González Aguayo: “No tenemos una política oceánica”
“México no cuenta con marina mercante propia, ni flota petroquímica, mientras sus puertos se encuentran concesionados a particulares”.
- Opinión
—Una de las traducciones de “Anáhuac” es “tierra entre dos aguas”
—Por los nuevos virus importados, la Nueva España padeció el grave problema de la drástica caída de su población originaria
—Perseguir delincuentes, desempeñar tareas de policía, no son funciones de la Secretaría de Marina, tampoco del Ejército
Leopoldo González Aguayo, experto en Relaciones Internacionales, ha alertado que “las islas de México han sido abandonadas por nuestros dirigentes”. De suerte que, hasta el momento, “no tenemos un inventario completo de ellas”. Y, como consecuencia, “este es el único país en el mundo que se le pierden sus islas”.
Por si fuera poco, México no cuenta con marina mercante propia, ni flota petroquímica, mientras sus puertos se encuentran concesionados a particulares, refirió en entrevista telefónica González Aguayo.
La falta de una política de Estado respecto a los mares y océanos (lo que en la academia se conoce como ‘talasopolítica’), es la causa fundamental de este complejo panorama, según el investigador de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM),
“La mente de los mexicanos está enfocada hacia el interior del espacio territorial” y por ello es que “México ha perdido su ascendiente sobre el mar”, advirtió.
Sorprende, a la vez, que “todos los enemigos de México, nos han invadido por el mar y han tenido éxito. A pesar de eso, no le damos importancia al asunto”, hizo notar el responsable del Seminario Permanente de Geopolítica en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la Máxima Casa de Estudios.
Hoy en día, “el presidente Andrés Manuel López Obrador habla de todos los problemas, menos de los océanos”, abundó González Aguayo. Volver la mirada a los espacios marítimos supondría activar un sector que permitiría generar gran cantidad de empleos. “Se crearían tantas plazas como para dar ocupación a los migrantes centroamericanos que cruzan el país”, estimó.
—¿En qué consiste la talasopolítica?
—“Talaso” es un término griego que se traduce como “mar”. Es decir, talasopolítica es la política sobre el mar o los océanos. Los estudios sobre esta materia son muy amplios. Abarcan desde que los europeos, a partir del siglo XV, se lanzaron al descubrimiento y luego a la conquista del planeta. Pero desde muchos años antes, ya era una herramienta de los pueblos que se habían preocupado seriamente por la utilización de los mares como vías de comunicación y comercio. Se beneficiaron de esto: fenicios, griegos, cretenses, romanos, chinos y otros. Los chinos fueron una potencia marítima desde antes de la era cristiana.
—¿Qué importancia tuvieron los mares durante la época prehispánica?
—En Mesoamérica, cientos de ciudades intercambiaban bienes a través de vías acuáticas. A diferencia de lo que dijeron los conquistadores españoles, de que nuestros antepasados no tuvieron relación con el mar, prácticamente todos los grandes monumentos prehispánicos están cimentados en restos marinos. Esto se puede ver en las Pirámides de Teotihuacán y el Templo Mayor de Tenochtitlán, donde se han encontrado vestigios provenientes del Océano Pacífico, del Golfo de México, del Atlántico y del Caribe.
Incluso, una de las traducciones de “Anáhuac” es “tierra entre dos aguas” y, dado que el pensamiento de nuestros antepasados a ese respecto era a gran escala, fácilmente se puede interpretar como referente a las respetables masas acuáticas que bordeaban el espacio mesoamericano; es decir, “entre ambos océanos”.
Es un mito o un error, por no usar otra palabra, considerar que la importancia de los mares para nuestros pueblos empieza con la conquista española. Los europeos se asombraron de las rutas y los medios de comunicación, de los monumentos que hacían de faros de referencia en las costas, usados por los Mayas en el Caribe; por ejemplo, para vincularse entre ellos, con los habitantes de las costas del norte de Centroamérica y los pobladores de las Antillas.
—¿Y qué ocurrió durante la Nueva España?
—Los conquistadores llegaron a América cruzando el Atlántico. La Nueva España fue la joya de la Corona. Una zona muy rica. Finalmente cargó en su cuenta con los gastos de las Filipinas, así como de otras amplias regiones contiguas al espacio novohispano. El país, aun hasta nuestros días, sigue siendo muy rico, si bien esa riqueza nunca ha llegado a los de abajo, a excepción de la presente administración federal que se ha propuesto saldar esa deuda.
Debemos considerar que en el siglo XVI, la Nueva España padeció el grave problema de la drástica caída de su población originaria, no tanto debido a las guerras o a la explotación; sino ante las epidemias ocasionadas por los nuevos virus importados, que en unas cuantas décadas acabaron con decenas de millones de mesoamericanos.
—¿Cuál ha sido la relevancia de la talasopolítica en el México independiente?
—Al retirarse los españoles de la Nueva España, se llevaron todo. Durante la Colonia nunca tuvimos una escuela de marinos. Éstas se han construido posteriormente con muchas dificultades, ya que la mente de los mexicanos está enfocada hacia el interior del espacio territorial y no hacia el exterior.
Fue Maximiliano de Habsburgo, un gran marino, que quería hacer de México un país industrializado, con escuelas e instrucción para toda la población, líneas ferroviarias de costa a costa y de frontera a frontera, conectadas a una red de puertos de altura. Se propuso construir astilleros para fabricar buques y, por supuesto, plantas siderúrgicas. Si bien todo eso solo quedó en proyecto.
Porfirio Díaz retomó la política educativa, la construcción de ferrocarriles, el sistema de puertos y la instalación de siderúrgicas. Sin embargo, nadie se ocupó después de continuar el trabajo del militar y político oaxaqueño, ni los revolucionarios. En el siglo XX perdimos nuestro ascendiente sobre el mar.
Decíamos que los mexicanos tenemos una conciencia geopolítica hacia el interior y no hacia el exterior. Esto ha limitado bastante al país. Las dirigencias mexicanas no les han otorgado importancia a los mares. De manera excepcional, Adolfo Ruiz Cortines se ocupó de los puertos y Adolfo López Mateos buscó hacer una flota. Pero sus sucesores tampoco se dieron a la tarea de mantener esas iniciativas. Con el segundo de ellos, llegamos a tener barcos especializados para transportar productos de la petroquímica básica en manos del Estado. Finalmente, se perdió todo gracias a los gobiernos neoliberales. Nuestro sistema de comunicación con los mares se convirtió en un problema gravísimo. Ahora alquilamos buques extranjeros que nos cuestan una enorme fortuna. No tenemos una política oceánica. No existe. Los Estados Unidos están muy contentos de que los mexicanos hayamos olvidado los mares.
Todos los enemigos de México, nos han invadido por el mar y han tenido éxito. A pesar de eso, no le damos importancia al asunto. Durante la época independiente, en los últimos 200 años, México ha recibido dos visitas francesas, una visita inglesa, dos españolas y 274 visitas armadas de los Estados Unidos. Qué bueno tener a los yanquis de amigos; imaginemos lo que hubiera ocurrido si fueran nuestros enemigos.
—¿En qué situación se encuentran las islas de México?
—Las islas de México han sido abandonadas por nuestros dirigentes. Aún no tenemos un inventario completo de ellas. Este es el único país en el mundo que se le pierden sus islas. Las Islas Bermejas en el Golfo de México, registradas desde la época colonial, ya no existen. No hay mapa contemporáneo que las incluya. La Isla de la Pasión o Isla Clipperton en el Pacífico, se la han apropiado los franceses. La dejamos perder. Lo mismo pasó con las islas del Canal de California o Archipiélago del Norte, omitidas en el Tratado de Guadalupe Hidalgo. De todo esto, no se ha hecho un estudio a fondo. Apenas lo empezó el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Y, en general, denota la importancia que le damos a nuestros mares.
—¿Qué valía le ha concedido la Cuarta Transformación a los mares y océanos?
—En la actualidad, el presidente Andrés Manuel López Obrador habla de todos los problemas del país, menos de los océanos. Vamos a tumbos. Designan, por unas semanas, a una persona (Rosa Icela Rodríguez), quizá increíblemente brillante, pero no aportó solución alguna. Se le quita, a la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), la administración porque descuidó las necesidades de los puertos y se le confiere a la Secretaría de Marina-Armada de México (Semar). Pero la Semar se ocupa de los asuntos de seguridad nacional, de la guerra. No tiene por misión resolver las preocupaciones de la marina mercante. En casi todos los países, la marina mercante está a cargo de los ministerios de comercio.
Lo cierto es que no tenemos marina mercante. Se perdió la flota petroquímica por corrupción. Los puertos están concesionados a particulares. Lo cual exhibe un enorme problema.
—¿Qué opina de las nuevas tareas encomendadas a la Semar?
—Nuestra Marina de guerra ha mejorado, pero aún con ello sigue siendo simbólica. El espacio por atender es mucho más grande que el espacio terrestre: en total suman 5 millones de kilómetros cuadrados. Y ahora le hemos cargado la responsabilidad de perseguir a los delincuentes. Entre ellos, a los narcotraficantes en tierra. No se puede ocupar de sus misiones en la mar porque tiene que desempeñar las tareas de policía. Esas no son las funciones de la Semar. Tampoco del Ejército.
Y, si se contara con los recursos, ya le hubiéramos hecho mella al tráfico de drogas. El almirante Francisco Saynez Mendoza, ex secretario de Marina, recién fallecido, declaró en alguna ocasión que, con la tecnología de Estados Unidos se ubica a los narcotraficantes, “ellos nos dicen dónde están y nosotros vamos por ellos”. Eso da una idea de cómo hemos estado. Habla de nuestros increíbles descuidos.
—¿Qué implicaciones tendría una política oceánica a la altura de nuestro tiempo?
—Con una buena política oceánica se detonaría el desarrollo del país. En principio, terminábamos con los desempleados. Se tuviera personal bien capacitado y bien pagado. No podemos seguir matando de hambre a nuestros trabajadores para ser competitivos. Las necesidades de los mares y océanos reclaman una multitud de técnicos y especialistas de primera línea. Incluso, se crearían tantas plazas como para dar ocupación a los migrantes centroamericanos que cruzan el país en busca del sueño americano.
—¿En la reciente firma de T-MEC, se contempló el problema de los mares?
—Se discutió ampliamente el problema del transporte marítimo, pero no sobre el trasiego de mercancías, dirigidas o producidas en México, mediante buques mexicanos, porque estos no existen.
—La pregunta viene a cuento porque si el objetivo es mover grandes volúmenes de mercancías, los océanos son una buena opción.
—Y tal vez, la única. Pero no. Además, México, país montañoso, carece de ríos y lagunas navegables, requiere de los ferrocarriles para mover grandes volúmenes de mercancías. Sin embargo, ya no tiene ferrocarriles. Solo una red de carreteras que, si bien no son malas, resultan menos caras en comparación con el servicio aéreo.
—Esto ocurre cuando la industria ferroviaria en el mundo ha registrado grandes avances.
—Basta el ejemplo que parece no haberse pensado bien: el Tren Maya. Que entiendo será de cierta velocidad, de pasajeros y carga. Cuando lo prioritario es habilitar toda una red de ferrocarriles de frontera a frontera, de costa a costa; aunque no sean tan rápidos. El hecho es que, al día de hoy, no tenemos ferrocarriles.
* * *
Semblanza
Leopoldo Augusto González Aguayo (Veracruz, México, 1939) es doctor en Ciencias Diplomáticas por la Escuela Nacional de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, y doctor en Estudios Latinoamericanos por la Universidad de La Sorbona de París, Francia. Profesor e investigador durante más de 50 años, ha liderado diversos proyectos de investigación en torno a temas relacionados con la geopolítica.
Entre otras obras, es coautor de Visiones y perspectivas de la geopolítica contemporánea: escuelas geopolíticas, aspectos nacionales y estudios de caso (2011); Los principales autores de las escuelas de la geopolítica en el mundo (2011) y Geopolítica de las Religiones: el cristianismo y la Iglesia Católica en México (2016).
Recientemente ha publicado, en coordinación con Mónica Velasco Molina, La talasopolítica mexicana 1 (UNAM, México, 2019) y La talasopolítica mexicana 2 (UNAM, México, 2020).
Del mismo autor
- Pedro A. Aguirre: “La apuesta de Biden es que el Estado reactive la economía” 25/06/2021
- González Aguayo: “No tenemos una política oceánica” 22/12/2020
- Mares y océanos: dos siglos de olvido 14/12/2020
- Colombia: el dilema de las armas o la paz 04/12/2020
- “En Colombia, la violencia se recicla a menudo” 24/11/2020
- ¿Habrá trumpismo para rato? 19/11/2020
- Vizarretea: “La estrategia del gobierno es que no tiene estrategia” 11/11/2020
- La pandemia causa tendencias totalitarias: Gil Valdivia 27/07/2020
- CEPAL: “Es tiempo de solidaridad, no de exclusión” 17/04/2020
- Félix Aragón Fuentes: “Las naciones ya no compiten solas, sino regionalmente” 11/03/2020