La necesidad de lo religioso en política

11/01/2007
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  • Opinión
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“La moda sotana” es la acertada expresión del periodista Washington Uranga, en su nota en Página 12, del 26 de diciembre de 2006, al comentar que un Frente de la norteña provincia de Formosa propone a un cura, Francisco Nazar, para que encabece la oposición a la presunta presentación de cambios en la Constitución provincial para permitir la reelección infinita del gobernador.

En Argentina la interpretación es que esa posibilidad formoseña es la consecuencia del éxito obtenido por el Obispo Emérito Joaquín Piña, quien en Misiones encabezó una coalición opositora a una propuesta similar, la de establecer la eternidad de la reelección del gobernador.

Es posible que por el efecto de que una mariposa mueve sus alas en China y produce un ciclón en el Caribe, esa también sea la causa de que en Paraguay la oposición se concentra en un Frente y propone a un obispo, ya no para una elección constitucional, sino como candidato a presidente.

En el camino especulativo cabe la pregunta si la mariposa es el ex obispo Piña o fueron uno o varios de esos efímeros animalitos visualizados en los pastores y activos dirigentes de los sectores evangelistas/evangélico/carismáticos, que descubrieron los cargos políticos como elementos ineludibles de la misión convertidora del continente.

Con las derrotas en los temas de aborto, salud reproductiva, homosexualidad, lesbianismo, utilización del preservativo y empates en el espinoso tema de la educación, se puede sospechar que la Iglesia Católica Romana (ICR) se dispone a aceptar este rol que le asignan los alicaídos partidos políticos, fracturados movimientos sindicales y también desconcertadas organizaciones sociales, que quieren restablecer sus identidades de defensoras de Derechos Humanos o Derechos Ambientales o de Derechos de Derechos frente a gobiernos que han ido ocupando sus amados y parece ser que únicos sectores de combate.

No es nuevo en los organismos sociales, englobados en ONGs, que surgidos en instancias previas a la Revolución Francesa como opositores a regímenes despóticos, poco a poco se incorporaron a la maquinaria societaria al punto que, en la segunda mitad del siglo que recientemente se fue, se incorporaron en organismos de sólidas estructuras, apoyadas con donaciones de dinero provenientes de distintas organizaciones del Primer Mundo, incluidas multinacionales expoliadoras de los recursos naturales y humanos del continente.

Tampoco la actitud de la ICR es nueva. Tiene sus antecedentes en la participación de sacerdotes en las gestas liberadoras del 1800, en la presión efectiva en nombramientos de Presidentes -“democráticos o de facto”-, Ministros de Educación, de Acción Social y actualmente en acuerdos con líderes oficiales como en Nicaragua, Ecuador, República Dominicana y con la oposición en Venezuela.

Los candidatos obispales, curales y pastores son una muestra de la caída del respeto ciudadano hacia los políticos y políticas profesionales y de la consideración ética de las poblaciones hacia los eclesiásticos elegidos. Signos claros de que el “crujir” del sistema, como diagnosticaba el gran y olvidado/censurado teólogo Paul Tillich, ahora ya emite rugidos espeluznantes.

Ciertos sectores de las dirigencias eclesiales se refriegan las manos proclamando que por fin el hombre y la mujer vuelven a Dios, enunciado rebasado de soberbia pues para volver hay que irse y las recientes encuestas en distintos países latinoamericanos indican que existen grandes sectores de creyentes en Dios, pero que, simplemente, le hicieron el corte de manga a la iglesia-institución.

La designación de obispos y curas para cabeceras de frentes opositores es fruto de la necesidad de apelar a personas de confianza para ver si existe la posibilidad de llevar adelante plataformas políticas y no una vuelta a la iglesia-institución.

Surgen preguntas ante esta actual puesta en escena a la que se incorporan actores no esperados y otros pasan de actores principales a roles secundarios o quedan al borde del escenario. Uno de los interrogantes se introduce es la relevancia del factor religioso/cristiano en Estados Unidos, donde los sectores conservadores ganaron posiciones claves influyendo en la política internacional con simpatías/acuerdos con el judaísmo y antipatías/combates con el islamismo.

Si a fines del 60, el Departamento de Estado de ese país apostó y promovió a los sectores evangélicos/evangelistas/carismáticos de Latinoamérica para que apoyen su política destructora de calidad humana, en vista de que la ICR estaba desprestigiada, ¿no será ahora un cambio de enfoque de ese Departamento que se ve venir la desvaloración del mencionado sector religioso y la posible valoración del catolicismo romano, fortalecido por medio de acuerdos de EE.UU. con el Vaticano, por lo que decide operar/apoyar el implante de la “moda de la sotana” sin soltar de su mano a los evangélicos/evangelistas/carismáticos?

Por lo pronto es llamativa la defensa de presuntos “valores”, por parte de esas Coaliciones políticas-sindicales-organismos-religiosos, que construyen pistas para el aterrizaje del avión que transporta el cargamento de la reinstalación de políticas imperiales ante el evidente avance de votos, que apuntan al cambio del signo ideológico, provenientes de sectores medios y bajos postergados, especialmente el aborigen.

Otra pregunta es sobre la siempre postergada discusión del laicismo. La ICR la levantó años atrás, en contra, pero la dejo de lado ante el guardar de armas de países como Francia que necesita acuerdos europeos para salvarse, especialmente en las cuestiones de la inmigración y de inmigrantes ciudadanos franceses, y que, aunque no le gusten, deben reconocer que el poder del Vaticano sobre Europa puede estar deteriorado, pero no perdido.

Ese “guardar de armas” tuvo su aval en los partidos políticos latinoamericanos que, si bien avanzaron sobre áreas relacionadas al sexo y la educación, mantienen absoluta indiferencia sobre el establecer nuevas estructuras sociales a partir del laicismo refugiándose en la conocida posición “de eso no se habla” y repitiendo hábitos aparentemente idos, por lo que ante el lecho de muerte, en este caso de sus instituciones políticas, llaman al confesor eclesiástico aunque, parecería, por sus manotazos de ahogado, que están buscando al exhorcista eclesiástico que los libere de los demonios que ellos mismos crearon.

Si para no enredar la conversación dejamos de lado Cuba, en América Latina hay dos países que caminaron y siguen andando por el laicismo, México y Uruguay. Ambos con muy diferentes pasados y proyecciones históricas. El del norte asociado al “crujir” de las estructuras sociales, el del sur fortalecido en su andamiaje social con propuestas de cambios estructurales en el camino elegido del laicismo y el de practicar la calidad humana.

El del sur, Uruguay, es para seguirlo en sus logros que produce actitudes inéditas, como la ocurrida en diciembre que las hinchadas de los eternos rivales, Peñarol y Nacional, se unieron en un aplauso conjunto por la rebaja en el boleto de los ómnibus aplicada a raja y tabla por el actual gobierno. Pequeño signo, diría la modestia uruguaya, pero que luego de asombrarse ante la pantalla multiplicadora de información diversa, merece verlo directamente, vivir con ellas, sin los prejuicios de los grandes hacia los pequeños, como una ayuda, no más pero no menos, de colocar en vigencia el laicismo continental.

En Uruguay no hay ningún vestigio de que se pueda implantar la “moda sotana”,no porque se persiga a los religiosos y religiosas, sino por una historia de desarrollo ciudadano que permitió la renovación del liderazgo política, en este caso con el imponderable aporte del Frente, pero que no se hubiera podido producir si no tuviese estructuras sociales que permitieran el debate y la participación ciudadana.

Hay curas y pastores y pastoras activos en distintas fracciones políticas que al ocupar cargos políticos o de funcionarios gubernamentales, es por su calidad humana y accionar político y no por ser llamados a “bendecir” la perdida de dirigentes desprestigiados.

Es cierto que el sistema educacional uruguayo, que fue ejemplo por décadas, tuvo mucho que ver en la creación de estas circunstancias, pero debe acotarse que ese aporte educativo cultural se conformó en la vigencia de un Estado laico que privilegio la calidad humana sobre otras presuntas prioridades y que, si en algún momento se abrió la posibilidad de perderlo, como ocurrió en las ultimas tres décadas, la ciudadanía uruguaya supo dar la oportunidad a otra expresión política, nueva, fresca, osada, para restablecer esos ideales.

Por lo tanto, sería muy oportuno que en vez de apelar a dirigentes religiosos, cuya calidad personal no se pone en discusión, se introduzca el debate sobre este tema censurado, que es el laicismo y desde las iglesias rescatar pensadores como Paul Tillich y otros similares que tienen suma claridad y actualidad sobre el rol de la cultura y del secularismo en la vida societaria.

Fuente: Agencia de Noticias Prensa Ecuménica
Montevideo. Uruguay
www.ecupres.com.ar
https://www.alainet.org/en/node/119568?language=en
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