Partidos y candidaturas independientes

07/09/2015
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Formalizado con todas las de la ley, institucionalmente, el triunfo de los candidatos independientes, justo dos meses después de que lo lograron en las urnas por primera vez en la historia del país –con alguna excepción en Zacatecas hace tres años y que mostró que la independencia sólo sirvió para que el candidato se postulara y con el triunfo en la mano regresara al Revolucionario–, persiste la amplia simpatía y hasta entusiasmo para los que desde Guadalajara, Morelia, Nuevo León y un distrito federal de Culiacán y uno local de Jalisco, lograron derrotar al sistema de partidos.

 

Sin embargo, no son pocos los observadores de los procesos electorales que advierten sobre los límites y riesgos de tales candidaturas que, en rigor, son más bien sin partido que independientes, pues este importantísimo atributo es harto difícil encontrarlo en la política mexicana.

 

Denominaciones aparte –ciudadanos, independientes o sin partido–, el hecho es que son mayores los riesgos para ser influidos ya no digamos controlados por los decisivos poderes fácticos. Por supuesto que el riesgo con los partidos también existe, pero es mucho menor en virtud de que son complejas maquinarias político-electorales en las que influyen grupos de interés y corrientes acotadas así sea en forma limitada por militantes y los que forman su voto duro.

 

En ambos casos, “ciertamente” –diría Vicente Fox como disco rayado– o “realmente” –dice sin límite Enrique Peña Nieto, para no mencionar el abuso del vocablo “evento”–, los riesgos están presentes y condicionados de manera distinta.

 

Si los candidatos sin partido no están bien observados y hasta vigilados por los electores que los hicieron ganar, pueden ser conducidos por los exclusivísimos poderes fácticos. ¿O usted, paciente lector, supone que Jaime Rodríguez ganó la gubernatura de Nuevo León sólo con su liderazgo, carisma y valentía frente a la delincuencia organizada, pero sin el apoyo de una importante fracción del Grupo Monterrey?

 

Sin el apoyo de algunos de los dueños de Nuevo León y en esa medida de México, el muy popular Bronco, formado en las filas del Institucional con el padrinazgo de Alfonso Martínez Domínguez, no gana ni la alcaldía más modesta del estado.

 

Asiste la razón a la investigadora Marcela Bravo Ahuja cuando advierte que quienes financiaron a Rodríguez Calderón buscarán “ejercer control sobre su mandato”. Por cierto, no falta influyente paisano de El Bronco que ya lo hace candidato presidencial “independiente” y desde hoy augura que el PRI de Peña Nieto ganará la próxima elección por despachar en Los Pinos, gracias a la cantidad de aspirantes llamados independientes.

 

Pronósticos y deseos personales aparte, es oportuno el juicio de Jesús Ibarra Salazar (La Jornada, 6-IX): “Desde que nacieron están acotados por los poderes fácticos (…) para éstos es más sencillo tratar con un candidato ‘independiente’ que con los dueños de los partidos políticos, en la mayoría de los casos auténticas mafias.”

 

La “desesperación” por deshacerse de los institutos políticos permite obviar, interesadamente desde el duopolio televisivo y el oligopolio radiofónico, que aquellos “resuelven problemas muy importantes de acción colectiva, de toma de decisiones y de orientar el voto ciudadano”, como apunta Luisa Béjar.

 

Partidos o candidaturas independientes con mayor apego a las necesidades y aspiraciones de los votantes, esencialmente estriba en la emergencia ciudadana organizada y permanente, no limitada a la emisión del sufragio.

 

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