Irak está peor que en 2003

24/03/2013
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Una década después Irak está peor que como se encontraba antes del 19 de marzo de 2003, cuando George W. Bush formalizó la orden del inicio de la invasión generalizada, porque la parcial se produjo desde antes y a través de las fronteras con Arabia Audita y Jordania.
 
Peor porque dos lustros después de iniciada la segunda guerra imperial estadunidense del siglo XXI –la primera fue contra Afganistán y comenzó el 7 de octubre de 2001 con la Operación Libertad Duradera–, pero también con el ropaje de la Alianza del Tratado del Atlántico Norte, 170 mil soldados armados hasta los dientes e instalados en 505 bases, mataron a 112 mil iraquíes, de acuerdo a las agencias informativas vinculadas al Departamento de Estado, en tanto que la revista británica The Lancet (citada por Forum en Línea) y periodistas como Rupert Cornwell (Página 12, de Buenos Aires), calculan hasta en 1.5 millones los civiles asesinados por los invasores que jamás encontraron las armas de destrucción masiva, el argumento para iniciar la ocupación justificada con entusiasmo por la elite del Partido Demócrata y trazada desde antes del criminal ataque a las Torres Gemelas y el Pentágono.
 
Peor, además, porque 4 mil 488 jóvenes estadunidenses perdieron la vida, más de 33 mil resultaron heridos y “nada menos que 1.000.000 de civiles iraquíes inocentes fueron asesinados”, de acuerdo al balance del congresista Dennis Kucinich, opositor a la aventura bélica antes de que la iniciara el poderosísimo grupúsculo de neoconservadores que desde la Casa Blanca y el Pentágono pujaban, encomendándose a Dios, por la reproducción de la hegemonía imperial a lo largo de este siglo: Dick Cheney, Donald Rumsfeld, Paul Wolfowitz, Colin Powell… Siempre con la bendición de Tony Blair y José María Aznar.
 
También peor porque los cánceres se multiplicaron tras los bombardeos a cargo de pilotos de la “civilizada Europa” y de la otrora “ejemplar democracia” –antes de que Bush la convirtiera en bananera con las dos elecciones que protagonizó–, quienes emplearon fósforo blanco y uranio empobrecido que causaron malformaciones congénitas en Fallujah, en porcentajes mayores a los de Hiroshima y Nagasaki (Dahr Jamail dixit).
 
En contrapartida, florecieron los negocios de Halliburton, la empresa del entonces vicepresidente de Estados Unidos, Cheney, y del influyentísimo complejo militar-industrial, con utilidades superiores a los 138 mil millones de dólares, pero con un gasto gubernamental calculado entre 1 y 3 billones de dólares. Tal escenario le fue advertido al subsecretario de la Defensa para los Asuntos del Hemisferio Occidental,del Pentágono, Rogelio Pardo-Maurer IV, en febrero de 2003 en el Distrito Federal, y su reacción fue de malestar, irritación, porque “dicen que vamos por el petróleo para descalificar nuestra tarea liberadora”. Y seguramente se guiaron por la máxima que, me explicó Pardo-Maurer IV, emplearon en la bellísima Dresden para destruir palacios y museos durante la II Guerra Mundial: “La bombardeamos hasta el cansancio para que los alemanes no se olvidaran de nosotros”.
 
Con la carencia de agua potable, drenaje y electricidad; la destrucción de viviendas, escuelas, caminos, fábricas y museos; con 2.7 millones de desplazados internos y 2 millones de refugiados en países vecinos; los iraquíes no sólo están peor ahora que en 2003, sino que tampoco olvidarán, como los habitantes de Dresden, Hiroshima y Nagasaki, la obra liberadora del USA Army.
 
Obra que dejó, además, a una sociedad iraquí enfrentada entre sí, envuelta en la violencia sectaria; a criminales de guerra sueltos, “caminando por la calle”, como  advierte el gran cineasta Michael Moore.
 
Utopía1232
https://www.alainet.org/de/node/74811?language=es
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