la Tierra, en un pan y circo de acceso reservado a las élites. La NASA jamás aprovecha su poder de convocatoria y convencimiento entre la multitud de carne y hueso, para que los terrícolas aprendan a resolver sencillos cálculos matemáticos, en aras de practicar la regla de las 3Rs (reducir, reutilizar y reciclar). Es más rentable vendernos binoculares, fotomontajes y campañas electorales, que se ocultan en exoplanetas, en cohetes y en chatarra espacial.
Por tal motivo, la posibilidad de regresarle los árboles a los verdosos bosques, de tapizarle las nubes al azulado cielo y de liberar a las sirenas en el terciopelo de los mares, quedó súbitamente destruida por el arsenal de bombas, de ametralladoras, de escopetas, de granadas y de tanques, que fructifican la carrera armamentista devoradora del planeta Tierra.
Así, va creciendo la mala suerte de los Seres Humanos que se traduce en fortísimos terremotos, avalanchas, huracanes, incendios forestales, tormentas de polvo, tsunamis, inundaciones y demás catástrofes que NO son culpa de la divina Naturaleza. Queda claro, que el Capitán Planeta resultó ser un superhéroe sin la malicia suficiente, para pronosticar el abrasivo holocausto que se avecinaba en el sobre-poblado siglo XXI.
Nunca imaginó que cada año se perderían más de 13 millones de hectáreas de bosques en el planeta Tierra, que el ancestral maltrato animal de la tauromaquia llegaría a Estados Unidos con “The Great Bull Run”, que un cerdo peregrino escaparía de una granja y se arrodillaría frente a un templo budista, que el elefante Raju lloraría tras ser liberado después de pasar cincuenta años en estado de cautiverio, que un gran relámpago caería en la cúpula de la Basílica de San Pedro, y que las orcas de SeaWorld eran drogadas para realizar las asombrosas coreografías acuáticas.
Jamás pensó que el plástico tendría su propia isla de basura sintética, enclavada en el giro oceánico del Pacífico Norte, que la miel de las abejas sería reemplazada por la robótica de Monsanto, que la Tortuga gigante de Floreana sucumbiría con rapidez en las islas Galápagos, que la excesiva niebla tóxica en Pekín obligaría a sembrar nubes artificiales con yoduro de plata, que la huella hídrica intensificada por la expansión agrícola, dejaría a más de 800 millones de personas sin acceso al agua potable, y que el cordero de dios ya no quita el pecado del Mundo en ningún rincón de la vía láctea.
Nuestro amado Capitán Planeta, fue un tipo ingenuo que no escapó de la xenofobia de sus creadores y del glifosato de sus afanosos verdugos. Una esperanza taciturna que partió en mil pedazos a la cámara de cristal. Un sueño roto envuelto en la pesadilla radiactiva de Fukushima, en el incontrolable fuel vertido por el Prestige, en el sulfato de cobre que cubrió al Río Sonora y Bacanuchi, en la agresiva tala indiscriminada de la Ciénaga Grande de Santa Marta, en la mancha aceitosa sedimentada por el Golfo de México, en el infernal rustiqueo que aceleró con furia en la Gran Sabana, en el enturbamiento glaciar causado en Pascua Lama, y en cualquier otro ecocidio que oxida, corrompe y desgasta los anillos de la fe humana.
La juventud planetaria evocada en los años noventa por Kwame, Wheeler, Linka, Gi y Matti, se encuentra en verdadero peligro de extinción. Los jóvenes del siglo XXI son demasiado tontos, flojos y manipulables, como para pedirles que asuman la lucha ecológica en sus comunidades. Ellos son felices jugando hasta la saciedad con el Grand Theft Auto, escribiendo analfabetismo en Twitter o Facebook, bebiendo miles de litros de la espumosa Coca-Cola, escuchando la promiscuidad del reguetón sin condones, preguntando qué es una pregunta en Yahoo Respuestas, comiendo amargas cotufas en una hacinada sala de cine, descargando infinitos Torrents sin pensar en el copyright, sintonizando MTV para embrutecer el dogmático cerebro, y mutándose en parásitos que son una carga para el resto de la población global.
La falta de Educación Ambiental (EA) en los colegios públicos y privados de nuestros países, agranda el daño ecológico padecido a lo largo y ancho del planeta Tierra, pues la oferta académica y el plan de estudio instaurado por los centros educativos, soslayan la obligatoriedad en cursar cátedras de provecho ambiental. Debemos comprender que la preservación de la especie humana depende del arraigo cultural, del sentido de pertenencia, y del amor incondicional a un gentilicio que nos libera de la injerencia extranjera.
No olvidemos que Abril es el mes favorito de la Tierra, ya que el 22 de abril se celebra el maravilloso “Día Mundial de la Tierra”, para que efectuemos proyectos, charlas, manualidades, obras teatrales, concursos, exposiciones, letreros y demás estrategias didácticas en las que participen los padres, los profesores y sus alumnos. Esas iniciativas no deben nacer, crecer y morir en el atardecer del 22 de abril, pues la ecología es un conocimiento clave para el porvenir de las futuras generaciones de médicos, abogados, ingenieros, comerciantes, amas de casa, músicos, arquitectos, políticos, ganaderos, policías, obreros, y demás protagonistas del ámbito social establecido.
Qué bonito sería que tus hijos crecieran con el gran apego a la vida de un Tardígrado. Detrás de la lentitud de sus pasos y de su diminuto tamaño, los llamados “osos de agua” tienen un impresionante deseo de vivir, más allá de las variables negativas del entorno. Son únicos en el reino animal, porque pueden entrar en un estado de animación suspendida (criptobiosis), que les permite transcurrir largos años sin hidratarse con agua, soportar elevadísimas presiones atmosféricas, resistir a la radiación ionizante, sobrevivir y hasta reproducirse en el espacio exterior. Aunque ninguno de nosotros tiene el codiciado ADN de un tardígrado, podemos aprender de su instinto de supervivencia para NO darnos por vencidos, y seguir adelante con la construcción del Hombre Nuevo.
Te aseguramos que el Día de la Tierra es una tremenda oportunidad para educarnos, llenar el corazón de bríos y aceptar el legado del Capitán Planeta, con el propósito de heredar los ojos, los recursos y los elementos de la bellísima Gaia. Recuerda que el poder es tuyo, solo si te apoderas de la conciencia ecológica que todos necesitamos adoptar en nuestras vidas, para enfrentar los retos ambientales que trae consigo el futuro por recorrer.
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