El efecto Trump en los patios del imperio

02/05/2016
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Todavía existe gente ingenua y ortodoxamente ciega porque sigue viendo a los Estados Unidos como un país exitoso, interesante y que su destino ha sido bendecido por los dioses. En realidad es todo lo contrario, y es pues un imperio destructivo y poco democrático hacia el mundo. Como todo país claro que tiene sus virtudes, sus realidades prósperas y sus atractivos. Sin embargo su historia es en general el atropello impune a todas las demás historias, sobre todo a lo que ellos consideran su patio trasero: América Latina. Y en estos últimos tiempos al mundo musulmán. Estados Unidos es nomás el matón del universo, el que puede desestabilizar a cualquier economía porque las estructuras financieras que se montaron después de la segunda guerra mundial, han sido construidas a imagen y semejanza de ellos, es decir ellos son los dueños de las maquinaciones, de las mañas y las patentes de los bancos y las finanzas. Nadie puede hacerles competencia alguna, ya que ellos diseñaron las reglas de juego de manera antidemocrática.

 

Los latinos que hay por millones por distintas razones, en el patio del imperio, a lo sumo son vulgares imitadores de lo gringo. Son más papistas que el papa. Sin autoestima ni valores propios ni historia propia se suman folklóricamente a todas las ocurrencias de la política gringa, como a todo lo colorido de esas formas de vida. Entonces no es extraño que muchos simpatizantes de Trump sean precisamente latinos migrantes, a pesar de los insultos y el desprecio contundente de ese gringo a todo lo latino y migrante: los colonizados son nomás más colonizadores en sus actitudes que los mismos colonizadores. La sobrevivencia tiene su cola de paja. Los latinos como hijos de la contra reforma, en mentalidad y costumbres no tienen más remedio que imitar a todo lo gringo como una manera de sobrevivencia y búsqueda de afirmaciones sociales, frente a los patrones y dueños de la historia y la economía.

 

Pero los políticos se parecen más en todo el mundo, es decir las diferencias ya no son extraordinarias entre ellos y creen que son una raza o casta necesaria e imprescindible. Trump es tan igualito a cualquier populista latino o africano, la diferencia es el color y el espacio en el que está: los patios del imperio. Los Estados con el tiempo se han convertido es alojamientos temporales para delinquir y resolver problemas de castas y grupos; pero ya no para discusiones de estrategias de Estado y sobrevivencia de historias y naciones. La palabra político se ha devaluado por la costumbre y los efectos que lleva en sí mismo, quizás sea el momento en todo el mundo de diseñar Estados sin la necesidad de políticos. Creo que es posible y deseable.

 

En todo caso Trump es el desahogo más sincero del mundo hipócrita anglosajón, que por fin encontraron al payaso ideal para desahogar sus frustraciones, pues Trump les permite ser lo que son: racistas, imperiales, antidemocráticos, ocupantes de países mediante bombardeos y destrucción masiva. Como en la Alemania nazi, aquel pueblo que era el más educado, refinado, culto y disciplinado de Europa, encontró a un Hitler para desahogar sus profundas frustraciones sociales, y prefirió dar el visto bueno a unos políticos frustrados y con ganas de venganza del mundo, que a otros más civilizados. Las violentas y sangrientas civilizaciones gringas, que ya llevan dos guerras mundiales y otras guerras imperiales destructivas, no pueden con su carácter violento de rencor contenido frente a las demás historias. Las colonizaciones son parte de su ser y su sentido de existencia, y en el fondo es la raíz de la modernidad. La modernidad como parte esencial de lo gringo es violento, destructor y antidemocrático: economía, ciencia, tecnología y cómo no: desarrollo y progreso. Vocabulario que no permite ninguna contradicción posible. El pensamiento llamado liberal es el manto que encubre estas ideologías.

 

Lo que parecía imposible probablemente sea posible, que Trump sea el postulante a la casa blanca en representación de los republicanos. Los norteamericanos prefieren ahora seguir los pasos de un sujeto sincero como brutal políticamente, y han salido o brotado esos espíritus del lejano oeste donde matar indios era el deporte favorito de los soñadores del desarrollo y el progreso, hoy más disimulado y civilizado; pero con los mismos ímpetus de cerrar sus fronteras y expulsar a todo aquello extraño o distinto a las consideraciones anglosajonas, es decir a todo lo indio.

 

Me pongo en la disyuntiva de que un día se nos ocurra expulsar a todos los blancoides, anglos, euros, descendientes de españoles, árabes, italianos y judíos, para volver a ocupar esas tierras que nos pertenecen, o esos barrios de las ciudades que también eran parte de nuestras comunidades. Sería legítimo? Claro que sí. Y deberíamos considerar también esos efectos porque los civilizados actúan de esa manera, es su derecho; el nuestro por qué no.

 

La Paz, 30 de abril de 2016.

 

https://www.alainet.org/de/node/177150
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