Perú, epicentro del sismo político en la región
El anuncio oficial del triunfo de Pedro Castillo como presidente del Perú no solo remecerá las estructuras de un país tradicionalmente conservador sino que impactará fuertemente en el devenir de la geopolítica latinoamericana.
- Opinión
Al sismo de grado 6 en Mala, a unos 33 km de Lima, se suma el terremoto político que está en pleno desarrollo en el Perú. Su desenlace no solo pondrá en tensión al pueblo peruano sino a toda Latinoamérica. Hace buen tiempo se esperaba que la “maravillosa alternancia” en la democracia representativa diera opción a un cambio como el que está ocurriendo.
El Perú, especialmente su capital Lima, ha sido reducto del conservadurismo desde la gestación de la independencia hace 200 años. Desde entonces no hubo en el Perú un gobierno de izquierda tal como se expresa en la figura de Pedro Castillo. Los gobiernos de “izquierda” solo existieron en la imaginación de la derecha y sus medios que se encargaron de instalar esa “verdad” en el imaginario popular sin ninguna posibilidad de respuesta.
Hoy día, a despecho de aquella “verdad” el Perú asiste a un parteaguas histórico marcado por un gobierno, ahora sí, de izquierda. A partir del 28 de julio se habrá formalizado la derrota histórica de la derecha en todas sus expresiones. Pedro Castillo, un hombre del pueblo marginado, claramente izquierdista, jurará como Presidente.
Esto parecía imposible si se tiene en cuenta la poderosa maquinaria que se echó a caminar no solo para apoyar la candidatura de la ultra derechista Keiko Fujimori, sin importar sus probadas vinculaciones con hechos de corrupción, sino, sobre todo, para destruir la candidatura de Castillo. Pero, ¡oh, gran sorpresa!, la magnífica maquinaria montada no fue suficiente para darle el triunfo K. Fujimori, ni para destruir a P. Castillo.
El pueblo demostró que ya no es manipulable y está de fiesta, aunque los perdedores sigan empecinados en manchar honras, echar sombras sobre el proceso electoral y desacreditar el triunfo de la voluntad popular.
Perú desde el entorno
Muchos pensamos que la derrota de Trump, traería un cambio de actitud de EEUU en relación a LA. Y, para ser fieles a lo que viene ocurriendo, se percibe un cambio de actitud en las formas, más no en sus esencias, como era previsible. Un cambio sustantivo supone, entre otros, renunciar a su “destino manifiesto” que, en perfecta sintonía con la “Doctrina Monroe”, establece que América seguirá siendo para los americanos, en los términos y condiciones que defina el Departamento de Estado. Veamos.
Biden, a diferencia de Trump, ha dejado muy claro que Bolsonaro (Brasil) y Duque (Colombia), dejaron de ser los aliados “ejemplares” (Trump) en su “patio trasero”. Ni siquiera L. Moreno (Ecuador) y Piñera (Chile) se escapan del “castigo” a quienes apoyaron a Trump, incluso en sus absurdas denuncias de fraude sin ninguna prueba, exactamente como lo viene haciendo K. Fujimori.
En tiempos en que la región nuevamente gira hacia la izquierda, será más conveniente para Biden, coordinar con Fernández (Argentina), con Castillo (Perú), con Lula (Brasil), con Arce (Bolivia) y sonreír diplomáticamente a Venezuela y Cuba. Y con eso bastaría para tener la garantía de que, incluso sabiéndolos de izquierda y progresistas, tendrá “gobiernos amigos” en paz y sin motivo para volver la mirada hacia China y Rusia, con quienes libra la más dura y complicada batalla geopolítica.
En esa lógica, no ha tenido ningún problema en darle un vital espaldarazo a las elecciones en el Perú, así como gestionar la misma actitud desde la Unión Europea. La OEA, a pesar de Almagro, tuvo que reconocer que las elecciones en el Perú fueron limpias. Todo esto es, a la vez, un mensaje claro a K. Fujimori en el sentido de que su vigencia política terminó y tendrá que enfrentar los procesos judiciales por corrupción que quiso evitar con una eventual elección presidencial.
Lo anterior no significa para EEUU renunciar a su estrategia de “divide y reinarás”, puesto que seguirá empeñado en evitar cualquier forma de organización y consolidación de bloques regionales que incomode su hegemonía y primacía en las relaciones con américa latina, mientras bloquea en todas las formas posibles la presencia de China y Rusia. No será fácil, pero es ese su objetivo.
Mientras tanto, los países que vuelven por la senda del izquierdismo y progresismo, tienen como objetivo relanzar UNASUR y recuperar el dinamismo global del BRICS que Bolsonaro, Duque, Kuczinsky y Macri debilitaron.
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