Antiglobalización, militarismo y lamebotismo
27/03/2002
- Opinión
Tres fuerzas principales actúan sobre el mundo contemporáneo: el movimiento
antiglobalizador, cada vez más opuesto al dominio del capital euroestadunidense
y a las guerras imperiales; la militarización que realiza Washington de la
política y la economía de su país y del mundo, y el incremento del lamebotismo
entre líderes tercermundistas ansiosos de ofrecer favores a Washington a cambio
de préstamos, de acceso a los mercados, o por simple servilismo ideológico.
Cada una de estas tendencias es evidente en los sucesos recientes, en forma que
sugiere que están interrelacionadas.
El resurgimiento de la oposición global a la dominación imperial estadunidense y
europea es evidente en todo el mundo desde diciembre de 2001. En Porto Alegre 70
mil participantes de todo el mundo repudiaron el dominio del capital y
promovieron una variedad de propuestas progresistas alternativas para lograr la
paz y la justicia social. En Argentina cerca de tres millones de personas han
mostrado activamente su repudio a la clase gobernante local y a sus patronos
europeos y estadunidenses, y lograron ya deponer al primer presidente lamebotas,
aunque no a todos.
En Barcelona, España, el 16 de marzo pasado, cerca de 400 mil personas
denunciaron el neoliberalismo, el capitalismo y los preparativos de guerra de
Washington, desafiando a 20 mil soldados y policías de Aznar, así como a
helicópteros armados, fragatas de guerra y aviones AWAC. En Italia, el 23 de
marzo, dos millones de trabajadores y empleados marcharon en contra de las
políticas neoliberales de Berlusconi, la guerra estadunidense y la
globalización. Los movimientos sociales convergen, hermanándose a través de las
fronteras y creciendo en tamaño y perspectiva, uniendo temas nacionales con la
oposición a las trasnacionales y a los planes bélicos de Washington.
En respuesta al desafío democrático popular, Washington ha adoptado una
estrategia dual consistente en aumentar su gasto militar y lanzar una ofensiva
diplomática para estimular el lamebotismo entre políticos clientes, en
particular, aunque no exclusivamente, en América Latina.
El gobierno de George W. Bush ha incrementado oficialmente su presupuesto
militar en cerca de 20 por ciento, casi 300 mil millones de dólares. En el mismo
periodo ha extendido sus bases militares nuevas en las antiguas repúblicas
soviéticas de Asia central y Georgia, así como en Yemen, Macedonia, Kosovo,
Montenegro, El Salvador, Filipinas, Ecuador, Brasil, Aruba y Perú. Además,
Washington recluta y financia mercenarios para patrullar regiones de conquista,
como las fuerzas turcas en Afganistán, los militares paquistaníes en las
fronteras afganas, los kurdos en el norte de Irak, etcétera. La confrontación
mundial entre los movimientos antiglobalizadores y populares y el militarismo
estadunidense se relaciona íntimamente con el creciente rechazo a las políticas
neoliberales y a la explotación que realizan las bancas estadunidense y europea
y las corporaciones trasnacionales.
En esta confrontación Washington ha demandado cada vez más a sus gobiernos
clientes del Tercer Mundo que intervengan en favor de su imperio. El lamebotismo
no es un fenómeno nuevo: en los periodos coloniales y neocoloniales hubo líderes
de tribus, terratenientes, señores de la guerra y mercaderes dispuestos a
colaborar en el saqueo de sus países a cambio de dividendos materiales y estatus
privilegiado entre los súbditos coloniales. La típica sicología del colaborador
lamebotas es autoritaria (en el sentido que Theodor Adorno da al término): a los
pies de los poderosos, a la garganta de los indefensos.
En meses recientes Washington ha dado luz verde a sus clientes lamebotas en
América Latina. El presidente designado de Argentina, Eduardo Duhalde, se ha
comprometido a votar junto con Estados Unidos en contra de Cuba y se manifestó
dispuesto a enviar tropas mercenarias a cualquier guerra que Washington declare.
El mandatario Andrés Pastrana pone fin a las negociaciones de paz, apoya el
control creciente de Washington de las operaciones militares en Colombia y sigue
perdiendo tanto el apoyo popular como la guerra con la guerrilla. El presidente
Alejandro Toledo ofrece a Washington nuevas bases militares, mayor control sobre
los ríos y fronteras de Perú a cambio de puras promesas de mayores préstamos
militares. El gobernante de Chile, Ricardo Lagos, ofrece votar contra Cuba en
Naciones Unidas (Ginebra) y apoyo al ALCA a cambio de ser incluido en el Tratado
de Libre Comercio de Norteamérica.
Mientras estos presidentes siguen la línea ortodoxa de servilismo lamebotas a
cambio de algún favor económico, Jorge G. Castañeda, secretario de Relaciones
Exteriores de México, aplica una política lamebotas heterodoxa: actúa en favor
de la política estadunidense mientras incrementa los privilegios económicos de
sus patrones estadunidenses. George Castañeda, como se le conoce entre sus
mentores de Washington, demuestra que el lamebotismo puede alcanzar alturas
nuevas e insospechadas... de servilismo. George fue el primer canciller
latinoamericano en declarar apoyo incondicional a la intervención militar
estadunidense en Afganistán.
De hecho, ¡les ganó por varios días a sus competidores lamebotas
latinoamericanos! Luego, durante una reunión con exiliados cubanos en Miami,
procedió a provocar una ruptura de los lazos históricos entre México y Cuba,
incitando al lumpen isleño a irrumpir violentamente en la embajada mexicana en
La Habana. Posteriormente desinvitó a Fidel Castro a la conferencia de la ONU en
Monterrey, cumpliendo en la forma más servil con los "protocolos" de Bush.
Castañeda no pidió nada a cambio de estas violaciones de la tradicional política
exterior independiente de México: no hubo intercambio alguno. Más aún, Castañeda
apoyó la propuesta de Bush de que la ayuda al exterior debe ir acompañada de
mayor control e intervención imperial para asegurar que los fondos no sirvan a
propósitos nacionales o populares. Castañeda, con aprobación del presidente
Vicente Fox, accedió a permitir mayor control aduanero y migratorio
estadunidense en el lado mexicano de la frontera. Estados Unidos ha respondido
al servilismo de Castañeda cerrando miles de maquiladoras (se han trasladado a
China) y despidiendo a decenas de miles de trabajadores.
No creo que Washington haya "presionado" a George, como afirman algunos
críticos. Tiene un largo y nada distinguido historial de servir a sus patrones
estadunidenses. Su variedad de lamebotismo heterodoxo es ideológica y personal:
ideológica porque cree que los líderes del Tercer Mundo deben subordinarse a
Washington ya que ése es el orden natural del mundo. Como un campesino servil me
dijo alguna vez: "Hay una jerarquía en el mundo en la cual uno sirve al patrón y
ordena a los peones". Personal, porque el grupo de referencia de George, en
cuanto a éxito y estatus, son los personajes e instituciones de prestigio en
Estados Unidos y de ellos le interesa recibir los espaldarazos.
La gran confrontación entre el imperio militar estadunidense y el movimiento
antiglobalizador se hizo presente en Monterrey, con Fidel Castro hablando por
los oprimidos y contra la globalización, y Bush defendiendo el militarismo y
ofreciendo al Tercer Mundo menos ayuda anual de la que destina al régimen
invasor israelí.
El intento de Castañeda por limitar el atractivo que el mensaje de Castro
tendría para el pueblo de México y para el mundo, mediante maquinaciones
groseras y despreciables, fue sin duda del agrado de su patrón texano. Sin
embargo, a final de cuentas, la historia recordará el discurso de Castro en la
conferencia de Monterrey como una contribución al creciente movimiento mundial
contra la globalización.
Los futuros científicos sociales, al estudiar las patologías políticas, harán
notar los extremos a los que el lamebotismo fue llevado por el ex canciller
George Castañeda, todo para obtener una plaza de profesor visitante en la
Escuela Kennedy de la Universidad de Harvard.
Traducción: Jorge Anaya
https://www.alainet.org/en/node/105733?language=es
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