CFK, Malvinas, Crimea
19/03/2014
- Opinión
La presidenta argentina Cristina Fernández de Kirchner ha salido con los tapones de punta –pese al esguince− con el plebiscito habido en Crimea, que remató una serie bastante precipitada de instancias de definiciones de soberanía en la convulsionada Ucrania.
CFK hace gala, como es su costumbre, de gran certeza en sus afirmaciones. Pero la apodicticidad de su discurso no la acerca por cierto a la verdad, y consiguientemente a la justicia.
La posición de CFK constituye lo que en epistemología llamaba el filósofo uruguayo Carlos Vaz Ferreira “pensar por sistemas”, que oponía a lo que definía como “pensar por ideas para tener en cuenta”.
El resultado es penosamente llamativo: CFK ha criticado no atender a “un principio de territorialidad” según el cual Crimea debería permanecer soldada a Ucrania.
Pero, ¿de dónde provendrían los quilates del “principio de territorialidad”?
Crimea ha sido uno de los bastiones históricos de Rusia. La principal flota en otro tiempo soviética, hoy rusa, surte en la base de Sebastopol. Nunca dejó de hacerlo. La mayoría de los habitantes de la península hablan y piensan y por lo tanto sienten en ruso. Fue únicamente como un “presente”, un obsequio intraburocrático, de significación política, que el ucraniano Jruschov recibió en 1954, a la muerte de Stalin, la península para “su” país, Ucrania.
Crimea, siglos rusa, algunas décadas ucraniana… y reteniendo tantas ligazones y funciones rusas, como que Sebastopol, dentro de la provincia ucraniana de Crimea, mantuvo un estatuto especial dado que siguió surtiendo a la principal flota rusa.
En Ucrania, una turba perfectamente financiada por EE.UU., entreverada seguramente con población hastiada de un régimen tan divorciado de “la gente”, logra desalojar al gobierno legal y a la vez satélite de Rusia. Los “luchadores” de Maidan eran una tropa perfectamente afiatada con más de un millar de hombres dispuestos y preparados para matar o morir, enfrentando a una policía que durante muchísimas etapas de los agitados días previos casi no manejaba armas salvo las policiales tradicionales como mangueras y escudos.
La revuelta “vence” al gobierno. Un gobierno corrupto del que no se puede decir “como pocos”, porque la cantidad de gobiernos corruptos del mundo actual son legión. Pero sin duda el nuevo gobierno, constituido a fines de febrero de 2014 sobre la base de la huida del presidente, que no se va en helicóptero sino al parecer en auto, posee una legitimidad débil puesto que proviene del órgano parlamentario, la Rada, y sobre todo del fragor de los acontecimientos en la calle. Se trata de autoridades provisorias (muy vinculadas, por vía de hecho, con las redes nazis y neonazis que han sido decisivas para el “destronamiento”).
El 27 de febrero, con Yanukovich ya depuesto en la capital, Kiev, el Consejo Supremo de la República Autónoma de Crimea decide un referendo primero programado para mayo de 2014, pero que bien pronto adelantan para el 16 de marzo. Ya el 6 de marzo la ciudad-cuartel Sebastopol se declara por sí y ante sí como “sujeto federal” de la Federación Rusa. Basado en su estatuto especial, jamás abolido.
El referendo general en la península del 16 de marzo revela una realidad ya sabida: que el 96 % de la población prefiere la reunificación con Rusia.
CFK pretende dejar a Crimea en manos del gobierno cuasi de facto ucraniano, capitaneado por nazis y teledirigido por EE.UU.
Ucrania se encuentra en un estado de postración política (y anímica, económica, energética, alimentaria) pavoroso. CFK pretende así preservar el sacrosanto principio de la preeminencia de lo territorial….
Pero ¿de qué territorialidad nos habla CFK? ¿Puede comparar la territorialidad de la Ucrania en Crimea con la de los argentinos en Malvinas? No saldría bien parada de la comparación puesto que los derechos de Ucrania sobre Crimea son bastante bajos.
¿O habrá querido decir que los derechos rusos en Crimea son equiparables a los de los argentinos en Malvinas? ¿O tal vez equiparables a los de los ingleses en sus Falkland? Aumentan los absurdos.
Porque se trata de situaciones tan, pero tan disímiles, que toda comparación pierde sentido. Provocando lo que Vaz Ferreira denominaba –sigamos con el ejercicio de lógica− “sistematizaciones ilegítimas”.
Las territorialidades y las poblaciones deben ser analizadas y comprendidas en cada caso, de acuerdo con sus propias coordenadas históricas, lo que permite en el mejor de los casos entenderlas y enjuiciarlas en su particularidad. Desde sus raíces, con sus desarrollos.
¿Qué semejanza hay entre ingleses que arrebatan una tierra en disputa entre colonialistas? España e Inglaterra. En 1774 los ingleses son desalojados, ambas partes operando sin que exista población nativa u oriunda en juego. Cuando el vencedor en Malvinas es a la vez invadido (en Europa, por Napoleón) y se le desbarajusta todo “el imperio americano”, el British Empire aprovecha e invade las islas recién incorporadas a un estado flamante, la Argentina…
Inglaterra reocupa las islas. Argentina llevaba poblando Malvinas 12 años.
¿Qué comparación podría ser válida? En Crimea hay gobierno y sociedad rusas en muy largos períodos históricos. Los que han estado, apenas en el último medio siglo, son los ucranianos.
En Malvinas, el despojo, el acto de piratería proviene de los ingleses. Ni ingleses ni argentinos se puede decir han tejido sus sociedades con base en los aportes malvíneos. Las Malvinas han sido un objeto imperial para los ingleses y en Argentina se ha generado un irredentismo que exacerba el chovinismo, aunque en rigor sea históricamente cierto que los argentinos fueron los avasallados y los ingleses los invasores. Y que eso es inaceptable.
¿Pero qué tiene que ver el archipiélago sureño con la península sureña de Crimea? Sólo que ambos son sureños.
- Luis E. Sabini Fernández es docente del área de Ecología y DD.HH. de la Cátedra Libre de Derechos Humanos de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, periodista y editor de Futuros.
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