El café es la bebida más consumida en el mundo detrás del agua. Desde finales del siglo XX y principios del actual, le arrebató esa segunda posición a otra infusión de largo arraigo: el té. Hoy, incluso países que se han distinguido por consumir té, están volviendo los ojos al café -el caso más visible es el de la Gran Bretaña, si bien la República Popular China (RP China), India y Japón también beben cada vez más café.

 El café es un producto aspiracional: en especial, el consumo de café molido y de grano se acentúa en los sectores de mayores ingresos. También es una bebida socializadora y social que tiene una enorme relevancia cultural. Los países en desarrollo son quienes lo cultivan y cosechan -existe una franja del café que recorre el mundo entre los trópicos de Capricornio y de Cáncer, donde se encuentran las mejores zonas para su producción- y los países altamente desarrollados son quienes lo consumen.

México es productor de café de gran calidad, aun cuando en el mercado interno se privilegia la ingesta de café soluble, sobre todo por la influencia de empresas como Nestlé. Aun así, poco a poco el café de mayor calidad se ha ido colocando en el gusto de más y más personas en el país. Con todo, el SARSCoV2, agente causal del coronavirus COVID-19, ha llevado a las personas al confinamiento, lo que ha incidido en el aumento en el consumo de café soluble, por su precio más bajo en momentos de desempleo y depresión económica y claro, por la imposibilidad de consumirlo fuera de casa.

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