Crisis en Libia

Kadaffi contraataca

11/02/2011
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En momentos en que la ofensiva pasa a las fuerzas de Kadaffi, las potencias centrales se concentran para articular la caída del líder libio.
 
Denunciada la operación de prensa que intentaba demonizar a Kadaffi; demostrado en los hechos el carácter de guerra civil que ha tomado la situación, y ante el riesgo de que Kadaffi se alce con una victoria militar que prolongue su mandato y convierta en inalcanzables las riquezas petroleras libias, las acciones de la potencias centrales buscan otorgar el máximo apoyo diplomático, económico y militar a los rebeldes.
 
En lo militar, lo prioritario para la coalición europeo-estadounidense pasa por asegurar pertrechos y anular a la fuerza aérea lealdeslegitimar al gobierno libio reconociendo la autoridad rebelde, en lo económico en ahogar las reservas de activos libios en el extranjero y en la suspensión de toda transacción internacional.
 
El control del espacio aéreo ha sido clave para que las fuerzas leales a Kadaffi retomen la iniciativa en los combates y, de no mediar otros factores, el líder estaría en camino de aplastar la insurrección en su contra.
 
Las últimas noticias del frente indicaban la caída de la ciudad de Al Zawiya, 40 km al oeste de Trípoli, tras varios días de violentos combates con los insurgentes.
 
Al Zawiya constituye un enclave estratégico por ser la ciudad más cercana a la Capital y la más importante de la mitad oeste del país.
 
La recuperación de Al Zawiya marca el cambio a la ofensiva de Kaddafi que procura ganar terreno hacia el Este de Libia con vistas a retomar Bengasi, un lugar de fuerte contenido simbólico por ser la primera ciudad en que los sublevados vencieron.
 
Los rebeldes -que tienen tanques, proyectiles antiaéreos, piezas de artillería y armas automáticas, pero no aviones- insisten ante la ONU que autorice una zona de exclusión aérea sobre Libia para protegerlos de los bombardeos de la aviación del gobierno, conscientes de que, de no mediar ayuda extranjera, su suerte estaría marcada por la potencial derrota.
 
Pero para Kadaffi el éxito momentáneo de la situación táctica es sólo un frente en una situación estratégica más compleja.
 
Su ventaja en el dominio del espacio aéreo puede perderse si las potencias centrales encuentran un mecanismo para establecer una zona de exclusión aérea que interdicte la maniobra de sus aeronaves de combate.
 
Hasta ahora, dicha posibilidad se ha trabado por la necesidad de aprobación internacional emanada desde las Naciones Unidas, organismo en el que Rusia y China -que ocupan lugares de veto en el Consejo de Seguridad- se oponen a lo que consideran “injerencia externa” en asuntos libios.
 
Por el lado de Moscú, la crisis libia ha puesto en suspenso algunos negocios de interés para el Kremlim. Uno de ellos es el que se gestara durante la visita a Roma del presidente Dimitry Medvedev a mediados de febrero y que sirvió para sellar la entrada del gigante estatal ruso Gazprom en el sector energético libio de la mano de la italiana ENI. Según Bloomberg, esa operación se valuó en 125 millones de euros.
 
Por otra parte, según fuentes de la empresa estatal rusa Rostekhnologii, la crisis libia ha generado que Moscú deje de ganar 4.000 millones de dólares sólo por la venta de armas.
 
Rusia tardó en reaccionar en los primeros momentos de la crisis, el 26 de febrero apoyó las sanciones impuestas por el Consejo de Seguridad de la ONU al régimen libio, y también respaldó la iniciativa de establecer jurisdicción para la intervención del Tribunal Penal Internacional.
 
El límite ruso en la cuestión fue expresado por su canciller Serguei Lavrov: "No consideramos la injerencia extranjera, en especial militar, como un medio para resolver la crisis en Libia. Los propios libios deben resolver sus problemas".
 
Por su parte, China se encuentra encerrada entre sus crecientes responsabilidades internacionales, sus grandes intereses económicos en Libia -datos de la Universidad de Pekín fijan en 13 mil millones de euros a los contratos que empresas chinas tenían en ese país hasta la crisis- y su histórica política de no de inmiscuirse en asuntos de otra nación.
 
La negativa de China a una intervención extranjera también está influida por su situación interna: el ejemplo de las revueltas árabes podrían disparar las protestas dentro de sus fronteras.
 
China parece estar acomodándose al nuevo rol que su desmesurado desarrollo le obliga a tener en un sistema internacional capitalista que obliga a sus animadores a –literalmente- pelear los mercados. Parte de este nuevo rol implicó el envío de aviones de transporte y buques de guerra (¿?) con el fin de rescatar a los ciudadanos chinos que se desempeñaban en la zona de conflicto libio.
 
La deslegitimación diplomática de Kadaffi se efectúa en la práctica con la disposición de las potencias centrales a reconocer al Consejo Rebelde como única autoridad en Libia.
 
En ese sentido el 10 de marzo Francia se constituyó en el primer país en reconocer la autoridad al Consejo Nacional Libio y anunciar el envío de un embajador a Bengasi. En el mismo camino va Estados Unidos, cuya secretaria de Estado, Hillary Clinton, anunció el mismo día que Washington había roto sus vínculos diplomáticos con el gobierno de Kadaffi: "Vamos a reunirnos con la oposición dentro y fuera de Libia para debatir qué más puede hacer Estados Unidos y otros países".
 
Desconocer la autoridad de Kadaffi es un paso sin retorno que da la idea de que las potencias centrales no se detendrán hasta enterrar al líder libio o, de no poder desalojarlo, proceder a su aislamiento y a la partición del país.
 
En ese sentido, el reconocimiento de la autoridad rebelde abriría las puertas a la apertura de un canal humanitario, que podría utilizarse para el abastecimiento de armas, asesores y pertrechos para los sublevados. De hecho, la excusa humanitaria justifica la creciente concentración de buques de guerra frente a las costas libias.
 
El apoyo humanitario suplantaría la posibilidad directa de invasión militar extranjera, obstruida en la ONU, y que causa rechazo en la población libia, cuestión que parece haber sido asumida por los insurgentes como un factor que podría volverse en contra del objetivo de derrocar a Kadaffi.
 
Esta situación daría la razón a Kadaffi, quién denunció repetidas veces la poca disposición de su pueblo frente a los intereses petroleros y colonialistas extranjeros en el conflicto intestino.
 
Con el correr de los días aparecen testimonios en el sentido de que b<>los intentos de apoyo indirectos a los rebeldes por parte de las naciones extranjeras parecen haberse iniciado mucho antes de que se desatara la crisis.
 
Así, se denunció que fuerzas especiales de Estados Unidos, Inglaterra y Francia ya habrían entrado en Libia por Bengasi y Tobruk. La denuncia, impresa en el diario “Pakistán Observer” consigna que fuerzas de los tres países estarían en Libia desde el 23 de febrero apoyadas por varios buques de guerra de la Marina Hindú.
 
Según esas informaciones, la función de los citados grupos especiales sería hoy la de entrenar a las fuerzas rebeldes, para que, una vez liberado el espacio aéreo libio, puedan continuar con las operaciones militares en pie de igualdad contra las fuerzas de Muammar Kadaffi.
 
Las informaciones referentes a los intentos por incrementar el apoyo indirecto extranjero a las fuerzas rebeldes tuvieron otra confirmación cuando el 3 de marzo arrestaron en Bengasig a siete oficiales británicos del Servicio Especial Aéreo (SAS) y a un agente secreto del servicio de espionaje M16. Todos portaban armas, mapas, explosivos y una carta personal del premier David Cameron, dirigida a la cúpula rebelde.
 
Aunque quedan dudas acerca de si el episodio se debió a una descoordinación o a que el movimiento británico quedó por alguna razón expuesto a los ojos de la comunidad internacional, es obvio que los apresados no debían estar ahí.
 
Por otra parte, el diario inglés The Independent reveló el 7 de marzo que el gobierno de Estados Unidos solicitó al de Arabia Saudita que facilite el suministro de armas a los rebeldes libios de Bengasi.
 
Arabia Saudita -aliado árabe de Washington- está estratégicamente situada para suministrar pertrechos a los opositores en Libia. En particular el periódico destacaba la necesidad de cohetes antitanques, morteros y misiles para enfrentar a los bombarderos del gobierno libio.
 
Estos datos permiten pensar en la existencia de un plan previo que, encubierto en la ola revolucionaria que se iniciara en Túnez, buscaba el reemplazo del gobierno de Kadaffi por uno de corte más permeable a los negocios petroleros de occidente. Dicho plan habría fracasado por la resistencia en el tiempo del líder libio quién ahora, recompuestas sus fuerzas, ha complicado las relaciones internacionales de una manera imprevisible.
 
Mientras tanto, el Plan de Paz propuesto por el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, parece no adquirir el consenso suficiente a pesar de que Kadaffi le ha dado su visto bueno. Las potencias centrales se han cansado de ningunearlo; otros países lo han rechazado de plano y los medios occidentales lo han catalogado como “vago”.
 
La cuestión es que, para los europeos y los estadounidenses, la opción de que Kadaffi conserve el poder aún bajo condicionamientos firmes de cambio resulta un camino sin retorno luego de que sus máximos líderes se han manifestado en ese sentido.
 
Es claro que un cambio de liderazgo en Libia debería dar paso a un nuevo régimen de carácter previsible para los gobiernos occidentales, condición que Kadaffi no cumpliría y menos aún después de haber sido traicionado por los mismos que hace muy poco lo lisonjeaban sin vergüenza alguna.
 
En la danza de adhesiones y rechazos que despertara la iniciativa venezolana resulta curiosa la posición del presidente de Chile, Sebastián Piñera, quién se manifestó en contra de la propuesta bolivariana y a favor de la intervención internacional. La actitud –que sin duda debe anotarse por la cuña que insinúa a los intentos de unión continental- representa hacer el juego a los intereses de las potencias occidentales y no aboga por la paz.
 
En detalle, el presidente trasandino considera que el plan de paz propuesto por su par venezolano no ofrece las mínimas garantías para ser tomado en cuenta y cree que "intervenir en los asuntos de un país es una decisión difícil, pero ya hubo demasiadas muertes y no hacer nada es la peor decisión que podríamos tomar".
 
Da la sensación de que la decisión de acabar con Kadaffi ya ha sido tomada en las capitales europeas y en Washington, y que sólo queda determinar de qué manera se instrumentará el final del líder libio. Y todo eso deben hacerlo antes de que Kadaffi explote su actual situación de ofensiva y recupere el control del país.
 
 
Fuente: Agencia Periodística del MERCOSUR (APM), Facultad de Periodismo y Comunicación Social, Universidad Nacional de la Plata, Argentina. 
 
https://www.alainet.org/en/node/148241?language=es

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