La intolerancia de la tolerancia cero

22/03/2012
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En 1784 Immanuel Kant daba un fuerte impulso a la naciente modernidad con su proposición ¡Atrévete a saber! (sapere aude). En ella llamaba a los hombres a alcanzar la mayoría de edad, decidiendo por sí mismos, y aprendiendo a conocer y saber sin tutela. Si Kant hubiera lanzado su histórico enunciado en el Chile de hoy lo más probable es que le hubieran aplicado la ley de seguridad interior del Estado.
 
Hasta el año 2009, con el paréntesis de la dictadura, los chilenos decidían cuánto y qué comer, qué tomar, como sentarse o dormir en un bus y como asociarse y movilizarse para defender sus derechos. Decidían, tiempo pretérito, hasta que llegó la otra forma de gobernar. Hoy día hemos vuelto a la minoría de edad que condenaba Kant, más de doscientos años atrás.
 
Chile en el año 2012 se ha convertido en una gran cárcel donde es difícil moverse con tranquilidad. A las numerosas cámaras de vigilancia que nos auscultan en todas partes, se ha agregado un control agobiante sobre nuestras costumbres, con el propósito de cuidar “nuestra seguridad”. Si alguien antes se daba un atracón de papas fritas con hamburguesas, hoy día está rechazado por nuestro gran hermano que vela por nuestro colesterol. La primera dama, que a pesar de comer sano, tiene unos kilitos demás, nos recomienda (idea copiada a la Sra. Obama) comer frutas y verduras y hacer ejercicio indicándonos cuan beneficioso es para nuestra salud.
 
Pero hay más cuidados de nuestro gran hermano, el cigarro va a ser prohibido en todas partes salvo en nuestros hogares; al parecer, allí tiene menos nicotina que en los restaurantes y plazas Debemos viajar en los buses interprovinciales con cinturón de seguridad para proteger nuestras vidas, y ahora la guinda de la torta no podemos tomar una copita, porque inmediatamente nos convertimos en asesinos del volante.
 
Mención aparte merece la satanización de toda protesta social, frente a las cuales el gobierno establece de inmediato una mesa de diálogo entre los manifestantes y las fuerzas especiales, balines incluidos. Para eso existen las leyes, sobre todo las represivas que al señor Hinzpeter tanto le gusta utilizar. No se puede ignorar que ha habido avances. La señora Juanita de Lagos, tan poco tomada en cuenta hoy día adquiere notoriedad siendo nominada a la ley de seguridad interior del Estado.
 
Las prohibiciones están a la orden del día y a nadie parece preocuparle. Los medios de comunicación por cierto se encargan de promocionar tan astutas medidas enfatizando que se trata de medidas protectoras que van en dirección de cambiar nuestra mentalidad y que pronto la gente se acostumbrará. De eso hay experiencia, todos sabemos de qué forma mucha gente se acostumbró y aceptó sin chistar lo que ocurría durante la dictadura.
 
La consigna de hoy “tolerancia cero”, no debe extrañar si se recuerda la venida de los asesores del creador de dicha consigna -el ex alcalde de Nueva York, Rudolf Giuliani- y otros jefes de policía de esa ciudad y de Los Angeles,[1] cuya misión era ayudar a implementar una política de seguridad cuyas características son la represión a ultranza. Los resultados están a la vista. Policías que actúan sin control alguno, uso y abuso de las leyes coercitivas, control indiscriminado de la población, incentivo al soplonaje y una proyección del control de las ideas por medio de medidas disciplinarias que pretenden producir cambios conductuales tendientes al control de los cuerpos.
 
Lo más preocupante de estos hechos que son de vieja data, pero que nunca se habían aplicado, después de la dictadura, con el descaro y la violencia de este gobierno, es que nadie se opone a estas peligrosas prácticas. No hay una reflexión destinada a desenmascarar lo que se oculta detrás de los discursos de Hinzpeter y compañía.
 
Se está implementando una política centrada en las prohibiciones y el castigo, ignorando lo positivo de aplicar medidas de prevención y educación. Esta nueva situación amerita respuestas fundamentadas frente a varias interrogantes:
 
¿Son realmente adecuadas y eficaces estas medidas? ¿Cuánto es el porcentaje de los accidentes de tránsito por ebriedad de los conductores? ¿Qué pasa con los peatones borrachos que son atropellados por conductores que no han ingerido alcohol? ¿Se va a prohibir también, tomar a los peatones?
El cigarrillo es bastante dañino para la salud, estamos de acuerdo, pero ¿qué pasa con la contaminación que azota Santiago, qué pasa con las industrias contaminantes? ¿Cuál de estos factores es más dañino?
 
Conducir ebrio es una irresponsabilidad peligrosa pero, ¿no sería más positivo poner más rigor en la entrega de licencias de conducir?
Estamos de acuerdo en que las grasas son dañinas, pero ¿pensó la primera dama que para una gran mayoría de los niños de colegios municipalizados un par de sopaipillas son su almuerzo y que estas los satisfacen mejor que una pera?
 
El cinturón de seguridad es adecuado para automóviles y para los choferes de buses porque evita un daño mayor, pero ¿es tan útil para los pasajeros de un bus? ¿Se imaginan viajar de Santiago a Arica en bus, sujetos en su asiento con un cinturón? ¿Son éstos prácticos en un incendio de la máquina, sobre todo para los ancianos, minusválidos y embarazadas?
 
No obstante, lo más importante es entender que es parte de los derechos del hombre tomar sus propias decisiones teniendo en cuenta no dañar a otros. Ningún gobierno tiene el derecho de pasar sobre las libertades individuales.  
 
La nueva forma de reprimir está llevando al país a una situación peligrosa, a construir una sociedad que no piensa, que acepta cualquier medida con una buena campaña publicitaria y que no es capaz de decidir lo que le conviene y lo que no. Las leyes represoras están tomando el lugar del discernimiento y la conciencia, cualidades inherentes a los individuos. Al parecer esto no tiene importancia para Piñera, su gobierno y la derecha. Para éstos cualquier medida se justifica para defender el sagrado orden público, incluso si estas van en contra de los públicos; después de todo para mantener un control acorde a un Estado represivo, nada mejor que individuos obedientes y disciplinados que sólo piensen en consumir y divertirse, por ahora, sin trago. No obstante, no debe olvidar que existen muchos “subversos” que no comulgan con ruedas de carreta.
 
Empoderar a las fuerzas represivas, construir un estado policiaco, intimidar a las fuerzas sociales, disparar contra niños es tan absurdo como tratar de apagar un fuego con bencina. Piñera va a ser recordado no sólo por su estulticia e ignorancia sino también por su violencia y tozudez. Debería recordar un refrán popular: No hay mal que dure cien años ni tonto que lo aguante. Cómo hijo putativo de la dictadura debería saberlo.
 
Para finalizar un pensamiento que haría muy bien en tomar en cuenta: “Si las sociedades se mantienen y viven, es decir, si los poderes no son en ellas 'absolutamente absolutos', es porque, tras todas las aceptaciones y las coerciones, más allá de las amenazas, de las violencias y de las persuasiones, cabe la posibilidad de ese movimiento en el que la vida no se canjea, en el que los poderes no pueden ya nada y en el que, antes las horcas y las ametralladoras, los hombres se sublevan”. (Michel Foucault).
 
Luisa Bustamante B.
Licenciada en Sociología, Universidad ARCIS
Diplomada en Estudios Griegos y Bizantinos Universidad de Chile
Estudiante de Magister en Filosofía Universidad de Chile


[1]              Reportaje de El Mercurio, edición del domingo 2 de octubre de 2011, sección D página 15.
 
https://www.alainet.org/en/node/156690?language=es
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