Los vasos comunicantes del Abya Yala
18/05/2010
- Opinión
Los extremos norte y sur de Suramérica se llenan de voces indígenas. En Ecuador, La Marcha Plurinacional en Defensa del Agua, la Vida y la Soberanía Alimentaria. En Argentina, la Marcha Indígena Nacional o Marcha del Qapaq Ñam hasta Buenos Aires, para hacer escuchar las voces de los pueblos originarios en la conmemoración del Bicentenario de la llamada independencia.
Son dos procesos distintos. El movimiento indígena ecuatoriano tiene ya una larga trayectoria de lucha y presencia protagónica en la agenda política de su país, al punto de haber logrado la salida de más de un gobierno. En Argentina, en cambio, la articulación indígena ha sido difícil y hoy celebran el hecho de juntarse y reconocerse, de haber logrado construir una plataforma común.
Un elemento común podría ser que ambos gobiernos –el de Cristina Fernández y el de Rafael Correa- están considerados dentro del bloque de “gobiernos progresistas” del continente. Lo cierto es que son gobiernos que pueden cuestionar en mayor o menor medida la hegemonía del poder global, pero que al interior de sus países mantienen las líneas principales del modelo neoliberal extractivista, que trae consigo la vulneración de los derechos de la Madre Tierra y de los pueblos indígenas.
Estas movilizaciones se desarrollan entre dos importantes acontecimientos: la Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra (Cochabamba, Bolivia, 19 al 22 de abril) y el Encuentro de Pueblos y Naciones Originarias del Abya Yala (Quito, Ecuador, 14 al 16 de junio). La primera, aunque convocada por el gobierno de Bolivia y no exclusivamente indígena, recogió en sus conclusiones las tesis indígenas esenciales: reciprocidad con la Madre Tierra y Buen Vivir. El segundo es un paso más en el proceso de articulación indígena continental.
Derechos reconocidos
Es un hecho reconocido por todos que el movimiento indígena es el “nuevo” actor político del continente. Entrecomillamos nuevo porque su actuación tiene más de 500 años de resistencia, aunque estuvo invisibilizada hasta la década de los ochenta del siglo pasado, cuando los pueblos indígenas y sus organizaciones pasaron de la protesta a la propuesta y emprendieron reales acciones de articulación.
Desde entonces han ido conquistando el reconocimiento de derechos en instrumentos internacionales (Convenio 169 de la OIT y Declaración sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas) y en las constituciones nacionales. Los casos más notorios son los de Bolivia y Ecuador, donde el Estado Plurinacional y el Buen Vivir están constitucionalmente reconocidos. Aunque en el caso de Ecuador, esa Constitución sea letra muerta (y por eso la Movilización Plurinacional).
En Argentina también han logrado algunas conquistas, que, aunque menores, son formalmente significativas. La Constitución, de 1994, en su artículo 75, inciso 17, reconoce la preexistencia étnica y cultural de los pueblos indígenas argentinos y garantiza el derecho a la identidad, a la educación bilingüe e intercultural, a la personería jurídica de sus comunidades, a la posesión y propiedad de las tierras que tradicionalmente ocupan, y en la gestión referida a sus recursos naturales y a los demás intereses que los afectan.
Un avance formalmente significativo, reiteramos, porque la Constitución anterior establecía en su artículo 67 inciso 15: “...conservar el trato pacífico con los indios y procurar la conversión de ellos al catolicismo”. ¿De qué independencia hablamos? Nada más colonial que este enunciado.
Demandas comunes
El detonante de la Movilización Plurinacional convocada por las organizaciones indígenas ecuatorianas fue la pretendida aprobación de una Ley de Recursos Hídricos inconstitucional y privatizadora, que mantenía la concentración del agua en pocas manos, que se negaba a una gestión plurinacional y multicultural y, en síntesis, no recogía una sola de las propuestas construidas desde las comunidades.
La plataforma, sin embargo, trascendió este importante tema e incluyó la demanda de una reforma agraria integral, la construcción de la soberanía alimentaria, el respeto a los territorios comunitarios y circunscripciones territoriales indígenas en el Código Orgánico de Ordenamiento Territorial, contra la Ley Minera y la manipulación política del sistema de Educación Intercultural Bilingüe.
¿Son muy diferentes las demandas de la Marcha Nacional Indígena en Argentina? Éstas exigen un “Pacto del Estado con los pueblos originarios para la creación de un Estado plurinacional”. E incluyen el reconocimiento y restitución de territorios, aplicación del derecho a la consulta y consentimiento, reconocimiento oficial de las lenguas indígenas, currículas interculturales, universidades indígenas autónomas, intangibilidad de los glaciares, prohibición de industrias contaminantes, promoción de un Tribunal de Justicia Climática y Ambiental, derogatoria del Código de Minería.
Aunque la dimensión de las demandas es distinta por razones obvias -en Ecuador ya existe una Constitución que proclama el Buen Vivir y el Estado plurinacional y en Argentina están planteando este reconocimiento- el fondo es el mismo: la exigencia del ejercicio pleno de derechos territoriales y el derecho a la consulta y consentimiento previos; respeto a la Madre Tierra, políticas públicas interculturales.
Autonomía y unidad
Ambas movilizaciones, la ecuatoriana y la argentina, nos demuestran la necesidad de defender la autonomía del movimiento indígena en particular y de los movimientos sociales en general frente a los gobiernos, aunque éstos tengan un lenguaje progresista. Porque las propuestas indígenas van más allá de los cambios o maquillajes a un modelo económico, para plantear un modelo civilizatorio que garantice el Buen Vivir. Una civilización a construirse desde los principios y prácticas milenarias.
Una segunda lección es la unidad. Ecuador cuenta con organizaciones indígenas nacionales muy sólidas, como lo son la CONAIE y sus organizaciones regionales, pero que tenían públicas diferencias con algunas de sus hermanas, como la FENOCIN. La Movilización Plurinacional logró unirlas. Y en Argentina, los testimonios de los participantes en la Marcha del Qapaq Ñam tienen en común el regocijo por el encuentro y el reconocimiento de pueblos diversos que comparten en esta movilización no solo una plataforma construida de abajo hacia arriba, sino sus expresiones culturales y rituales de reciprocidad con la Madre Tierra.
Está también la identificación de los vasos comunicantes de estos pueblos diversos, al interior de cada país y entre ellos: los mismos derechos vulnerados, las mismas demandas de pleno ejercicio de estos derechos, la misma relación de armonía, diálogo y reciprocidad con la Madre Tierra, las mismas propuestas esenciales de Buen Vivir y Estado plurinacional.
Trascendencia continental
Hace ya bastante tiempo que la unidad de los pueblos indígenas y sus organizaciones en el Abya Yala se ha ido consolidando a partir de esos vasos comunicantes. Cuatro cumbres continentales y múltiples encuentros son testimonio de ello. Y también lo son el protagonismo indígena en espacios más amplios, como el Foro Social (de las Américas y Mundial), la Cumbre de los Pueblos de Cochabamba en el 2006, la Cumbre de los Pueblos Enlazando Alternativas 3 (Lima, mayo del 2008), el Kimaforum de Copenhague (Dinamarca, diciembre del 2009) y la reciente Conferencia Mundial sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra de Cochabamba.
El próximo Encuentro de Pueblos y Naciones Originarias del Abya Yala que se realizará en Quito, será entonces, sin duda, un nuevo avance en la articulación indígena continental, donde, como dice la convocatoria, “el Cóndor y el Águila se abrazan de nuevo por el retorno al Buen Vivir”.
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