Pemex: crónica de una muerte pausada
- Opinión
El petróleo de México es explotado para los mexicanos; si se vende al exterior será al precio y en la medida que convenga a los mexicanos, dijo, en síntesis, el presidente Luis Echeverría a su homólogo norteamericano Gerald Ford en el encuentro entre ambos, en 1973, celebrado en Magdalena de Quino, Sonora, cuando en los mercados internacionales del crudo, Estados Unidos proponía un incremento en la producción petrolera para satisfacer la creciente demanda del mercado norteamericano.
Desde la expropiación de las empresas extranjeras, la industria petrolera nacional se convirtió en uno de los pilares más importantes para las sucesivas etapas del desarrollo industrial y económico de México. La empresa nacional creada en 1938, durante el gobierno de Lázaro Cárdenas, superó las predicciones que a raíz de la nacionalización predecían en el mundo la incapacidad de los mexicanos para explotar con éxito la riqueza de su subsuelo y transformarla en elementos para su progreso.
Cerca ya del 78 aniversario de su creación, la empresa Petróleos Mexicanos está llamada a desaparecer, no tanto en sus siglas que la identifican como la manifestación de confianza de los mexicanos en su propio esfuerzo, sino en la esencia misma de los propósitos que determinaron su fundación en 1938.
Después de aquellos años de explotación del petróleo para la satisfacción de las necesidades nacionales, la empresa pudo convertirse en un verdadero motor de la economía nacional cuando a partir de 1976, la imaginación creativa y el profesionalismo de la tecnología mexicana lograron la hazaña de incrementar la producción de 900 a dos millones 500 mil barriles diarios de crudo, cuya exportación, luego de satisfacer el consumo interno, debió haber servido para, como lo dijo en tan vilipendiada afirmación José López Portillo, administrar la abundancia que se anunciaba. Fue el principio de la muerte a pausas de Petróleos Mexicanos a la que hora se asiste.
Segunda muerte: En la administración de Carlos Salinas de Gortari, iniciada en 1988, se determina la desaparición de la mayoría de las plantas de refinación de Petróleos Mexicanos y el recorte de los presupuestos destinados al desarrollo de nuevos campos y su consecuente disminución en la producción de crudo. Petróleos Mexicanos se convierte así de productor casi exclusivo de materia prima para la exportación, en generador de los más altos impuestos que empresa petrolera en el mundo pueda pagar a un estado y en una de las entidad, que habiendo ocupado el cuarto lugar en el mundo se encaminaba a su declinación y a su inviabilidad financiera para dar paso a su paulatina extinción, como un proyecto nacional surgido de su nacionalización.
Petróleos Mexicanos ha sufrido desde entonces sucesivas fases de muerte paulatina que la llevan al borde de su desaparición total. Es un proceso que confirma la lógica de la reforma energética que la administración actual ha puesto en práctica para una transformación total del concepto de nacionalización que durante más de siete décadas llevó a PEMEX a constituirse en uno de los soportes más importantes del desarrollo de México.
Petróleos Mexicanos, como se afirmó en las exposiciones de motivos de la reforma energética, no se privatiza, lo que se privatiza es el petróleo, la materia prima. Y en ese proceso la privatización implica, necesariamente, la desaparición paulatina, la muerte a pausas que desde 1988 se determinó para la empresa nacionalizada por el general Lázaro Cárdenas. El nuevo director de Petróleos Mexicanos, José Antonio González, anuncia la desintegración, también a pausas, de la mayoría de las empresas filiales que en torno a Petróleos Mexicanos acompañaron a su crecimiento: Petroquímica, gas natural, refinación y distribución de combustibles para la población que serán sustituidos emblemáticamente por las marcas internacionales que en el mundo dominan el mercado de los combustibles.
Más allá de los errores que la última administración pudo haber cometido en el manejo de las finanzas de la otrora empresa paraestatal y hoy languideciente empresa productiva del estado, la muerte de PEMEX es un proceso anunciado, pausado, puesto en práctica y a punto de consumarse en los próximos meses y años. No es que Petróleos Mexicanos desaparezca del todo en la nomenclatura de las instituciones mexicanas; lo que ocurre y es perfectamente previsible, es que la muerte de Petróleos Mexicanos es inexorable, al menos en el concepto nacionalista en el que los mexicanos confiamos en nosotros mismos para llevar adelante el gran proyecto de su rescate de los grandes intereses internacionales.
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