Optimismo gubernamental con poco sustento

25/05/2015
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Por la caída de la producción petrolera, los bajos precios internacionales del crudo de exportación y el bajísimo crecimiento de la economía estadunidense, el que manda en la Secretaría de Hacienda decidió, sin dar la cara sino por medio de tres de sus colaboradores, ajustar a la baja en un punto porcentual el crecimiento para 2015, de entre 2.2 a 3.2 por ciento. Simplemente la SHCP se alineó el jueves 21 al ajuste hecho por el Banco de México el martes previo.

 

Lo relativamente novedoso es que horas después de que Fernando Aportela hizo el anuncio a la baja en un ejercicio que en este sexenio ya se volvió parte del paisaje público, el titular del Ejecutivo federal en la aún muy insegura y violenta Reynosa, Tamaulipas –acaso por eso no se quitó la chamarra que le facilitaron tras la lluvia–, anuncio con un optimismo que pareciera tener poco sustento: “Seguimos teniendo una creciente aceleración de nuestra economía, especialmente en el mercado interno y también en nuestras exportaciones”.

 

E ilustró su optimismo con la captación de 7 mil millones de dólares por inversión extranjera directa en el primer trimestre del año, “sin precedente en un periodo similar”. Mas también enunció lo que empieza a escucharse como letanía, la existencia de “un escenario mundial complejo” porque lo distingue una “enorme volatilidad” y la “desaceleración económica”. Incluso Luis Videgaray atiende con insistencia la tarea de explicar las virtudes y particularidades del modesto crecimiento económico y lo llega comparar con el de países como Brasil y Estados Unidos, con lo que presume que el mexicano es un crecimiento económico superior en lo que va de 2015.

 

Tiene razón el poderoso secretario, solamente que omite que él es el autor de la tesis de que México tiene un “crecimiento económico mediocre” desde 1982 hasta la fecha, y que superar esa ciclo inaugurado por lo que Miguel de la Madrid bautizó como Cambio de rumbo, era y es la razón de ser de la docena de reformas llamadas estructurales y que arrancaron con el sexenio que dice “Mover a México”. Tan es así que la reforma laboral fue impulsada en forma mancomunada por Felipe Calderón y Enrique Peña.

 

Las reformas que tanto ostentaron –aun en la Asamblea General de la Organización de las Naciones Unidas–, hasta la noche de la barbarie en Iguala, pues la masacre de Tlatlaya no impactó mucho al imaginario colectivo pese a que fue igual o más grave, están dirigidas a “ponerle un nuevo motor al país”, postula el discurso oficial. De la misma manera que el ahora magnate Carlos Salinas habló de “ponerle otro piso al país”.

 

El hecho es que las características que con tanto detalle subrayan del modesto crecimiento económico local en lo que va del año y en los comparativos con economías como la brasileña –la séptima de la aldea global frente al lugar número 13 que recientemente ocupa México–, así como la estadunidense gozaron de tasas de crecimiento muy superiores a la “mediocridad” del capitalismo salvaje mexicano que no logra rebasar en promedio 2.2 por ciento anual en 33 años, lo que ni remotamente fue logrado en 2013 y está por verse qué pasará en 2015.

 

De tal suerte que más allá de la obligación presidencial de estimular el optimismo entre los agentes económicos y los actores sociales y políticos, no vendría mal a los gobernados un poco más de realismo de los gobernantes, mismo que nada tiene que ver con el pesimismo. Además de que difícilmente puede ser sustituido por la propaganda en virtud de que a los bolsillos de los consumidores no es posible engañarlos.

 

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