Geopolítica, recursos estratégicos y multinacionales
20/12/2005
- Opinión
Andrés Barreda es profesor de Economía en la Universidad Nacional
Autónoma de México (UNAM). Dentro del curso “Las Multinacionales
españolas en América Latina: realidades y resistencias”, organizado
por la asociación Paz con Dignidad en colaboración con Hegoa, el
pasado día 9 de noviembre de 2005 presentó en Bilbao la ponencia
titulada “Geopolítica, recursos estratégicos y multinacionales”. Lo que sigue es la trascripción de dicha conferencia.
Lo primero que
quería transmitirles a ustedes es la idea de que el actual proceso de
globalización no es, desde mi punto de vista, un proceso que deba de
ser estudiado solamente desde el proceso de conformación de redes
electroinformáticas, que es sobre todo la moda dominante en los
estudios de globalización –estoy pensando en Manuel Castells– que
hablan de una economía de red y de redes informacionales que sacan
mucho de la mira otra serie de procesos materiales, de procesos más
profundos, que están ocurriendo en el actual proceso de globalización.
Desde mi punto de vista, y para ir al grano, me parece que el punto
clave para estudiar los procesos de globalización actual son los
procesos de conformación de las fábricas mundiales, todas ellas
organizadas a la manera de un gran autómata planetario. Dentro de lo
cual, efectivamente, juega un papel muy importante la red
informacional. No se podría lograr esta fábrica mundial sin estas
redes, es cierto, pero juega un papel igualmente importante la red de
transporte física que es la red intermodal.
Ustedes saben que el transporte ha sufrido una revolución en los
últimos treinta años, no tan vistosa como internet, pero que ha
supuesto un cambio permanente en la articulación de todos los
transportes entre sí, de manera que ya no existen cuellos de botella
entre el transporte ferroviario, el transporte por carretera, el
transporte marítimo y el aéreo.
Todos ellos han adquirido la capacidad de manejar la mercancía con
cajas estándar, con cajas contenedoras, con containers, y traspasarla
velozmente en los sistemas multimodales. Esto es una revolución porque
no solo se trata del asunto de las cajas: el hecho de que los trenes
transporten contenedores significa que se tienen que adecuar a la
doble estiba –le llamamos así en México–, o sea, dos cajas, lo que
significa que hay que cambiar los rieles, hay que cambiar los puentes
y los túneles.
Los barcos, para adaptarse a este sistema, transportan cada vez más
contenedores, ya van por 11.000 cada uno. Y desde que transportan
3.000 contenedores ya no pasan por Panamá: la revolución intermodal
volvió obsoleto al canal de Panamá. Los barcos con 11.000 contenedores
no entran en Ámsterdam, es decir, hay que modificar hasta los puertos
más importantes del planeta, como Ámsterdam, Yokohama o Los Ángeles.
La revolución en contenedores implica también cambios en carreteras,
en la ingeniería de construcción de túneles, y hasta en los aviones,
donde les levantan el culo y les meten cajas contenedoras, de manera
que todos ellos mueven la mercancía velozmente. Por lo tanto, ya en
ningún puerto de enlace, donde se traspasan la mercancía de uno a otro,
se necesitan almacenes. Desapareció, en la intermodalidad, el concepto
de almacén y los problemas de cuellos de botella en el traspaso de las
mercancías. Es gracias a esta revolución intermodal que hoy las
fábricas pueden enviarse mercancías rápidamente y producir, como dicen
los yanquis, just in time.
Entonces, todo el problema de la fábrica mundial sería impensable sin
la intermodalidad. Les digo que no es tan glamorosa como internet,
pero es tan importante como ella. Porque las fábricas mundiales no
solo se envían mensajes: se envían mercancías reales.
La fábrica mundial es aquella en al cual la producción de una
mercancía ya no se lleva a cabo en una localidad. Volkswagen ya no
saca en Friburgo sus automóviles, sino que las diferentes unidades de
Volkswagen en Puebla, México DF, Río de Janeiro, Seúl y Friburgo
funcionan como diferentes departamentos de una sola gran fábrica
planetaria. Y esta gran fábrica planetaria está toda articulada como
si estuvieran hablando de un local a otro, porque toda está
funcionando en tiempo real: enviándose siempre mercancías que llegan
justo a tiempo.
Para la conexión en tiempo real el internet es básico. Para la
conexión justo a tiempo, la intermodalidad es básica. De manera que
Volkswagen, Ford o General Motors, o cualquier empresa de la industria
automotriz, aérea, naviera o textil, cualquiera que sea importante a
nivel mundial, se están reorganizando en los últimos quince años a la
manera de fábricas globales.
Este hecho es decisivo: no había ocurrido nunca el hecho de que se
globalizara el proceso de producción. La globalización es muy vieja,
tiene 500 años si la vemos como globalización mercantil. La
globalización financiera ya Lenin la nombró, siguiendo a Hilferding, a
finales del siglo XIX y principios del XX, tiene 100 años de
existencia. Pero la globalización industrial, es decir, el hecho de
que el proceso de producción esté unificado industrialmente, como una
serie de fábricas a escala planetaria, éste es el hecho novedoso que
trae consigo el neoliberalismo.
Entonces, la invitación que les hago es a no mirar la globalización de
manera hegeliana, como lo hace Manuel Castells, pensando que es una
globalización de mensajes, o una globalización financiera. Esta tesis
del imperialismo de Hilferding, que está muy a la moda, en la que la
globalización actual está comandada por el capital financiero, es una
tesis muy vieja, que tiene 100 años, y que no deja mirar las cosas en
el punto crucial. Lo que está ocurriendo es la gran conformación de un
autómata global, a la idea en que lo planteaba Marx en el capítulo
XIII de El Capital: los autómatas se articulan en redes de autómatas
que producen autómatas.
Esta idea central de la subsunción real del proceso de trabajo bajo el
capital es una idea clave para poder abordar los fenómenos actuales de
los procesos de globalización, y es de la que estamos partiendo. Ahora,
pensar en la idea de un autómata global no es solamente algo que
podamos ilustrar con la imagen de una fábrica global, porque aquí nada
más estaríamos hablando de industrias de punta, como sería la
industria automotriz, que está muy robotizada, y que se monta un
autómata a escala global bastante homogéneo. Podemos decir que todas
las plantas de la industria automotriz son bastante parecidas.
En realidad, el autómata global, aunque está integrado industrial y
productivamente, mantiene ahora nuevas relaciones jerárquicas de
centro-periferia, pero de carácter industrial. Uno de sus rasgos
fundamentales es la industria maquiladora, que así la llamamos en
México, y que los yanquis llaman sweatshops (talleres del sudor), que
también forman parte de la industria global.
En este caso, tendríamos industrias que, por así decirlo, tienen alas.
Industrias que se están moviendo, en procesos de producción que ellos
mismos están fluyendo. La industria maquiladora tiene la
característica de que es una industria de ensamble, en donde un taller
no es más complejo que esta propia aula, es decir, son muros, techos,
mesas y trabajadores de los que se usa su mano de obra intensiva. Se
les traen las partes hechas en otro lugar del mundo, las ensamblan y
rápidamente salen para ser vendidas en otro lugar. Toda la frontera
Norte de México nació como un gran corredor de ensamble maquilador,
que le da salida a la mercancía que se produce industrialmente en el
Este de los EE UU hacia la cuenca del Pacífico.
Algo parecido han tratado de montar en Europa, en la región del Magreb,
utilizando la mano de obra del Norte de África. El centro
fundamental –vamos a decir el Manchester del planeta– actualmente en
maquila estaría en el delta del río La Perla, en la región de Cantón,
en China. Éste es el centro planetario de la industria maquiladora,
pero está en muy diferentes regiones del mundo, organizada de muy
diferentes formas.
Pero ¿por qué decimos que esta industria tiene como alas? Porque en el
momento en que la clase obrera se organiza, cuando los trabajadores
reclaman algún derecho laboral o la sociedad civil reclama alguna
cuestión ambiental, las empresas transnacionales rápidamente desplazan
los talleres de ensamble a algún otro lugar del mundo. Es decir, ya no
están fijas, la localización ya no es la vieja localización industrial
en la que están ancladas en los territorios, sino que se están
moviendo. Y esto entra dentro de los planes de las propias empresas,
sean industrias tecnológicas muy complicadas o sean agroindustrias:
por ejemplo, la industria del cultivo del plátano en Centroamérica
contempla que cada siete años se tienen que cambiar de región para
montar plantaciones de plátano, porque siete años es el plazo que se
dan para la organización de los trabajadores.
En mi país, en el estado de Tlaxcala, no muy lejos de la ciudad de
México, se montó una denuncia contra la industria maquiladora. En
Tlaxcala los talleres maquiladores usan mano de obra de niños de 7
años, con lo que los niños ya no van a la escuela. Los padres emplean
a los propios hijos, en un esquema muy parecido al que describe Marx
con lo que ocurría en el trabajo doméstico en los inicios del siglo
XIX en Inglaterra. Como decía, se monta la denuncia y al día siguiente
la empresa le dice a todo el pueblo que se acabó el trabajo por haber
montado la denuncia. Y que se van al pueblo de al lado, que ahí van a
pagar menos. A ver si alguien se atreve a volver a denunciar. Y se van
moviendo.
Otra idea de fábrica global móvil son los barcos factoría, que
comenzaron a desarrollarse sobre todo en la industria petrolera
mundial, pero que actualmente se han extendido también a la industria
textil. Todo el cuero que entra a México es cuero que se ensambla. Se
hace el trabajo de talabartería en alta mar y, conforme van metiendo
el cuero hacia los mercados americanos, los barcos van llenos de
obreros que van ensamblando las prendas de vestir, que llegan y se
venden. O sea, son fábricas barco.
Otra figura sería lo que el Financial Times anunció muy pomposamente
en 2002: las fábricas que se montan dentro de las cajas contenedoras.
Es decir, las cajas contenedoras ya no transportan mercancías sino una
serie de máquinas y herramientas muy sencillas para producir, por
ejemplo, clavos o alambres, y son fábricas móviles que van enlazadas
en un tren o que van dentro de un avión, y se llevan y se transportan
a donde haga falta.
Luego están los programas de vivienda: los contenedores son ya
también unidades de vivienda en Perú, unidades se mueven ágilmente.
Entonces, la idea de que el contenedor no solo transporta mercancías
sino que también transporta procesos de producción es una idea que
avanza. Y es una idea bastante rústica, como la de la maquiladora,
pero ustedes deberían de verla como lo que es la estación espacial,
actualmente en construcción, que cuando la terminen será el tercer
punto más visible del espacio después del sol y de la luna. Quien vea
esto como un centro de estudio y de progreso de la humanidad esta un
poco despistado, porque aunque tengan casco y bandera de los EE UU,
los astronautas son obreros asalariados, y lo que tenemos en la
estación espacial es un taller de nanotecnología y de ingeniería
genética junto, que es también una fábrica móvil en el espacio.
Entonces, lo que vemos actualmente es el proceso de construcción de un
autómata global. Que tiene las figuras de las fábricas mundiales de la
industria automotriz, de las industrias que se desplazan, como las
maquiladoras, o de estas nuevas figuras de fábricas que se mueven y se
enlazan ligadas a las propias redes de intermodalidad. Lo que tenemos
es un proceso en donde la construcción de la fábrica mundial es el
punto de partida del control del trabajo en el mundo.
Es gracias a la construcción de esta fábrica global que los salarios
de los trabajadores en todo el planeta vienen a la baja en los últimos
20 años. No hay , hasta la fecha, organización obrera que pueda
contrarrestar esta organización del capital en el proceso de
producción.
Claro, como es un proceso de globalización de un autómata, la
tecnificación es muy alta, la elevación de la composición orgánica del
capital es muy alta, los despidos son muy altos y la marginación es
muy alta. Y como tenemos un obrero social complejo, que se globaliza,
ese general intellect del que nos habla Toni Negri, tenemos igualmente
que ese ejército industrial de reserva que tiene que interactuar con
el ejército obrero en activo también se globaliza, como resultado de
lo mismo. Ambos están controlados en tiempo real por ese autómata
global.
Los medios de producción globales son al mismo tiempo el instrumento
de control de los trabajadores. Cuando estamos usando el ordenador en
casa, haciendo un trabajo en casa, estamos formando parte de ese
autómata global. Ese autómata que nos sirve tanto es el mismo
ordenador que nos vigila, y nos vigila en tiempo real.
Entonces, hay esta unidad del proceso de producción, y es muy
importante insistir en nombrarla como es: unidad del proceso de
producción. Como construcción de un autómata de escala global. Bien,
esto sería impensable e inconcebible si a lo largo del siglo XX el
capital no hubiera terminado de tejer un conjunto de redes que lo
vuelven posible.
Quisiera que pudiéramos ver lo que para el proceso de construcción del
autómata global significan las redes en todo el planeta. Para ello,
podemos ver en mapas del sistema de información geográfica todo el
tejido de las redes planetarias.
Antes, habría que marcar una idea previa: hace dos siglos, la
globalización era mercantil, pero la ubicación de la industria solo
estaba en unas cuantas zonas (en los inicios de la revolución
industrial, en 1800). Cien años después, las zonas externas del
sistema habían disminuido, la industria se había extendido a América
del Norte, era la época de oro del Imperio Británico, se producían
conexiones entre las áreas comerciales a través de barcos de vapor,
con el carbón como patrón tecnológico, y gracias a los tendidos de
cables de telégrafo. Se exportaban no solo mercancías sino, como ya
señalaba Rudolph Hilferding, también capitales: era una globalización
financiera. En 2000, ya no hay áreas del planeta que se puedan
considerar externas, ningún área está intacta: en el hemisferio Norte
se ha formado un cinturón industrial y las grandes zonas industriales
están bien asentadas en tres grandes núcleos: América del Norte,
Europa y Japón.
Esta integración tiene como correlato un tejido de redes, como les
decía. Esas redes originalmente fueron redes ferroviarias que se
construyeron en todo el planeta. Se desarrollaron sobre todo en la
segunda mitad del XIX e inicios del XX, y básicamente están
concentradas en Europa Occidental, en Europa Oriental y en el Este de
los EE UU. En el resto del mundo no prosperaron mucho, salvo en las
regiones donde los ingleses eran muy fuertes (India, Sudáfrica, y el
Norte de Argentina). Esas redes se detuvieron cuando el capitalismo
cambió de patrón tecnológico, del carbón al petróleo, y las nuevas
redes de transporte que predominan son las de transporte automotor. El
contraste es notable.
El capitalismo ha logrado a lo largo del siglo XX, por medio de los
estados nacionales, tejer redes dentro de cada nación, de forma
exhaustiva. Al capitalismo solo le falta tejer estas carreteras en el
Círculo Polar Ártico, Groenlandia, el desierto del Sáhara, el Himalaya
y el Amazonas. Carreteras en las que circulan, bien o mal, vehículos a
motor.
Las naciones han cumplido bien su trabajo a lo largo del siglo XX. Las
naciones, como celdas de un panal, se han dedicado a la tarea de
construir caminos... y Ford, Volkswagen, General Motors y Toyota a la
tarea de vender los automóviles que transitan por esos caminos. Por
eso se entiende que la industria automotriz sea la líder en los
procesos de globalización de fábricas industriales en todo el planeta.
Pero el capitalismo no solo ha tejido redes de carreteras, que se han
sumado a las ferroviarias, las cuales no han desparecido.
Para poder funcionar se necesitan yacimientos de petróleo y gas, que
no son muchos. Y para mover esto hacen falta redes de ductos:
actualmente están en construcción los ductos que van a llevar estos
recursos a China, así como los que van a conectar el Norte de
Venezuela con Texas, hacia el núcleo tragador de petróleo más
importante del planeta, que es el Este de los EE UU.
A las redes de ductos hay que sumar las redes de tendido eléctrico de
todo el planeta, que tienen una estructura parecida a las redes de
ferrocarril, y son las que usan las transnacionales como Endesa,
Iberdrola y Unión Fenosa.
A todas ellas, redes de aviación, de navegación marítima y de ductos
petroleros, habría que sumar las redes de agua, donde entran las
800.000 presas hidroeléctricas que se han construido en los últimos 50
años, por culpa de las políticas del Banco Mundial, y los ríos
desviados que también tejen el metabolismo de toda la economía mundial.
A lo largo del siglo XX, vemos pues que el capital ha ido tejiendo
redes de redes, y no solo esas redes informativas, de las que se nos
habla, como la red de cables de fibra óptica de la empresa Global
Crossing (redes físicas de fibra óptica) o las redes de satélites que
rodean en tres capas el planeta. Es un tejido físico de redes, que no
tienen nada que ver con toda la fantasía que se ha montado con la
desmaterialización de la economía: la terciarización de toda una
economía que se vuelve de servicios y que se desmaterializa, y luego
se empiezan a montar una serie de fantasías hegelianas. El capitalismo
se está haciendo todo menos inmaterial. Todo lo contrario: tenemos un
capitalismo hipermaterializado que teje redes de redes de redes.
Y estas redes han llevado a dos hechos fundamentales: uno, como el
mundo está integrando todas las redes como si fuera un organismo vivo
(donde se entretejen la red nerviosa, la red hormonal, la circulatoria,
etc.), las redes tienden a centralizarse, del mismo modo que el tejido
sanguíneo tiene una vena cava o una arteria central y el sistema
nervioso tiene la médula espinal, igual estas redes tienden a
organizarse en corredores: ejes centrales que coordinan las grandes
regiones del mundo.
En la década de los 90, empieza a aparecer la discusión en todas las
políticas públicas del planeta acerca de los grandes corredores de
integración urbano-industrial y urbano-regional de todo el mundo. Es
decir, a inicios de los 90, Europa comienza a discutir cuales serían
los corredores de integración con China, integrando toda la región
euroasiática. Es la propuesta del corredor TRASECA (TransEuropean
Caucasus Asia) que propone la UE, con tres rutas fundamentales: la del
Norte, de 9000 km, que es la más corta y corresponde a la ruta rusa
del transiberiano; la ruta del Sur, la ruta de la seda, que pasa por
algunos lugares como Yugoslavia, Turquía, el Kurdistán, Chechenia,
Pakistán, el Tíbet, todas ellas regiones un poco calientes, y es la
ruta más larga (11.000 km) pero es la que agrupa el grueso de la
población y, por tanto, de la mano de obra (entre China y la India hay
3.200 millones de personas, es la perla en cuanto a mano de obra
asalariada en el planeta); y, dentro de esta propuesta general, la UE
ha estado desarrollando su propuesta de corredor intermodal al Asia:
por Polonia, Rumanía, el Mar Negro, el Cáucaso, el Mar Caspio,
Kazajstán, Turkmenistán, el desierto de Gobi, el Norte de china y
Mongolia. Son propuestas de carreteras articuladas con vías férreas y
con tendidos de fibra óptica, con enlaces intermodales, es un corredor
de integración bastante complejo, que ha generado bastante discusión
en la revista Marco Polo. No sigo profundizando en esto, porque me voy
a ceñir a América Latina.
En el caso de América Latina, los norteamericanos son los primeros en
desarrollar una serie de rutas hacia el Pacífico. Ustedes han de tener
en cuenta que la construcción del autómata global implica que en el
hemisferio Norte se cierre un cinturón industrial, es decir, que la
industria ya no está solamente emplazada en EE UU y Europa, sino que
se ha desbordado de Japón, no solo hacia los cuatro tigres asiáticos
(Taiwán, Corea del Sur, Singapur y Hong-Kong), sino también a otros
países maquiladores como Filipinas, Indonesia, Vietnam, Laos, Camboya
y, sobre todo, se ha concentrado en China y la India. Eso conforma un
núcleo industrial que ha desplazado el centro de la economía mundial
del Atlántico al Pacífico.
Entonces, el grueso de la economía mundial ya no está en la relación
del Este de los Estados Unidos con Europa: desde los años 80, el
tráfico comercial del Pacífico desplaza al del Atlántico; de los 90
para acá, el tráfico portuario del Pacífico supera al del Atlántico; y
en el año 2000, en EE UU, el tráfico portuario del Pacífico ya doblaba
al del Atlántico. Esto quiere decir que EE UU tiene que reorientar
todo desde el Este hacia el Pacífico, y el problema es que el 80% de
su economía la tienen en el lado Este. Y la tienen ahí enclavada,
anclada, porque están allí sus yacimientos de hierro y carbón, su
industria siderúrgica está ahí por la mayor disponibilidad de agua,
allí están su agua agrícola y las mejores tierras... Y no la pueden
desplazar más que a California, que es el cuarto país más rico del
planeta si lo medimos por PIB.
Pero el grueso del Oeste norteamericano es desierto y es montaña. Y no
va a poder residir allí nunca la economía de EE UU. Por tanto, hay un
problema en el momento en que la economía mundo se reinventa del
Atlántico al Pacífico y, entonces, sus grandes corredores industriales
para conectar con el Pacífico tienen que seguir sobre todo la ruta del
Sur, que concentra el 70% del tráfico terrestre de los EE UU a la
ciudad de Los Ángeles. Así que esta ruta es mucho más importante que
el canal de Panamá, porque es su principal salida hacia la ruta del
Pacífico.
Y aquí: bueno, qué tal si reformamos el territorio mexicano y lo
reacomodamos a nuestras necesidades de integración. Entonces, en 1996
el presidente de México propone como plan de desarrollo nacional la
creación de una serie de corredores urbano-industriales, que integren
el Este de los EE UU con la costa del Pacífico. Dije el presidente de
México, y no la Casa Blanca.
Esta reorganización del territorio significa romper con toda la
industria de la agricultura y de la mano de obra nacional, que tiene
500 años de historia. Esta propuesta no tiene que ver con un uso
racional del territorio mexicano, sino que implica simplemente darle
salida a los tejanos, a Florida, en diferentes corredores (como el
corredor Nuevo Laredo-Manzanillo, el Veracruz-Acapulco o el istmo de
Tehuantepec).
Y a ellos se les añaden otras propuestas de corredores de integración
interoceánica, como el hacer un nuevo canal de Panamá, para que haya
dos, de doble sentido, ahora con mayor profundidad, para que puedan
pasar estos barcos intermodales. En Colombia también se ha hablado de
hacer una especie de puente intermodal (entre hacer un canal de agua y
utilizar el río Atrato), los sandinistas y Hugo Chávez están manejando
la posibilidad de crear un nuevo canal para sacar el petróleo
venezolano hacia China.
O, por supuesto, están las propuestas de uso de corredores terrestres
intermodales del Plan Puebla-Panamá (PPP), sobre todo, el de Puerto
Cortés a Cutuco, y el del canal de Panamá, junto con el del istmo de
Tehuantepec, que es lo que proponía el PPP. De esto habla Ernesto
Zedillo en 1996 y Vicente Fox en 2001. Es una moda y, siguiendo las
mismas metodologías, en Sudamérica la CEPAL propone, siguiendo las
pautas metodológicas del BID, la creación de 18 corredores de
integración para poder vincular también la economía sudamericana del
Atlántico (sobre todo de la región Mercosur) con la cuenca del
Pacífico. Son los puentes que pasan por el cuello de botella
estratégico que es Bolivia, por donde pasan cinco de esos corredores,
y que darían salida al Pacífico.
Hay otra serie de corredores Norte-Sur, que tienen que ver más bien
con las pretensiones norteamericanas de integración, como las que
siempre ha ofrecido la carretera panamericana, desde hace 80 años, o
el pie de monte de los Andes (mirando hacia el Amazonas) que es el
corredor de los yacimientos mineros, de las cabezas de cuenca y de las
grandes reservas de biodiversidad. Este corredor no es tanto para
integrar ciudades como para integrar una de las zonas más importantes
del planeta en materia de hidrocarburos, minerales, biodiversidad y
agua. Es difícil encontrar otra región del planeta en donde se
combinen así los cuatro recursos naturales estratégicos. También está
la locura esta de integrar las tres grandes cuencas fluviales de
Sudamérica: el Orinoco, el Amazonas y el Paraná, en un eje Norte-Sur
que es una verdadera barbaridad en términos ambientales, a propuesta
del BID.
Por lo tanto, la idea resumida es que la construcción del autómata
global ha tejido redes de redes sobre redes y, al finalizar el siglo
XX, han terminado la tarea. Entonces, han cumplido su misión: unos,
con la hoz y el martillo; otros, con la bandera de los países del
Tercer Mundo que peleaban contra el Primero; otros, coloniales;
aquéllos, imperiales. Todos ellos, con diferentes capas y uniformes,
hicieron su tarea (la acumulación capitalista que fue tejer estas
redes de redes), con lo que el planeta está listo para integrarse de
manera global. Se integran los sistemas multimodales, se integra
internet y se integra el autómata global, y llega el momento de
integrar las redes, para tener un sistema eléctrico planetario, un
sistema de carreteras planetario, todos los sistemas globales y,
dentro de ellos, integremos corredores.
Ninguno de los urbanistas y geógrafos que discuten la globalización
de los que yo conozco se meten en este tema. Se han quedado en el
asunto de las redes y, bajo la influencia de Castells, en las redes de
electroinformática ligadas a la alta tecnología, y se les ha pasado la
parte sucia, la parte material de la construcción del autómata global.
Más allá de lo que opinen todos los teóricos de la globalización, las
políticas públicas en todo el planeta de lo que hablan es de organizar
en dónde se montan los grandes corredores de la globalización. Pero
los mapas no son el territorio: lo que nos dicen es hacia donde se
dirigen los procesos de acumulación de capital. Son planes de
reorganización del tejido de redes de redes.
En los años 90, los grandes capitales se entusiasmaron tanto con el
tejido de las redes que, como siempre ha ocurrido con la construcción
de las redes desde hace 150 años, se les fue la mano.
En 2001, estalló la recesión en EE UU, porque en materia de redes se
produjo el 75% más de aparatos electroinformáticos de los que hacía
falta, el 50% más de aparatos de aviación de los que hacían falta y el
90% más de fibra óptica de la que hacía falta. Estaban tan eufóricos
con la nueva economía que, como siempre, especularon de más, y la
burbuja (no financiera, sino de fibra óptica) reventó. Con ello,
también reventaron los créditos financieros y se fue gestando la
crisis financiera que va detrás de esta crisis industrial general.
Se han acomodado a su nivel tras la crisis, y comienzan de nuevo con
una tecnología más nueva y más eficiente, que es lo que está empezando
a suceder ahora. Pero, entre tanto, ha ido madurando otro fenómeno: la
convergencia entre las redes.
Por ejemplo, ahora es una moda hablar de watergy: es una palabra que
proviene de la fusión entre water y energy (que es como se llama a la
electricidad en inglés). Se sabe que con las redes de agua se logra
generar electricidad; y también se sabe que con electricidad se mueve
el agua, bombeándola desde el subsuelo o básicamente con consumo
eléctrico en las propias redes de distribución urbanas. Así que las
redes de agua y de electricidad se combinan. Si una empresa maneja la
red de electricidad y otra la red de agua, el uso es más irracional.
Si la misma empresa maneja las dos redes es mejor, porque puede
encontrar todos los puntos en donde hay sinergia entre una red y la
otra. La optimiza y obtiene más ganancia.
Pero, además de converger las redes de agua y electricidad, también
convergen las redes de agua y gas. Actualmente el gas es la forma más
eficiente de producir electricidad en el mundo, a través de las
centrales térmicas de ciclo combinad, y las empresas de gas tienden a
convertirse en eléctricas también. Como el gas se transporta en tubos,
por ellos también puedes meter agua.
Entonces, pues no viene mal para una empresa de gas el también poder
manejar agua. Ustedes recordarán la quiebra de Enron, que hizo mucho
ruido. Lo que igual no saben es que Enron era la primera productora
mundial de gas, electricidad y agua. Y su innovación consistía en ser
la primera que comercializaba en internet. También se metió en la
producción de fibra óptica.
Y por eso quebró. No por el fraude de California, sino por el exceso
en la producción de fibra óptica. Vamos al centro: Vivendi. Vivendi
Universal. Que todos seguramente conocerán. Vivendi es la primera
empresa planetaria en manejo de agua. Todos la conocen por eso. Pero
probablemente ustedes no saben que también es la primera empresa
mundial en manejo de basura. Y es que con la basura también se hace
energía, quemándola. Y también está en el gas y en la electricidad.
Ahora, lo curioso es que es la segunda empresa mundial de comunicación.
O sea que maneja televisión, internet y fibra óptica. Y maneja cultura:
Larousse y Hachette son de Vivendi. Y, si son aficionados a la música,
deberán saber que Vivendi es la dueña de MP3.com. Es la segunda
empresa planetaria en manejo de redes de comunicación, después de
American On Line. Y, ya metidos en comunicación, electricidad, gas,
agua, basura... para todo esto las redes requieren del control de la
construcción: Vivendi es la primera empresa mundial de construcción.
No es una gran empresa de construcción: es la gran empresa planetaria
de construcción. El problema no es la convergencia entre electricidad
y agua, es la convergencia de toda red con toda red. Hay una
convergencia de redes.
En la década de los 90, las empresas de red, vamos a llamarles las
empresas araña, se dedicaron a entender de qué manera les convenía
realizar convergencias entre una red y otra y otra, de manera que le
nombraron a todo esto servicios múltiples. La década de los 90 es
aquella en la que despuntó no solo Vivendi, sino también Suez, que es
la segunda empresa mundial en manejo de agua, y es igualmente
importante en electricidad y gas, exactamente lo mismo que Enron o que
RWE (la cuarta en manejo de redes del mundo) o Saur, que es francesa y
la tercera del mundo. O lo mismo que Bechtel, la famosa empresa
privatizadora del agua en Bolivia, que es la primera empresa mundial
en construcción de plantas de energía nuclear, es donde están las
acciones Bush y es la que hizo la contratación de la reconstrucción de
Bagdad. Son empresas de servicios.
La historia que nos han montado con los servicios es parecida a la
historia que nos han montado con la desmaterialización de la economía.
El concepto de servicios lo introdujo la teoría económica, al
finalizar la Segunda Guerra Mundial, y el problema es que los
servicios mezclan todo. Mezclan actividades productivas con
actividades de transporte metabólico, actividades de comercio o
finanzas, actividades de reproducción de la población, y ahora hasta
el cuidado del medio ambiente. No hay una categoría más confusa y más
mistificante que la categoría de servicios, porque no permite entender
materialmente que pasa en el mundo. Entonces, cuando decimos que la
economía se está terciarizando, estamos usando una categoría tan
mistificada como la categoría dinero. El dinero es muy práctico y
manejable, todo el mundo supone que lo entiende porque lo trae en el
bolsillo y lo usa todos los días, pero en realidad nadie se da cuenta
de lo que hay detrás del dinero. Lo mismo pasa con la categoría
servicios, que no permite pensar adecuadamente lo que está ocurriendo
con la economía global.
Los servicios los hay productivos, metabólicos, puramente formales, o
reproductivos, y de estos los hay reproductivos de la sociedad o
reproductivos del medio ambiente. Son, más o menos, cinco niveles
complejos los que están detrás de ellos. Lo único que mantienen en
común todos los servicios es que se mueven por medio de estructuras de
red. Entonces, por eso resulta que estas empresas que están
desarrollando unas sinergias convergentes entre sí, lo que ocurre es
que ellas se están convirtiendo en empresas de servicios múltiples, y
están apostando por el desarrollo del pago de servicios ambientales. Y,
a través de esto, están llevando adelante los procesos de
privatización de agua y de biodiversidad.
En el caso de España, tenemos una convergencia tardía. Las
convergencias duras han ocurrido en Francia, Alemania, Inglaterra y EE
UU. En España, que va bastante rápido pero es tardía, no tenemos esa
convergencia entre todas las redes. Por un lado, están las eléctricas,
que tienden a converger un poco con las petroleras y se interesan un
poco por el agua, pero no tienen ese grado de integración, de manera
que no hay una o dos empresas españolas donde convergen todas las
redes. Pero esto tiende a ir ocurriendo. Además, las empresas
españolas se han dedicado a comprar las redes latinoamericanas. Pero
controlar las redes no es controlar cualquier cosa. Es decir, si en un
país estalla una guerra, lo primero que controla el ejército son las
redes: carreteras, puertos, aeropuertos, los centros de bombeo del
agua, los puentes... Cualquier militar sabe que lo primero que hay que
hacer para asegurar la economía y el metabolismo de un país es cuidar
las redes.
El hecho de que el capital español se meta en el patio trasero yanqui
a comprar redes no es cualquier cosa. No es fruto de la competencia y
agresividad del capital español que va a poner en jaque al gran
capital norteamericano. Las redes latinoamericanas fueron promovidas,
desarrolladas y construidas no solo por los estados latinoamericanos,
sino directamente bajo la integración y vigilancia del estado
norteamericano, comenzando por la carretera panamericana, cuya
construcción es previa a la Segunda Guerra Mundial. Hoy, EE UU saca el
40% de su petróleo de América Latina, no de Oriente Medio ni del Mar
del Norte.
Así que todo esto no ocurre así porque sí. Los capitales españoles han
llegado para tomar partes no estratégicas. Por ejemplo, no se han
metido en la generación de electricidad, sino en la distribución, y se
están repartiendo también el control del territorio latinoamericano
con las nuevas empresa de red latinoamericanas, como en el caso de
México son las empresas de construcción como ICA o las empresas de
comunicación como Teléfonos de México, que compite en América Latina
con Telefónica. Pero estas redes son secundarias, fíjense bien. Porque
ni Teléfonos de México ni Telefónica están en la producción de
aparatos, en la tecnología punta, están solo en los enlaces, y ellas
mismas son clientes de las empresas que les suministran tecnología
punta.
No hay que sobrestimar tanto la importancia del capital español,
diciendo que pone en jaque al capital Norteamericano, sino que es
complementario y útil a éste. Las empresas españolas no entran allá a
dominar las redes de redes, sino que participan en pedacitos de redes.
Estados Unidos mantiene la hegemonía global a nivel industrial y
productivo. Y, en cuanto a la producción estratégica, los EE UU
controlan lo que se ha llamado la convergencia tecnológica BANG (bits,
átomos, neuronas y genes): en cada una de estas áreas y en la
convergencia de ellas llevan el liderazgo.
Las empresas francesas llevan adelante la privatización del agua, pero
no la integran con la privatización del gas y la electricidad.
Es decir, yo diría que en el caso de América Latina todavía falta
mucho por desarrollarse para que encontremos en la región la
convergencia de todas las redes entre sí. Habrá que ver cómo se
desenvuelve esto.
El último punto destacable es el problema de la convergencia de las
empresas de red y la manera en que esto se está expresando en el
control territorial. Así que yo dejaría aquí todas estas ideas, que
espero que les puedan ayudar a pensar los actuales procesos de
globalización.
Muchas gracias por su atención.
Fuente: Boletín nº 10 de OMAL (Observatorio de Multinacionales en
América Latina), Madrid, España.
https://www.alainet.org/en/node/113919