Frente a la reunión del G20
- Opinión
La actual crisis económica internacional ha significado en primer lugar la bancarrota de la ideología neoliberal. Es preciso decir que el epicentro del terremoto financiero no estuvo en los llamados países en desarrollo sino en los países más poderosos que impusieron durante todos estos años las terapias de choque al resto del mundo con el argumento de estabilizar la economía. Justamente ha sido el ilegítimo G8 formado por las mayores economías del planeta, que comandó con el auxilio de las instituciones financieras multilaterales y
Los portavoces de la campaña mundial por el empequeñecimiento de los estados han sido sustituidos rápidamente por gigantes intervenciones económicas de los estados para rescatar bancos y empresas, cuyos precios en las Bolsas de Valores se han empequeñecido al extremo. Los grandes bancos de inversión, y muchas de las poderosas transnacionales como GM, Chrysler y otras gigantes acuden como falsas ovejas buscando la ayuda del estado.
A pesar del cataclismo, quienes condujeron hasta él insisten en evitar los cambios necesarios para darle una salida a la crisis que no perjudique a millones de personas y procuran encontrar caminos para que los poderosos sean rescatados a costa de los trabajadores y de la gente común.
A pesar de la indignación popular que crece a cada día en los países centrales, estos dueños de la verdad pretenden en el mayor fingimiento, mantener las operaciones de “rescate” y las mismas recetas que condujeron a la crisis sin precedentes que vivimos.
Encontrar una salida favorable a los pueblos exige ir a la raíz de la crisis que es la imposición de la maximización del lucro de los grandes inversionistas como principio motor de la economía y de la sociedad.
El proceso de liberalización del comercio y las inversiones significó el desmonte de los pocos elementos de regulación que fueron construidos en el marco internacional después de la Segunda Guerra Mundial, creando realmente un mercado mundial sin restricciones ni obstáculos para el capital, con aumentos en la concentración de ganancias en escala verdaderamente internacional. Y son justamente el comercio y las inversiones liberalizadas los vectores globales de la crisis bancaria que se expande a cada día para el conjunto de los países del mundo capitalista.
Y esa brutal acumulación ha sido realizada en un mundo que fue colocando en competición a todos los trabajadores y trabajadoras entre sí, al mismo tiempo en que no les permite el acceso a esa producción ampliada, a pesar del derrame de crédito barato.
Por eso a la hora de las soluciones conservadoras se habla en mantener y ampliar el crédito y en regulación de los mercados para que el capital ficticio no pueda continuar el estilo laissez faire que lo llevó a su propia ruina.
Sin embargo, esta crisis se da en un marco muy diferente de crisis civilizatoria. El crecimiento ilimitado de la producción está cuestionado de forma contundente.
El actual modelo de desarrollo que persiste en el centro y la periferia del sistema y los patrones de consumo especialmente de los países ricos pero también de sectores y grupos del Sur, se han evidenciado completamente insustentables.
Por estos motivos
Los movimientos sociales nos pronunciamos por:
1 – el rechazo al principio de la liberalización progresiva del comercio y las inversiones.
2 – la reformulación de las reglas y principios del comercio internacional y de las inversiones de forma a permitir el desarrollo sustentable y con equidad social de todos los países.
3 – el fortalecimiento de mecanismos de gobernabilidad global transparentes y democráticos que permitan la convivencia internacional armoniosa y sustentable de los pueblos del mundo.
4 - la garantía social plena de los derechos fundamentales a la alimentación, el agua, la vivienda, la salud, la educación, la cultura y el ambiente sano, por encima de cualquier derecho de los inversionistas y sin estar sometidos al ánimo de lucro.
5 - la extensión de la propiedad y la intervención económica públicas para garantizar estos derechos, así como también los beneficios comunes de la producción y servicios estratégicos como la energía, los bancos y las comunicaciones.
Finalmente, en el continente americano y América Latina en particular, sus movimientos y organizaciones sociales, que han enfrentado en los últimos años con bastantes éxitos al libre comercio y la globalización neoliberal, asumimos el desafío de construir la integración regional como respuesta estratégica a la crisis que también afecta a la región.
La integración regional, más que una posibilidad, aparece hoy como una alternativa viable para que los países de la región superen la crisis económica global a través de la creación de lazos económicos dinámicos y solidarios entre ellos y caminen hacia un nuevo modelo de desarrollo, más sustentable y justo que el que hasta hoy fue delineado en nuestros países.
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