Javier Diez Canseco: La vigencia de sus ideas

27/05/2013
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[1]publicado en Perú y otros países. El lector o lectora podrá comprobar que, aunque ya ha transcurrido casi un cuarto de siglo desde el día en que él las enunciara, esas ideas no han perdido vigencia, aunque seguramente él habría preferido usar otros términos para referirse a algunas cosas.
 
A continuación en cursivas sus palabras. He dejado el número de los párrafos del libro original para que quienes lo deseen puedan encontrar más fácilmente el contexto en el que estaban insertos.
 
 
En el acápite “Aprendizaje a través de la práctica” escribíamos:
 
44. [...]  concordamos con Javier Diez Canseco —miembro de la comisión política del Partido Unificado Mariateguista (PUM) y senador de la Izquierda Unida peruana— quien rechaza la tesis que sostiene que la masa debe ser considerada siempre como un sector atrasado, cuya conciencia se reduce a ser un producto de la ideología dominante, y que el partido es lo esclarecido. Esto conduce a considerar a la masa como un instrumento que el partido manipula, usa, para el logro de objetivos que lo benefician, pero sin que ésta participe creadoramente en su consecución.
 
45. Una concepción de este tipo en la que el partido es la conciencia, la sabiduría, y la masa un sector atrasado, lleva a que la relación de éste con la masa tenga una fuerte dosis de autoritaritarismo, de compulsividad.
46. La conciencia de las masas no sólo es producto de la influencia de la ideología dominante, sino que también hay que tener en cuenta que se va construyendo a través de sus experiencias de lucha, y es, por lo tanto, un fenómeno acumulativo.
 
47. Las masas peruanas —señala Diez Canseco— a través de la historia de su lucha contra el colonialismo español, de la resistencia de la comunidad campesina con la mantención de formas de trabajo colectivo, asociativo y de expresiones culturales, de lengua y de otros elementos, se han ido dotando de herramientas de lucha e instrumentos organizativos que expresan niveles de desarrollo de su conciencia. Y por eso sostiene: los revolucionarios deben partir de lo acumulado histórica y socialmente por las masas: tanto en lo que se refiere a ideas, valores, concepciones, como también a formas de organización y estilos de trabajo del movimiento de masas. Esto no significa, sin embargo, desconocer la necesidad de una conducción política y es importante decirlo, porque hay corrientes en la izquierda peruana y yo creo que en la izquierda latinoamericana también, que caen en concepciones de corte basista, espontaneísta... Estas concepciones tienen fuerte influencia en algunos sectores cristianos.
 
 
Javier nos advierte en otra parte de la entrevista en que debemos tener cuidado con no quedarnos en los análisis cuantitativos cuando analizamos una situación concreta.
 
260. [...] no debe jamás dejar de considerar el contexto en el cual estas masas se mueven; porque muy distinto es hacer grandes concentraciones en ciudades cuya vida democrática es relativamente normal, a hacerlo en ciudades militarizadas[2], y mucho más si ellas se realizan después de verdaderos genocidios populares como ocurrió en El Salvador después de los años 79 y 80.
 
[...]
 
264. Si tomamos el caso concreto de la clase obrera en situaciones de desarrollo relativamente democrático, una estadística del número de huelgas y paros en general, el carácter legal o ilegal de los mismos, el tipo de enfrentamiento al que se llega, los logros que se alcanzan, pueden ser datos indicativos de su estado de ánimo. Pero en épocas de crisis económicas, cuando el empleo es un verdadero privilegio y la represión contra toda manifestación de rebeldía en las industrias es castigada con la expulsión, difícilmente se logra movilizar a la clase obrera a partir de sus centros de trabajo.
 
265. Si yo mido un paro en el Perú de 1989 con los patrones del Perú de 1987, me equivoco —sostiene Javier Diez Canseco— porque en el año 1987 salir a un paro era muy distinto que salir a un paro en 1988. Hoy salir a un paro es correr el riesgo de ser acusado de subversivo, de terrorista, pasar 15 ó 20 días detenido o ser ingresado a un proceso judicial que es kafkiano; perder el trabajo, el riesgo del allanamiento domiciliario... Entonces se trata de otra situación. Salir a la calle con una izquierda que no ofrece nada más que lo tradicional: el paro sindical, con el dirigente sindical a la cabeza; salir a la calle a ofrecer el pecho a una policía que opera con gases lacrimógenos, perdigones, que nos ha dejado más de 70 ciegos en los últimos meses —porque disparan a la cara con escopetas de perdigones de cartucho—, con grupos operativos enmascarados con pasamontañas, sólo los ojos a la vista, sin galones ni mecanismos de identificación, determina que el movimiento de masas tenga exigencias distintas para actuar. Si yo le ofrezco el viejo método, no va a salir. Y ése es uno de los grandes debates en el Perú. Los paros nacionales no caminan, las masas no salen a la plaza y yo en esas condiciones tampoco saldría a la plaza, porque es un suicidio.
 
266. Pero no debemos caer en el error de estimar que éste es un índice de que su estado de ánimo necesariamente ha decaído; porque esos mismos obreros que no se movilizan en las fábricas, están muchas veces dispuestos a luchar conspirativamente en los barrios.
 
267. Ese fue el caso, por ejemplo, de los sandinistas. El comandante Jaime Wheelock nos contaba que ellos tuvieron una “enorme dificultad” para ligarse a los sindicatos. Los trabajadores tenían temor a participar en actividades políticas a partir de los sindicatos o a partir de las fábricas, por miedo a ser despedidos de sus centros de trabajo. “Era más fácil organizarlos en sus barrios. Un obrero prefería ser un militante clandestino de una organización armada que participar en actividades políticas, o incluso hasta gremiales.”[3]
 
 
El mayor aporte del dirigente peruano —a mi entender— fueron sus reflexiones acerca del tema de la hegemonía.
 
 
954. [...] hegemonía es lo opuesto a hegemonismo. Nada tiene que ver con la política de “aplanadora” que algunas organizaciones revolucionarias, aprovechándose de ser las más fuertes, han pretendido emplear para sumar fuerzas a su política.
 
955. Hegemonía es la antítesis del hegemonismo —sostiene Javier Diez Canseco—, porque este último consiste en pretender imponer la dirección desde arriba, acaparando cargos e instrumentalizando a los demás.
 
956. No se trata de instrumentalizar, sino, por el contrario, de sumar a todos los que estén convencidos y atraídos por el proyecto que se pretende realizar. [...]
 
 
957. Estoy convencido de que sólo se puede lograr construir la hegemonía si se es capaz de compartir responsabilidades con otras fuerzas. No puedes pretender llevar a cabo una política excluyente. En mi opinión, la hegemonía está íntima e inmediatamente vinculada al concepto de frente. [...]
 
958. Se debe buscar incorporar en las estructuras de conducción a representantes de vastos sectores, ya sea a personalidades como a formas organizativas que no necesariamente tengan un origen exclusivamente clasista; por ejemplo, formas organizativas que expresan a movimientos sociales: indígenas, estudiantiles, cristianos, barriales, femeninos y otros; y en la que también se sientan representados fenómenos regionales que, en algunos países, especialmente en los de mayor extensión territorial en América Latina, llegan a adquirir una gran importancia.
 
959. Esto es algo que obviamente es mucho más fácil de decir que de aplicar —reconoce—, porque la tendencia general de las fuerzas políticas es al hegemonismo. Sólo es posible superar esta tendencia si se ha logrado implementar una concepción del ejercicio de la dirección suficientemente clara y madura.
 
Y más adelante agrega:
 
966. Por desgracia, todavía en la izquierda hay muchísimo hegemonismo y hay muchas cosas concebidas como dogmas. Así se estima, por ejemplo, que la dirección de la clase obrera se expresa en la dirección de la central sindical obrera sobre el frente de masas y si la central obrera no tiene la dirección del frente de masas se considera cuestionada la dirección obrera del frente. Con una lógica de este tipo siempre hay alguien a quien le corresponde el puesto de presidente, de secretario general, y otras organizaciones, por muy poderosas y representativas que sean, no podrán nunca aspirar a esa posibilidad... De este modo hay una suerte de concepción de la representación de la clase que es profundamente excluyente.
 
967. “Yo pienso —afirma Javier Diez Canseco—que algunos partidos comunistas tienen todavía esta concepción muy metida en la cabeza y que ella conduce, casi automáticamente, a una política de tener compañeros de ruta, en el mejor de los casos, pero nada más que compañeros de ruta. Y el compañero de ruta siempre sabe que en cualquier momento lo desembarcan y eso te conduce a sentirte en una posición realmente inestable dentro del frente político. Aparte de que en mi opinión es una discusión francamente sonsa, porque tú, por decreto, no vas a determinar el liderazgo de nadie. Ninguna ley ni ningún libro te va a garantizar el liderazgo.
 
 
968. “Si no tienes una concepción dinámica de lo que es ganar la hegemonía y mantenerla, que es además un proceso que tiene que ser recreado permanentemente, porque el reto de dirigir adecuadamente es un reto permanente. La vida sigue su curso, aparecen nuevos problemas, y con ellos nuevos retos.
 
 
[...]
 
971. El grado de hegemonía alcanzado no puede medirse entonces por la cantidad de cargos que se logre conquistar. Lo fundamental es que quienes están en cargos de dirección hagan suya e implementen nuestra línea, aunque no sean de nuestra organización.
 
972. Es importante aclarar —sostiene el dirigente peruano— que hegemonizar no implica tener cargos, ni tener las organizaciones bajo control directo del partido. La hegemonía es algo mucho más amplio: es la influencia que tienen determinadas concepciones sobre un sector muy vasto de la población. Esos conceptos, posiciones, valores, pueden ser recogidos por fuerzas que no necesariamente están organizadas en ese partido, o por personas sin partido.
 
973. Yo creo que un problema clave para lograr eso es partir del hecho de que lograrlo supone la existencia de un proyecto estratégico básico común, porque si éste no existe, no se dan los elementos de confianza suficientes como para compartir. Confianza que, a su ve, se gana a partir de una experiencia de trabajo común. Si no hay confianza entre los sectores, compartir responsabilidades se torna algo casi imposible.
 
974. Tiene razón Diez Canseco cuando dice que una forma de expandir la hegemonía de una determinada organización es situar en cargos de responsabilidad a gente que no necesariamente milite en dicha organización. Si tú los vas convenciendo en la práctica de que tú tienes la razón en cuanto al proyecto y, al mismo tiempo, demuestras que estás dispuesto a compartir responsabilidades con ella, eso va creando una gran confianza que se traduce en una adhesión al proyecto político que tú planteas.
 
[...]
 
987. Por otra parte, no hay que olvidar que para ganar la hegemonía en condiciones de desventaja en la correlación de fuerzas, situación de la que parte todo movimiento revolucionario, es fundamental la experiencia práctica de las masas. En este aspecto pone especial hincapié Javier Diez Canseco:
 
988. Nuestra concepción del partido —expresa— es la de una fuerza que apunta a conquistar la hegemonía, es decir, que apunta a conquistar la conciencia de las masas, partiendo de experiencias concretas y acumuladas que las masas tienen, potenciando sus aspectos positivos.
 
989. Considero —añade— que el eslabón clave en la hegemonía es el ejercicio de una dirección que responda a las necesidades de los sectores sociales a los que uno aspira a conducir y cuyos intereses uno aspira a representar, organizar y llevar adelante.
 
 
990. Yo creo que para ganar la hegemonía no basta tener una propuesta programática teórica correcta, si no se posee la capacidad de avanzar con los sectores convocados por esta propuesta, en la solución de sus problemas más vitales. El recorrer juntos los caminos que va acercando a algunas soluciones va permitiendo avances en los aspectos organizativos y en la conciencia tanto de las masas cómo de los mismos cuadros dirigentes. Opino que ése es un punto clave en este proceso.
 
 
991. Otro punto clave es el de tener una práctica política que exprese concretamente estilos, métodos, formas de acción nuevas, que impliquen una negación de lo viejo, de lo que la gente rechaza. Me refiero a formas de conducta dignas, honestas, que reflejen disposición al sacrificio, combatividad, consecuencia. Sólo así una fuerza política puede lograr no sólo representar a sectores de masas, en el sentido de que defiende sus intereses, sino que además tenga comportamientos políticos que sean considerados aceptables y positivos por la gente.
 
 
1019. [...] compartimos la opinión de Javier Diez Canseco, quien sostiene que la lucha por la hegemonía tiene que ser una lucha construida a partir de una inserción muy profunda en la historia. es bien difícil llegar a ser una fuerza hegemónica si uno no logra insertarse en las tradiciones históricas, en la vía nacional que las masas han transitado y eso implica construirse, a la vez que como una fuerza internacionalista y socialista, como una fuerza nacional. Creo que ése es un fenómeno indispensable para la construcción de la hegemonía.
 


[1]. Este libro aborda el tema de la necesidad de una conducción política para que los estallidos revolucionarios no aborten. Hace una comparación entre las tesis leninistas y las reflexiones y aportes de la práctica revolucionaria latinoamericana de los últimos años, recogidas a través de diversos testimonios de varios de los protagonistas. Publicado en: Argentina, Ediciones de Gente Sur, 1990; Uruguay, TAE Editorial, 1990; Chile, Brecha, 1990; Nicaragua, Barricada, 1990. Con el título Izquierda y crisis actual en:  México, Siglo XXI Editores, 1990; Perú, Ediciones Amauta, 1990; Venezuela, Abre Brecha, 1990; Dinamarca, Solidaritet, 1992. Disponible en libros libres: http://www.rebelion.org/docs/92106.pdf
[2]. Este fue justamente un factor que influyó enormemente en hacer fracasar el paro de octubre de 1988 en Colombia.
[3]. Jaime Wheelock, Nicaragua: El papel de la vanguardia, p.37.
https://www.alainet.org/de/node/76316
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