Movimiento sindical, diversidad y medidas contra homofobia
- Opinión
Cuando hablamos de democracia y derechos humanos, nos referimos a nuestra lucha contra la marginalización, la exclusión o la discriminación. Hablamos de una sociedad diferente donde impere el respeto para todos y todas. Hablamos de políticas públicas que combinen el respeto a los derechos humanos con la diversidad cultural. Una sociedad donde no tengamos que guardar en secreto nada: ni quienes somos o que pensamos, y donde el trabajo decente sea la base fundamental para el progreso social. Es decir, donde se respete los principios y derechos laborales fundamentales, con ingresos justos, sin discriminación, con protección y diálogo social.
A los sindicatos en la región les preocupan las desiguales, los programas de ajuste estructural, la reducción del Estado y la privatización de los servicios básicos, especialmente del agua, salud y la educación. Los servicios públicos de calidad accesibles y a precios al alcance de todos, son algunas de las bases imprescindibles para lograr igualdad en el trabajo.
El reciente informe de la OIT "La igualdad en el trabajo: afrontar los retos que se plantean", resalta la existencia de nuevas formas de discriminación, como el trato injusto al contratar trabajadores jóvenes o mayores, personas discapacitadas, portadores del VIH/SIDA, o sobre la base de la orientación sexual. Y señala que las formas tradicionales de discriminación por género, edad, raza y origen social, que afectan a millones de personas, continúan vigentes pese a los esfuerzos realizados para combatirlas, incluyendo los cambios legales.
Cabe señalar que las personas que sufren múltiples formas de discriminación, afectan sobre todo a la población más pobre. Hombres y mujeres enfrentados a carencias, necesidades y exclusiones en forma de desempleo y subempleo, trabajos de baja calidad e improductivos, trabajo inseguro e ingresos inestables, negación de sus derechos, desigualdad de género, explotación de los trabajadores emigrantes, falta de representación y participación, así como de insuficiente protección y solidaridad en caso de enfermedad, discapacidad y vejez.
Teniendo en cuenta lo anterior, paradójicamente en la reciente reunión (Uruguay mayo 2007) del Comité Facilitador Internacional del Llamado Mundial a la Acción contra la Pobreza (GCAP en inglés), cuando destaca las causas de esa situación, que sufren en especial los grupos más afectados por la exclusión, como mujeres y los indígenas, decidió omitir a la diversidad sexual. Las asociaciones religiosas se resistieron a dicha inclusión, y, finalmente, se acordó que quedan libradas a lo que se decida en cada país.
En el último Foro Social Mundial en Nairobi, grupos similares que niegan los derechos sexuales y reproductivos de hombres y mujeres, de gays y lesbianas, bisexuales y transgéneros y de heterosexuales del mundo , se manifestaron con una marcha contra el aborto dentro del espacio mismo del FSM, y agredieron e intimidaron a una activista LGBT durante la clausura. Estas manifestaciones de intolerancia solo merecen rechazo.
Avances…pero
A pesar de lo anterior, la visilidad del movimiento por la diversidad sexual ha logrado y sigue permeando en muchas agendas. En las últimas décadas, los sindicalistas han suavizado sus resistencias, se entiende ahora que la discriminación basada en la orientación sexual es contraria a la ley. Que está prohibido asediar, estigmatizar o ignorar a las personas en base a su orientación sexual. Así lo estipula la Plataforma Laboral de las América (agosto, 2005) suscrita por el movimiento sindical de las Américas: Organización Regional Interamericana de Trabajadores ORIT; el Consejo Consultivo Laboral Andino, CCLA; la Coordinadora de Centrales Sindicales del Cono Sur, CCSC; la Coordinadora Sindical de América Central y el Caribe, CSACC; y las Centrales Sindicales de Canadá, México y Estados Unidos.
Los asuntos relacionados a la integración de las minorías étnicas, sociales y culturales sexualidad, homosexualidad y transexualidad poco a poco se colocan en la agenda sindical. En 2004, dos confederaciones sindicales: la Internacional de Servicios Públicos y la Internacional de la Educación, lanzaron un Foro Sindical para la Diversidad Sexual para sus organizaciones afiliadas. El Foro busca promover el intercambio de información, la capacitación, el cabildeo y la solidaridad entre sus organizaciones afiliadas.
El rol de los sindicatos en muchas de las movilizaciones LGBT empieza a cambiar.
En algunos países, las oportunidades se han dado por los litigios encaminados sobre casos de discriminación en el lugar de trabajo que han conducido a pequeñas pero importantes victorias: el reconocimiento de beneficios logra que la Obra Social para la Actividad Docente reconozca y admita a la pareja del mismo sexo * de docente. (Argentina, 1997).
La presión política ejercida por el movimiento LGBT desde hace 20 años, ha tenido como un logro importante el establecimiento de un inédito programa Brasil sin Homofobia, para combatir la discriminación sexual la discriminación y asedio basada en la orientación sexual, con políticas específicas en las áreas de educación, salud, cultura y justicia a través de la capacitación en el tema de policías, profesores, jueces. Las afiliadas de la Central Unica de Trabajadores (CUT) y la Confederación Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) en Brasil se han sumado a esta iniciativa y trabajan junto a grupos LGBT en varias ciudades del Brasil.
Desafíos
Sin embargo, estas experiencias parecieran ser excepciones en nuestra región. La interacción entre los sindicatos y el movimiento LGBT aun es mínima, tímida o no lo suficientemente visible. Algunos dirigentes sindicales prefieren no ser identificados con este y muchos activistas LGBT no entienden la agenda social del movimiento sindical. Esta falta de comprensión mutua emerge como barrera y limita las posibilidades de diálogo, posibles coaliciones y apoyo mutuo.
Las demandas por los derechos de la libre expresión de la sexualidad, el derecho a la tierra, la perspectiva de género y derechos humanos forman parte de la lucha por la democracia, y sin éstas no será posible abrir un nuevo rumbo en las Américas.
Frente a la discriminación debemos promover un cambio cultural. La educación es uno de los factores claves. Pero una educación que termine con los prejuicios, mitos o creencias respecto a una cuestión de color de piel, una identidad sexual o la condición física, es una tarea que debemos desarrollar entre todos y todas: los sindicatos, sus responsables, el Estado y las organizaciones sociales de las personas discriminadas.
Necesitamos diálogos, información, conocimientos y recursos humanos que nos permitan cambiar las actitudes y prejuicios discriminatorios, pero, sobretodo, necesitamos vencer el miedo, el miedo a lo distinto. Las dirigencias organizativas y los movimientos tienen la palabra.
- Rebeca Sevilla, peruana, es Coordinadora de la Unidad de Igualdad de la Internacional de la Educación.