La oposición auténtica

26/04/2013
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Los rostros desencajados del normalmente apacible consenso opositor, ocupado habitualmente en los viajes de Nadine o defender a García Pérez o llorar por el indulto del ladrón y asesino en cárcel de oro, expresaron su verdadero y escondido temor cuando Humala viajó a Venezuela y por el tema de la posible compra de La Pampilla por parte de Petroperú. Y no pudieron evitar decirlo: ¿no se vendrá un giro de regreso a la gran transformación?  ¡Horror!
 
Finalmente todo no pasó de un susto. Lo de La Pampilla puede ser posible o no y hasta Castilla está evaluando la posibilidad, y lo de reconocer a Maduro ya parece más un asunto de manejo de Estado discutible, pero nada ideológico. Igual, hay que resondrar al Canciller, por si acaso. Y proseguir fintando – con la complicidad de los medios parametrados – que criticar al chavismo es sentido común, y que nadie en todo el Perú piensa diferente.
 
E igual, se toma nota desde los predios de la dictadura del dinero, que mejor es para la próxima tener a uno de los propios gobernando que a otro que genera estas inquietudes. Por eso la señorita Flores apareció enérgica a criticar y por eso Toledo empieza a sacar su cuarta del gobierno y hasta García Pérez se da el lujo de dar lecciones de moral política. Todos echan ya babita en el piso, y adelantan 2016.
 
Es la carrera para que nada cambie, que es lo que hay que garantizar.
 
Hubiera tocado a una izquierda vigente y con brújula el rol opositor, pero esta es mínima aún. Aparte la vigencia de Patria Roja – ahora como MAS – y un emergente Tierra y Libertad, no hay para ver. Y estos dos grupos tienen todavía trabajo por delante para consolidarse.
 
El fenómeno nuevo y que hay que reconocer es que ante la falta de representación política, las organizaciones sociales asumen por sí mismas su representación. No solo ocurre en el Perú, el fenómeno se extiende a todo el mundo, que ante la crisis de los grupos que habitualmente tomaban las banderas de reivindicación popular y que se han quedado, mínimos, en los tiempos del radicalismo setentero o, faltos de imaginación, se entregan en los brazos del mercado para hacerle algunos pequeños ajustes, la población misma toma la cosa en sus manos.
 
Lo vemos hasta en Europa y los Estados Unidos, pero esos movimientos urbanos de los países solventes sufren al ser copiados aquí, como toda copia. Y es que entre nosotros, lo propio es lo que se da en las luchas de los ecologistas populares. El salto de lo social a lo político se expresa aquí en las demandas de los que reclaman contra la presencia de actividades extractivas depredadoras del territorio.
 
Y sí pues, son movimientos antiextractivistas: antimineros, antipetroleros, etc. Sin dudas. Ni la minería a tajo abierto, ni la pequeña minería informal – que vende en muchos casos sus productos a la gran minería tan seria, y recién desde hace poco ha merecido la preocupación del MINEM – tienen siquiera el mérito de la duda para creerles que no generan daños irreversibles. Y así, los pueblos en lucha plantean otra forma de generar riqueza, sin destruir territorio. Que es otra política, otra economía.
 
¿Podría ser diferente? Si en tiempos coloniales alguien planteaba que no se maltrate a los indígenas y al mismo tiempo no cuestionaba a la minería que para ser rentable requería precisamente de forzar al máximo a la mano de obra indígena, su prédica no conducía a ningún lado. De hecho, quienes esto hicieron no lograron detener la devastación del territorio y el holocausto de las poblaciones nativas. Son lecciones aprendidas.
 
El consenso instalado por el dinero y que se ha adueñado del Estado y de los medios de difusión gritando libertad y democracia, sabe que debe acallar a la verdadera oposición y le cierra todas las vías, la calumnia de violencia, le niega derechos, la llena de calificativos, la teme. Sin embargo los dados están echados, el ecologismo popular está mostrando sus cartas limpiamente y para debatir en serio.
 
https://www.alainet.org/de/node/75757

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