En memoria de Hernán Uribe

27/06/2019
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Foto: EC
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Tres grandes periodistas latinoamericanos recientemente fallecidos: Ernesto Vera (Cuba), Eleazar Díaz Rangel (Venezuela) y Hernán Uribe (Chile), en Caracas, 2012

 

En la lluviosa y fría tarde del lunes fue despedido Hernán Uribe Ortega, fallecido el domingo a los 94 años. El occiso, como llamaban antiguamente los diarios a los muertos, fue un gran periodista chileno de izquierda, que –cosa rara en el Chile contemporáneo– mantuvo de por vida sus ideas políticas. Este notable ser humano fue también un amigo fuera de serie para quienes tuvieron el privilegio de conocerlo de cerca y verlo a menudo.

 

Muy temprano, en los años '40, el joven hijo de agricultores de Lumaco, entonces un pueblo del sur chileno, inesperadamente, eligió el periodismo como la profesión que absorbería su vida. Definitivamente, perdió el interés en varias opciones de futuro más estables, mejor remuneradas y más gratas para el promedio social. Y también se interesó en lo que en aquellos tiempo llamaban “la cuestión social”, es decir, la pobreza de los trabajadores a causa de la explotación de los propietarios de la tierra, de las fábricas, los bancos, en fin, la lucha de clases y otros temas afines que hoy de nuevo se esconden bajo la inteligencia artificial, la robótica, los “caprichos” del mercado, los inversores… y otros sustantivos “más suaves”.

 

En aquellos años no se enseñaba periodismo en la Universidad, por lo menos en Chile, sino que el oficio se aprendía en la práctica, ejerciéndolo y leyendo bastante. Incluso, no era frecuente que un periodista hecho y derecho –menos un aprendiz– tuviera una máquina de escribir en su casa. Eran demasiado caras.

 

Era natural que el aprendizaje se complementara con libros. Se leía bastante más que ahora, aunque mucho más popular y atractivo era matar el tiempo libre alzando deportivamente una copa. Hernán supo combinar sabiamente ambos estilos. Siempre compró buenos tragos y mejores libros. Además lucía un vestuario que le daba siempre una apariencia impecable, la imagen de lo que antes llamaban "un caballero".

 

Nada le impidió ingresar al partido de Neruda, a quien sirvió como secretario en los ’40. Me contó su tristeza cuando el vate no se lo llevó al Senado cuando ganó la curul por el PC en 1945. La remuneración que oficialmente pagaba el Estado a los secretarios era mucho mejor que la desembolsada por el peculio del poeta, también célebre por lo cicatero.

 

Un día reciente me contó que todavía poseía papeles escritos de puño y letra con la tinta verde que usaba el vate pero necesitaba convertirlos en dinero contante y sonante. Claro, Uribe era pobre, como lo somos todos los jubilados y pensionados de este país. Le pedí una cita a Hernán Loyola, el nerudólogo de nivel mundial que enseña en Cerdeña pero viene frecuentemente a trabajar con la Fundación Neruda. Quedó de llamarme pero se fue sin hacerlo. Tampoco le dije para qué quería verlo: presentarle a Hernán y que revisara los papeles. Es la única persona en el mundo que puede dictaminar si un manuscrito es o no de Neruda.

 

Para las generaciones jóvenes de periodistas Uribe puede ser un desconocido más. Bueno, si es así sólo ejercen su derecho legítimo a practicar el ramo más enseñado, subliminalmente, porque no figura de manera oficial en los currículos del medio centenar de escuelas de periodismo en Chile. Tal asignatura sintetiza la filosofía y religión oficial chilena: elige siempre el consenso, lo políticamente correcto. No importa si tergiversas o mientes, al contrario.

 

 Quizás por eso se olvida la historia reciente, y la de más atrás. La figura de Allende tardó 30 años en salir del armario con llave.  Su imagen sólo la vendía un valiente buhonero que solía instalarse frente a la Biblioteca Nacional. Ahora tiene un monumento, pero ninguna calle importante lleva su nombre. Es simple: lo que no se recuerda nunca existió. El bloqueo de la memoria colectiva es tan contagioso como la influenza.

 

Para sus colegas, amigos, familiares y periodistas jóvenes que vimos en la ceremonia de despedida en la sede del PS, Uribe es un ejemplo a seguir por las nuevas generaciones ante las difíciles luchas que les toca enfrentar solamente para conservar el planeta y la vida humana en plena destrucción por el modelo capitalista neoliberal, salvaje y egoísta, porque beneficia a unos 500 tipos y tipas que controlan “la inversión” en todo el mundo.

 

Los asistentes relataron que al cabo de pocos años Uribe alcanzó importantes desempeños en el periodismo chileno y latinoamericano. Los numerosos homenajes, cartas, declaraciones y discursos emitidos tras su fallecimiento en diferentes países y difundidos en la ceremonia de despedida efectuada en la sede nacional del partido Socialista, mostraron un gran reconocimiento a Uribe por su trabajo profesional, político y gremial mientras ejerció el periodismo según sus convicciones.

 

Uribe rompió con el PC por diferencias políticas y personales optando por el PS, según sus relatos en el bar Las Lanzas, de la Plaza Ñuñoa. Durante toda su vida sufrió muchos golpes personales, tan dolorosos como la temprana muerte del padre y la madre en un accidente de autos. Tras un divorcio, hacia los ‘70 se casó con la periodista María Teresa Rambaldi, quien falleció repentinamente de cáncer hace unos 10 años. Uribe no se recuperaba de esta pérdida cuando tuvo que partir a México por el fallecimiento repentino de una de sus dos hermanas que vivían en ese país. De regreso en Chile no terminaba de vaciar su maleta cuando tuvo que partir de nuevo a México porque moría (¿de tristeza?) su otra hermana. Al poco tiempo, su hermosa e inteligente hija del primer matrimonio, directora de una galería de arte, contrajo una extraña enfermedad cerebral que le trajo largo tiempo de coma antes de la muerte. Hernán sufrió mucho estas pérdidas encadenadas en los últimos 10 años. Dejó viuda a su tercera esposa, Inés, y lo sobrevive su hermana Telma, otra encantadora señora longeva.

 

La fuga “consentida”

 

Las desgracias no lo hicieron perder nunca el sentido del humor. Una vez Uribe me contó cómo se había librado del encierro en un regimiento de Santiago tras su captura por los esbirros del golpe cívico-militar de 1973, apoyado con entusiasmo por los partidos de derecha y…el PDC de Eduardo Frei Montalva, error político o “detalle odioso” que pasó al olvido.

 

Al gobierno de Salvador Allende le correspondió organizar la III Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y Desarrollo en el Tercer Mundo, conocida como UNCTAD III por su sigla en inglés, y realizada en abril de 1972. Hasta el año anterior al golpe Uribe se desempeñó como jefe de comunicaciones de la comisión organizadora, mientras –simultáneamente– era director del vespertino Noticias de Última Hora, del partido Socialista.

 

En la comisión preparatoria trabajó como su presidente el economista radical Felipe Herrera, quien era secundado por el general de ejército Orlando Urbina Herrera, que gozaba (equivocadamente) de toda la confianza del presidente Salvador Allende. Este general llevó personal militar a cumplir diversas tareas en la organización del encuentro, para cuyas reuniones se construyó en tiempo récord lo que hoy es el edificio cultural Gabriela Mistral.

 

Uribe puede haber sido el tercer o cuarto hombre de ese equipo preparatorio de UNCTAD. Por tanto, tuvo trato diario con Urbina y otros uniformados que cumplían diferentes roles. Uno de esos hombres, un suboficial que siempre lo vio en la UNCTAD hablando con sus jefes, reconoció su flemática figura, imperturbable, como siempre impecablemente vestido, mientras esperaba nervioso que lo llamaran a declarar, muy erguido y de pie en un patio del regimiento, no recuerdo claramente si era el Tacna o el Buin.

 

–Señor Uribe, ¿qué está haciendo aquí Ud.?

 

Sonriendo, Hernán replicó:

 

–Fíjese Ud. que me estoy preguntando lo mismo...

 

Para el suboficial resultó inconcebible que el señor Uribe estuviera detenido en las primeras horas del golpe. Y en ese despelote castrense tan típico del ir y venir de órdenes y contraórdenes de las primeras horas de un golpe latinoamericano, el suboficial pensó sinceramente que se trataba de un  craso error, pues a su juicio el señor Uribe era un hombre decente, claro que sí, además aparente “amigo” de su general Urbina.

 

Así que lo condujo hasta la puerta principal de la salida. Y al conscripto de guardia le dijo autoritariamente:

 

–El caballero se va, estaba aquí por error.

 

Sin mirar atrás, feliz de haber salvado el pellejo, el caballero tomó un taxi y se fue directamente a la Embajada de Panamá, sin detenerse ni a comprar cigarrillos (claro que fumaba puros, cubanos, of course) y vivió 46 años más, casi la mitad de su vida.

 

El ladino, teatrero y supuesto “allendista” Orlando Urbina Herrera era general de división, jefe del estado mayor del ejército, inspector general, segunda antigüedad después de Pinochet y golpista de tomo y lomo, pero encubierto por sus engaños y personalidad mentirosa.

 

Después de un tiempo en Cuba, Uribe se radicó en México, hasta donde llegaron exiliadas sus dos hermanas fallecidas, una de ellas la geógrafa Graciela Uribe Ortega. Estando en México los milicos chilenos que robaron hasta que les dio hipo le quitaron a Hernán la nacionalidad chilena, ….pero ésa es otra historia.

 

No hace muchas semanas, comentamos en la Plaza Ñuñoa, donde éramos vecinos de edificio, el deceso en cadena de varios amigos. Con una sonrisa me comentó “¡Se está muriendo gente que nunca se había muerto!”. Tenía en la memoria una colección de títulos de diarios tan divertidos que parecían inventados porque provocaban risa instantánea, como uno atribuido al Diario de la Marina de Cuba, órgano batistiano anterior a la Revolución: “En choque mueren dos mujeres, un hombre y un chino”, já.

 

 Santiago, 25-06-2019

 

- Ernesto Carmona es periodista y escritor chileno.

 

Fuente: MapochoPress

 

 

 

https://www.alainet.org/de/node/200672
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