Mitos de la teoría económica derribados por un estudio

04/07/2006
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Introducción Se ha repetido insistentemente durante años, entre otras, que la fórmula: crecimiento económico + baja inflación = bienestar para todos, es la que debe guiar, ortodoxamente, la política macroeconómica de nuestra nación. Que las medidas jurídicas del Estado y decisiones económicas del Banco de la República deben estar orientadas al crecimiento de la economía, a mantener controlada la inflación por debajo de dos dígitos, a lograr la estabilidad vía control monetario, a crear un clima de inversiones que atraiga masivamente capitales y a continuar y profundizar la apertura económica (liberalización) con el propósito de integrar el país al mercado estadounidense a través del TLC. De ahí en adelante, el aumento de la riqueza que generemos todos y todas, como un chorro abierto no sólo llenará las arcas de los grandes capitalistas beneficiados de dicho modelo económico, sino que se desbordará rebosada y caerá sobre la masa de millones de pobres e indigentes. Es el paraíso que ofrece la oligarquía asociada a las transnacionales a los desposeídos, la masa de millones de “nuevos” proletarios. El estudio del CID Un estudio encargado por la Contraloría General de la República al Centro de Investigaciones para el Desarrollo, de la Universidad Nacional de Colombia (CID)[1], hace un examen a fondo del comportamiento de la economía colombiana durante los últimos cuatro años, y con argumentos y datos contundentes no solo derriba algunos de los mitos que utiliza la clase capitalista en su dinámica de acumulación de riqueza, sino que califica el crecimiento de la economía colombiana durante el primer gobierno de Álvaro Uribe (2.002 – 2.006) de inequitativo, insuficiente, concentrado e insostenible. El estudio de 127 páginas está dividido en tres partes, a) el crecimiento es insuficiente, b) el crecimiento es concentrado e inequitativo, y c) el crecimiento no es sostenible. Con base en series estadísticas e informes sobre economía, reflexiona y discute sobre la relación entre la macroeconomía y el bienestar de la población, llegando a contundentes afirmaciones que discutiremos abajo. En el estudio se parte de la idea que el bienestar es la felicidad de las personas, y que por lo tanto la economía debe estar al servicio de la felicidad de éstas. Se argumenta, igualmente, que si bien ha habido un crecimiento económico durante los últimos años, éste se debe, de un lado, a factores externos, y del otro, a que “al gobierno Uribe le correspondió la fase creciente del ciclo económico, beneficiándose de la recuperación posterior a la gran recesión de finales del siglo pasado”. Fase de crecimiento que se traduce en mayores precios de los principales productos de exportación como petróleo, café y ferronickel. Tendencia favorable, igualmente, a la mayoría de países de la región. Pero a pesar de este buen clima y crecimiento, la pobreza e iniquidad “están lejos de resolverse… mientras al crecimiento económico… no se lo acompañe de medidas efectivas de redistribución del ingreso”, se afirma en el estudio. Nuestros pobres e indigentes, ¿cuántos son? Partiendo de que en Colombia ha habido un crecimiento económico, aunque insuficiente, durante los últimos 3 años, cercano al 5%, lo que está en discusión es por qué no ha habido una distribución de la riqueza que signifique una disminución de la indigencia o reducción de la pobreza. ¿Por qué no hemos podido hacer que los 11 millones de indigentes puedan al menos calmar el hambre, no importa que sigan siendo pobres? Es cruel decirlo así, pero para cualquier sociedad es preferible tener pobres que indigentes. Y en Colombia, ni la indigencia ni la pobreza han disminuido, a pesar de un crecimiento sostenido y de una inflación baja. Por el contrario, la pobreza no solo es la misa sino que aumenta, como lo señala el estudio: “de los 22.2 millones de personas (pobres) en 2005, frente a 18.2 millones en 1991, (hay) 4 millones más de pobres (que) en los últimos quince años”. Derribando mitos Uno de los aspectos a resaltar en esta investigación, es lo mal parados que quedan algunos de los mitos que hoy sostienen los defensores de la apertura y el libre mercado. Uno de ellos dice que para reducir la pobreza, la economía de un país no solo tiene que crecer sino que debe mantener reducida o muy baja la inflación. La economía colombiana no sólo ha crecido por encima del 5% anual en los últimos 3 años, sino que la inflación es relativamente baja, calculándose para éste año en un 4% No obstante estas tendencias positivas, la pobreza no se han reducido, por el contrario se mantiene y aumenta, como lo señalamos arriba. El otro mito que derriba el estudio del CID, es la perorata que para que haya crecimiento económico, desarrollo, progreso y bienestar para todos, es imprescindible llevar a cabo la más completa liberalización y apertura económica. Ello ha implicado abrir las fronteras, abolir los impuestos a los productos importados y tomar medidas económicas para la exportación de materias primas; liberalizar el mercado de capitales para atraer inversionistas extranjeros; y orientar la economía principalmente hacia afuera incentivando las exportaciones. Es el mercado global el que “nos” interesa, según los agoreros del discurso neoliberal, no el pequeño y abatido mercado nacional; reduciendo a cero los controles a las importaciones y cero a los subsidios a la producción que dinamice el mercado e industria nacional. Tampoco les interesa para nada los argumentos históricos que hablen de “cómo se desarrollaron” las potencias económicas que hoy conforman los bloques de la tríada (Japón, Estados Unidos, Comunidad Europea) aplicando políticas económicas proteccionistas en el camino a ser naciones económicamente desarrolladas, hasta lograr un alto grado de desarrollo tecnológico y competitivo. Menos admiten argumentos de ciertas dosis de autarquía, sustitución de importaciones, etc. Lo válido hoy en teoría económica, sigue siendo la ortodoxia predicada por el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y el Consenso de Washington que siguen como dogmas los tecnócratas del Banco de la República. El drama y pobreza en que viven millones de campesinos Colombia es un país donde la propiedad de la tierra se caracteriza por estar concentrada en muy pocos propietarios, y donde la distribución de ésta, más que injusta, es dramática. El país tiene una de las más inequitativas distribuciones de la tierra del continente. Un 68.2% de la población campesina padece una situación de pobreza grave. Solo una minoría, los 2.428 propietarios, públicos y privados, que poseen 44 millones de has., equivalente al 53.5% del territorio, se podrán beneficiar del TLC. Los 2.3 millones de campesinos que solo poseen tierras o predios de menos de 3 has., o sea el 1.7% del territorio, no cuentan sino como mano de obra barata. Sumado a lo anterior, la mayoría de propietarios (55.6%) y de predios (56.8%) poseen tierras menores de 3 hectáreas. Es decir, son dueños del 1.7% del territorio registrado catastralmente. Mientras, 2.428 propietarios privados y públicos, poseen 44 millones de has., que equivalen al 53.5% del territorio. Es decir, poseen en promedio 18.093 has por propietario, o un territorio 6.000 veces más grande que el minifundio de 3 has al que aspiran 2.3 millones de colombianos. Hay cuatro razones que explican la pobreza dramática que viven los campesinos, según el estudio: a. Una gran proporción de la población campesina no tiene acceso a la tierra, más de 655.000 hogares. b. Más de 2.2 millones de propietarios de micro y mini fundíos, no alcanzan a generar ingresos que les permita superar la línea de pobreza. c. La precaria relación de trabajo en que se encuentran los sin tierra y los pequeños agricultores. d. Buena parte de los medianos y grandes propietarios rurales ya no son habitantes del campo y sus ingresos se contabilizan en las áreas urbanas. La población rural ha quedado reducida a los pequeños propietarios y los sin tierra. Esto explica la elevada tasa de indigencia, 27.5%. Más de la cuarta parte de los campesinos colombianos. Lo anterior permite afirmar que la pobreza rural se manifiesta, principalmente, en los sin tierra y los propietarios de micros y mini fundíos inferiores a 3 hectáreas. Los primeros forman el ejército de jornaleros, aproximadamente 850.000 personas, con relaciones laborales precarias. No cuentan con seguridad social de parte de los patronos, sino que hacen parte del régimen subsidiado. Y el caso de los propietarios de tierras de menos de 3 has., es un claro ejemplo de la estrategia de construcción de “un país de propietarios miserables”. Éstos hacen parte de los 2.2 millones de trabajadores por cuenta propia. Que lo único propio que tienen son sus minifundios, y cuentas las por pagar. En resumen, esta es la dramática situación en que se encuentran millones de campesinos pobres propietarios de micros y mini fundíos (menos de 3 has.), quienes además por la falta de capitales, tecnología, tierra y créditos no pueden dedicarse a cultivos de tardío rendimiento. Una masa de millones de jornaleros del campo, que difícilmente hacen parte de la elite que participa y saca ventajas (exportadores) del comercio internacional, como tampoco son proveedores de café, ni de banano, ni de flores, ni de frutales, siendo sus principales cultivos de pan coger, poco tecnificados y producidos en volúmenes pequeños. Conclusión El estudio del CID, “Bien-estar y macroeconomía 2002-2006: el crecimiento inequitativo no es sostenible”, ha sido poco difundido y discutido por los círculos de poder, intelectuales y estudiosos de la economía. ¿Por qué? En parte porque algunos de los mitos de la teoría económica en los que se soporta la política económica del gobierno de Álvaro Uribe, son derribados con contundentes estadísticas, argumentos y análisis por el estudio del CID. Ante todo aquella fórmula defendida por quienes se benefician de ella: Crecimiento económico + baja inflación =bienestar para todos. Lo interesante del estudio del CID es que podemos deducir otra fórmula: Crecimiento económico + baja inflación + distribución de la riqueza = bienestar para todos. Tal vez es la que nos sirva para apaliar la indigencia y disminuir la pobreza en que viven millones de colombianos. Da la impresión que el informe del equipo de investigación del CID a la Contraloría, por su contenido y las conclusiones a las que llega, encaja bien en el perfil de los temas que, desde el poder y los Medios de Alienación Masiva, es preferible no darle mucha importancia, no hacerle mucha bulla. Y así nuevamente, un estudio que discute un tema tan trascendental como es el de la creación de riqueza de una nación, yque demuestra contundentemente cómo la clase capitalista colombiana y transnacional son los grandes usufructuarios de ésta, pasa casi inadvertido. Mientras, millones de nuevos proletarios permanecen excluidos, no participan, ni cuentan en lo que debiera ser una distribución democrática de la riqueza. ¿Pero cómo pasar por alto que de lo que se trata es de una tenaz lucha de clases por la distribución de la riqueza? Nota (1) El estudio del CID en formato pdf se puede bajar de este sitio http://www.cid.unal.edu.co/control/publication_detail.php?id=1089
https://www.alainet.org/en/node/115859?language=en
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