Cabe aclarar que no es la alteración climática la responsable de la degradación ecológica mundial, sino las causas que a ella condujeron, propiciadas por la actividad humana irresponsable, entre otras las industrias y ambiciosos proyectos extractivos -minero energéticos, hídricos y forestales- apoyados por los Estados, que son los causantes del calentamiento global que a su vez genera el Cambio Climático y que hoy los distintos gobiernos del mundo, con descaro, orientan sus políticas a luchar contra éste y no a erradicar las causas o prácticas que lo producen. En este sentido orientamos esta breve reflexión, donde las y los protagonistas son los directamente afectados por la alteración climática.
No obstante planteamos una profunda preocupación, fruto de un amplio recorrido por distintas comunidades de Colombia, una breve revisión histórica y de recoger distintos testimonios de indígenas del Perú, Ecuador y Chile entre otros, evidenciar que las más afectadas por la crisis ecológica son las mujeres, especialmente las indígenas y las campesinas, impacto que además recae de manera fuerte en sus hijas e hijos y produce un deterioro en su entorno natural y su tejido sociocultural.
Breves antecedentes
“… En el Amazonas reinaba la tranquilidad y la paz, los indígenas se dedicaban a la agricultura, la caza y la pesca; lucían tocados de plumas, collares con semillas, vestidos de cortezas, se pintaban rostro y pies con colores vistosos…” (Documental, el Paraíso del Diablo T.V. Leticia 2007,)
La quina y el caucho en la Amazonía suramericana, solo por tomar un caso, fueron algunas bonanzas que la colonización extractiva aprovechó para arrasar la selva y con ella las formas de vida humana y natural; miles de especies de fauna y flora fueron destruidas, miles de indígenas y mestizos diezmados y/o sometidos a un brutal sistema de servidumbre e ignominia como el que han padecido otras comunidades humanas, víctimas de modelos sociales, económicos y políticos opresores.
Las circunstancias históricas en que se desarrolló el genocidio de unos 70.000 indios en la selva, durante la última mitad del siglo XIX y hasta mitad del XX fueron adversas a los indígenas y ocurrieron en el marco de la incipiente conformación de los Estados Nación y tenían como referente el esquema europeo occidental: Civilización Barbarie de colonización y desterritorialización como expone la historiadora Diana Uribe.
Los responsables directos del exterminio humano y el atentado contra la naturaleza amazónica fueron, entre otros, el peruano Julio Cesar Arana y empresarios peruanos y colombianos como los hermanos Benjamín y Rafael Larrañaga, socios de la Casa Arana, que a su vez invistieron de poder y armas a sus subalternos, capataces y muchachos de confianza para ejecutar la barbarie.
Los múltiples relatos históricos dan cuenta que el epicentro comercial del látex fue Manaos en Brasil. Este caserío perdido en la selva fue cuna de los ‘barones’ del caucho como Arana, Luis Silva Gómez, Nicolás Suárez, Manuel V. Carioka, Joaquín González, Gómez Araujo y Fermino Garrido, entre otros. En Manaos se levantaban imponentes mansiones, sociedades literarias, poderosos bancos y almacenes, ópera, hipódromo, prostíbulos… “este pueblo convertido en el más grande y siniestro imperio del caucho se levantaba como isla fantástica en medio de quienes ejercían la violencia y quienes sufrían los rigores de ésta”, destaca el documental: El Paraíso del Diablo.
Y precisamente quienes más padecieron esos rigores, como da cuenta la historia, fueron las mujeres. Muchas fueron desarraigadas de sus prácticas cotidianas de la Chagra y la crianza de sus hijos y sometidas a trabajos forzados, esclavitud, mientras que otras fueron violadas y asesinadas. Clemencia Herrera, líder del Pueblo Uitoto de la Amazonia colombiana, relata como a las mujeres las intercambiaban por algunos elementos con fines sexuales (hasta por una prenda de vestir) y si escapaban las buscaban para violarlas. “Lo que sucedió en la selva hizo que muchas mujeres creciéramos con temor al hombre…”
José Eustacio Rivera, escritor colombiano, definió el drama de las mujeres, cuán impuro holocausto de su trágica doncellez. Señaló que ellas no conocieron la serena inocencia que la infancia respira. Antes de los 10 años eran compelidas al lecho, como a un suplicio y descaderadas por sus patrones y así crecían entecas, taciturnas ¡Hasta que un día sufrían el espanto de sentirse madres, sin comprender la maternidad!...
Estos hechos se dieron bajo la ley del silencio de la selva, las autoridades militares, civiles, las instancias de justicia, la iglesia y los gobiernos de Perú y Colombia, que no escucharon las quejas de los recolectores y además fueron cómplices del exterminio y del apetitoso negocio del caucho. Ejemplo de ello fue Rafael Reyes, presidente de Colombia, quien en 1904 pactó un convenio de navegación fluvial por el río Putumayo con el gobierno del Perú para facilitar el transporte y la comercialización del caucho.
Con el ocaso de la cauchería y del reino Arana, gracias a la caída del precio del látex por la competencia de grandes plantaciones de caucho en Malacia y otros países asiáticos, vendrían otras bonanzas que no solo deterioraron la naturaleza en la selva, sino que moldearían para siempre la vida y cultura de las comunidades nativas. Distintos dirigentes indígenas amazónicos entre ellos Clemencia, aseguran que lo que vino para los pueblos indígenas luego del ocaso cauchero fue una sucesión de bonanzas que generarían impactos nefastos.
Según el sociólogo colombiano Alfredo Molano, después de la bonanza del caucho vino la colonización a la Amazonía, llegó con el comercio de pieles de animal, cuando ya los indígenas empezaban a reacomodarse en sus territorios y retomaban sus prácticas rituales y culturales una vez más se vieron despojados de su tierra y vulnerados en sus derechos. El nuevo auge se dio sobre idénticas prácticas de explotación y comercialización que las caucherías. Esta época conocida como las trigilladas consistía en tráfico de pieles de tigre, danta y especies de la selva que las proporcionaban, además un auge de pesca comercial sin precedentes.
Herrera asegura que fue un segundo genocidio más brutal que el primero pero esta vez de animales; “quienes impulsaron las trigilladas arrasaron con miles y miles de animales, un solo cazador llegó a matar hasta 1.500 tigres y 2.000 dantas. Afirma que los salados donde las dantas buscaban la sal se convirtieron en verdaderos campos de exterminio masivo. Los colonos que llegaron al Amazonas traían en la mira cómo explotar los recursos naturales; “para ellos es el aprovechamiento de la naturaleza con fines comerciales, para nosotros los indígenas es la exterminación de nuestras formas de vida y nuestro sustento... La exterminación de peces, dantas, tigres y otros animales la sufre la naturaleza, los animales sufren la misma situación y sienten igual que los indígenas”, concluye la líder amazónica, quien resalta que estos fenómenos alteraron el clima y la religiosidad de los pueblos en torno a sus mitos y la relación con los animales y la naturaleza.
De esto da cuenta un relato fascinante en torno a la danta, uno de los mamíferos más grandes y bellos de la selva. Según el libro El soplido de la danta del CINEP(1), este animal asombra y desconcierta a los mismos habitantes de la selva. La danta se hace invisible para un grupo de hombres que le esperan para cazarla luego de haberla visto en un momento y sitio determinado, y luego admiten que fueron asustados y dan vida uno de tantos relatos míticos en torno a ella. Pero la danta, hoy viene desapareciendo de forma indefectible, junto con las maderas preciosas, con las lenguas indígenas y con la memoria de los viejos, loexpresa Efrén Piña Rivera, en el prólogo de libro.
Pero la ambición y la maldad humana, igual que la virtud y la modestia, son también universales. Mientras en colombia la danta moría o al menos agonizaba, menguando con ella la identidad cultural de los pueblos indígenas, en las praderas de Estad Unidos ocurría también un doble exterminio animal y humano de indios y búfalos. Uno de los más afectados fueron los kiowas, hoy en riesgo de exterminio como muchos pueblos; sus miembros morían alcanzado por el brutal fuego de rifles y, las praderas quedaban sin búfalos por el bárbaro exterminio de cazadores y vaqueros gringos para la, también, comercialización de pieles. A los kiowa y a otros pueblos indígenas, en 1890, el gobierno gringo les dio la puñalada más miserable al prohibirles realizar la Danza del Sol, sostén de la espiritualidad de los pueblos del Águila; claro que ya estos pueblos habían sido diezmados porque el ejército yanqui, 40 años atrás, literalmente les había declarado la guerra y autorizó “liquidar” a plomo a los indios, especialmente a los kiowas para que “dejaran de joder”, como se desprende del relato del El Río de Wade Davis…
Volviendo al Amazonas, como recuerda Clemencia Herrera, a finales del siglo pasado vino la explotación y comercialización de coca con fines ilícitos. Como da cuenta la investigación del CINEP, muchas personas en su mayoría indios y campesinos inermes vivieron en carne propia el auge y decadencia de varios fenómenos y procesos sociales, como la explotación maderera, el auge del narcotráfico, el paramilitarismo, la incursión guerrillera, bonanza de dineros fáciles, entre otros, que a medida que pasan van dejando amargos sinsabores.
En este caleidoscopio de bonaza y violencia muchos abandonaron sus territorios para evitar las huellas amargas de este capitulo histórico; otros, sin embargo resisten porque sienten, como los abuelos indígenas, la responsabilidad de salvaguardar la naturaleza y promover así la preservación de estos recursos y especies amenazadas a extinguir por la depredación industrial y minero energética que amenaza la vida humana, natural y hace propensa la destrucción de la Pacha Mama.
Pero estos hechos históricos no son, para nada, coincidencias desafortunadas, responden a un modelo de civilización barbarie, como dijimos en comienzo y, son fruto del sistema económico capitalista que luego de la ‘conquista’ o dominación de occidente sobre las culturas amerindias, se impuso a sangre y fuego sobre los sistemas ancestrales comunitarios, pero por más esfuerzo no pudo aniquilarlos y; hoy son nuestros pueblos milenarios, con sus conocimientos y sus prácticas tradicionales, los únicos que pueden solucionar la crisis ecológica del planeta, estamos convencidos que en el marco del sistema capitalista no se hallarán soluciones a la crisis climática, señalan los indígenas andinos en su posicionamiento frente a la propuesta de Economía Verde que los gobernantes de Estados miembros de las Naciones Unidas pretender implantar como solución al Calentamiento Global y que será eje de discusión en la Conferencia sobre desarrollo sostenible Río+20, a realizarse en Brasil esta y la próxima semana y; frente a la cual los pueblos indígenas del mundo realizarán otra serie de actividades en torno a la Cumbre de la Tierra.
La crisis ecológica global y su afectación en las comunidades
A este cúmulo de acontecimientos históricos se suma la intensa actividad extractiva de las multinacionales en los países del Abya Yala y del mundo, más la polución sin límites producida por actividades industriales y minero energéticas y otra serie de actividades empresariales que pululan sin dios ni ley haciendo estragos en el equilibrio ecológico y que amenaza con destruir la vida humana y natural en todas sus manifestaciones. En este sentido la declaración de los pueblos indígenas andinos emitida al concluir el Seminario Derechos de los Pueblos Indígenas, Cambio Climático y Río+20, organizado por la Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas, CAOI, del 4 al de junio en Quito, evidenció que esta serie de hechos históricos no fueron objeto de debate, al menos en el escenario político, apenas hasta 1972 en la cumbre de Estocolmo y posteriormente en Brasil en 1992 pero sin la participación de los pueblos indígenas.
Hoy los pueblos indígenas no solo llevaran propuesta al escenario de Río+20, sino que han consolidado una agenda ambiental como actores políticos de la nueva realidad y como garantes de la preservación de la vida y la naturaleza. En este sentido las propuesta de los pueblos indígenas andinos se resume en el reconocimiento de la diversidad cultural, el establecimiento de estándares de derechos basados en el Convenio 169 de la OIT y la Declaración de Naciones Unidas sobre Derechos de los Pueblos Indígenas; el pleno reconocimiento y protección de los saberes ancestrales y la gestión tradicional de las cabeceras de cuencas, bosques, páramos, glaciares y zonas de alta biodiversidad.
Asimismo, el reconocimiento de las mujeres indígenas como transmisoras de los conocimientos ancestrales y pilares para el mantenimiento de la soberanía alimentaria de sus comunidades y del mundo y garantizar a las mujeres indígenas el derecho y acceso a permanecer en sus territorios para asegurar la supervivencia de los pueblos y; el reconocimiento de los diversos modelos económicos, locales y comunales y no de una sola economía verde. También han propuesto orientar las economías hacia la satisfacción de las necesidades de todos y todas y, no hacia el híper-consumismo, acumulación individual y enriquecimiento ilimitado de las corporaciones multinacionales.
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Para complementar esta breve reflexión quisimos indagar por las causas directas que sufren las comunidades en su hábitat natural y de las cuales los fejes de Estado convocados a Río+20 llegan con un amplio y, casi, perfecto desconocimiento, pues sus propuestas y concepciones sobre economía verde nada coinciden con la realidad de los pueblos. En este sentido presentamos varios testimonios que cuestionan si la institucionalidad de los Estados aboga por la defensa de la naturaleza y para garantizar los derechos humanos y colectivos o se convierten en andamiajes indolentes que reprimen y vulneran la dignidad humana.
Nora es dirigente de las comunidades indígenas peruana, como pocas mujeres logró salir del analfabetismo y hoy defiende el derecho a la igualdad, pero como dice a costa de qué, si ella misma ha sido víctima de constantes vulneraciones a la vida y a sus derechos fundamentales o los de su familia. Esta lidereza plantea que la alteración climática causada por el hombre en los países desarrollados y sus grandes empresas que contaminan el ambiente, afecta directamente a comunidades indígenas y campesinas de Perú, principalmente aquellas que habitan cerca a los glaciares, “nos encontramos con eventos extremos que antes no ocurrían”. Explica que hoy las lluvias aumentan hasta un 300% lo cual arrasa cultivos, casas y produce enfermedades en los niños y casi siempre es la mujer quien tiene que atender estas situaciones y ello además genera escases de alimentos, problemas de salud, de alimentación, “es un panorama desolador”.
Nora sostiene que en el caso de Perú las empresas mineras, hidroeléctricas y petroleras alteran el clima y los ciclos vitales de la naturaleza, producen sequías y alteraron las épocas de lluvias y de sequías, generando con ello una profunda crisis ambiental, pero también una grave crisis humanitaria. No es para menos el clamor de esta mujer, desde cuando estas empresas extractivas empiezan a operar en la región Tacna, al sur del país, en su comunidad primero aumentaron las lluvias de forma considerable, luego vino una fuerte y larga sequía de unos 30 años que propiciaron las empresas que según Nora se inventaron cosas para desvanecer las nubes.
Los extremos de lluvia o sequía, acompañadas de fuertes heladas, en extremo generan escases de alimento y migración de las comunidades del campo a las ciudades. El departamento del Tacna está, casi en su totalidad, concesionada a las multinacionales extractivas sin que las comunidades hayan sido siquiera informadas, lo cual además vulnerar los derechos de estos pueblos, se convierte, dice Nora, en un despojo territorial sin precedentes en la historia del Perú y señala que esto responde a una estructura institucional y normativa propiciada para tal fin, desarraigando a los indios de su territorio y su cultura, sus usos y costumbres para someterlo prácticamente al glacial exterminio. Por último advierte Nora que la persecución política y jurídica contra la dirigencia indígena del Perú y los movimientos sociales, por parte del Estado es una atroz violación a las comunidades para sembrar terror y escarmiento a quienes reclaman y defienden sus derechos.
Otra serie de relatos da cuenta cómo las comunidades indígenas de la Orinoquia colombiana viven de forma muy directa las consecuencias de la alteración y destrucción de la naturaleza en aspectos como el acceso al agua, la disponibilidad de recursos que la naturaleza tradicionalmente les ha provisto y que, en las manos femeninas, se transforman en alimento, vestido, artesanías y conocimientos colectivos. Debido a ello en los Llanos colombianos, especialmente en los resguardos indígenas evidencian la pérdida de los conocimientos ancestrales y el manejo ambiental y, cambios en hábitos alimenticio. Las mujeres de la región cuentan cómo las grandes plantaciones de monocultivos, como palma, soya y maíz para producción de Agrocombustibles afectan los territorios y el abastecimiento de agua por uso de venenos vertidos cerca a las fuentes hídricas.
En Caldas, otra región de Colombia, las mujeres cuentan que muchas personas de las comunidades indígenas y campesinas han muerto por la hola invernal en los últimos años y que hoy es impredecible, pues antes la lluvia tenía épocas precisas y no como hoy que llueve en cualquier época del año.
Benito Calixto Guzmán, quechua de la Sierra Central del Perú en Paxco, por su parte señala que en su región el cambio climático como consecuencia del calentamiento global se siente profundamente, pues el nivel de intensidad del calentamiento global está llegando a un grado. Plantea cómo hace 20 años los glaciares del Perú eran blancos y hoy parecen negras las nieves que cubren las cordilleras andinas; la aceleración de la desglaciación repercute en sequía de espejos y manantiales de agua y las lagunas se ven muy mermadas. De otra parte el dirigente quechua advierte la notoria disminución en el caudal de los ríos, así como la pérdida de la calidad y producción de alimentos y ve con mucha preocupación como aumenta cuantiosamente la muerte de ganado y otros animales por intensidad del frío.
Estos hechos, asegura Calixto, generan además de un inmenso daño ambiental en las comunidades, un grave perjuicio económico por la perdida de productividad agrícola y pecuaria, principales actividades de sustento en esta región del Perú, indica cómo la minería intensiva en la región es nefasta para el equilibrio ecológico, pues por los tajos que se abren afectan el ecosistema y a las comunidades del campo, ello afecta y repercute profundamente en los niveles de pobreza y condiciones de vida. Guzmán advierte que hoy el modelo de gobierno del Perú es extractivista o por lo menos apoya la actividad, que ha aumentado de manera considerable en estos últimos años; pero no así respalda las luchas indígenas por la defensa de la naturaleza y, la normatividad nacional no favorece ni protege a los pueblos indígenas y por el contrario se da una evidente persecución política y judicial a las reclamaciones indígenas y sociales. Como propuestas señala que las comunidades indígenas promueven la agricultura ecológica y los sistemas de cultivos en andenes para conservar el agua y la tierra, esta actividad ancestral responde la suma causa de los pueblos andinos.
De otra parte en Ecuador el líder indígena Kichwa Juan Cando, de la Provincia de Bolívar y presidente de la organización provincial FECABRUNARI, señala que la proliferación de químicos en los cultivos afecta la salud de la gente; en sus comunidades se profundiza la afectación por la producción de arboles como pinos y eucaliptos que absorben el agua y deterioran la tierra y sus ecosistemas. En el mismo sentido se declaran afectadas las mujeres y comunidades Mapuche de Chile por las actividades de las empresas forestales que producen y talan maderas sin contemplar el daño ambiental y social que generan con esta actividad.
Los mapuches resisten con dignidad pero sus territorios cada vez son invadidos y usurpados por las empresas forestales extractivas; mientras el gobierno de su país es indolente con sus reivindicaciones ancestrales y responde a sus reclamaciones con sendas condenas en su contra. Cabe destacar que en Chile la represión es más brutal contra las mujeres, pues al encarcelarlas y desarraigarlas de sus comunidades se pretende evitar la procreación y así propiciar el exterminio cultural de los indígenas, los cuales son considerados por el Estado como ‘terroristas’ y como un obstáculo para el desarrollo de grandes emporios económicos, como lo señaló una dirigente mapuche con quien sostuvimos una amplia conversación.
Por su parte el dirigente Cando advierte que los “Lobos” del Ministerio del ambiente pretenden engañar a la gente con su supuesta garantía de los bosques, pero lo que hacen es dar licencias para explotación maderera y minería y, alterar así los sistemas ancestrales de cuidado y protección territorial y ambiental que las comunidades indígenas han realizado ancestralmente.
Notas
1) Este documento recoge la memoria del proyecto San Miguel mira hacia Colombia y el mundo, iniciativa resultante del Convenio de Cooperación en Inversión Social celebrado entre el Ministerio de Minas y Energía, Ecopetrol S. A., ISA, ISAGEN, UPME, IPSE, Ingeominas, La Fundacion Social y El Centro de Investigación y Educación Popular, CINEP
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- Ismael Paredes es comunicador social- periodista de la ONIC.