Muerte a Robert Serra: para matar la nueva Venezuela

01/10/2014
  • Español
  • English
  • Français
  • Deutsch
  • Português
  • Opinión
-A +A

 

Toda muerte sopla de tristeza las miradas, apaga sonrisas. Toda crueldad conmueve, indigna, nos empuja al laberinto de las interrogaciones, la sed de los por qués.
 
En el siglo XVI la empresa conquistadora debastó pueblos enteros, asesinando millones de seres humanos para acumular oro. El gobernador de Managua no vacilo en clavarle su espada al Obispo Francisco Valdivieso por su defensa de los indígenas. Nicolas de Ovando prendio fuego a los caciques tahinos dentro de sus casas, con sus familias, para demostrar su poderío.
 
Hay soldados israelíes que se suicidan después de sufrir la experiencia de servir a un ejército genocida. Tal será la carga de conciencia por sus crímenes.
 
Estos que mataron a Robert Serra son de la especie mutante de Jean Baptiste Grenouille, personaje de la novela El Perfume, que persigue a sus víctimas a través de un desenfrenado instinto asesino guiado por el sentido del olfato.
 
Olieron su futuro y lo envidiaron. Olfatearon su valía y decidieron apagarlo.
 
Pero, ¿cómo se roba el alma del árbol que recién comienza a florecer? ¿Cómo le extrae el asesino la savia al bosque frondoso, que es el hombre en éxtasis de amor?
 
Las potencias occidentales armaron un engendro para desangrar a Siria, ahora le temen a sus largos brazos envenenados, cuando al filo del tormento deguellan civiles inermes. ¿Alguien creyó la fábula de Bin Ladem ?
 
Por los años ochenta cuatro coroneles israelitas entrenaron a los primeros comandantes paramilitares y narcotraficantes de Colombia. Yair Klein se jacta de poder descuartizar un ser humano con una navaja. Sus discípulos prefirieron la motosierra para apurar el negocio.
 
Hay venezolanos que tienen cierta debilidad por los machos antioqueños y la bandera yanqui. Un coctel intragable para espíritus benévolos, pero que traspasa testosteronas a acomplejados y serviles.
 
Disculpen este último arrebato escatológico, es que me distraje pensando en nuestros enemigos.
 
No puedo evitar la referencia al pensamiento de El Libertador : «La impunidad de los delitos hace que éstos se cometan con más frecuencia, y al fin llega el caso de que el castigo no basta para reprimirlos».
 
Mortifican las dudas sobre si la justicia es una utopía y la revolución una quimera. Y vuelve la cuestión de para qué el Estado.
 
Yo no soy gandhiano. De pequeño visité una familia que tenía un « pájaro huevón », también llamado « aguantapiedra », porque se dejaba pegar estoicamente. Me daba lástima, y pensé que ninguna criatura de la existencia debería aceptar tal designio.
 
La Revolución es un acto de rebeldía hermosa contra la opresión y los atropellos. No existe ni existirá Revolución que no se cuide. Porque el adversario saca su poder del dolor que infringe. El revolucionario es poderoso impidiéndolo.
 
Miro tras la ventana, la tarde bella, la luz esperanzadora. Pienso en el camarada muerto, y lloro en silencio su vida ahogada en la pólvora enemiga.
 
 Yldefonso Finol
Chavista enlutado
@ildefonsofinol
 
 
 
 
https://www.alainet.org/en/node/103847?language=en
Subscribe to America Latina en Movimiento - RSS