El mensaje de un santo de la liberación
17/10/2012
- Opinión
Al Rdo. Gregorio Iriarte, mi “cura socialista” como le llamaba cariñosamente en la intimidad, le conocí en el Directorio de COBOCE. Trabajamos juntos varios años en favor de la empresa del cemento, urgiendo acciones para el bien social; en una ocasión llegamos a Irpa Irpa a convencer a los obreros que no podían lesionar la dignidad del Gerente Ing. Jaime Méndez, principal fundador de la gran empresa cooperativa.
Gracias a Gregorio fui invitado por el Presidente Morales para ser candidato a Senador por Cochabamba. Él conocía mis principios socialistas y en ese entonces, 2005, como ahora, se trataba de trabajar por un cambio democrático de connotada ideologización cristiana y sobre todo “humanista”, así estaba inscrito en su mente y en su corazón de religioso de la Liberación, la Iglesia de los Pobres, junto a Lefebre, Espinal, Romero, Leonardo Boff, Frei Betto, José Comblin, Wilson Woots y tantos renovadores del mensaje de Cristo. Falleció santamente.
Por eso fue tan significativa la homilía en su honor, la de su hermosa misa de cuerpo presente en la Catedral. Monseñor Sainz habló sobre el último mandamiento evangélico: “Un último mandamiento os dejo, dijo Jesucristo, que os améis los unos a los otros”. Gregorio agregaba en contexto: “Y que os améis a vosotros mismos”. Luego la afirmación: “Dios no juzga, ama a la humanidad entera, a su creación, el universo, la Madre Tierra, la realidad compleja creada a su semejanza. Dios en la interioridad del alma y no en las nubes. ¡Qué mensaje extraordinario!
Cuando inicié mi labor parlamentaria, me previno: “Ten cuidado con el cooperativismo minero, es totalmente ajeno al espíritu proletario”. Y qué decir de los colonizadores cocaleros que invaden el Tipnis. Era un gran crítico de la falsa democracia, irrespetuosa de las máximas de Montesquieu sobre la independencia de poderes, hoy conculcada gravemente.
Más tarde leí que bendijo en la morgue los cadáveres de los mineros masacrados y denunció acremente a los responsables del genocidio en la Noche de San Juan cuando el gobierno militar ordenó el crimen utilizando conscriptos contra sus propios padres en esa festividad.
Leí sus libros académicos sobre la Realidad Nacional, instrumento de vergüenza para los responsables políticos de un país atrasado en derechos civiles, salud, educación, seguridad social, vivienda, libertad de palabra. Las cifras actualizadas con honestidad y frialdad científica presentadas anualmente en los libros de Gregorio son un revés a los que abusan del poder político.
En la intimidad de su domicilio oblato, en la calle Mayor Rocha, rodeado de textos y apuntes, estampas de imágenes santas, siempre presto a escribir en su antigua computadora, recibía mi visita con extrema amabilidad y sonrisa afable, la voz quebrada de gratitud y el cerebro abierto al debate profundo. Yo veía en él la imagen rediviva de Cristo el mensajero de amor, y lo amaba ciertamente.
En el ámbito sagrado de la Catedral, la atmósfera vibrante de sentimiento, detrás del féretro de mi santo, observé con afecto a muchos religiosos respetables despidiendo el cuerpo de Gregorio antes de su ingreso al Paraíso, recibido por los ángeles del cielo. Luego de muchísimos años, identifiqué entre los sacerdotes a otro gran amigo americano el Rdo Patricio, perseguido por la inquina del medio. Por asociación evoqué la bella mirada del Padre Carlos Lozada en su retiro de invierno perseguido por el Plan Cóndor, a Alejandro Gasset del Pio X proscrito por afirmar que el compromiso cristiano debía parecerse al del Che Guevara, a los jóvenes de la OCSA echados de Bolivia por la intolerancia religiosa, a Antonio y Luis Diez del Pozo, a la Madre Fulvia, la Madre Elyzabeth del hospital Setton, Elyzabeth del Maryknoll. Otros mensajeros del verdadero amor. ¡Benditos sean todos ellos!
Cochabamba octubre 2012
Finalmente, sorprendió con la afirmación: “Dios no juzga, ama a la humanidad entera y a su creación, el universo, la Madre Tierra, divinidad compleja hecha a su semejanza. Dios en la interioridad y no en las nubes. ¡Qué mensaje extraordinario!
Iniciando mi labor parlamentaria, me previno: “Ten cuidado con los mineros cooperativistas”, son unos explotadores, ajenos al espíritu proletario. Y qué decir de los colonizadores cocaleros que invaden el Tipnis. Era un enemigo crítico de la falsa democracia irrespetuosa de las máximas de Montesquieu sobre la independencia de poderes, ahora conculcada gravemente.
Más tarde leí que estuvo presente bendiciendo los cadáveres masacrados y su denuncia ulterior contra los responsables del genocidio en la Noche de San Juan cuando el gobierno militar ordenó un crimen utilizando conscriptos contra sus propios padres indígenas en las minas al amanecer cobarde de esa festividad.
Leí sus libros académicos sobre la Realidad Nacional, instrumento de tortura para los responsables políticos de un país atrasado en derechos civiles, salud, educación, seguridad social, vivienda, libertad de palabra. Las cifras actualizadas con honestidad y frialdad científica presentadas anualmente en los libros de Gregorio son un revés a los detentadores del poder político.
En la intimidad de su domicilio oblato, en la calle Mayor Rocha próximo al colegio de La Salle, rodeado de textos y apuntes, estampas de santos, siempre presto a escribir en su antigua computadora, recibía cualquier regalo con extrema humildad, voz quebrada de gratitud y rostro de sonrisa afable. Yo veía en él a Cristo el mensajero de amor y lo amaba ciertamente.
En el ámbito religioso y sagrado de la Catedral, en presencia de la Virgen de las Mercedes, la Heroína, iglesia vibrante de sentimientos humanos, observé después de muchísimos años, por designio de Gregorio, a otro sacerdote, otro benefactor, un canadiense de la calle Colombia, partió antes de mi abrazo. Así, pude otrora rescatar la bella mirada del Padre Carlos Lozada en su retiro de invierno, otro santo de la justicia social, otro mensajero de amor. ¡Benditos sean ellos!
Gastón Cornejo Bascopé
Cochabamba octubre 2012
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