Vicent Partal: “Vivimos un mundo de identidades complejas y superpuestas”
- Opinión
-Los grandes partidos políticos responden a esquemas ideológicos de hace cien años
- Los problemas políticos no se solucionan judicialmente
-El periodismo de algún modo es una industria de verificación de datos
Desde la mirada del periodista Vicent Partal, una ola autoritaria se impone en el mundo ante el repliegue de los sistemas democráticos.
Observa la cobrada relevancia de los movimientos populares frente a los partidos políticos tradicionales, que se han visto excedidos por las nuevas realidades.
También examina con preocupación la interferencia del poder judicial en asuntos políticos y la difícil situación del ejercicio periodístico incluso en Europa.
Entrevistado en el marco de su visita a México para participar, entre otras actividades, en un conversatorio en la Feria Internacional de las Culturas Amigas (FICA), Partal arroja luz sobre los problemas que experimenta la monarquía española y la situación del independentismo catalán.
Perfil
Vicent Partal Montesinos (Bétera, Valencia, 1960) realizó estudios de Magisterio en la Universidad de Valencia. Ha colaborado para el Diario de Barcelona, El Temps, El Punt, La Vanguardia, Catalunya Ràdio y Televisión Española. Fue corresponsal en diversas partes del orbe. Autor de obras tales como Los nacionalistas de la URSS (1988), Atlas de la Europa futura (1991) y A un palmo de la independencia (2013). Galardonado con el Premio Ciudad de Barcelona (1999), Premio Nacional de Medios Digitales (2000), Premio Nacional de Periodismo de Cataluña (2004) y el Premio Valenciano del Año (2015). Actualmente dirige el diario electrónico VilaWeb —fundado en 1995— y preside el European Journalism Centre con sede en Maastricht.
—¿Coincide en que el mundo cruza por una crisis global que está siendo capitalizada por el autoritarismo?
—Ha habido una crisis económica generalizada en la cual se ha roto una promesa que dábamos por segura: que todo el mundo viviría mejor en comparación con la generación anterior. Esto era una especie de axioma. La globalización y un cierto modelo de capitalismo mucho más agresivo han roto con esta promesa. Y las diversas consecuencias, que en cada sitio del mundo adoptan una forma diferente, han provocado, a su vez, una reacción autoritaria por parte de muchos gobiernos. Por ejemplo, después de la caída del Muro de Berlín y el final del comunismo, China acepta que su presidente no podía ser vitalicio —un rasgo típico del autoritarismo—, sino reelegido. Pero Xi Jinping lo ha vuelto a poner. Estamos en una situación donde movimientos de extrema derecha, xenófobos, están aprovechando el malestar de la población para hacer daño.
—¿Esto significa que asistimos a un retroceso de la democracia?
—Por desgracia, sí. Están pasando cosas muy llamativas. Si coges lo que sucede en Hong Kong, Turquía, Cataluña o Ecuador, tienes características comunes: la politización del poder judicial. El hecho de que el poder judicial interfiera en el poder político. La dificultad para ejercer de parlamentario. El poder judicial decide quién puede ejercer de parlamentario y quién no, con independencia de los votos. La manipulación masiva a través de los medios de comunicación. Son características sobre las que se dice: qué está pasando. En general, se está dando un retroceso. Y aunque países como México, que con las últimas elecciones ha experimentado un cambio, tienen a Donald Trump al lado, ejemplo de autoritarismo, desprecio a las instituciones y del proceso político.
—En este contexto, ¿qué importancia tienen los movimientos populares?
—Los grandes partidos políticos en todo el mundo responden a esquemas ideológicos de hace cien años, cuando las sociedades ya han cambiado. Si quitas a los verdes —que es lo último que ha aparecido—, el socialismo democrático, el comunismo, el liberalismo, el conservadurismo, al final, van a beber de recetas de hace un siglo. Pero en aquel tiempo, no teníamos móviles, prevalecía un concepto del trabajo diferente, las mujeres no contaban. Ahora nos encontramos con una realidad completamente distinta. Y como los partidos se han convertido en un canal de poder, muchas veces las respuestas nacen desde las márgenes. Ante el caso de los chalecos amarillos, por ejemplo, la gente se pregunta: ¿son de izquierdas o de derechas? Pues no lo sé. Pero están protestando por una cosa que evidentemente es un abuso de poder. Y cuando protestan de manera tan violenta es porque carecen de un canal político que les ayude a solucionar un problema de su vida diaria. Los partidos se han quedado muy cerrados y atrás. La aparición de Internet ha facilitado la auto organización. Lo que antes era imposible en términos de reunir a la gente, ahora está a un clic. Los partidos se han convertido en máquinas de gestión. Y lo problemas a los que nos enfrentamos son muy graves. La gente pide algo más que una máquina de gestión.
—¿Se abre la posibilidad de reconocer la significación de las minorías frente a la tiranía de las mayorías?
—Las minorías cada vez serán más importantes porque todo mundo será una minoría. Por ejemplo, un fenómeno impresionante es cómo el movimiento homosexual ha logrado su traducción en acción política, con un éxito tremendo. Ni que decir las mujeres, las culturas, las lenguas, en fin, cada vez más la gente se mueve en torno del respeto a la diferencia. Es curioso que aún hoy seguimos llamando vanguardias artísticas a gente que trabajó hace más de cien años: Picasso, Stravinski, Joyce, Kafka. Esta gente lo que nos enseñó desde la pintura, la música, la literatura, era mirar con nuestros ojos. Que lo importante es nuestra mirada. A partir de ahí, con el paréntesis de un siglo XX, de dos guerras mundiales, del problema nuclear, se empieza a consolidar la ideología que llamo de miradas. Las ideologías que más han triunfado han sido el feminismo —que ha cambiado la realidad—, los verdes y otros. Todo esto es más adecuado al mundo que estamos viviendo. Vivimos un mundo de identidades complejas y superpuestas. Cada uno somos cinco cosas diferentes que combinamos en nuestra persona. Por eso, el respeto y la valoración de las diferencias y, por tanto, de las minorías culturales, es muy importante.
—En otro orden, desde su perspectiva, ¿la monarquía española se encuentra en problemas?
—Tiene muchos problemas. Primero, es una monarquía no arraigada, sino impuesta: Juan Carlos es nombrado por Franco y el hijo, es el primer sucesor. No es como la reina de Inglaterra que te puede remontar a ocho siglos. Es diferente. Dos: el problema de la corrupción ha sido muy importante. Juan Carlos tuvo que abdicar, evidentemente no se dijo la razón, pero todo mundo lo sabe. Su hija, a juicio por corrupción; su yerno, condenado; escándalos que los relacionan directamente con temas de sobornos. Todo esto provocó un problema importante donde la monarquía se vio obligada a reducir el número de miembros de la familia real. En un momento determinado, Juan Carlos, Sofía, más los hijos y otros parientes, todos eran parte de la familia real. Hoy solo se consideran de la familia real el actual rey, su esposa y sus dos hijas directas, precisamente para poner como un cordón sanitario a la corrupción. Esto deja al actual monarca en una posición muy difícil porque no tiene una red de protección. Felipe VI es un rey muy conservador en términos políticos, sus simpatías hacia Vox, a la extrema derecha, son bastante visibles. Esto le va a generar un problema serio. Aparte de que su esposa Letizia es una persona desequilibrada que constantemente organiza situaciones delicadas de gestionar para una institución como la monarquía que al final vive de la apariencia. Es decir, nadie sabe qué hace un monarca; pero lo que no debe hacer es provocar escándalos. La monarquía en España está en una situación muy delicada.
—¿Parece que diversas circunstancias han impedido que España se consolide como un Estado nación?
—La conformación de lo que hoy pretende ser la nación española tiene problemas históricos muy difíciles de solucionar. Primero era un imperio, no una nación, en sentido tradicional. Cuando proclama por primera vez una constitución liberal —lo que en los otros Estados europeos significa el inicio de la nación—, el ordenamiento legal habla de una España en los dos hemisferios; es decir, Buenos Aires es igual que Barcelona. Se pretende crear una nación con un territorio que inmediatamente lo pierde. Y se va perdiendo a trozos hasta que hacia finales del siglo XIX pierden Cuba y Filipinas, momento en que se genera un sentimiento trágico sobre qué es España. Esto les provoca un gran problema y no lo saben solucionar. En México recientemente hay una prueba evidente cuando el presidente pide perdón a los pueblos indígenas y sugiere que España y la Iglesia católica deberían pedir perdón también. La reacción de España es furibunda. Y no tiene sentido. En primer lugar, el presidente de México pide perdón en nombre de México. No intenta culpar a alguien. Lo primero que hace es una autocrítica: El Estado mexicano ha maltratado a los pueblos indígenas. A partir de ahí, España y la Iglesia también han jugado un papel de destrucción de civilizaciones. Sería bueno que pidieran perdón. España reacciona como si la hubieran herido. Como si la hubieran insultado cuando el genocidio de las poblaciones indígenas es indiscutible. España siempre reacciona con miedo. Es un país que tiene miedo a asumir su pasado, en primer lugar, pero también teme asumir la diferencia. En el caso del proceso independentista catalán, en estos diez años, ha sido una reacción de dignidad de una parte de la población cansada de que la maltraten. Y España no encuentra la manera de convertirse en una nación moderna, capaz de respetar las diferencias, porque sigue pensando en términos de imperio colonial. La actitud de Juan Carlos en algunas cumbres iberoamericanas, como si fuera el rey de todos. “Oiga, ustedes se fueron de México hace 200 años. No tienen derecho a decir nada. Qué se han creído”. Esta actitud la tienen con Latinoamérica, con Cataluña, con quien sea. Tienen como la mala conciencia de no haber alcanzado la normalidad nacional y un estatuto que nadie discuta sobre qué es la nacionalidad española. Se revuelven como gato panza arriba a la primera que alguien quiere discutir esto. En seguida se suben por las paredes.
—¿Está de acuerdo en que el Estado español se desliza por el tobogán de una crisis estructural, como señalan diferentes voces?
—Bastante de acuerdo. Creo que hay una crisis constitucional enorme porque el tema catalán no se ha resuelto y no se va a resolver con la represión. Los problemas políticos no se solucionan judicialmente. Se solucionan dialogando, pactando, buscando acuerdos, no enviando a prisión a la gente.
Además, existe una crisis de identidad. Por ejemplo, es muy curioso cuando dicen que no podemos aceptar la independencia de Cataluña porque es como amputarnos una parte del cuerpo. “Pero oiga, es que somos dos cuerpos diferentes. Cómo que amputarnos una parte del cuerpo. No soy lo mismo que usted”. Tienen una incapacidad muy grande para aceptar la diferencia, el diálogo y se refugian siempre en el autoritarismo. En un momento en que el autoritarismo está en ascenso en todo el mundo parece más normal; pero sigue siendo un completo error. Cuando en un país, la mitad de la población dice que no quiere esta Constitución, es un problema político. Y solo tiene solución política. Vamos a hablar cómo la cambiamos. Qué quieren ustedes. Hasta dónde podemos llegar. Pero cuando la respuesta a ese problema político es prisión, exilio, violencia contra los votantes, no es el camino.
—Tras las recientes elecciones, ¿cómo queda el independentismo catalán?
—El independentismo está viviendo una situación difícil porque sufre una represión muy grande con presos y exiliados; además, hay una división entre las tres fuerzas independentistas que no aciertan ponerse de acuerdo en lo que deben hacer. El ciclo electoral es muy positivo. No se puede hablar sino de un salto hacia adelante muy grande. El problema es que no hay un plan, una ruta. El 1 de octubre de 2017 había un plan concreto, ahora parece que no lo hay. Esto es un grave hándicap para el independentismo. Aunque, por otro lado, el tema le ha estallado a Europa, que seguramente será el espacio donde se encontrará alguna solución, ya que en España no se puede encontrar, con todo lo que le ha ocurrido al presidente Carles Puigdemont. España se la ha pasado diciendo que esto es un problema interno. Es evidente que no lo es.
—Entiendo que ha visitado México para dialogar con periodistas sobre cuestiones de ética y justicia. ¿Cómo estamos, desde su enfoque, en estos temas?
—Me resultó especialmente interesante, incluso emocionante, compartir un debate largo con gente a la que admiro por su valor. El periodismo en México corre un riesgo extraordinario. Las organizaciones de defensa de los periodistas afirman que en México, desde el año 2000, se han matado a tantos periodistas como en Siria, lo cual es muy bestia. Quise como europeo sacar una cosa de la que no se sabe mucho, pero es muy preocupante: desde 2017, cuatro periodistas han muerto, han sido asesinados, en Europa. Esto no había pasado nunca que yo recuerde. Primero fue una periodista maltesa asesinada con un coche bomba cuando investigaba los papeles de Panamá. Luego un periodista búlgaro y una periodista eslovaca cuando investigaban casos de corrupción. Y recientemente, una periodista irlandesa en un ataque de carácter político. Esto es desconocido y extraordinariamente preocupante.
Al arribar a México, lo primero que quise es darles mi apoyo y solidaridad a los periodistas de este país. Reconocer que es muy duro lo que están pasando. Pero tienen que saber que desde fuera, mucha gente seguimos con interés lo que están haciendo y estamos a su lado incondicionalmente. Y luego elevar el foco: esto que está pasando forma parte de la ofensiva autoritaria a nivel mundial.
También pedí perdón por el maltrato de Europa hacia los inmigrantes. México fue un país que durante el gobierno de Lázaro Cárdenas demostró una gran generosidad. Salvó la vida de decenas de miles de migrantes republicanos. Acogieron gente de todo el mundo. Tienen una tradición de asilo extraordinaria. En cambio, Europa ha levantado un muro en el Mediterráneo y en los Balcanes. Pedí perdón al pueblo mexicano por no estar a la altura de lo que hizo en su momento. La idea de que una nación pueda vivir pura y aislada es absurda. La migración aporta trabajo y creatividad; también proporciona identidad. La identidad tiene que ser plural, mestiza, respetuosa con las diferencias. Los países que se encierran en sí mismos pierden. Y Europa se está cerrando en sí misma.
–¿Hay algo que celebrar el 7 de junio señalado como el Día de la Libertad de Expresión?
—Hay que celebrar la libertad de expresión como una aspiración a la que nuestras sociedades nunca deben renunciar; pero las presiones son evidentes. Un estudio del Instituto Reuters —asociado a la Universidad de Oxford— dice que hoy el periodismo es más importante que nunca; pero más frágil que nunca. Porque es el momento en que se puede hacer gran periodismo; sin embargo, las empresas periodísticas han quedado muy tocadas y no saben cómo salir al paso. Hay presiones comerciales, ideológicas, políticas, tan grandes que se está destruyendo la potencia de los medios. Aparte hay un problema estructural de fragilidad del trabajo en los medios. Gente que trabaja por precios ridículos o sin cobrar. Persiste un recorte de inversión que es un gran problema. Y cuando se tiene una situación de debilidad económica es más fácil aceptar la censura. O ya no hablo de la censura, sino de la “sugerencia”.
—Es un texto reciente, usted se ha referido a la mentira como arma política. ¿Qué relación tiene esto con las fake news?
—Las fake news o el término tramposo acuñado por Donald Trump de ‘realidad alternativa’, son la mentira. Yo como periodista no creo en la objetividad. Cuando alguien me pide que piense en la objetividad, me está pidiendo que no piense por mí mismo. Yo creo en la honradez que es muy diferente. Para mí el límite es muy claro: saber la verdad es muy difícil. De hecho, no creo que nadie esté en la posición de la verdad completa. Se aspira a saber al máximo de la verdad, pero no se puede suponer llegar a tener la verdad completa. Si saber la verdad es muy difícil; en cambio, identificar la mentira es muy fácil. Esa es para mí la regla. El periodismo de algún modo es una industria de verificación de datos. Las fake news son la legitimación de la mentira. Lo cual no lo podemos tolerar. Es de una gravedad enorme.
—¿En qué consiste la noción de ‘periodismo cuántico’ que ha acuñado?
—En la teoría cuántica una cosa puede pasar y no pasar a la vez. El observador es el que determina si pasa o no. Un objeto puede existir o no de manera simultánea y solo porque se le mira existe. El periodismo también hace esta función. En el día a día pasan millones de cosas, la sociedad es infinitamente más compleja que la de hace 20 años, por lo que el periodista tiene que tomar la decisión de a dónde mirar, conseguir fijar un objeto de análisis e información.
—Algunos gobernantes han señalado a los periodistas como enemigos, ¿cuál es su postura sobre este debate?
—Esto es muy peligroso porque acaba legitimando el asesinato, la prisión, la tortura. Es muy grave. Es normal, lícito, natural, que a un gobernante o político no le guste el trabajo del periodista. Lo que tiene que hacer, en todo caso, es informarle mejor, hacerle ver otros ángulos o sostener un diálogo público para defender su posición. Cuando en lugar de hacer esto, lo que los gobernantes hacen es estigmatizar al periodista, señalarlo con el dedo, llamarlo ‘vendepatrias’, conservador o no sé qué. No se puede provocar una situación de enfrentamiento personal contra un periodista que lo único que hace es trabajar. No es que se descubra un caso de corrupción porque nos divierte; sino porque es nuestro trabajo. No se puede crear un ataque personal porque puede tener serias repercusiones. Es una situación muy grave que en países como México es terrible. Gente que ha sido señalada como, por ejemplo, Griselda Triana, la esposa de Javier Valdez, que no fue suficiente matar a su marido, luego se le puso un software de espionaje en su móvil y se dicen cosas de ella en público. Todo esto no se puede tolerar.
—Se ha citado incluso el concepto de ‘hampa del periodismo’.
—Como si los periodistas fuéramos una banda. Es cierto que en el periodismo, al tocarse tanto con la política, ha habido de todo, pero calificar de ‘hampa’ a los periodistas es dar un paso peligroso porque cuando se usan palabras así de gordas, luego no puedes controlar que alguien que las ha oído y se ha envenenado con ellas, actúe más allá de lo que se había pensado.
—¿Considera afortunada la sustitución de “cambio climático” por el concepto de “crisis climática” que, al parecer, ha propuesto The Guardian?
—Aunque hasta ahora el concepto de “cambio climático” ha servido para plantear el problema, al final, “cambio” no suena peligroso, sino solo que habrá una diferencia. Pero lo que estamos viviendo ya es peligroso por lo que, efectivamente, The Guardian cambió su Libro de estilo para que sus periodistas escriban “crisis climática” en vez de “cambio climático”. Cosa en la que estoy completamente de acuerdo. Lo cual es lógico. Están desapareciendo especies a una velocidad que nunca habíamos visto.
—Se cumplen 80 años del exilio republicano español, ¿qué opina al respecto?
—Para mí es una historia muy emocionante. Toda la gente antifascista en Cataluña y España guarda una memoria fantástica del papel que México jugó y un agradecimiento eterno. Lo que podemos es agradecer al pueblo mexicano y a sus líderes, sobre todo a Lázaro Cárdenas; y pedir en la medida de lo posible, que México siga siendo una tierra de acogida. Sé que es mucho más complicado hoy. Que hay mil problemas. Pero un pueblo capaz de acoger, de ser solidario, es un pueblo mejor. Nosotros no olvidaremos nunca lo que México hizo para salvar una generación completa de gente de la barbarie franquista, de los campos de concentración, de los asesinatos masivos. Aparte se debe saber que no fue en balde: la única institución republicana que después del franquismo volvió a funcionar fue la Generalitat de Cataluña. Y el presidente que regresa a Barcelona para retornar la legitimidad histórica a las instituciones catalanas fue el presidente Josep Tarradellas, fue elegido en una asamblea parlamentaria celebrada en Ciudad de México. Es decir, de alguna manera, la línea de legitimidad del actual presidente de la Generalitat de Cataluña proviene de México. Aquí fue donde se reunió el parlamento de Cataluña en el exilio y votó la presidencia de Tarradellas.
—¿Percibe una Cataluña independiente y formando parte de la Unión Europea?
—La Cataluña independiente es bastante inevitable a no ser que España cambie de actitud. Si España entiende que debe dialogar y se pueden buscar alternativas, bueno; pero sí se empeña en la represión… Ya lo hemos visto, hace año y medio, 47% de votos, hoy 50 y mañana serán 52. El filósofo chino, Sun Tzu, teórico de la guerra, decía que en un combate tienes que dejar siempre al enemigo una zona por donde escapar, porque si no saltará por encima de ti. Esto lo debería entender España. Si se mantiene en el no diálogo, no política, no acuerdo, lo único que hará es agravar el problema. Negándose a todo lo que han hecho es hacer crecer el independentismo. Lo que no va a pasar es que Cataluña se someta por la fuerza. Estamos en el 2019.
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