Hablar de la feria según le va a cada quien es una práctica muy socorrida, incluso en personas con estudios universitarios y generalmente informadas. Parten del supuesto de que su vivencia o hecho presenciado es suficiente para desmentir tendencias marcadas por estadísticas oficiales o independientes, y cuando éstas no cuadran con sus experiencias o las de los suyos, arguyen que “las estadísticas sirven para todo”.

Lo anterior es necesario establecerlo para tomar una enorme distancia, como es recomendable hacerlo, con el micro mundo en que cada uno vive. Recuerdo a una señora que se quejaba amargamente de la inseguridad pública durante el desempeño de Cuauhtémoc Cárdenas como jefe de Gobierno del Distrito Federal –algunos consideran que fue porque los del partido tricolor dejaron suelta a la delincuencia para hacerlo fracasar–, se asombró de que no le hiciera segunda en su denuncia ante la Barra Nacional de Abogados, en 1998, a pesar de que semanas antes fui víctima de los amantes de lo ajeno.

Todavía es posible escuchar con cierta frecuencia descalificaciones a funcionarios públicos que hace apenas unos cuantos meses o años eran jefes laborales de los que los motejan de ineptos o tontos.

Valga lo anterior para compartirle una experiencia que será reproducida por muchos miles en plena aplicación de la reforma estructural en materia de telecomunicaciones y la laboral, la de Felipe Calderón y Enrique Peña en plena transición de un sexenio a otro.

La semana santa no hubo líneas electrónicas e impresas no porque el redactor tomara vacaciones, sino debido a que trabajadores subcontratados por Teléfonos de México y que ganan 100 pesos por peligrosa jornada, cruzaron mi línea con la del vecino durante 24 horas, al cambiar un poste de madera. Simultáneamente, Prodigy Infinitum, que forma parte del monopolio de Carlos Slim, me dejó sin servicio de internet durante cinco días menos dos horas. Y todo ello en pleno cierre de la edición número 311 de Forum en Línea y cuando trabajo, interactúo con mis pares e impares, existo pues, por medio de la red desde hace más de tres lustros, aunque desde 1989 laboré editando textos periodísticos para El Economista en computadora.

Valga esta experiencia en la que ni Telmex ni Prodigy Infinitum asumen ninguna responsabilidad para resarcir pérdidas materiales por no brindar la conexión a internet. Ni siquiera descontarán los cinco días en el recibo mensual que cobran religiosamente y que por algo la telefónica entonces paraestatal, privatizada por Carlos Salinas a favor de su amigo Slim Helú, fue “la joya de la corona” para convertirlo en uno de los hombres más acaudalados de la aldea global. El capitalismo de compadres en plenitud en México, donde los habitantes son tratados en buena medida como siervos por la plutocracia y los gobernantes.

Lo importante a compartir de esta pesadilla es que el personal que atiende a los clientes vía telefónica, también subcontratado por Telmex, no tiene la menor idea de lo que hacen los trabajadores de campo. Así, mientras éstos cambiaban el cableado para hacerlo compatible con la banda ancha, los que atienden desde la oficina preguntan una y 10 veces lo mismo y lo hacen a usted revisar todos sus datos, cables y conexiones.

Supongo que esta amarga experiencia tendrá miles de repeticiones las próximas semanas y que usted ganará tiempo si localiza a los trabajadores que hacen el cambio del cableado y la conexión con la que mejorarán el servicio, pero que también volverá inútil su actual módem.

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