Capitalismo: escena final

02/04/2009
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La amenaza de la catástrofe social y ecológica sobre la vida humana, tan referida en el momento actual de la historia moderna, nos propone pensar en las posibles respuestas de la humanida frente a las consecuencias de su “fraude” civilizatorio. Reconociendo el incuestionable poder de control ideológico de la burguesía, la indagación de las virtuales acciones que la población mundial, y particularamente la de América Latina, tome ante la crisis, debe ser hecha en referencia al análisis de la secuencia mediática con la cual el imperio ideológico capitalista ha construido las imágenes del mundo y las ha puesto a circular a través de sus medios de información gobal. Desde allí se verá la posibilidad o no que la humanidad tiene de escapar a la ilusión mediática dominante en el momento de su decisión final.

Escenario I

El primer escenario se encuentra localizado en el centro de la civilización, allí donde aparecieron y se desarrollaron los burgos hasta transformarse en los grandes centros de poder capitalista. Son las sociedades de vanguardia, aquellas que dirigen la historia moderna como destino de progreso y racionalización técnica industrial. Las sociedades donde la razón se desarrolló y ecarnó de forma absoluta conquistando la libertad y emancipación humana gracias al progreso económico, social, cultural, ideológico y político, según reza su relato.

Esta es la “verdad” que la metrópoli capitalista presenta al mundo, una “verdad” comprimida en la ficción ideológica del “sueño americano” y materializada en la imagen visual repetida en todas sus producciones mediáticas. La sociedad perfecta donde los sueños y las promesas de la modernidad capitalista se realizan; lugar donde el éxtito, el progreso y la libertad individual son probables y posibles, donde el deseo se ha transformado en placer, donde la felicidad simplemente se compra. La promesa del paraíso “celestial” se ha cumplido, la historia ha finalizado, dijo alguién, la humanidad ha concluido su caminar en la sociedad del bienestar, la democracia y la libertad; sin embargo, hay algo que estorba esta paz de sepulcro, esta paz matemática. El “mal” acecha del otro lado de la frontera de la Matrix, el mal que habita fuera del paraíso, el demonio que fue expulsado por Dios de su patria. Ese demonio que desde siempre estaba allí conspirando en contra de la democracia, la igualdad y la libertad, ese demonio que hacía de las suyas en los territorios abandonados por Dios y la Razón, en la tierra de los nadie.

Ante esta amenza, de cuando en cuando las huestes “heroicas” de los halcones de la “paz” han salido a hacer la guerra a los demonios que asolaban las tierras olvidadas, en una muestra, claro ésta, de su “infinita bondad y solidariadad” con los pueblos bárbaros expulsados de mundo feliz. Basta recordar las “heroicas” marchas guerreristas de los rambos: Lyndon B, Johnson, Kenedy, Nixón, que bajo la Doctrina Truman, fueron a “liberar” Vietnam del “demonio comunista”. Luego vino la intervención a Yugoslavia asolada por el “demonio del fundamentalismo étnico”, ahí también estuvieron los Cascos Azules intentando “hacer razonar” a los “bárbaros”, otra vez en un acto de ayuda humanitaria igual que lo hicieron en Ruanda después de haber provocado las guerras étnicas. Luego vino la primera guerra de intervención a Irak justificada en la “legítima” ayuda al pueblo indefenso de Kuwuit, por supuesto que esto nada tenía que ver con los intereses petroleros de mundo feliz en la región.

Al término de estas guerras de ayuda humanitaria -cuyo resultado real en el caso de Vietnam fue la derrota militar de los norteamericanos y sus aliados por un pueblo de campesinos “bárbaros” apoyados por el “demonio comunista”- los magos de la industria cultural norteamericana construyeron la realidad-ficción del triunfo de Rambo sobre el “demonio comunista”, el “fundamentalismo étnico yugoslavo” y la “irracionalidad de los pueblos africanos”. Con excepción de la guerra de Vietnam donde la tecnología informacional no estaba tan desarrollada, tanto la guerra de Yugoslavia, como la guerra en Irak y la del Africa negra, así como las hambrunas, las pestes, los desastres sociales y ecológicos del terecer mundo fueron convertidos en grandes espectáculos mediáticos para el deleite de los habitantes de mundo feliz, acostumbrados a la espectacularidad de las películas de hollywood. Es un hecho que no había mucha diferencia, decían muchos pensadores, entre la espectacularidad de la primera Guerra de Irak, trasmitida al mundo por la CNN y la saga de la Guerra de las Galaxias estrenada y reestrenada dentro y fuera de mundo feliz. Con su altísima tecnología mediática producto de su gran desarrollo civilizatorio, los “hombres perfectos” habían convertido su realidad interna y la de más allá de sus fronteras en un gran espectáculo visual. La primera presentaba la imagen ya descrita anteriromente de la sociedad perfecta, tan perfecta como Disney World, y la segunda presentaba una imagen desolada y violenta de la tierra del mal, cuyo único brillo de civilización aparecía cuando sus halcones llevaban la “paz” y la “libertad” a los “pueblos bárbaros” sometidos por los demonios del mal; de paso, como buenas aves carroñeras, se alimentaban de la muerte y destrucción que provocaban.

Es importante señalar que hasta el 11 de septiembre del 2001, durante todo el siglo XX, los habitantes norteamericanos de mudo feliz no había vivido ninguna agresión del “mal” en su territorio, menos una guerra. Sin embargo, siempre estaba presente la sospecha de un posibile ataque -presentada en la películas de catástrofes y ataques en territorio norteamericano producidas por su cine- necesaria para mantener unida a la población en contra del “mal” exterior, unida frente al posible ataque comunista, terrorista, fundamentalista, extraterrestre, pues para los habitantes de mundo feliz los seres humanos fuera de sus fronteras, y sobre todo los pobres, son casi extraterrestres. Como todo cuento, este cuento mediático de mundo feliz y sus amenazas externas después de un prolongado uso y abuso se iba volviendo una imagen gastada y sin fuerza vinculante, cosa grave que pone en peligro la unidad de la población feliz, que ante una imagen feliz pero viega de si misma puede mirar su propio horror. Algo había que hacer de forma rápida, no solo por lo que podía pasar dentro de su territorio, sino tanbién por que los habitantes de los pueblos “bárbaros” se estaban poniendo demasioado “bárbaros”, seducidos por los demonios del mal.

Escena I El Ataque Terrorista al mundo feliz

Un proveribio oriental dice: ten cuidado de pedir tanto tu deseo que se te puede cumplir. El 11 de septiembre se cumplió el deseo gringo de ser víctimas de un ataque terrorista, tanto lo pidieron a través de su cine que se les cumplió. El mundo feliz fue “víctima” del “demonio terrorista” que, pese a todas los candados, los muros, las alarmas, la tecnología acumulada durante toda la guerra fría, ingreso a su territorio y abrió un inmenso hueco en su corazón urbano, finaciero y simbólico. Al fin eran los protagonistas-víctimas de su mejor espectáculo y digo de su propio espectáculo porque eso fue lo que los magos de la tecnología mediática hicieron de la realidad del derrumbe de la Torres Gemelas, un gran espectáculo, su mejor producción televisiva, habían espectacularizado lo real en su propio territorio. Provocaron lo real y amortiguaron el horror de su encuentro ficcionándolo. Ese real autoprovocado, pues según muchos indicios hablan de un autoatentado, se presentó al mundo entero envuelto en una imagen de ficción muchas veces vista en el cine gringo, Zizek dice que: “ la pregunta que deberíamos habernos hecho mientras veíamos la televisión el 11 de septiembre es simplemente: ¿Dónde he visto eso una y otra vez?” 1 La imagen que se tramitía sobre el derrumbe de las Torre era tan familia, tan conocida por todos los tele-espectadores del planeta, pero sobre todo por los norteamericanos, que vivirla como imagen los protegía de vivirla como real.

Pero hay otra pregunta necesaria: ¿porque hicieron real su ficción cinematográfica para inmediatamente ficcionarla?

Se me ocurren tres posibles respuestas, dos de ellas brevemente anotadas líneas atras:

1) Lo habitantes de mundo feliz estaban incomodos con su gastada y ya poco convincente imagen feliz de héroes que salen a los territorios abandonados llevando la libertad y la democracia a los “bárbaros”. Una incomodidad se estaba apoderando de la población de mundo feliz que ya dejaba de creer en la heroicidad de sus halcones y en las bondades de sus actos, y sobre todo en la validez de sus supremos principios democráticos. Digamos que cuando la imagen especular que uno tiene sobre uno mismo se hace vieja, se fragmenta, consecuencia de esto: la unidad que suponemos somos tiende a disolverse, lo cual pone en peligro la certeza de nuestra existencia en el aparecimiento de la ontológica inconsistencia humana. Traduciendo esto al ámbito social diremos que cuando la imagen que una sociedad tiene de sí misma, cualquiera esta sea, se desdibuja, la nada comienza a apoderarse del territorio social, tal como la nada que avanzaba en el mundo de fantasía de la novela de Michel Ende, “La historia Interminable”. Esto ponía en peligro todo el relato que el pueblo norteamericano y nortatlánticose había hecho de sí mismo como centro de la civilización, la democracia, la libertad, la justicia, y todos los demás inventos liberales del capitalismo que los mantenía unidos, felices y en calma.

2) Por otra parte, los pueblos de lo “bárbaros” se estaban volviendo incontrolables, los demonios del mal ganaban terreno en esta tierras olvidadas por la razón. De hecho, por un lado, parecía que estos “bárbaros” se habían tomado en serio los propios principios democráticos de mundo feliz, se estaban “civilizando”, querían hacer realidad en sus tierras los presupuestos occidentales de la libertad, la soberanía, la autonomía, la independencia, seguro que fueron inducidos por los demosnios del comunismo y del fundamentalismo Muchos quería el “desarrollo” para lo cual necesitaban recuperar su potestad sobre su riqueza natural, social, cultural, política, religiosa. Legítima aspiración moderna racional que curiosamente ponía en aprietos a sus promotores, pues el mundo feliz era la sociedad de la prosperidad económica, base de todo su bienestar, gracias a que sus líderes habían succionado por más de 500 años la riqueza natural, social, cultural y humana de todos los pueblos más allá de sus fronteras. Sobre todo era un problema de los bienes naturales y humanos (llamados recursos o mejor capital) que comenzaban a ser disputados y defendidos por los “bárbaros” porque quería salir de la “barabarie”. Por otro lado, simplemente no quería aceptar el discurso del progreso y del mercado.

3) La razón más simple, los dueños de mundo feliz, que se consideran dueños de todo el planeta incluido los territorios de los “pueblos bárbaros”, más allá de su retórica democrática e ilustrada, piensan en clave negocios y ganancia económica. Suman, restan, dividen, multiplican, calculan y actúan. Era necesario poner a funcionar la eficiencia, eficacia y efectividad de la iniciativa empresarial, para lo cual se requería crear las condiciones óptimas para “nuevas” empresas y negocios rentables. Indiscutiblemente el mejor negocio es la guerra: venta de armas, ganancia para las farmaceúticas, reconstrucción de los daños que la propia guerra provoca y de paso extracción de recursos naturales de los países pobres. El asunto es que se necesitaba un argumento para llevar adelante una continuada época de intervenciones militares, las mismas que después de la derrota de la guerra de Vietnam y del pésimo papel de la primera guerra de Irak estaban siendo mal vistas por los ojos de los habitantes de Mundo Feliz. Solo queda decir que la guerra, hasta ahora, siempre ha resuelto el atolladero de las crisis de sobreproducción que ha sumergido al capitalismo en sus recurrentes crisis.

¡Eureka! Un auto atentado de dimensiones catastróficas tal cual lo mostraró durante años el cine de hollywood era el plan perfecto para resolver de una sola estos tres problemas anotados. La población norteamericvana se sentiría nuevamente unida frente a semejante ataque terrorista y apoyaría la justa y legítima empresa militar de defensa de su territorio, gravemente herido por los terrorista, que casualmente eran árabes y se escondían en los territorios de Medio Oriente. Más aún, no solo que apoyaría a Bush-Rambo, sino que le exigiría, presa del pánico, atacar militarmente a los responsables y liquidarlos en cualquier lugar del mundo que se escondieran con cualquier arma que garantice este objetivo. Todo calzaba perfectamente, tenía no solo el aval de su población, de su aliados, sino que eran exigidos a iniciar la guerra contra del terrorismo. Y así lo hicieron

Vino entonces la invasión a Afganistan, luego la invasión a Irak, últimamente el brutal genocidio contra el pueblo palestino perpetrado por el estado de Israel, y claro está que van a continuar incluso a pesar de que su argumento antiterrorista tuvo poquísimo tiempo de credibilidad. Es importante anotar que todo este desencadenamiento post 11 de septiembre tuvo mucho que ver con la magia de la espectadularización ficcional del mismo. Es mucho más difícil ficcionar un real en el propio territorio que ficcionar los reales en territorios lejanos, y es justamente ese poder el que permitió poner las bases para la nueva empresa guerrerista de norteamérica.

Cuando ocurrió el descomunal derrumbre de las Torres Gemelas –símbolo del poderío imperial- muchos ingenuamente pensamos que por primera vez la “bella, democrática y segura” sociedad norteamericana iba a vivir mínimanente lo que la periferia del mundo vivía a diario, pero ¡no!, nos equivocamos al subestimar el poder político e ideológico del imperio. Los norteamericanos experimentaron el derrumbe de sus Torres tal cual experimentan cualquiera de sus ficciones sobre catástrofes, digamos todas las pelícuas sobre terroristas árabes, soviéticos, asiáticoa, latinoamericanos, etc. incluso marcianmos como la cinta “El día de la independencia”, de hecho el cine norteamericano preparó subjetivamenmte a su población para “el ataque terrorista” como la ha venido preparando para la debacle ecológica. La ficcionalización espectacular del atentado del 11 de septiembre evitó el aparecimiento del horror de lo real, el vacío simbólico, la ausencia de respuestas y de preguntas que podían poner en suspenso el relato dominante; al contrario de esto lo que se logró es afirmar el mito nortemericano, ya viejo, sobre el “mal que acecha desde fuera”, llámese comunismo, terrorismo, fundamentalismo, invación extraterrestre, etc. Confirmado el mito con el ritual de la lógica de la ficción cinematográfica se abre el camino para la invasión guerrerista a los pueblos que “protegen” terroristas, comunistas, marcianos y demás chivos expiatorios. Intervenciones militares que no son más que la continuidad de la ritualidad del poder que confirma su gran mito que reza: premisa uno: Todo sería perfecto, nuestra sociedad sería perfecta, sino existieran las amenazas externas, premisa dos: las amenazas externas son los comunista, terroristas, marcianos, narcotraficantes y demás “monstruosidades inhumanas” que acechan la paz social, conclusión: hay que acabar con la amenaza externa a la paz interna de la sociedad perfecta, para lo cual el ejército nortemaericano sale a la defensa de su sociedad con el aval de su pueblo.

Escenario II

Según dicen los conquistadores, el otro escenario es el territorio oscuro, el lado negativo de su mundo feliz, lo malo que define lo bueno y reafirma su orden y su poder. Territorio olvidado por Dios, la Razón y el progreso, reservado para los bárbaros, los desterrados, los expulsados, aquellos no predestinados a entrar en el paraíso celestial de la sociedad del bienestar. Sociedades de los márgenes, tierras de los nadie, de los miserables, de los que no viven sino que sobreviven, de los sin cultura ni civilización. Sociedades del riesgo las llaman ahora, inseguras, violentas, precarias, subdesarrolladas y en el mejor de los casos en vías de desarrollo. Sociedades atrasadas y atrapadas en un pasado que no pasa, estancadas en un tránsito eterno a la modernidad que no acaba de llegar; sin desarrollo, sin industria, sin tecnología, condenadas a caminar hacia ninguna parte, perdidas en los intersticios de la historia occidental.

Son las tierras macondinas de Márquez, donde todo y nada puede pasar, donde no existen las agendas, los planes y planificaciones, los cálculos y las proyecciones; donde los negocios solo funcionan para los ciudadanos del primer mundo, nunca para los propios. Donde todos los intentos modernizadores se truncan y fracasan, tierra de los que están y no son, reino y escondite perfecto de todo tipo de demonios del mal, llámense terroristas, comunistas, marcianos, narcotraficantes, fundamentalistas y demás. Lugar propio de las catástrofes sociales y naturales, de las mil epidemias y plagas: hambrunas, enfermedades, inundaciones, sequias, corrupción, dictaduras, gerrillas, mafias, etc.

Esta ha sido la imagen del sur empobrecido que los conquistadores han fabricado de las tierras conquistadas.

Escena II Territorio del Mal

Antes de la última gran ola globalizadora, cuando aún el sur “subdesarrollado” no contaba con la tecnología de la comunicación mediática, la imagen en negativo que los conquistadores había fabricado para los habitantes de las tierras olvidadeas no estaba totalmente clara ni acabada para su mirada. Los habitantes del sur no habian aprehendido esa, “su” imagen de forma total, pues los canales en que esta se trasmitían eran precarios comparados con la tecnología de la comunicación globalizada. Aún no se había espectacularizado nuestra propia vida, así que simplemente la vivíamos, vivíamos las tragedias y las catástrofes, las sufríamos, las atravesábamos y volviamos a empezar, exactamente como cuenta el cuento de Márquez “Cien Años de Soledad.”

Pero un día vinieron los gitanos trayendo a Macondo la última tecnología comunicacional y la caja negra invadió nuestro devastado territorio; a través de ella conocimos el mundo y por ella supimos de las grandes catástrofes mundiales y, también por con ellla aprendimos a mirar nuestras propias tragedias como espectáculos mediáticos, al mejor estilo norteamericano. Los asuntos políticos, los problemas económicos, los desastres ambientales, nuestras tragedias cotidiadas, la violencia urbana, la pobreza y la miseria, los fracasos, los conflictos, etc., todo, absolutamente toda nuestra vida fue metida en los formatos de la CNN y lanzada a la televisión latinoamericana. A partir de ese momento se empezó a formar la imagen acabada de América latina para América latina, hecha por la industria cultutral norteamericana con toda la carga ideológica que el imperio dirigía hacia sus colonias.

El progreso tecnológico nos saco de la ignorancia, el planeta entero se abría ante nuestra mirada a tarvés de la pequeña pantalla; la heterogeneidad humana, domesticada por el filtro mediático imperial, se acercaba como nunca hubiésemos imaginado. Aprendimos las bondades de la cultura occidental - mucho más de cerca y directo que en todos los años de conquista española- de su “impecable” orden democrático, de su “gran” civilización, de su Alma Bella amenazada por los archi enemigos de la paz. Aprendimos de los ejes del mal, de los demonios que conspiran en contra de la libertad y la democracia occidental, de los comunistas come niños, de los terroristas árabes, de los fundamentalistas islámicos y los mafiosos latinoamericano; así como de los “héroes” norteamericanos que “defendía” la democracia y la libertad no solo dentro de su territorio, sino y sobre todo en el planeta entero, basta citar a Rambo, Batman, Superman, Codoleza Rais, Bush, Indiana Jones, Donald Rumsfeld y los otros halcones del pentágono y demás “superhéroes”. Aprendimos a identificar los rostros y los rasgos del mal que curiosamente eran fenotipos árabes, asiáticos, africanos y más curiosamente latinaomericanos. Tanto las películas cuanto las noticias, que por cierto no se diferencian, nos enseñaron que los “malos” habían nacido y se escondía en nuestros territorios, de hecho nuestros territorios geográficamente hablando siempre eran las locaciones del mal. ¡Sorpresa éramos los malos!. Nos enseñaron que hasta sus desastres y tragedias tiene más magnitud e importancia que nuestras periféricas tragedias sociales y ambientales. ¿Qué comparación tienen nuestras inundaciones frente a la gran ola que inunda Nueva York en la películaEl día después de mañana” o nuestra violencia urbana producto de la pobreza frente a los cientos de ataques terroristas a ciudades norteamericanas, tema tan gastado en su cine, e incluso el propio ataque del 11 de septiembre??. Desde la espectacularidad ficcional norteamericana, hasta en asunto de catástrofes sociales y ecológicas somos periféricos, quizás será porque aquí no hay ciudadanos y a los bárbaros las catástrofes nos les afectan como pueden afectar a los ciudadanos del primer mundo??

Con el mediocre formato de sus películas de héroes y de desastres, el imperio mediático norteamericano había reducido la comprensión del mundo a su dividisión entre los buenos-civilizados-blancos-occidentales y los malos-bárbaros-negros-no/occidentales. El mundo con sus conflictos, con sus contradicciones, con la complejidad de las relaciones de poder de dominación, con su diferencia cultural, con sus luchas, sus resistencias, sus relaciones de explotación, etc., había mágicamenmte sido reducido a un espectáculo mediático con alta calidad tecnología pero con una vergonzosa pobreza conceptual. La lógica televisiva transformó nuestras propias catástrofes en espectáculos mediáticos, dejamos de vivirlos, sentirlos, asumirlos y poco a poco devinieron en hechos ajenos y lejanos. Recuerdo que alguna vez leí un comentario de un periodista africano que decía, a propósito de las guerra étnica de Ruanda, que muchos africanos conocen la realidad de la guerra que estaban viviendo a través de la pantalla de su televisor. Entiendo entonces que la llegada de la caja negra nos separó, fragmentó y alejó de nuestra propia realidad, y sobre todo de lo real que acecha allí cuando la realidad desaparece; pienso por ejemplo en la tragedia de la migración o en el problema de la violencia en Colombia y México, la forma en como se nos presenta se parece cada vez más a las espectacularizaciones mediáticas norteamericanas que a acontecimientos reales. Nos están volviendo paulatinamente espectadores, y como todo buen espectador mediático poco a poco caemos en la pasividad, en el cínismo, en el conformismo, digamos nos hacemos un poco imbéciles como exige el papel de televidente.

Escenario III

Se abre ahora un nuevo escenario, cuya locación es el planeta entero. La distribución geográfica entre el “reino del bien” y el “reino del mal” se ha vuelto un poco difusa, y cuando esto sucede el orden de poder global está amenazado. Poco duró la re-composición ideológica de la hegemonía norteamericana asentada en la idea del mundo feliz acechado desde fuera por el mal de los bárbaros y los demonios. El inmenso costo humano provocado por el ataque del 11 de septiembre, es excesivo para los logros de control ideológico de la población mundial y fundamentalmenente norteamericana. Ahora, a pesar de que el discurso de la guerra contra el terrorismo mundial sirvió de justificación para la brutal agresión a Afganistan, a Irak y recientemente a Palestina y aún sirve para la criminalización de la pobreza y la lucha social, así como el discurso de la lucha contra la narcoguerrilla y el narco tráfico ha servido para implementar planes de intervención y recolonización de los territorios de los países del llamado tercer mundo como el Plan Colombia, estos se volvieron discursos retóricos. Es decir, no es que no se los utiliza, sino que en rigor no importa si es que tienen o no efecto en la población, independientemente de eso las intervenciones se dierón y las próximas se darán.

Por otro lado, el discurso del terrorismo surgió de este desdibujamiento de los límites entre los territorios del bien y los territorios del mal, pues el terrorista puede estar en cualquier lugar incluidos los países de mundo feliz, claro que su mejor escondite son los pueblos “bárbaros”, pero esto no niega que operen en el centro de la civilización. Al mismo tiempo el discurso del terrorismo contribuye al borramiento de los límites. Ligado a esto hay otros hechos que marcan este nuevo escenario y que es la presencia del mal en el corazón de la civilización, pero un mal que no solo tiene que ver con la incursión del “demonio terrorista”, sino con el aparecimiento de las plagas, que se suponía inherentes a los territorios bárbaros, en el interior de mundo feliz. Hay un cuento de Edgar Allan Poe, llamado la Muerte Roja que cuenta sobre un principado tomado por la muerte roja, ante lo cual el príncipa manda a cerra todos los accesos a palacio para que la muerte roja no entre, sin embargo en una fiesta que el príncipe da, de forma misteriorsa la muerte roja está en la mitad del baile real: “Y entonces reconocieron la presencia de la Muerte Roja. Había venido como un ladrón en la noche. Y uno por uno cayeron los convidados en las salas de orgía manchadas de sangre y cada uno murió en la desesperada actitud de su caída. Y la vida del reloj de ébano se apagó con la del último de aquellos alegres seres. Y las llamas de los trípodes expiraron. Y las tinieblas, y la corrupción, y la Muerte Roja lo dominaron todo.”2

Parece que la Muerte Roja ha ingresado inexplicablemente a mundo feliz, la violencia, las mafias, la pobreza, la corrupción, las efermedades, las crisis sociales y las catástrofes naturales asolan la metrópolí, en dimensiones infinitamente más “importantes” y catastróficas que en la tierra de los “bárbaros”. En estas circunstancias de invasión de las siete plagas bíblicas, con o sin discurso antiterrorista, las guerras de intervención imperial se darán y las plagas continuarán apareciendo dentro de mundo feliz. Ante esta realidad ya no está claro cual es el mundo feliz y cuales son las tierras olvidadas por Dios, no está claro cual es el “reino del bien” y cual es el “reino del mal”, todo se ha revuelto y confundido.

Escena III Clausurada la Política

El viejo mapa geopolítico-social del imperio, diseñado en el viejo maniqueismo religioso, ha sido desdibujado por dos hechos que han provocado el horror de lo real.

  1. El Katrina

El desastre provocado por el huracán Katrina, que destruyó la ciudad de Nueva Orleans, tenía las terroríficas dimensiones de las catástrofes naturales que habían sido presentadas por el cine de hollywood. Este desastre natural con terribles consecuencias humanas, a diferencia del ataque a las torres gemelas, no fue un “autoatentado” planificado y calculado para fortalecer el poder político e ideológico norteamericano. Era un real auténtico, un real real. Lo similar con el atentado terrorista fue su rápida espectacularización que lo hacía muy similar a la cinta “El día después de mañana”, familiaridad que amortigua el impacto de este real-ficcionado sobre la población norteamericana. Sin embargo esta estrategia político-mediática tuvo varios problemas entre los cuales citaré el más complejo. No había a quien acusar de la tragedia, la naturaleza no era un buen chivo expiatorio que pueda concentrar el mal y de esta manera se constituya en una buena víctima que en su sacrificio asegure el retorno al orden normal del poder, cosa que si funcionó con el 11 de septiembre en la figura del terrorismo árabe.

La ausencia de la figura del chivo expiatorio, no permitió contener el malestar social y pronto saltaron los reclamos al gobierno, a quien se lo veía con serias deficiencias para proteger a la población en momentos de crisis ambiental. Esta incapacidad Estatal se la ligó con la política guerrerista del halcón Bush y básicamente con la absurda guerra en Irak, lo cual debilitaba la hegemonía y el poder no solo del gobierno, sino del Estado norteamericano. El propio discurso antiterrorista se ponía en entredicho al interior de la población de mundo feliz. Esta catástrofe debilitó los lazos sociales e ideológicos de la sociedad del bienestar, poniendo en entredicho la imagen perfecta que los norteamericanos tenía de su sociedad. Al menos los habitantes de los estados y las ciudades afectadas por el Katrina entendieron que las consecuencias del desastre ecológico no son virtuales ni reversibles cono lo son en su cine. Padecieron y sufrieron el impacto de lo real natural en sus vidas, el espectáculo se hizo realidad y la ficcionalización de lo real no fue del todo lograda. La imagen de mundo feliz quedo seriamente sentida ante la mirada de los propios norteamericanos que poco a poco van dejando de creer en el mito del sueño americano.

  1. La crisi financiera

     

El estallido de la crisis financiera en octubre del 2008 y todas las consecuencias económicas y sociales para los habitantes nor-atlánticos, es la gran crisis de dimensiones catastróficas que abre un agujero en la prosperidad del mundo feliz. Es difícil creer las pocas noticias sobre los efectos de la crisis económica que trasmiten las grandes cadenas informativas. Ciudadanos de la clase media norteamericana viviendo en pequeñas carpas o en sus carros convertidos en micro espacios habitacionales; gente suicidándose y matando a su familia para no enfrentar el embargo de sus casas; padres que no tienen con que dar de comer a sus hijos; cientos, miles de trabajodores despedidos de las grandes empresas aseguradoras, financieras, automotrices; cientos de empresas en quiebra; gigantescas estafas monetarias solo vistas en el tercer mundo en dimensiones mucho menores a la cometida por Bernard Madoff. Hay que anotar que esta crisis, gracias a la globalización económica, tiene la lógica del juego de domino, cae una pieza y empizan a caer el resto de la cadena: quiebra de Islandia, crisis en la Comunidad Europea, desempleo acelerado en España, bajas descontroladas en las bolsas de valores de todo el mundo, cierre de fábricas en China, grave emergencia en la industria automotriz y así… esto no parece tener fin. Caos y pánico generalizado sobre todo en el primer mundo, pues las sociedades de riesgo hemos estado acostumbrados a estas crisis económicas, solo recordemos la crisis financiera en los años 90 en toda América del Sur, con los famosos feriados bancarios que no eran sino el gran robo de la década. Lo que no se sospecho es que el mismo robo se ejecutaría en las sociedades democráticas donde se respeta la igualdad, la libertad, pero sobre todo la propiedad privada y los bienes individuales; se comportaron tal cual lo hacen, en sus palabras, los bárbaros, corruptos y mafiosos tercermundistas, al menos eso era lo que contaban los relatos ideológicos del cine y los informativos del primer mundo.

¿Qué sucedió? ¿acaso las siete plagas invadieron mundo feliz, o ¿acaso siempre estuvieron ahí ?

Los gobiernos de mundo feliz rápidamente construyeron discurso y argumentos para explicar la crisis, los mismos que fueron lanzados a todo el planeta intentado por un lado, justificar lo injustificable y, por otro, espectacularizar lo real de la crisis. Están intentado introducir la imagen que domestique esta grave fisura en la realidad. Sin embargo, aún menos que en el desastre provocado por el huracán Katrina, parece que esta vez no lo van a lograr, no van a evitar que el mundo se encuentre cara a cara con lo real. Se ha intentado hacer de la burguesía financiera y su “corrupto” manejo económico el chivo expiatorio que asuma el mal -las declaraciones del premio nobel de economía Paul Krugman que sostiene que el problema está en el mal manejo financiero de los bancos llevan a concluir que la solución sería una intervención del Estado que regule los negocios de los grandes financistas, una nueva arquitectura finaciera mundial proponen varios presidentes europeos- Lo ciero es que no han logrado construir este chivo expiatorio, pues, al tiempo que se dice que el responsable es el mal manejo del capital financiero se hace gigantescos salvatajes financieros. No es desconocido para nadie las millonarias catidades de dinero que se ha entregado a los “responsables” del desastre financiero mundial. Dinero que no logra parar la debacle financiera, dinero que se esfuma “mágicamente”.

Los propios ciudadanos del “primero mundo” ya no creen en las medidas absurdas para resolver la crisis, ni todos los discursos pronunciados por los presidentes, ni los “buenos” argumentos que en ellos se plantean ocultan la perpetración de uno de los mayores atracos económico de la historia moderna. Hecho éste que está dejando al descubierto que la crisis actual, en rigor, es el estallido de la contradición inherente a la lógica de reproducción de la economía capitalista. Ya no es posible ocultar que la crisis fianciera no es más que la consecuencia necesaria de la última crisis de sobre producción que empezó hace 40 años. El carácter mafioso de Wall Street, la revela como la mayor organización criminal capitalista sin que los eufemismos económicos empresariales puedan maquillarla. Ante esto surge la inevitable comparación entre las mafias narcotraficantes colombianas, mexicanas y rusas con las mafias financieras de las bolsas de valores, de hecho hasta negocios tienen entre ellas.

Podría ser que estamos a las puerta de un nuevo escenario del imperio, en la época de su bancarrota, escenario con muchas dificultades de domesticar lo real con su ficcionalización.

Escenario IV

La crisis ecológica, económica, social, ética y cultural hace aguas por todo el planeta, difícilmente se logrará encontra un chivo expiatoro que concentre el mal y evite el desate de la violencia recíproca o en el mejor de los casos el surgimiento de un proyecto histórico revolucionario. Aún nadie sabe como simbolizar la actual crisis económica y las que la radicalizan, sobre todo la ambiental; estamos viviendo el pleno trauma del derrumbe financiero mundial, tanto que aún no sentimos los efectos del mismo en su forma plena, digamos en la economía real. No sabemos incluso si podrá ser simbolizado en el futuro y reciclado en la ideología capitalista como parte de su relato hegemónico; cómo se lo justificará para que no provoque un gran agujero irreparable en el orden social, si es que ya no ha provocado. Lo que es cierto es que se empieza a experimentar los límites reales de la promesa capitalista: progreso, bienestar, seguridad, prosperidad, riqueza, libertad, igualdad, fraternidad, etc. Experiencia que tienen la forma del espectáculo, es decir estamos sentados frente a la pantalla del televisor espectando y quizás esperando pasivamente que llegue un India Jones a solucionar algo que no tiene solución. Cosa que es paradójica, pues el vínculo entre las decisiones de poder políticas para solucionar la actual crisis y la realidad que padecen los millones de seres humanos producto de esa crisis, se ha roto. La gente ya no cree en la eficacia de las medidas tomadas por las instancias de poder mundial como solución a la crisis, las últimas experiencias de esto han sido desastrosas, el poder ya no tiene capacidad de solucionar, ni capacidad de imaginar las consecuencias que sus medidas tienen en la población mundial. Pese a esto seguimos esperando…

Esperando que algo o alguien diga que esta historia puede continuar, que el espectáculo no ha terminado, que aún somos espectadores del drama moderno. Esperar que después de esta crisis todo vuelva a lo mismo, que se reafirmen las falsas promesas del occidente capitalista y sus coordenadas ideológicas, a fin de cuentas es más seguro lo conocido aunque carente y conservador que lo desconocido, lo no hecho. Los espectadóres del espectáculo mediático estamos acostumbrados a repetir sin cansarnos el esquema de los productos de la industria cultural: orden-desorden-orden. Esperamos pasivamente el regreso del orden para así afirmar los compromisos ideológicos con el mandato simbólico y de esta manera ratificar nuestro papel en el escenario mediático imperial, sea de culpables o víctimas, de buenos o malos, sin posibilidad de reversiones y menos aún de cambios o transformaciones. Es fácil actuar una función simbólica conocida, más cuando es la de la víctima que espera la redención del verdugo. Lo difícil es cambiar de papel, dejar de ser espectadores y víctimas de la catástrofe y asumir la decisión de ser productores de una historia otra.

Y sin embargo y a pesar de todos los esfuerzos “conjuntos” para mantener la apariencia, asistimos faltalmente al desmoronamiento final de la ilusión objetiva de mundo feliz y su drama mediático; en cuyo transfondo, como diría Zizek3: aún queremos afirmar nuestra identidad de víctimas o culpablesm, aún queremos defender nuestro lugar en esta vieja historia. Pero ese marco fantasmático donde nos hemos venido proyectando se desbarata, no hay donde huir, no hay tierras deshabitadas donde escapar, el espacio-tierra esta totalmente copado por la universalidad concreta del mercado y sus profundas contradiciones. De hecho, es el propio capitalismo la Muerte Roja del cuento de Edgar Allan Poe, esa plaga que terminó metiéndose en la fiesta de mundo feliz y causando la muerte. En otras palabra, como ya lo dijo el viejo Marx, la matrix capitalista contiene en sí misma el virus que la infecta, la enferma, y la mata. Cuando se llega a esta conclusión y a este exacto punto de nuestra historia ya no hay como sostener el relato ideológico de los “buenos” y los “malos”, solo hay el hombre que como dijo Pascal: “…… no es sino un sujeto lleno de error, natural e indeble, sin la gracia. Nada le muestra la verdad. Todo lo engaña;…”4 Su gran invento civilizatorio le ha juagado una mala pasada, una broma catastrófica.

Escena Final

Dos imágenes viene a mi mente en este momento de “decisiones”, dos imágenes que permiten leer la encrucijada civilizatoria en la que estamos atrapados en este inicio del tercer milenio. Aquella donde diminutos seres humanos se lanzaban por las ventanas de los pisos más altos de la dos torres gemelas previo al momento de su destrucción, y aquella donde diminutos seres humanos se trepaban a un barco que desde Albania se dirigia a Roma. La desesperación de huir de forma violenta del encuetro con la muerte marca el sentido de estas dos imágenes. En el primer caso uno se pregunta por qué saltaron? si de todas maneras iban a morir, ¿acaso pensaron que la muerte por asfixia o incineración es menos brutal que la que iban a encontrar en el vacío? No, no es la respuesta correcta, en esos momentos de desesperación no creo que haya habido este razonamiento. Quizás simplemente fue un acto irracional producto de la misma angustia que los había atrapado. En el segundo caso, que se repite por todo el planeta, las masivas migraciones -legales, ilegales, violentas y pacíficas, segura e inseguras– donde miles de seres humanos huyen de su vida sin futuro ni porvenir, al menos eso sienten, hacia la promesa de otra vida.

Pienso que el actual momento que la humanidad atraviesa tiene la misma imagen de desastre, desplome y destrucción que la caída de las Torres Gemelas en Nueva York, con la diferencia que lo que ahora se “cae” es el edificio civilizatorio capitalista -es necesario aclarar que la caída de la civilización es un hecho que no implica que el capitalismo termine, pues podría ser que después de esta crisis salga fortalecido, lo seguro es que su permanencia no evita, todo lo contrario, alimenta el debacle de la civilización humana, al menos como la conocemos-. El derrumbe de las Torres, entendiendo que éstas eran el símbolo cultural, económico y financiero del mundo capitalista, aparece como la anticipación simbólica de la actual crisis civilizatoria que amenaza a la humaniodad. Ante la inminente destrucción de las Torres, las personas atrapadas en la estructura tenían tres opciones posibles: a) tratar de salvarse de cualquier forma posible, b) resignarse y esperar la muerte dentro del edificio, y c) arrojarse al vacío. La primera opción es absolutamente entendible, elemental “institnto” de supervivencia, no hay mucho que pensar ahí. Salvarse de cualquier manera, como hoy muchos países, estados, gobiernos, grupos económicos e individuos intentan preservarse y salir a flote de esta crisis económica, ambiental, simbólica y ética. Salvarse de cualquier manera implica eliminar cualquier obstáculo que amenace ese objetivo, sea éste otra persona, otro grupo, otro país u otro continente. La segunda opción no es más compleja que la primera; ante una muerte casi segura, acepto el destino trazado y espero la llegada de la muerte. Es posible que en el actual momento, la mayoría de la población mundial se encuentre optando por esta respuesta, asumiendo cínica y resignadamente la muerte biológica de la especie humana, espectando su propia desaparición física como una fatalidad. La tercera podría leerse de la forma más simple, si pensamos que enloquecidas por la catástrofe que vivían, las personas tomadas por el pánico sencillamente, sin ninguna conciencia de su acto, se lanzaron al vacío.

Puede haber una lectura mas compleja y complicada de este acto. Creo que hay momentos extraordinariamente sagrados en que uno puede “elegir” como morir, momentos que surgen del azar del movimeinto vital, pues no tiene que ver con la voluntad calculada de un individuo que “planifica” su muerte. Cuando la muerte nos sorprende, la misma muerte nos da el don del intervalo infinitesimal de tiempo suspendido entre su anunciación y su ejecución, y lo extraordinario del azar vital es poder aprehender esta hendidura en el tiempo y en el espacio de la muerte. Aprehender ese hay previo al acontecimiento que lo dibuja. En ese pequeñísimo intervalo el hombre puede darse cuenta de que es: “Una nada frente al infinito, un todo frente a la nada, un medio entre nada y todo.” 5 Aquí cambiaremos el sentido de las palabras de Pascal: momento en que el hombre esta infinitamente cercano de comprender los extremos, el fin de las cosas y su principio le están milagrosamente revelados en un momento de saber pleno, igualmente capaz de mirar la nada de donde ha sido sacado y el infinito en que se halla sumergido.6 (Pascal, Pensamientos pg. 31 Ed Coleccuión Austral, Madrid 1962 ) Momento en que el vértigo nos atrapa y no hay otra opción que ¡saltar al vacío! Es claro que en las dos primera opciones no hay revelación y, en tal sentido, no hay salto al vacío.

¿Pero qué significa saltar al vacío? Asumir en el instante último nuestra vida y entregarse al encuentro cara-a-cara con la primera y fundamental condición humana: la pulsión de muerte.7 Siempre me he preguntado que sensaciones buscan las personas que práctica el banging jumpig, deporte cuya operación es subir a los puentes más altos, asegurar el cuerpo con un arnés y lanzarse al vacío. Pienso que este deporte da la posibilidad de dejarse atrapar por la atracción del vacío y poder vivir la sensación de la caída sin caída, o, mejor dicho, del descenso sin caída, pues en un punto la cuerda que les sujeta detiene el descenso y resortea lanzado al sujeto nuevamemte hacia arriba. En el caso de las diminutas personas que saltaron por las ventanas de las torres gemelas no había cuerda que detenga su descenso, solo la muerte. Sin embargo, cuando la muerte ha llegado y no hay opción, hay que caer, vivir y gozar el descenso que disuelve la conciencia de ser, hay que disfrutar “concientemente” la disolución de la conciencia, en la juntura donde se niega el tiempo que se abre entre nuestro nacimiento y nuestra muerte, y nos arroja al sin tiempo de la no historia.

Ante el “fin” de la civilización habría que dejarse atrapar por el vértigo de la alta modernidad, de lo tardío del capitalismo donde “empieza” su desplome, y ¡saltar al vacío! al encuentro con lo a-simbólico, lo no-social, lo a-histórico, el no-mundo. Ahora bien, el salto al vacío puede ser: 1. El salto sin la cuerda que en un momento detenga la caída precipitándonos a la muerte biológica de la especie humana, pero con la certeza de que en el descenso gozaremos la pulsión de muerte. 2. Saltar con un arnés que nos “asegure” que en un punto del descenso, en un punto del vacío de ser, la cuerda se tensará, lanzándonos hacia otra dimensión que se abrirá cuando el vacío quede atrapado en un nuevo lenguaje y abra el umbral hacia otro horizonte histórico.

Saltar al vacío con arnés es lo que hicieron los hebreos con Moisés, salieron de Egipto y se lanzaron al desierto con una cuerda que les “aseguraba” que en un punto del desierto, en un punto del descenso, la cuerda atraparía el vacío en el lenguaje de la promesa y los lanzaría hacia la “tierra prometida”. La cuerda era el relato mesiánico que contenía el destino del pueblo de Israel. En este fin de la historia moderna capitalista parece que no hay cuerda, no hay promesa ni utopía, no hay tierra prometida, no hay el punto azul que aparece cuando la mirada atravieza la imagen catastrófica de esta gastada civilización, no hay comunismo que se dibuje en el horizonte. Ante lo real de esta realidad aparece la segunda imagen, aquella de los migrantes que huyen de su destino en barcos o en balsas, atraviesan océanos, desierto y fronteras y al final quedan fatalmente atrapados en el mismo destino, en la misma historia, atarpados en las miserias de este mundo. La trampa de esta huída que los regresa al lugar del que huyen es que la promesa que impulsa la huída ya se ha realizado y gastado, por eso caminan y caminan buscando una tierra prometida -el sueño americano- sin darse cuenta que el sueño ya lo vivía desde antes de nacer y que realmente era una pesadilla. De esta manera lo que está haciendo es huir al mismo sitio de donde quieren escapar, huir del capitalismo hacia el corazón del capitalismo. Parecemos las almas en pena que no quieren dejar este mundo, que dan vuelta y vueltas sin darse cuenta que en este mundo estamos muertos, porque el mismo mundo está ya demasiado enfermo, porque la historia de la Modernidad capitalista agoniza.

La actual crisis cuivlizatoria nos coloca en el punto exacto donde se abre la “diferencia mínima” entre el capitalismo y el capitalismo, punto en el que: o capturamos esa diferencia y nos lanzamos a la aventura de construir otro mundo, es decir nos asumimos como Sujeto (s) político (s) y atrapamos la oportunidad histórica que la crisis civilizatoria abre; o, lo mas fácil, espectamos este momento decisivo sentados frente a las pantallas de los televisores observando como los responsables y beneficiarios directos de la crisis la aprovechan para pasar a una nueva fase de la acumulación capitalista y continuar con la debacle civilizatoria.

 

- Natalia Sierra, socióloga, docente de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador.

 

Bibliografía

Pascal Blas, Pensamientos, Ed Colección Austral, Madrid, 1962, p. 31.

Poe Edgar, La Muerte Roja.

Zizek, Slavoj, Bienvenidos al desierto de lo Real, Ed. Akal, Madrid 2005, p.19.

Zizek, Slavoj, Cómo leer a Lacan, Ed. Paidós, Buenos Aires 2008, p. 77.

1 Zizek, Slavoj, Bienvenidos al desierto de lo Real, Ed. Akal, Madrid 2005, p.19.

2 Poe Edgar, La Muerte Roja.

3 Idem. P. 41.

4 Pascal Blas, Pensamientos, Ed Colección Austral, Madrid, 1962, p. 31.

5 Idem. P.23.

6Idem. P. 31.

7 “ Según dice Zizek: “Esta insistencia ciega e indestructible de la libido es lo que Freud llamo “pulsión de muerte”, el nombre freudiano que paradójicamente designa su opuesto, la forma en que la inmortalidad se inscribe en el psicoanálisis: un exceso de vida siniestro, un impulso de muerto-viviente que persiste más allá del ciclo (biológico) de la vida y de la muerte, dela generación y la corrupción.” Zizek, Slavoj, Cómo leer a Lacan, Ed. Paidós, Buenos Aires 2008, p. 77.

https://www.alainet.org/en/node/133170
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