Pérez Molina y el fracaso de su Gobierno, que él no percibe
18/07/2013
- Opinión
Ya sabemos que casi todos los gobernantes defienden su gestión a ultranza, en buena medida eso se debe al coro de aduladores o mentirosos de los que todos ellos se dejan rodear. Pero cuando uno escucha al Presidente de Guatemala hablar sobre los avances de su Gobierno, y pretende minimizar los graves problemas que están produciendo sus funcionarios, no puede uno menos que asombrarse. ¿Será posible que haya tanta ceguera?, la duda no es gratuita, porque el descalabro es evidente y la impresión que proyecta Pérez Molina es que él es el único que no lo percibe. Por eso es muy dudoso que el Presidente imprima un giro a su Gobierno para salvarlo del rechazo generalizado que está acumulando, ¿cómo podría hacerlo si ni siquiera se da cuenta de lo que realmente sucede?
Ya se ha vuelto cotidiano escuchar declaraciones del Presidente, que por cierto siente la necesidad de hablar de todo (y por tanto se equivoca frecuentemente), en las que da datos que no coinciden con los que proporcionan los miembros de su propio gabinete, por lo que termina desautorizado por sus propios subordinados. En otras ocasiones, transmite a la prensa decisiones que no pueden ser sostenidas más adelante. Pero lo más grave es cuando frente a las críticas de la prensa, que por cierto pasó más de un año sin criticarle, defiende a ultranza acciones de personajes que o están en contra de la Ley, como en el caso de Puerto Quetzal, o evidentemente son culpables de graves acciones, incluso engañando al propio Presidente, como sucedió en la masacre de Totonicapán cuando el Ministro de la Defensa le aseguró que los militares estaban desarmados y luego que dispararon al aire, versiones que Pérez Molina defendió públicamente.
Era interesante escuchar a los miembros del Partido Patriota hacer mofa de lo que llamaban el fracaso del Gobierno de Colom, al que convenencieramente identificaban como de izquierda, sin hacer ningún matiz, porque evidentemente eso convenía a sus intereses. Desde esos momentos uno se preguntaba si estarían conscientes del reto que representa gobernar Guatemala; por varias razones, pero especialmente porque los partidos son eficientes maquinarias electorales, pero no hacen nada para preparar técnicamente a sus cuadros, si es que los tienen, para hacer gestión de gobierno. La cruda realidad es que la mayoría ni siquiera tienen una mínima idea de lo que es la Administración Pública, y eso ha resultado más que evidente para los patriotas.
Para quienes somos de izquierda y, que a pesar del fundado escepticismo, tuvimos alguna esperanza de que la gestión del Presidente Colom sería un poco más consecuente con su auto posicionamiento como social demócrata, su gestión dejó muchos sinsabores, especialmente por su tibieza para tomar decisiones que mínimamente rompieran con los dictados de los abusivos grupos oligárquicos, que vetaron la plena participación del país en PETROCARIBE, o su subordinación a los criminales grupos de terratenientes de la zona de las Verapaces, que reprimen a la población campesina con guardias pretorianas y mantienen la zona en condiciones de miseria, sobre la base del terror impuesto por sus matones a sueldo y que las autoridades toleraron (y lo siguen haciendo) de forma vergonzosa.
Sin embargo, ese Presidente del que los patriotas se burlaban pareciera crecer frente a la mediocridad del actual. Por lo menos aquel tuvo logros importantes en materia social, nadie puede negar del importante impacto que tuvo el Consejo de Cohesión Social en las familias más pobres del país. Quién puede dudar de los avances que significaron las Escuelas Abiertas, combinadas con Barrio Seguro. Pero además en materia de seguridad (el gran ofrecimiento de Pérez Molina y su más estentóreo fracaso), mal que bien Colom inició el decrecimiento, en 2009, sostenido del índice de muertes violentas por cada 100 mil habitantes, simplemente promoviendo la coordinación interinstitucional y dándole importancia a los programas preventivos. A ello hay que añadir la captura de importantes capos del narcotráfico y las crecientes incautaciones de drogas, especialmente precursores para fabricar metanfetaminas.
Es cierto, Colom decepcionó porque pudo y debió ir mucho más allá en políticas de carácter progresista, incluso en algunas áreas son rechazable sus acciones, como cuando otorgó concesiones a transnacionales para que puedan depredar con permiso los recursos naturales y los varias veces que se prestó a los desalojos violentos e incluso permitió que los guardias privados actuaran con impunidad, para mantener “contentos” a grupos oligárquicos que de todos modos conspiraron en su contra.
Pero lo que no puede negarse es que el evidente fracaso de este Gobierno en materia de seguridad es un retroceso muy grande; probablemente sólo superado por las recurrentes denuncias de corrupción que la prensa recoge con tanta frecuencia. El tan cacareado Ministerio de Desarrollo Social da grima. Pero la guinda del pastel que está tratando de colocar este Gobierno, es legalizar la corrupción al pretender pagar una deuda (llamada flotante), que fue contraída ilícitamente, porque la Ley del Presupuesto prohíbe realizar contrataciones de obra física, sin identificar las partidas presupuestarias de donde será pagada, pero además sin informar clara y transparentemente cuáles de esas obras fueron realmente realizadas y, si ese fuera el caso, garantizar la calidad de las mismas.
Para finalizar este ejercicio de análisis, que por el espacio disponible, sólo puede ser parcial, señalamos la generalizada conflictividad que hay en el país, y que ha sido construida por la tendencia de las autoridades de Gobernación y Defensa, para dar garantías a la imposición de proyectos que con frecuencia causan graves daños ambientales y a reprimir violentamente la resistencia u oposición de las comunidades que defienden sus territorios y su derecho a ser consultados.
Siembra vientos y cosecharás tempestades, dice la sabiduría popular. Pero el ministro de Gobernación prefiere las declaraciones rimbombantes, con las que pretende demostrar control de una situación que, para desgracia de todos, es cada vez menos controlable y con una tendencia hacia elagravamiento. En tanto, el Presidente sonríe…
Fuente: http://www.i-dem.org/?p=90781
https://www.alainet.org/de/node/77830?language=es
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