Buen vivir

06/09/2012
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Hoy es nuestro momento. Ahora es el tiempo de cambiar. Ha llegado la hora de los ciudadanos porque el planeta ya no puede esperar. Hemos explotado los recursos de la Tierra y es posible que, si no cambiamos el rumbo, nuestro planeta deje de existir tal y como lo conocemos hoy. La crisis económica, provocada por insaciables especuladores, ha desembocada a una crisis de múltiples variantes. Es también una crisis energética, alimentaria, una crisis de valores, del sistema, una crisis global. Esta situación tiene que hacernos pensar que el desarrollo llevado al extremo, donde el beneficio es lo único importante, no nos lleva más que a la autodestrucción del planeta, y de la humanidad.
Durante los últimos años del siglo XX y principios del XXI, a pesar de unas pequeñas crisis cíclicas de los mercados, el hombre se ha creído omnipotente. Hemos pisoteado a la naturaleza, explotando sus recursos y sin importarnos el sufrimiento que estábamos causando. No nos han preocupado las llamadas de atención sobre los gases de efecto invernadero, el cambio del clima, la contaminación, la desforestación del planeta o el deshielo de los polos. Tampoco nos ha importado demasiado que para que un 20% viviéramos en la sobreabundancia, el resto luchara cada día por sobrevivir.  Tan sólo Estados Unidos, Canadá y Europa utilizan el 60% de los bienes servicios que se producen. Frente a los 1.000 millones de personas en el mundo pasan hambre y los más de 1.200 millones que no tienen acceso a agua potable.
En la última década, las desigualdades, lejos de disminuir, han crecido. La brecha entre ricos y pobres se sitúa hoy en el nivel más alto desde hace 30 años y en el horizonte se siguen viendo nubes negras, muy negras. Sólo hace falta mirar los cambios que están ocurriendo en Europa, que va hacia atrás en su lucha de derechos sociales y del trabajador a favor de las grandes fortunas y empresarios.
El mundo ha de echar el freno. Muchas son las voces que nos avisan de que hay otros caminos, y si no habrá que inventarlos. Un ejemplo, el proyecto de la Declaración Universal del Bien Común de la Humanidad que se presentará en el Foro Social de 2013, en Túnez. Aquí se habla de un nuevo modelo de “buen vivir” donde se restablezcan los derechos de la Naturaleza y se construya una verdadera solidaridad entre las personas y los pueblos de todo el mundo. Se trata de cambiar formas de vida y de entender el mundo. Pasar de explotar a la Naturaleza a respetar nuestra fuente de vida, pasar de un sistema basado en el consumo en el “tener” a dar valor al “ser”, pasar del odio y el miedo al otro a un verdadero mestizaje…  Para ello, hay que cambiar con el pensamiento único y dar cabida a otras maneras de pensar. Hay que abrir un espacio de diálogo y debatir cuáles son nuestras opciones de futuro.
Los poderes establecidos, los mercados, los especuladores… se resistirán al cambio e, incluso, al debate. De hecho, nos tacharán de “antisistema”, y verdaderamente es lo que somos. Estamos contra este sistema que lleva al mundo al fracaso, a la destrucción… Muchos otros queremos otro mundo donde el objetivo no sea acaparar riqueza y ser esclavos del trabajo. Necesitamos un mundo hecho a la medida de las personas, solidario, justo… Un mundo donde al enfermo no se le mire el color de piel, donde todos los niños y niñas reciban una educación de calidad que les permita ser críticos, un mundo donde los gobiernos sirvan a sus ciudadanos, donde dé igual ser hombre o mujer… Un mundo donde merezca la pena seguir viviendo.
- Ana Muñoz Álvarez es Periodista, Twitter: @anaismunoz
Centro de Colaboraciones Solidarias (CCS)  Web: http://ccs.org.es/
https://www.alainet.org/de/node/160811

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